RadarDomingo, 11 de Mayo de 2008
Nota de tapa
Coronas y espinas
Casi veinte años después de su muerte, Freddie Mercury sigue siendo una figura irreemplazable en la música y el espectáculo. Pero, a pesar de su histrionismo escénico y lo flagrante del nombre de su banda, era proverbial su reserva acerca de su vida privada (al punto de haber reconocido tener sida recién un día antes de su muerte). Por eso, la compilación de declaraciones que conforma el libro Su vida contada por él mismo (Ma Non Troppo) es lo más cercano a una autobiografía que se podía esperar. Además, mientras las bandas tributo recorren el mundo a salas llenas, los miembros originales anuncian la salida del primer disco de la banda con material y cantante nuevo. Lo cual sólo resalta su ausencia.
Por Mariana Enriquez
El próximo 5 de septiembre, Freddie Mercury cumpliría 62 años, y por la misma época sus ex compañeros de Queen estarán editando el primer disco del grupo con material original y nuevo desde la muerte del cantante, en 1991. A Freddie lo reemplaza Paul Rodgers, ex vocalista de Free y Bad Company, una pésima elección dado que el hombre es menos carismático que una sopapa, por más que también tenga el poder vocal de cuatro octavas. Durante un tiempo, los fans soñaron con el reemplazo de George Michael, mucho más coherente y atractivo. Pero es un sueño trunco por completo. Y, además, ¿tiene algún sentido Queen sin Mercury? Verlos con cualquier otro cantante no tiene espectáculo ni mística alguna: es preferible repasar los viejos discos y las grabaciones de conciertos antes que asistir a ese festival de la ausencia. El regreso de Queen, anunciado la semana pasada por los miembros del grupo con bombos y platillos, tiene mucho de fiasco, y de innecesario.
Así como resulta irreemplazable, Freddie Mercury también resulta inaprensible, incluso hoy. Aunque es venerado por millones, increíblemente popular y totalmente accesible, Freddie Mercury sigue siendo un personaje muy complejo. No escribió una autobiografía y, como detestaba hablar con la prensa, dejó pocas entrevistas, no todas confiables. El libro Su vida contada por él mismo, una recopilación de declaraciones editada por Greg Brooks y Simon Lupton, es lo más cercano a un retrato en primera persona posible, pero sigue siendo endemoniadamente esquivo. Algo es cierto: su vaguedad general contribuyó a que Queen fuera –sea– un grupo para todos. La sensibilidad camp y la evidente homosexualidad de Freddie no alienaron a los fans heterosexuales: al contrario. Muchos dicen que no les importa (“lo que importa es la música”), otros que no se dan cuenta, y algunos insisten en que Mercury jamás se dijo homosexual (no es cierto: es célebre la cita “soy gay como un narciso”, pronunciada en 1974 para New Musical Express) y en que hay que respetar su vida privada. Hay coherencia en este distanciamiento: Mercury insistía con vehemencia en que ni él ni su banda tenían que ver con la política. En esa línea, nunca se alió con las salidas del closet como tomas de posición, ni con causa alguna de la comunidad. Escribía Robert Urban: “Mientras la escena gay en general siempre se identificó fácilmente con Elton John, George Michael o Boy George, a muchos no les resultaba tan familiar Mercury, porque formaba parte de la escena del rock pesado, dominada por héteros”. Y decía John Marshall, en 1992, para la revista Gay Times: “Era una reina de la escena, que no tenía miedo de expresar públicamente su sexualidad, pero que se negaba a analizar o justificar su estilo de vida. Es como si le dijera al mundo: ‘Soy lo que soy, ¿y qué?’. Y eso sólo era una declaración de principios”.
La gran controversia sobre su enfermedad y su muerte: los rumores sobre que Freddie Mercury padecía sida comenzaron alrededor de 1988, pero él negó públicamente estar enfermo. Hasta que el 23 de noviembre de 1991 hizo el siguiente lanzamiento a la prensa: “Después de enormes conjeturas en la prensa, quiero confirmar que, de acuerdo con los análisis, soy VIH positivo y tengo sida. Sentí que era correcto mantener esta información privada para proteger a los que me rodean. Sin embargo, ha llegado el momento de que mis fans y amigos en todo el mundo sepan la verdad, y espero que todos me acompañen, mis médicos y los del resto del planeta, en la lucha contra esta terrible enfermedad”.
Freddie Mercury murió al día siguiente, el 24 de noviembre de 1991. ¿Qué se le reclamó, y todavía se le reclama? Que lo hiciera público antes, cuando hubiera sido de importancia entre una comunidad arrasada y estigmatizada el “apoyo” de uno de sus más reconocidos “integrantes”. Pero Mercury no pensaba así. En algún sentido, por cierto discutible, estaba fuera de la mentalidad de ghetto. Hacía rock, una música de chicos hétero y al mismo tiempo convencía a sus compañeros de travestirse para, por ejemplo, el video de “I Want to Break Free”. Usaba ropas de bailarina y ese bigotón tan típico de la imagen gay a la Tom de Finlandia. Y jamás provocó brotes de homofobia. Jamás. Su hermana Kashmira, en el documental Freddie Mercury: A Kind of Magic, dice algo conmovedor: “Creo que no lo hablaba públicamente porque le daba un poco de vergüenza ser gay”.
En esa red de ocultamiento tan compleja de analizar también cayó su etnicidad. Freddie Mercury nació como Farrokh Bulsara en la isla africana de Zanzíbar, Africa del Este, una colonia británica. Pero sus padres eran indios parsis, de religión zoroástrica, la etnia que es mayoría en Bombay. Freddie nació en Zanzíbar porque a sus padres (Jer y Bombi) les gustaba viajar. Pero cuando Farrokh tenía 7 años lo mandaron a un internado en India, donde estuvo hasta los 17; recién entonces se mudaron a Inglaterra. Ahora, tantos años después, recién se sabe que Freddie era fanático de las películas de Bollywood, y entonces sus aportes estéticos a Queen se amplían y se comprenden mejor desde otro punto de vista. En 2006, la revista Time edición Asia lo listó como uno de los principales 60 héroes asiáticos. La mayoría del público no comprendió por qué. A Freddie probablemente no le hubiera gustado: él solía llamarse “persa” (los parsis son originarios de Persia, pero llegaron a India hace ¡mil años!) y se autodenominaba monárquico y muy patriota. Un hombre colonial, un súbdito del Imperio. Ese mismo año, algunos fans gays de Mercury quisieron organizar una fiesta en Zanzíbar para conmemorar los 60 años del ídolo: los musulmanes de la isla pidieron la cancelación y la obtuvieron, porque en la isla africana ser gay es ilegal desde 2004. Incluso después de muerto, y por mucho que quisiera evitarlo, todas esas cuestiones que lo excedían y en las que no quería pensar –y de las que no quería hablar– seguían persiguiendo a Mercury.
La manía antipolítica de Queen y la actitud pre-multicultural de Mercury los llevó a cometer un grave error: en 1984 rompieron el boicot cultural organizado por Naciones Unidas y tocaron para la Sudáfrica del apartheid, en Sun City, un complejo tipo Las Vegas en Bophutswana. ¿Qué dijeron entonces? Brian May: “Hablamos sobre la moralidad de hacerlo o no. Y decidimos hacerlo. La banda no es política y tocamos para todos los que quieran escucharnos”. Un año después tocaban para Live Aid y, aunque musicalmente fueron sin duda lo mejor de la noche, a algunos les resultó desagradable el doble discurso. Quizá lo único que Queen quería era ser parte del mundo del espectáculo y ofrecer entretenimiento sin bajada de línea –algo ciertamente loable–, y distanciarse lo más posible del rock como revolución de las décadas anteriores. A veces sobreactuaban o se hacían los tontos, y caían en actitudes reaccionarias.
Pero nada hay más político, y de mayor envergadura desestabilizadora para la cultura popular, que la presencia de Freddie Mercury sobre el escenario, un talentosísimo indio parsi gay nacido en una colonia británica en Africa, haciendo una voluntaria e involuntaria parodia del Imperio y del rock macho.
No llores por mí, Argentina
“Queríamos tocar donde la música rock no se había tocado nunca antes. Esa es la razón por la que fuimos a Latinoamérica (1981) y al final abrimos el mercado sudamericano al resto del mundo. Si triunfas allí, la cantidad de dinero que consigues puede ser tremenda. En un principio fuimos a Sudamérica porque nos invitaron. Querían a cuatro chicos sanos para que tocaran música agradable. Cuando acabamos, yo quería comprar el continente entero e instalarme como presidente. Sabía mucho sobre la Argentina, pero nunca me imaginé que allí fuésemos tan populares. Estaba asombrado por la reacción del país ante nuestra visita. No creo que hubiesen visto antes un espectáculo tan ambicioso, con todas las luces y efectos que utilizamos. Vinieron un montón de periodistas de todas partes del mundo para vernos tocar en la Argentina y Brasil. En San Pablo tocamos para 120 mil personas una noche y para 130 mil la siguiente. Nadie lo había hecho nunca antes, y era algo absolutamente novedoso para ellos. Les preocupaba que, con un público tan vasto, el asunto adquiriera un cariz político, y me rogaron que no cantara ‘Don’t Cry for me Argentina’. Tenían allí al Escuadrón de la Muerte para protegernos, la dura, dura policía que de hecho mata a la gente a la más mínima ocasión, en caso de que la multitud se desmadrase”.
Garganta profunda
“Mi voz me ha dado problemas desde los primeros años al salir de gira, porque solíamos hacer giras realmente largas y, a veces, incluso sesiones de tarde. Acabé con nódulos, callos molestos en mi garganta que, de vez en cuando, afectaban mis facultades vocales. Lo que los provoca es abusar de la voz, y una vez que te salen nódulos siempre se quedan ahí, y siempre acaban volviendo a aparecer. Sigo teniéndolos, así que no debo pasarme con el vino tinto, y para calentar mi voz hago lo que denomino ‘simulacros operísticos’. Sin embargo, lo hago desnudo, porque tiene cierta gracia hacerlo así. Con ropa puesta no funciona, así que canto completamente desnudo. Fui a ver a varios laringólogos, pero siempre te dicen que debes descansar y no salir de gira, o que te operes. Estuve a punto de que me operaran, pero no me gustaba la pinta del médico y me sentía un tanto preocupado por el hecho de que metieran instrumentos extraños en mi garganta”.
Igual que Valentino
“En términos amorosos, nunca tienes el control y odio esa sensación. He llorado a mares. Tengo esta coraza dura de macho que proyecto en el escenario, pero también tengo mi lado blando, que se derrite como la mantequilla. Soy un auténtico romántico, igual que Rodolfo Valentino, pero en algunos artículos aparezco como una persona absolutamente fría. Soy un hombre extremista y eso puede ser muy destructivo. Parece que consumo a las personas que se me acercan demasiado y las destruyo, no importa cuánto me esfuerce en que las cosas funcionen. Pero mimo muchísimo a mis amantes. Me gusta hacerlos felices y me encanta darles regalos maravillosos y caros, pero al final acaban pisoteándome. A veces me despierto dudando, asustado porque estoy solo. Es por eso que salgo a buscar a alguien que me quiera, incluso aunque sólo sea por una noche. En esas noches me limito a jugar mi papel”.
El sida
“Rezo para no contraer nunca el sida. Tengo muchos amigos que lo tienen. Algunos han muerto, otros no vivirán mucho tiempo más. Me aterra pensar que yo pueda ser el siguiente. Inmediatamente después de tener relaciones sexuales, pienso: ‘¿Te imaginas que ésta haya sido la vez? ¿Te imaginas que ahora tengas el virus dentro del cuerpo?’. Salto a la ducha e intento fregarme hasta quedar limpio, aunque sé que es inútil. Solía vivir para el sexo. Solía ser una vieja puta que se levantaba cada mañana, se rascaba la cabeza y se preguntaba con quién quería acostarse ese día. Pero ahora he cambiado. He dejado de salir de marcha, se han acabado las noches de fiestas salvajes. Casi me he convertido, poco a poco, en una monja. Es increíble. Pensaba que el sexo era algo muy importante para mí, pero ahora me he dado cuenta de que he cambiado completamente de opinión. En otro tiempo fui tremendamente promiscuo, buscaba el exceso en cualquier dirección, pero ahora soy totalmente diferente. El sida me ha dado un susto de muerte, por lo que he dejado de tener relaciones sexuales. Ahora sólo me gusta la estimulación. Es mucho más divertida. ¿Qué mas puedo hacer? ¡He dejado de tener relaciones sexuales y he empezado a cultivar tulipanes!”.
Más punk que el punk
“Nunca olvidaré cuando estábamos en el estudio haciendo la canción ‘Sheer Heart Attack’ y resulta que los Sex Pistols estaban en el estudio de al lado. Ya te puedes imaginar a nosotros y los estandartes de toda la movida punk rock antisistema bajo el mismo techo. De todas maneras, hice entrar a Johnny Rotten y a Sid Vicious para que escucharan uno de nuestros temas y les dije que cantaría en una de sus canciones si ellos cantaban en una de las mías... y deberías haberlos visto. Dijeron: ‘¡No podemos cantar con Freddie Mercury!’. Por entonces yo llevaba zapatillas de ballet y cosas por el estilo. Fue bastante divertido, creo que llamé a Sid Vicious Simon Ferocious o algo así y no le gustó en absoluto. Le dije: ‘¿Y qué vas a hacer al respecto?’. Tenía todas esas marcas, así que le pregunté si se había estado arañando frente al espejo, y él odió que yo pudiera hablarle de esa manera”.
Cómo llegué al cuero
“En los primeros tiempos íbamos de negro en el escenario, lo que era bastante atrevido. Luego empezamos a vestirnos de blanco, para variar, y así fuimos cambiando cada vez más. Te aburres de llevar la misma ropa y llevar siempre el mismo aspecto. Y me encanta vestirme. De una apariencia más tipo ballet he ido a una imagen potente de cuero. La influencia del cuero vino tras ir a varios bares de Alemania y, por supuesto, lo llevo con estilo. Me gusta el cuero. Me gusta imaginarme que soy una pantera negra”.
La infancia de un diablillo
“Era un adolescente muy inseguro, seguramente porque estaba un poco sobreprotegido. Mi tío tenía un chalet en Dar es Salaam, a poca distancia de la playa, y por la mañana me despertaba el criado. Con un zumo de naranja en la mano, bajaba a la playa. He sido muy afortunado, incluso en los primeros tiempos. Me gusta que me mimen, es algo con lo que he crecido. También era un niño precoz y mis padres pensaron que meterme en un internado me haría bien. Así que cuando tenía unos siete años me metieron en uno en la India, durante una temporada. Fue una educación convulsa, lo que parece haber dado sus frutos, supongo. Me metieron en un ambiente en el que tuve que arreglármelas solo, por lo que aprendí a ser responsable ya desde pequeño, y creo que eso es lo que me ha convertido en un diablillo. El internado me enseñó a ser independiente y a no confiar en nadie más. Todo lo que cuentan sobre los internados es más o menos cierto, lo de las amenazas y demás. Me acosaba el típico profesor raro, pero no me afectó porque, de alguna manera, en el internado no te enfrentas a eso, tan sólo eres ligeramente inconsciente. Hubo una época en que era joven e ingenuo. Perdí la cabeza por un profesor y hubiera hecho cualquier cosa por él. Es algo por lo que pasan los estudiantes, y yo tuve mi ración de bromas estudiantiles, pero no voy a dar más detalles”.
El éxito del mini-short
“Me gusta reírme de mí mismo. Si fuéramos otro tipo de banda, con temas y mensajes políticos, entonces sería algo completamente distinto. Esa es la razón por la que puedo llevar puestos unos pantalones cortos ridículos y sobreactuar con saludos casi en plan Gestapo. Todo es muy kitsch. Aunque no todo el mundo se da cuenta de eso”.
El misterio más grande
“Soy el único del grupo que proviene de un ámbito artístico. Los demás vienen del ámbito científico: Roger, de la biología; John, de la electrónica; y Brian, de la física. Nunca en mis sueños más descabellados hubiera imaginado que alguien como Brian, un astrónomo especialista en infrarrojos, tomaría una guitarra y se convertiría en un rockero”.
Inspiración
“Mis letras y mis canciones son fundamentalmente fantasías. Me las invento. No soy uno de esos compositores que salen a la calle y de repente se sienten inspirados por una visión, y tampoco soy una de esas personas que quiere salir de safari para conseguir la inspiración de la fauna salvaje que me rodea, o subir a lo más alto de las montañas y cosas por el estilo. No, me inspiro simplemente sentado en la bañera”.
El amor es peligroso
“Una vez escribí una canción titulada ‘My Love is Dangerous’ (1985). Siento que quizás es así como es mi amor: peligroso. De todos modos, ¿quién quiere que su amor sea seguro? Una canción titulada ‘My Love is Safe’ no vendería nada”.
La ley del deseo
“Siempre que veía películas de Hollywood, llenas de casas lujosas y con una decoración fastuosa, quería una para mí y ahora ya la tengo. Para mí era mucho más importante conseguir esa maldita casa que irme a vivir a ella. Soy así: una vez que consigo algo, ya no lo deseo más”.
Un vicio más
“Puede que el dinero sea vulgar, pero es maravilloso. Me llevo muy bien con la riqueza: gasto, gasto y gasto. No sabría decir cuánto tengo en el banco. El dinero me importa un rábano. Creo que está para gastarlo. Me gusta estar rodeado de cosas espléndidas. Quiero llevar una vida victoriana, rodeado de trastos exquisitos. Me estoy deshaciendo de mis jarrones de Lalique y Galle, estoy hasta las orejas. Mucha gente solía decir que mi casa era como un museo, pero ahora empiezo a estar de acuerdo con ellos”.
Mi mensaje
“Mi trabajo no consiste en adoctrinar a la gente, mi trabajo es hacer música. No quiero implicar al público en mensajes de paz, ni cambiar sus vidas, ni nada por el estilo. Se trata de escapismo, y quiero que disfruten con mi música durante ese espacio de tiempo; y cuando no les guste, sencillamente puedan deshacerse de ella y tirarla a la basura. Me siento como el maestro de ceremonias y eso es lo máximo a lo que aspiro, porque han venido para pasarla bien y eso es todo”.
Queen x Mercury
“El concepto de Queen era ser regios y majestuosos. Queríamos ser glamorosos y dandies. Provocar y ser escandalosos. No queríamos que la gente tuviera que pensar si les gustábamos o no sino que se formaran una opinión en el momento en que nos vieran. No intentábamos ser diferentes, porque si sos profesional, querido, ¡no hay que intentar nada! Somos los Cecil B. DeMille del rock, siempre queremos hacer las cosas a lo grande, y mejor. Afrontémoslo, queridos, somos la banda más absurda que haya existido nunca”.
No se puede vivir del amor
“Sí, soy gay. Soy tan gay como un narciso, queridos. Pero no podría enamorarme de un hombre del mismo modo en que lo haría de una chica. Tuve una novia con la que viví durante cinco años, Mary. También he tenido novios. Pero arruinaría todo el misterio si siempre lo explicara todo de mí mismo. Sinceramente, sacarlo a relucir y entrar en muchos detalles, sobre todo eso, no es algo propio de mí. He tenido muchos amantes, por supuesto. Tanto hombres como mujeres. He tenido relaciones de cada bando, pero no parece que me duren demasiado. Obviamente, yo no soy un buen catalizador. Puedo ser un buen amante, pero creo que después de todos estos años ya no soy una buena pareja para nadie. El amor para mí es como la ruleta rusa”.
Los fragmentos pertenecen a Freddie Mercury. Su vida contada por él mismo (Ed. Ma Non Troppo)
La Reina en la Argentina
La crítica de rock más elitista jamás apreció a Queen. Por teatrales, quizá por kitsch. Es uno de los divorcios que demuestra con más contundencia lo poco que le importa a la gente lo que dicen los críticos, y cómo la popularidad excede muchas explicaciones racionales. Basta enumerar apenas diez canciones de Queen para comprender el alcance del grupo, que atraviesa fronteras de todo tipo: “Somebody to Love”, “We Will Rock You”, “Dob’ Stop me Now”, “Love of my Life”, “Bohemian Raphsody”, “Crazy Little Thing Called Love”, “I Want to Break Free”, “Another One Bites the Dust”, “Under Pressure” y “We are the Champions”. Queen vendió 150 millones de discos y en Inglaterra su colección de Grandes Exitos es el disco número 1 de todos los tiempos, ganándoles por un millón de unidades a Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band de Los Beatles y por dos a Gold-Greatest Hits de otro tanque: ABBA.
La Argentina no sólo no es inmune a Queen sino que es uno de los países más fieles. Hay personajes raros como la conductora radial Daisy May Queen, referente de fans en la Argentina y fan de Mercury al punto de usar el nombre de la banda como apellido artístico, y poseedora del certificado de nacimiento de su ídolo. Hay hechos que marcaron la sensibilidad colectiva, como la visita de Queen en 1981, cuando Eduardo Viola lideraba la Junta Militar de la dictadura; tocaron en el estadio Vélez Sarsfield, y hasta hoy existen opiniones divididas sobre si debieron hacer el show o no. Se dice que, la noche en que tocaron, la Junta los esperaba con una cena a la que faltaron a modo de desaire. La segunda fecha se subió al escenario Diego Maradona, quien hizo unos jueguitos con la pelota y dijo: “Los dejo con mis amigos, los Queen”. Dos años después declararon: “No fuimos a la Argentina a tocar para los militares”. Para muchos músicos y fans de rock argentinos, ese show, moderno, de sonido y escenografía nunca antes presenciada, significó un sacudón. La revista Pelo titulaba “Gracias a Queen”, porque “por medio de ellos ahora todos sabrán que nosotros somos los campeones”.
Hoy mismo, además de los clásicos fans club y blogs (donde se puede ver aquel concierto, que entonces se pasó no sólo por televisión sino que llegó a los cines de ciertas ciudades del interior y volvió a resultar un ritual iniciático), existen bandas tributo a Queen. La más famosa es Dios Salve a la Reina, que llegó al Gran Rex y cuyos integrantes se ganan la vida tocando a Queen. Otra es One/Dr. Queen, liderada por el insólito Jorge Busetto, un médico marplatense que hasta se deformó los dientes delanteros para parecerse a Freddie, y que lamenta “ser tan grandote”, tal como se lo ve en Mundo Tributo, un documental de Adrián Fares y Leo Rosales que retrata vidas de clones y grupos tributo, y de paso marca cuáles son de verdad los gustos populares argentinos.
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