lunes, 31 de marzo de 2008

RadarLibros|Domingo, 30 de Marzo de 2008

El apartado

Hace un año y medio, con El héroe sin nombre, Rodolfo Rabanal se explicó ante la literatura de los años ’70, la década en la que debutó, publicado por Gelman y Pezzoni, con un libro que, a pesar de no ser explícitamente político, cifró la violencia de la época. Desde El apartado (1975) hasta El héroe sin nombre (2005), Rabanal supo cultivar la figura de un escritor culto y extraño que mantuvo a raya de su literatura sus largos años de periodismo duro y corresponsalías. Sin embargo, sus libros nunca han dejado de hincarle el diente a la realidad. Ahora, con El roce de Dante, se adentra en su otro vicio: el ensayo sobre literatura, clásicos y viajes. María Moreno lo entrevista y lo hace desandar una vida que lo llevó a recorrer el mundo con una libreta negra en el bolsillo hasta la misma puerta de la hija de Henry Miller.




Por María Moreno


Como todos los viajeros que por fin se deciden a arraigarse, Rodolfo Rabanal se ha vuelto no sólo algo sedentario, sino proselitista del espacio que ha elegido, una casa junto al mar. Un cronista frívolo y apresurado trataría de colocarlo en la serie que forman Guillermo Saccomanno y Juan Forn que viven en la costa, pero ¡momentito! Rabanal ha cruzado el Río de la Plata y vive sobre una playa pero del otro lado –departamento de Maldonado, barrio El Tesoro–, es decir que se ha vuelto medio uruguayo.
Rabanal ha escrito nueve novelas, dos libros de cuentos y uno de crónicas. En la mayoría es frecuente un escenario marítimo y entonces, el mismo cronista frívolo y apresurado tiende a imaginárselo envuelto en una bruma ventosa, como si posara desde la cubierta de un carguero.
El mar aparece en todos tus libros. ¿Sos buen nadador? ¿Lo cultivás?
–Supongo que nadar es una experiencia más literaria que física. El Tesoro es un barrio en donde vive gente que labura, desde el mecánico hasta el panadero, y no tenés el clima del veraneante high porque enseguida empieza el campo. Desde la ventana de mi escritorio hay mañanas en que veo, a unos cien metros, al viejo Núñez, que es un criollo, ordeñando su vaca. Tengo un perro, Lobo, raza “terbal” como dicen los uruguayos, “de terreno baldío”.
Escribiste que estás en una suerte de “exclusión cortés”. ¿No necesitás de los pares literarios?
–Buenos Aires está a treinta minutos de vuelo. Hay librerías buenísimas como la del señor Grossi de Maldonado. Un tipo muy culto, que habla en francés y chupa desde la mañana. A las once, once y media, ya está colocado. Tiene grandes perros y un viejo paisano sentado al lado que no abre la boca y que toma mate. Allí encontré uno de los libros que leía para escribir sobre Dante. Lo editaron en 1915, en México, es de un tal André Doderet. Y por supuesto, es un lugar de encuentro de lectores.
El roce de Dante y otros ensayos se llama el último libro de Rabanal. El peso de la primera parte del título hace que durante la entrevista apenas se haga posible hablar de los otros ensayos. Rabanal se siente muy cómodo en ese género que se apresura a definir como “una obra literaria ligera y provisional, una suerte de monólogo ameno o de conversación sin contertulio visible”. Si se lo apura dice que la novela no le gusta, que no es un género pero sí lo es ese discurrir como al pasar bajo la divisa con que abre su libro. “Nada es sagrado para el que piensa” (Wislawa Szymborska).

ROZADO POR DANTE
Rabanal imagina un Dante de entrecasa, con botas de caña corta, chanclos o franciscanas pero sin duda con una alforja florentina de cuero repujado en donde guarda borradores de La Divina Comedia. El intento de reconstruir la intimidad cotidiana de Dante no lo ha eximido de hipótesis críticas que le han hecho investigar por librerías que cruzan desde Caballito hasta Saint Germain-des-Prés. Rabanal tiene la nariz aguileña, labios finos, ojos intensos, una cierta omega depresiva en el ceño. No es un parecido, es una gestalt.
Te voy a hacer una pregunta impertinente. ¿Te imaginaste parecido a Dante físicamente? Vos sos más lindo, claro.
–No sé si soy más lindo. Pero te cuento como empezó todo. Entre el ’67 y el ’70 estaba harto de ciertas lecturas, digamos que creía en la magia del realismo y no en el realismo mágico. Y me refugié en los ingleses Keats y Shelley. Luego en Beckett y Joyce. Fue durante el verano en que planeaba El apartado. También leí unos ensayos de Ossip Mandelstam. Y todos ellos hablaban de Dante. Entonces fui a La Divina Comedia con bastante precaución y bastante ignorancia.
La leíste en italiano.
–Y con la traducción, no como Borges que la leía cuando iba en el tranvía hasta Avenida La Plata. Y me fue encantando. De pronto me di cuenta –-¡vaya! ¿no?– de que es un escritor impagable. Pero a mí me resultaba antipático: ¡un tipo que va al infierno de viaje y sale! Como si yo te propusiera a vos ir ahora al infierno y condenáramos a todos nuestros contemporáneos y encima nos premiaran (aunque tampoco estaría mal ¿no?). Era un tipo de un ego brutal. Hay una escena antes de los círculos del Infierno, en el ante-purgatorio, donde están las almas que no conocieron a Cristo. Dante se encuentra con Sófocles, Aristóteles y los trágicos griegos. Y creo que es Sófocles quien lo toma del brazo y lo acerca a ellos. Entonces él dice: “Fui uno entre los seis”. ¡Qué tano insoportable! ¿Quién es? ¿Vittorio Gassman? ¿Uno entre los seis? ¿Quién te dijo? ¡Vos te lo decís! Encima agarra a Virgilio para que lo acompañe.
Como si fuera el negrito del farol en la Colonia.
–O como si yo usara de guía a Cervantes.
Pero en algún punto te identificás con él. Cuando escribís “...de algún modo, también yo soy un vagabundo, un recurrente autoexilado de Buenos Aires –mi Florencia–...”
–La Divina Comedia es la primera obra de la exterritorialidad. Tenés razón: escribí “Mi Florencia”.
Rabanal debe sospechar que las tirrias iniciales ocultan oscuras y persistentes adhesiones que, en el caso de la que él sintió por Dante, son difíciles de explicar sin pasar por pedante. Roland Barthes tenía una fórmula: “¡No me comparo, me identifico!”.
–Después me di cuenta de que Dante tenía con qué.
¿No sería también un gran publicista?
–Pero ganó, porque pasaron 700 años y seguimos leyéndolo.
Rabanal se detiene especialmente en una escena de lectura. La que le cuenta a Dante, Francesca de Rimini.
“Leíamos un día, por gusto, de qué modo el amor hirió a Lanzarote. Estábamos solos y sin cuidado. Nos miramos muchas veces durante aquella lectura, y nuestros rostros palidecieron; pero fuimos vencidos por un solo pasaje. Cuando leíamos que la deseada sonrisa (de la reina Ginebra) fue interrumpida por un beso del amante, éste (Paolo) que ya nunca se apartará de mí, temblando me besó en la boca. Galeoto fue el libro y quien lo escribió. Y aquel día ya no seguimos leyendo”.
La literatura como alcahueta.
–O afrodisíaco. Primero me pregunté quién sería ese Galeoto. Yo no había leído Lanzarote del Lago. Pero “Galeoto” era demasiado italiano como para tener que ver con la Mesa Redonda. ¿Y cuál era el libro? En realidad se trataba de Gallehault, o Galahot, caballero de la corte de Arturo o “Galeotto” según una versión italianizada, que se pronuncia “Galeot” y designa al tipo que rema en las galeras pero también al “alcahuete”. Dante usó la palabra en doble sentido. Por eso: “Galeoto fue el libro y quien lo escribió”. Gallehaut (o Galahot) es quien aproxima a Ginebra y Lanzarote y se hace cómplice de ese amor. Pero, ¿por qué Gallehaut, que es un caballero de la corte de Arturo, amigo de Lanzarote, escribiría sobre un amor prohibido del que él mismo fue cómplice? De la existencia real de Gallehaut no hay pruebas. Pero las novelitas artúricas circulaban en la Italia de Dante puesto que Paolo y Francesca las habrían leído.
Hablar de esto en La Biela genera un aire de solemnidad vagamente ridículo pero la naturaleza rompe el efecto y permite el cambio de conversación. Algo gotea sobre la mesa.
–Debe ser una resina del gomero.
¿Sabés de plantas? Jannet Flanner decía que Colette se fascinaba por los nombres botánicos pero que pasaba por entre las plantas sin reconocerlas.
–Pero éste es un gomero y debe tener 200 años.
Me impresiona cuando citás en El héroe sin nombre “un níspero, un arce, dos tipas”.
–Porque ésos son los árboles que tengo en El Tesoro. Nada más. Yo vengo de una casa con macetas ¡y de malvones!
En algún momento de El roce de Dante Rabanal imagina, saliendo del Templo de Vesta en Roma, a una muchacha perseguida por un joven que grita “¡Francesca!”. Ella va comiendo un helado. El la acosa, parece odioso, sólo puede ser Gianciotto, el marido engañado de Francesca de Rimini. El helado cae. Aparece otro joven, vestido de blanco, claro, porque arrastra un carrito de helados. Es, tal vez, Paolo. Rabanal ha bajado La Divina Comedia a un sainete romano.
–En ese momento, yo estaba leyendo The Last Good Kiss (El último buen beso), de James Crumley, un discípulo de Chandler pero más suburbano, más lacónico y mal hablado. También The Wind-up Bird Chronicle (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo), de Haruki Murakami. Seguramente también tenía encima Belacqua en Dublín, de Samuel Beckett, un disparate agónico bastante genial (Belacqua, claro, es un personaje de la Comedia de Dante). Todo en inglés porque había comprado los libros en Londres. Me vino muy bien la idea de buscar un símil cuando estaba entre fascinado y harto porque, entre el padecimiento psíquico de los japoneses y el de los norteamericanos, me quedaba la tarea de seguir leyendo a Dante.

YO NO SOY NOVELISTA
Las libretas negras de hule han sido los fetiches personales de Rodolfo Rabanal hasta que dejó de conseguirlas. El material rústico pero impermeable sugería la fajina del escritor y un toque de involuntario populismo –esas libretas fueron muy usadas por los almaceneros de la década del ’50–. No sé si ahora Rabanal las ha rebautizado notebooks aunque una notebook es otra cosa. En una época, con un estilo de posguerra a la Camus, él las llamaba carnets. El carnet es algo así como un barómetro del estado de ánimo intelectual, cuando no el equivalente a un carrito de cartonero en donde un escritor acopia más allá de lo que ve, algo más heterogéneo, no ajeno a la ahora tan desprestigiada “experiencia”. De todas maneras, en la primera página de la novela El héroe sin nombre se lee: “El poeta Wallace Stevens asegura que el mero hábito de consignar la experiencia aumenta la probabilidad de no haber vivido en vano”.
–Tenés que alimentarte, para escribir tus nervios tienen que estar cargados de cierto mambo. Aunque creo que a esta edad uno ya está cargado, sería imposible no tener una reserva grande de material. Además hay una gran capacidad de reciclar todo lo que ves.
No pronunciás con vacilación la palabra “experiencia”.
–No sé si sin vacilación pero la escribo.
Pero no como para decir “si no vivo no puedo escribir”. No es tan yanqui. Como Hemingway que, al parecer, necesitaba cazar un tigre.
–No es tan yanqui pero creo que algo hay que vivir. ¿Cómo ejercito mi percepción?: ahí está el punto. Se ejercita también en la realidad, claro que convirtiéndola. Pero no soy un sometido a la experiencia.
Los carnets de Rabanal registran reflexiones, citas, minicuentos, pero también datos puntuales como esos que parecen proyectarse tanto hacia un destino autobiográfico como a cebar las teorías de los críticos y biógrafos –también a las universidades que suelen acoger con voracidad manuscritos anotados–. Releyéndolos, Rabanal puede pesquisar que empezó a escribir El apartado en Semana Santa de 1974, pero que la fecha oficial fue el 11 de abril, que lo hizo de un tirón en la Olivetti que su padre le había regalado diez años antes y que, hacia el 1º de mayo, tenía setenta páginas que le mostró a Enrique Pezzoni el 6. Pezzoni le dio el sí de Sudamericana una semana después, luego de lo que Rabanal cruzó la plaza Dorrego con un impulso de dicha que lo llenó de pavor (ese carnet, el de El apartado no era negro sino azul).
En 2006 Rabanal publicó El héroe sin nombre, una de las escasas novelas sobre los años de la dictadura cuyo protagonista, sin ser un militante, participa de la militancia desde una dimensión ética o simplemente solidaria y encuentra un fin trágico. La palabra “héroe” quizá deba leerse literariamente y el “sin nombre” como aludiendo tanto a la condición de N. N. del personaje como a una heroicidad que permanecerá ignorada por aquellos a los que él ha intentado ayudar y al hecho de que su acción lo ha corrido vertiginosamente de un proyecto de trascendencia personal –escribir un ensayo sobre Dante, tal vez hacerse famoso a través de él–. Rabanal no teme “matar” a un hombre que escribe sobre Dante antes de escribir él.
–El apartado es la versión poética de El héroe sin nombre o El héroe sin nombre es El apartado referencial. En el año ’78, para el Mundial, yo me había ido a Mar del Plata para escribir Un día perfecto. Una amiga mía me prestó un departamentito ahí en el centro. Yo quería fugarme de Buenos Aires un tiempo, entonces me fui con la máquina de escribir y me instalé, pleno invierno, un frío de cagarse. Por un lado escribía la novela y, por el otro, iba llevando una libretita. Ahí anotaba cosas como: “Hoy herví papas. Caminé hasta Torreón del Monje. Vi a unos tipos que no me gustaron nada”. Llegué a unas treinta páginas. Y las guardé. Se perdieron. Hace dos años empecé a pensar: ¿adónde estará eso? Empecé a buscar y las encontré. Las releí y dije ¡eureka!: “Acá hay algo”.
¿Podés usar algo tan anterior?
–La nevada fina que cae en Mar del Plata, el clima de esa cafetería del hotel americano adonde va el personaje, el del cinearte adonde ve películas de aquella época, salieron de esa libreta. Como la imagen de la barra de americanos Hare Krishna que ve en la playa y entre quienes había una chica medio renga: eso me dio el prototipo para Helen-Jane. Y como de algún modo yo quería volver a los ’70 en una ficción, la cosa estaba servida. Quería dar testimonio... –testimonio no porque me parece demasiado–, digamos que yo quería explicarme ante la literatura respecto de esa época.
¿Las escenas de represión ilegal vistas en la calle son experiencias personales?
–Hay una escena en Córdoba y Callao, la del chico que se escapa y se agarra de las manijas de un ómnibus y lo revientan. Es textual. Yo estaba en una esquina y Cristina, mi mujer, me estaba esperando enfrente. Yo iba a cruzar, de repente se interpone esa escena, y los dos vemos lo mismo. La otra también es textual y es la de la chica a quien bajan de un auto a marcar gente. Fue en Santa Fe y Libertad por la misma fecha.
En ese momento no tuviste ninguna tentación por militar.
–Yo estaba rodeado de militantes. Gelman fue el primer tipo que me publicó algo de ficción en el ’72. Pero no me gustaba la militarización del proyecto. Había una cosa muy moralista en donde el bien estaba de parte de ellos y el mal, de los otros. Estaba muy clara en mí, aunque postergada, la elección por la literatura. Además yo amaba la ambigüedad.
Creo recordar la presentación de Un día perfecto. Fue una de las pocas grandes fiestas literarias que se hicieron durante la dictadura.
–Fue en el ’78. Una tarde me llama a casa una mina que me pregunta: “¿Usted es Rabanal?”. “¿Y usted quién es?”. “Yo soy la representante del señor Molina de Pomaire que está instalándose en Buenos Aires. ¿Usted está escribiendo algo?”. “Mire, es poco, son sesenta páginas”. “¿No le gustaría visitarnos?”. Fui y me contrataron el Día perfecto. Pomaire publicaba simultáneamente en Barcelona y en Buenos Aires. ¡Encima pagaba!
Por eso ese día había ese entusiasmo entre los escritores jóvenes que fueron a la presentación.
–Pero era una época de mucha censura. Yo había sido periodista de La Opinión. Mi hermano estaba preso por militante político. La presentación me preocupaba. Molina me tranquilizaba. Sólo se trataba de una reunión literaria. En total participaron como quince, era como si quisiéramos armar un escudo. Estaban Héctor Libertella, Liliana Heker, Luisa Valenzuela, Odile Baron Supervielle –recuerdo que Germán García estaba enmascarado–. Fue en el Claridge. Y de ahí nos fuimos al baile de los pintores en Unione e Benevolenza. Muchos murieron después o desaparecieron. Molina pensaba que con esa presentación estábamos dando un golpe de salida en medio de la noche. No fue así. Fue una burbuja.
Durante esa presentación Héctor Libertella dijo algo enigmático: “Los años vistos de través son travesaños”. En la fiesta posterior, Germán García llevó a Luisa Valenzuela a babucha. Ella llevaba puesto alrededor del cuello un visillo de lino de esos que se usan sobre las ventanas.
–Fue lo último cuando nosotros soñábamos que era lo primero.

UN PERIODISTA A DESGANO
Rodolfo Rabanal, antes de que sus columnas periódicas le permitieran hacer literatura en el periodismo, fue un periodista duro, de esos que deben responder a un cierre y no equivocarse con los ceros cuando se trata de contar víctimas, pero nunca se le ocurrió mezclar la hacienda e imaginarse como autor de non-fiction, no sobreescribió notas ni falló en una cobertura de corresponsal extranjero por estar ocupado en veleidades literarias. Trabajó en Primera Plana, Panorama, Ambito Financiero, France Press...
Para vos el periodismo no es importante. Nunca te vi interesado por conseguir el video del diputado coimeando.
–Parecés mi mujer, que me lo dice siempre: “Nunca te calentaste con el periodismo”.
Si te lo dice ella (Cristina Hernández), que fue tu jefa en Panorama, lo sabe muy bien.
–Es una vieja broma familiar. Encima yo estaba en Información General, que exige una rutina dura.
Qué raro este Rabanal. No reniega de la experiencia pero la pasa por la literatura: ante unos manifestantes antiglobalización que tocan la guitarra en una piazza romana piensa qué hubiera pensado Keats, guarda en el interior de un libro la servilletita de un café, porque tiene el logo de las Tres Gracias, se pasea por Via Venetto preguntándose cuál, de entre las mujeres que ve, se parece a Francesca de Rimini. No le gusta escribir bajo fuego, no necesariamente por miedo pero seguro que si hubiera estado frente al miliciano cayendo como Robert Capa, hubiera permanecido en un rincón de la trinchera, ni por seguridad ni por no ser fotógrafo, sino anotando con un pedazo de carbón –producto quizá de un episodio trágico– una frase de Beckett. Sus investigaciones trazan un vasto mapa por las librerías del mundo y son tan rigurosas como las de un académico o un autor de non-fiction. Sus crónicas son, sin duda, literarias, en la mejor tradición de las bellas letras: usa párrafos largos de ardua belleza formal, va de una hipótesis sobre el uso de una lengua extranjera como en Hemingway y el idioma español hasta una “enorme minucia” como las distintas funciones de los sombreros en Israel como en Diario de viaje, primavera del 97 en Jerusalén, y siempre, contra ciertas insistencias actuales de la crítica, estableciendo valores –para él las vanguardias siguen siendo Beckett y Pound– y tiene un notorio prejuicio por lo que llama junto a Harold Rosemberg “objetos de ansiedad” (ciertas obras posmodernas). Pero conserva del periodismo una fruición por el dato que lo lleva a registrar que en esa entrevista con Pezzoni de 1974 que definió el futuro de El apartado su flamante editor lucía un corbatín búlgaro y un anillo de sello de plata, que en la época de Dante no había papas, ni café, ni azúcar ni chocolate ni maníes, cómo se dice “trucha” en varias lenguas y sus consecuencias. Una noche en Punta del Este mientras él contaba sus coberturas internacionales y sus destrezas de periodista de Información General, y mientras en la sala se hacía un silencio de sospecha, un hombre joven dijo “Doy fe”. Tenía la colección completa de Panorama.
–La revista me mandó tres meses a San Francisco para registrar el frente interno de la guerra de Vietnam.
Y eso para vos no forma parte de tu experiencia. No te pega lo real.
–Lo mejor que me pasó es que fui a parar a la casa de Henry Miller que no estaba ahí pero a quien estaban esperando. Viví con la hija de él, Valentine. Es cómico: el padre tenía el dramatismo de la sexualidad, para él el sexo era un personaje, pero la hija estaba todo el tiempo desnuda naturalmente y no por el erotismo que Miller había venerado. Ella y sus amigos andaban tirados por ahí, fumaban porros y plantaban tomates. Había que bajar de tanto en tanto a la carretera, y trabajar de hombre sandwich con un cartel que decía: “Give me a dime. I’m hungry”. A mí me tocó más de una vez.
Era por 1970. Rabanal escribió en Costa Bárbara que antes de ese viaje a California Osvaldo Soriano –con el que solían intercambiar recomendaciones de marcas de pluma cucharita– le pidió que le trajera un mapa del barrio de Philip Marlowe y una descripción de la calle La Brea y Sunset Boulevard. Lo hizo.
–Andá a verlo al viejo que es genial, me decía Miguelito Grinberg. Llegué una noche a Big Sur y le pregunté al tipo de la estación en dónde estaba la casa de Henry Miller y me dijo: “Primero vea a Emil White, que lo va a guiar porque no sé si Miller está”. Ya era de noche. Recorrí una milla y media con el auto hasta llegar a una tranquera con dos campanas. Detrás había una espléndida casa californiana metida en un bosque. Y, mirá lo que pasa. Toco la campana, espero y veo venir caminando muy despacito a un señor mayor, ya sesentón, con una camisa blanca, pinta de austríaco. “¿Sí?”, me dice. “Yo vengo de la Argentina y estoy haciendo una serie de entrevistas. Quiero ver a Henry Miller. Me dieron su nombre.” El tipo me mira. “¿Argentina? En los años ’50 pasé unas noches de borrachera con Quinquela Martín en La Boca. Pase.” Entramos. Entonces me empieza a hablar de June, la amante perversa de Miller. “¿Quiere un trago?” Se acerca a un arcón y saca fotos. De pronto agarra una hoja opaca, la apoya en una foto de June y le tapa la mitad de la cara. “Mire la mitad libre.” Miro. Pasa la hoja al otro lado de la cara. “Mire la otra mitad.” Miro. “Son dos caras distintas ¿ve? ¡Posesión demoníaca!”. Yo estaba muerto de hambre y de sueño. Ya no se podía despertar a Valentine. Entonces White me dice: “Mañana temprano la llamo. Acá cerca hay una señora que le va a dar una cama enseguida”. Y hace un llamado telefónico. Era un motel. Llego como a las doce de la noche y aparece una viejita muy chiquitita que me dice: “Pase. ¿Quiere comer?”. En el comedor no hay nadie. La viejita se me sienta al lado y empieza a hablar. No era americana. De pronto aparece la hija que sí es americana, de unos cuarenta años y que comienza a mirarme con desconfianza. Es evidente que la hija controla a la madre. La vieja dice de pronto: “Yo bailé mucho en la Opera de Viena”. “Qué bien”, le contesto mientras sigo comiendo una especie de sopa. “Katherine, poné la música esa que a mí me gusta.” Katherine la pone. Y la vieja se levanta y empieza a bailar. Mientras la hija me sigue mirando con repudio desde el marco de la puerta. Esas cosas, con el tiempo pierden la consistencia de la información para transformarse en algo literario.
¿Y la entrevista con Henry Miller?
–Ah, nunca lo vi.

Cybernostradamus

Ray Kurzweil, inventor y científico estadounidense, toma 250 pastillas por día para llegar con vida al 2029. Cree que, para ese entonces, se podrán transferir los conocimientos humanos a las máquinas e inmortalizar al hombre.

Por: Mariana Nisebe






PRECOZ. A los 16 años apareció en televisión interpretando al piano una pieza musical compuesta por un programa informático que había diseñado en su computadora para reconocer y aislar patrones y pautas de grandes músicos. (Foto: Kurzweil Technologies)



Todos los días Raymond Kurzweil o Ray, como le dicen, de 60 años, toma 250 pastillas para llegar con vida al año 2029 porque está seguro de que las computadoras lo harán mucho más inteligente dentro de unas décadas y no descarta poder vivir para siempre. Aunque la tecnología médica no puede evitar que su cuerpo pierda la vida, cree que hay una buena posibilidad de asegurarse la inmortalidad al "descargar" los contenidos de su cerebro mejorado antes de morir. ¿Está loco? Con sólo esta información se podría decir que sí; sin embargo este importante "cyber" personaje viene profetizando desde hace años sobre tecnología y lo interesante es que lo que dice, casi siempre se cumple. Músico , empresario , inventor , escritor y científico de la computación , Kurzweil nació el 12 de febrero de 1948 en el estado de Massachusetts , en los Estados Unidos ). Experto tecnólogo de sistemas y de Inteligencia Artificial , se lo conoce como el Cybernostradamus por sus predicciones tecnológicas. Actualmente es presidente de la empresa informática Kurzweil Technologies, la cual se dedica a elaborar dispositivos electrónicos de conversación máquina-humano con aplicaciones para discapacitados. Lo interesante de su perfil es que no se trata sólo de un teórico sino que tiene años de experiencia como inventor. Kurzweil es un científico totalmente práctico. Su biografía es extensa: a los 16 años apareció en televisión interpretando al piano una pieza musical compuesta por un programa informático que había diseñado en su computadora para reconocer y aislar patrones y pautas de grandes músicos. En los '70 creó el primer sistema OCR (Optical Character Recognition) capaz de reconocer todo tipo de fuentes escritas y el KRM (Máquina Lectora Kurzweil) un dispositivo que traducía texto a discurso hablado, para ayudar a leer a las personas con ceguera. Diez años más tarde, por encargo de Stevie Wonder , diseñó el sintetizador K250, que tiene todos los instrumentos de una orquesta. Por sus logros Kurzweil ha recibido muchos premios y reconocimientos, el principal de ellos, en 2002 , es su ascenso al Salón de la Fama de la Invención , creado por la oficina de patentes de los Estados Unidos . Como si esto fuera poco recibió ocho doctorados honoris causa y es autor de varios libros, entre ellos, La Era de las Máquinas Espirituales (1998-1999) y La Singularidad está cerca (2005). Las profecías de Kurzweil En su primer libro, "La Era de las Máquinas Inteligentes", escrito a mediados de los '80, predijo la irrupción de Internet para la segunda mitad de los '90 y el dominio de las armas inteligentes en los conflictos bélicos. También escribió que para el campeonato mundial de ajedrez de 1998 ganaría la computadora (al final Deep Blue venció a Kasparov en 1997), entre muchas otras cosas. Tras establecer que "no ve límites" en el desarrollo de la tecnología, Kurzweil plantea progresos inexorables que culminarán en la superación de la velocidad del cerebro humano por las computadoras. El autor estima que esto se logrará hacia el año 2020 (ver coincidencia con "Cerebro virtual") y en poco tiempo estas increíbles máquinas adquirirán atributos humanos. Afirma que podrán ser nuestras maestras, compañeras y hasta amantes. Y considera, al igual que los transhumanistas (Ver ¿Vivir 1.000 años? ), que la humanidad no es el fin de la evolución, sino el principio.Según el Cybernostradamus, la computadora "es más rápida que el cerebro humano en algunas cosas, pero lo difícil es que tenga la riqueza, sutileza y profundidad de nuestro pensamiento. Para lograrlo será clave el software de la inteligencia, basado en la ingeniería inversa, que copia el funcionamiento del cerebro humano. Nuestros circuitos cerebrales son tridimensionales y se basan en unas complejísimas conexiones. Escaneando el cerebro podremos crear una réplica, y usando circuitos artificiales tridimensionales de nanotubos (tubos microscópicos) podremos imitar su funcionamiento y crear una inteligencia artificial avanzada". Predicciones desde el 2009 al año 3000 "Estamos en una fase de crecimiento exponencial en la que confluyen la informática, la biotecnología, la física cuántica, la nanotecnología... Este siglo será equivalente a 20.000 años de desarrollo lineal", explica Kurzweil. Y predice que para el 2009, una PC hogareña realizará un billón de cálculos por segundo y que la aplicación clave de la nanotecnología, dentro de 20 años, serán los nanorobots o nanobots, robots lo suficientemente pequeños para viajar por el sistema circulatorio que permitirán alargar la vida destruyendo las células patógenas y de cáncer, reparando los errores del ADN, destruyendo toxinas y desechos, y revirtiendo el proceso de envejecimiento. Incluso vaticina que "gracias a la nanotecnología, podremos colocar minúsculos robots en el cerebro para mejorar su capacidad. Construiremos entidades no biológicas con copias del cerebro humano y tendremos personas con miles de robots microscópicos en el cerebro, lo que aumentará su habilidad para pensar y para vivir en una realidad virtual". Finalmente, afirma, "reemplazaremos nuestros frágiles cuerpos "versión 1.0" por una versión 2.0 tremendamente mejorada". Para el 2029, predice Kurzweil, "implantes biológicos para los ojos y oídos se utilizarán para establecer conexión directa con la red informática mundial. De la retina a la Red. Se han perfeccionado redes neuronales de banda ancha para conectarlas directamente al cerebro humano. Se van haciendo disponibles implantes neuronales para mejorar la percepción visual y auditiva, la memoria, el razonamiento y el cálculo humano". En el 2049, sostiene, será habitual la utilización de alimentos nanoproducidos, con la correcta composición nutricional y el mismo sabor y textura que los alimentos producidos orgánicamente. Esto permitirá una disponibilidad de alimentos que ya no se verá afectada por los limitados recursos naturales, el clima u otros factores. Y para el 2099 "el pensamiento humano y la inteligencia artificial se habrán fundido y ciberorganismos controlarán las sociedades. Ya no existirá distinción entre seres humanos y máquinas".¿Hombres inmortales?¿Máquinas que logran superar al ser humano? Ilusionado con estar lo más cerca posible de ese momento, Kurzweil quiere llegar al 2029 con plena salud y más joven de lo que es ahora. Por eso cuida su dieta con precisión y toma decenas de pastillas al día, sobre todo vitaminas. Sostiene que ésa es la fórmula para alcanzar el momento en que la Ciencia haga posible que los seres humanos pueblen la tierra para siempre.

viernes, 28 de marzo de 2008

AdnCultura, 29/03/08

La revolución cibercultural


Hace quince años los argentinos comenzaban a familiarizarse con una nueva forma de la técnica que produjo modificaciones decisivas en la vida cotidiana. Hábitos diarios de consumo y de relaciones humanas se fueron desplazando paulatinamente de la realidad al espacio virtual de la computadora. Hoy, las notas dominantes de ese proceso de cambio introducido por la informática son el reinado indiscutido de Internet en la tecnología de las comunicaciones, la globalización y la crisis de las instituciones, fenómenos que están vinculados entre sí de un modo profundo e irreversible

La revolución realmente revolucionaria deberá lograrse, no en el mundo externo, sino en las almas y la carne de los seres humanos. Aldous Huxley, Un mundo feliz Hace quince años, los argentinos colmaban las bibliotecas públicas para conseguir información, estudiar o investigar, iban de los shoppings a los locales para comparar precios de diferentes productos, ponían anuncios en carteleras urbanas para publicitar la compra o venta de sus bienes o utilizaban masivamente los libros de quejas para calificar un servicio en forma negativa, entre otras prácticas. Hoy, esas mismas costumbres perduran, pero también -y cada vez más- tienen lugar en la pantalla de la computadora, sin la riqueza insustituible del contacto personal. La llamada "cibercultura" llegó para quedarse, y ha producido un cambio de paradigma del que no parece haber vuelta atrás. Los riesgos de hacer futurología se acrecientan, pero, como señala Alejandro Piscitelli en La generación Nasdaq (2001), es "fácil e inútil hacer prospección respecto de Internet. Todos los días aparecen mil promesas de cambio radical de la tecnología y de la vida cotidiana. Sin embargo, estos anuncios rara vez sobrepasan el nivel de una publicidad ingenua y descarriada. Es imposible entender el futuro de Internet sin hacer un poco (o mucho) de historia de los medios y, sobre todo, sin calibrar los modelos de negocios en relación con la evolución tecnológica y los cambios psicológicos y culturales de productores y consumidores". Por ahora, en la cibercultura reina Internet. Algunas de sus características habían surgido primero en el ámbito de la ciencia ficción, por ejemplo en Neuromante (1984), de William Gibson, novela en la que el autor describe un universo lúdico y experiencias militares de comunicación a través de la mente. Poco antes, en su cuento "Quemando Cromo" (1981), Gibson llamaba "trocha" a la superautopista de la información y hablaba de unos "vaqueros de consola". En este marco, para muchas personas, las prácticas on-line son parte de la vida diaria. En la Argentina, 14 millones de usuarios distribuyen su tiempo on-line entre la lectura del e-mail , el hallazgo de información y otros contenidos en los motores de búsqueda; el comentario vertido en un blog , la reserva de un pasaje aéreo o el pago de una cuenta a través de la banca electrónica son algunos eslabones de una cadena. Pero dado que la vida cibernética no es tanto una actividad individual como una experiencia compartida, también se tiene la posibilidad de construir comunidades de usuarios en torno a intereses comunes, con un único inconveniente todavía irresoluble: la ausencia del contacto cara a cara. Cómo analizar la Web La revolución de Internet no se limita exclusivamente al ciberespacio. En la "sociedad en Red" (una definición del sociólogo español Manuel Castells) convergen la Web (el gran generador de un cambio de paradigma que permite, al menos en los papeles, vencer las barreras espacio-temporales de las personas que habitan el planeta), la globalización y la crisis de las instituciones. En Postales electrónicas , recopilación de ensayos sobre medios, cultura y sociedad publicada en 1996, el escritor, periodista e investigador Jorge Rivera decía: "Un panorama histórico de los medios puede optar por el enfilamiento cronológico o en proponer una perspectiva de análisis histórico-cultural, una presentación abierta de problemas, genealogías, reciclamientos, cruces y zonas de contacto y fuga entre los componentes de un sistema". Esta última es la elección. Hay una evidencia: la tecnología no tiene impacto por sí misma sino en determinados contextos históricos, sociales, económicos y culturales. Entonces, el camino elegido es describir algunas tendencias, señalar cambios en los hábitos de producción, consumo y distribución de información, observar cómo la Web se despliega con su doble personalidad de plataforma de servicios y generadora de monopolios de conocimiento, y compartir una visión crítica sobre algunas zonas oscuras en el establecimiento de esta nueva tecnología de la información y la comunicación. Estamos inmersos en la "sociedad de la información", una categoría promovida por las esferas gubernamentales de Estados Unidos y Europa en los años 90, que señala una era en la que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se convierten en motores del desarrollo. "La irrupción de Internet como red de acceso público impulsó esta expresión, que estaba basada en que la circulación sin obstáculos de la información emergía como garante de una nueva sociedad transparente y descentralizada", explica Armand Mattelart, uno de los analistas contemporáneos más preocupados por el debilitamiento de la reflexión crítica sobre los procesos de comunicación y su vinculación con los intereses industriales. Para el sociólogo belga, las lógicas de exclusión social, la concentración de los medios de comunicación y el peso del mercado conspiran contra el advenimiento de la Sociedad de la Información. ¿Cuáles son los hábitos vinculados al consumo cultural que modificó Internet? ¿La red incentiva la diversidad cultural o genera un monopolio de conocimiento? Estos problemas se vuelven interrogantes porque mientras que algunas voces, como la de Nicholas Negroponte en Ser digital (1995), aseguran que estamos en presencia de un hito único en la historia de la comunicación, solo comparable a la imprenta como medio de transmisión, otras, más escépticas, sostienen que la Red es un simple y veloz vaso comunicante entre personas, tal como otras innovaciones que en su momento no eliminaron a sus antecesoras, sino que las obligaron a reacomodarse en un nuevo escenario, a reciclarse. "El problema en Internet no es que el conocimiento sea monopolizado por unos pocos sitios porque, a diferencia de lo que ocurre en otros medios de comunicación, la barrera de entrada para publicar en la Red es muy baja; lo que genera inquietudes es que la clasificación y recuperación de todo el conocimiento almacenado on-line está a cargo de pocos sitios", dice Laura Siri, escritora, docente y periodista especializada en tecnologías de la información. Y añade: "Buscar en Internet ya es sinónimo de googlear . Si algo no aparece indexado en Google, es como si no existiera en la Red. Es tan difícil de hallar como un libro guardado en un estante que no le corresponde. Y si algo aparece en el buscador, pero en la página 300 de un listado de resultados, también es como si no existiera. Sería deseable, por ejemplo, que si uno busca información sobre Mali, aparecieran en primer término fuentes propias de ese país africano, y no lo que dice el FactBook de la CIA sobre él. Cuesta creer que ese país no tenga nada que decir sobre sí mismo". En el mismo sentido, sería deseable que si se googlea a una persona para buscar información sobre qué piensa, a qué se dedica y qué tiene para aportarle a este planeta, no aparecieran como primeras opciones comentarios difamatorios vertidos por otros ciberusuarios amparados en el anonimato que permite la dinámica digital. El ejercicio de señalamiento de algunas tendencias nos desafía a no caer en la futurología. En materia de Internet, todo lo que se diga puede ser usado en nuestra contra en pocos meses. En algún momento se predijo que el pay per view digital se impondría como modelo de negocio, pero hasta las prestigiosas cabeceras digitales de El País y The New York Times decidieron abrir su contenido a las audiencias. En otro momento, la burbuja de Internet prometía barrer con todos los negocios off-line , pero su pinchazo destruyó proyectos (y billeteras) y generó una fuerte incredulidad en el potencial del nuevo medio, que se arrastra hasta nuestros días. Lo que antiguamente impulsaba la tecnología digital era la capacidad de procesar y distribuir información. Sin embargo, en la actualidad el proceso de digitalización se define por la capacidad para comunicarse con otras personas. En este sentido, Castells afirma que "estamos pasando de la sociedad de la información a la sociedad de redes" donde cada uno de los usuarios es un nodo de diferentes entramados que se cruzan (laborales, familiares, amistosos). Esto explica el pasaje de la Web estática del siglo pasado a la Web participativa de esta era, en la que el concepto de web 2.0 ilustra un movimiento incesante y multidireccional basado en blogs (según Technorati.com, ya se crearon más de 100 millones de bitácoras), redes sociales, wikis y la actividad de la comunidad de usuarios en el centro de la escena. La revolución multimedia tiene numerosas ramificaciones en la que Internet ocupa un lugar central, pero donde coexisten otras redes digitales. En términos de Giovanni Sartori, se trata de la convivencia y lento desplazamiento del homo sapiens , producto de la cultura escrita, al homo videns, que rinde culto a la imagen. Sin embargo, ¿cómo se explica que los libros todavía convivan con otros soportes de lectura, como ya ocurre en los mercados de los países más desarrollados? Se trata de soportes alternativos al papel, porque muchos jóvenes y adultos no tienen, aunque cueste creerlo, la experiencia directa con ese objeto encantador llamado libro. El libro no va a desaparecer como soporte, pero es probable que en los próximos años presente extensiones digitales. Por ejemplo, los blooks -contenido de blogs llevados a libros-, los audiobooks (libros narrados por ilustres y desconocidos en formato CD) y las versiones multimedia de las obras mencionadas en algún espacio del soporte papel. Estas formas alternativas no matarán el libro, lo complementarán. Basta pensar en una cadena que enlaza la creación del autor con los diferentes soportes, el espacio on-line como generador del feedback motivado por el consumo de esa obra, las calificaciones (positivas o negativas) de los lectores, la búsqueda on-line de mayor contenido vinculado al autor y los espacios de publicación digitales generados a partir de la lectura de la obra original, entre otras opciones. Para llegar a este momento de "ilusión" de la conexión total con el resto del mundo, el sociólogo francés Dominique Wolton enumera cuatro fases de instalación de una tecnología de la información y la comunicación, como puede ser el caso de Internet: conocimiento (es decir, la etapa de la fascinación o el descubrimiento), la aplicación (donde se produce la batalla industrial), el servicio (una fase de reglamentaciones) y la recepción (o el uso efectivo de esa tecnología). Y destaca que es importante diferenciar información de comunicación. "Hoy la gran ruptura es que informar no es suficiente para comunicar, porque hay demasiados mensajes y receptores. Hoy circula mucha información, pero estamos incomunicados. El mundo es muy visible, pero incomprensible, porque para compartir información hay que tener una cultura común", afirmó Wolton en una entrevista publicada en LA NACION. A mediados de la década del 90, cuando los primeros proveedores de Internet eran los mismos vendedores de PC y las conexiones eran tan lentas como tediosa la experiencia de navegación, la cultura impresa no suponía que vería amenazada algunas prácticas que parecían clausuradas en el contacto con ese soporte. Más de una década después, estamos sumergidos en un proceso de transición hacia un cambio cultural profundo que modifica gradualmente la forma de producir conocimiento y de compartirlo con otros seres humanos. La agresiva introducción de las nuevas tecnologías genera una brecha entre la sociedad on-line (más de 1300 millones de personas en todo el mundo) y la off-line , pero también entre unos pocos sitios que monopolizan la audiencia y los negocios y otras esferas digitales más humildes. ¿Qué pasará cuando los nativos digitales, es decir, los jóvenes menores de 30 años que no conciben su existencia sin artefactos que les permiten estudiar, relacionarse, comprar e informarse, constituyan el grueso de la población mundial, todavía dominada por los inmigrantes digitales (fronterizos en la cultura papel y tecno) y los análogos (casi los tecnoluditas de este tiempo)? Para los nativos digitales, Internet, el teléfono celular, el correo electrónico y las consolas de videojuegos son tan necesarios como el auto u otros bienes y servicios para las generaciones anteriores. Por empezar, una gran problemática de la actualidad es cómo hacer el esfuerzo de entender a las audiencias actuales y potenciales sin conocer sus consumos y necesidades. ¿Es posible reinventarse sin tomar contacto con ese nuevo paradigma a través de la experimentación? "No digo que el esquema de eficiencia del mercado esté mal, digo que el esquema digital contribuye a la diversidad en un tema central como la cultura. Antes esto era difícil de percibir por la uniformidad de los mercados. Tampoco digo que se terminó una época y llega otra. Simplemente creo que los hits , los discos que vendían más de dos millones de copias y las megaproducciones de Hollywood no van a subsistir como en el siglo pasado, porque en el espacio digital hay una natural distribución de las posiciones de mercado, en perjuicio de los grandes vendedores y en beneficio de la diversidad", aseguró hace unos meses en la revista Rolling Stone Chris Anderson, editor de la revista Wired y autor del best seller The Long Tail (2004), uno de los libros más taquilleros sobre la nueva cibereconomía. Para Anderson, las revistas y los libros tienen una gran ventaja en este escenario digital porque esa experiencia de consumo no puede reemplazarse digitalmente. Según Laura Siri, si bien las encuestas reflejan que muchas prácticas de consumo cultural (mirar la televisión, escuchar la radio o leer los diarios y los libros) se realizan a través de Internet, esto no implica la desaparición de algunos medios. "Se trata de formas culturales muy arraigadas en los esquemas perceptuales de las audiencias, y no es fácil ni mucho menos inexorable que pierdan del todo la confianza del público. Sí es cierto que todos esos medios deben cambiar para sobrevivir en el nuevo ecosistema mediático", afirma. En el marco de las industrias culturales y, como apunta Diego de Charras en Redes, burbujas y promesas (2007), Internet -como antes lo hicieron la televisión por cable, la televisión por satélite, el pay per view y el video on demand - generó una ruptura con las características más o menos generales de los medios de comunicación de masas: segmentación y exclusión. "A pesar del exponencial crecimiento de la oferta, provocado por la enorme facilidad técnica y económica que implicaba poner en funcionamiento un site en la Web, la demanda se caracterizó desde sus inicios por ser altamente diversificada y con un fuerte componente de fragmentación", afirma De Charras. La evidencia está en la conformación de las llamadas "comunidades de usuarios" globales que se conectan y comunican entre sí alrededor de intereses comunes gracias a la Red. Por ejemplo, muchas de las comunidades on-line más exitosas de la actualidad apuntan a nichos específicos de usuarios como videofans (YouTube) y segmentos de diferentes edades que quieren compartir experiencias con otros usuarios en torno a temas de interés común (redes sociales del tipo Hi5, Facebook u Orkut). Pero el hecho de que Internet se pretenda masiva y la maquinaria publicitaria haga su trabajo de manera eficiente, no significa que lo sea. En todo caso, como señala De Charras, se trata de una masividad segmentada: "Uno de los mayores limitantes de la masificación de Internet es su naturaleza excluyente. Se requiere de un capital económico que garantice una infraestructura básica para poder acceder y un capital cultural que permita manejar una PC [u otro dispositivo] y ordenar, procesar y seleccionar la información disponible". Para Pablo Boczkowski, investigador de medios on-line en la Northwestern University, Internet presenta una doble personalidad de espacio que promueve la diversidad cultural, pero donde la mayoría de la audiencia está en unos pocos sitios. Estos grandes jugadores adquieren una posición dominante en el mercado de bienes digitales de tipo cultural -explica Boczkowski- y a pesar de la aparición de competidores de nicho por los bajos costos operativos que tiene un proyecto digital (en comparación con otros negocios), "estamos en presencia de un espacio donde unos pocos tienen mucho, y muchos tienen poco". Internet es tan poderoso en su mensaje a la audiencia (por su características autorreferenciales y desterritorializantes), que en los últimos tiempos la dicotomía real-virtual parece haberse corrido a un costado. Como en la vida misma, donde la diversidad social genera conflictos de intereses y puntos de vista, en la Web esa misma diversidad y la oportunidad de generar múltiples identidades allana el campo para que grupos sin voz o contrarios al sistema imperante descarguen su artillería verbal y logística. Aunque, como señala Wolton, si bien el terrorismo se beneficia por algunas características de la sociedad de la información, esa revolución tecnológica es un modo de arrogancia contra muchas sociedades antisistema, que consideran Internet y otras tecnologías como una forma de violencia de los más ricos y poderosos. "No hay que confundir desarrollo tecnológico con cultura y, mucho menos, jerarquizar la cultura usando como parámetro el desarrollo técnico. Un campesino iraquí es culturalmente mucho más rico, con sus cinco mil años de historia, que un campesino norteamericano subido a su tractor climatizado", dice el sociólogo francés. En esta línea, una de las grandes descripciones sobre esta nueva era tecnologizada la realiza el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien en Amor líquido (2005) habla sobre una sociedad que se mueve a gran velocidad a través de individuos "líquidos", es decir, personas sin vínculos que tienen la necesidad de desarrollarlos y establecen modos de contacto efímeros basados en la conexión. Internet, desde la óptica de Bauman, implica un ejercicio de conexión y desconexión continua, en un entramado de relaciones virtuales que tienen facilidad de acceso y salida. Cualquier semejanza con la Matrix cinematográfica no es mera coincidencia. En el pasaje del mundo sólido a la fase líquida de la modernidad plasmada por Bauman hay una lucha entre el poder globalizador de Internet basado en la conexión y las problemáticas locales de cada individuo o comunidad. Es evidente que Internet es un medio global, pero la mayoría de los investigadores destaca que sus prácticas adquieren significado en el marco local. Los sitios de mayor tráfico en la Argentina son buscadores (Google, Yahoo! y Windows Live) que son la puerta de acceso a la navegación de intereses individuales y colectivos, grandes compartimentos de contenido multiformato (Fotolog y YouTube), usinas de información locales (diarios digitales argentinos) y espacios para comprar y vender productos (DeRemate y Mercado Libre) cuya utilidad solo adquiere significación en el intercambio de productos y servicios de alcance local. Muchos hablan del reino de la glocalidad , es decir, sitios globales por su alcance pero con foco local para capturar la atención de una audiencia específica. En este cuadro de revolución digital, filósofos como el francés Alain Finkielkraut advierten sobre la presencia de un nuevo instrumento de las sociedades disciplinarias tan bien descriptas por su compatriota Gilles Deleuze. Esas eran sociedades de encierro, de la familia a la escuela, de la escuela al cuartel, del cuartel a la fábrica, y estaban dotadas de máquinas energéticas. "Equipada, de ahora en adelante, con máquinas informáticas, la sociedad ya no funciona por encierro sino al aire libre, por control continuo y comunicación instantánea", sostiene. Aunque esta práctica de ultracomunicación encierra también algunos aspectos negativos como la pérdida del contacto cara a cara (la dimensión antropológica fundamental de la comunicación) y un deterioro creciente del lenguaje por las limitaciones tecnológicas de los dispositivos. Un nuevo poder comenzó a instaurarse con Internet, el poder de las audiencias, la interactividad que empieza a desplazar al monólogo unidireccional, un lector que no va en busca del contenido sino un contenido que se cuela entre sus poros, el reino de la apertura a la opinión y la producción desindustrializada y la libertad ejercida por los usuarios. Pero, como señala Finkielkraut, tal vez se trate de una "libertad fatal" semejante a la de algunas películas de Federico Fellini. Así como existen espectadores comprometidos con la obra, capaces de reconstruirla pieza a pieza para prolongar su vigencia en un esfuerzo intertextual en el tiempo y el espacio, Internet dio nacimiento a un espectador tirano, "un déspota absoluto que hace lo que quiere y que día a día está más convencido de que el cineasta es él, o al menos el que muestra las imágenes que está viendo". Este tirano de la pantalla de rayos luminosos es el mismo que está dispuesto a romper el esquema originario de la comunicación: emisor activo-receptor pasivo. El ciberusuario no necesita ir a la caza del contenido porque este va en su búsqueda a través de diferentes plataformas. Además, en la interacción on-line el ciberusuario enriquece con sus puntos de vista la producción original, comparte sus experiencias con otros usuarios y es capaz de producir, almacenar y distribuir su propio contenido. Los objetivos quedan a la vista: construir su propia audiencia, eliminar intermediarios y ejercer su libertad de expresión, independientemente de la tecnología.


Por Gastón Roitberg


De la Redacción de LA NACION



Internet y la lectura
Por María Paula Bandera Para LA NACION

El nacimiento del Kindle y el proyecto Google Book Search ya hacen posible pensar en un mundo sin bibliotecas ni librerías. Ambas herramientas son complementarias, y entre las dos comienzan a dibujar el futuro del libro. El proyecto Google Book Search nació en octubre de 2004, y consiste en digitalizar todos los libros que existen en todo el planeta, para ponerlos a disposición del internauta en formato digital. Si la obra que se busca es de dominio público, es decir, si ya vencieron los derechos de autor, se puede leer entera en la pantalla (y bajarla completa). Caso contrario, se permite leer sólo un fragmento y se le informa al usuario sobre las bibliotecas que disponen del libro para su consulta, así como de las librerías donde es posible comprarlo. Este último servicio es el que reporta ganancias a Google, ya que las librerías pagan por cada click que los cibernautas hacen en su link. "El proyecto es muy útil para los editores, ya que les permite analizar mediante estadísticas la popularidad de los libros para programar la distribución, e incluso considerar si una obra descatalogada merece la pena ser reimpresa de nuevo", ha dicho Marco Marinucci, director de Google Book Search International. En otra línea, un nuevo resultado de la sociedad entre Internet y los libros es la aparición de editoriales que funcionan bajo la modalidad print on demand. Actualmente, el servicio de autopublicación es Lulu.com. Funciona de la siguiente manera: los autores escriben un libro, el portal lo edita y le pone una portada, y una calculadora on line estima el costo de impresión. Este dato es fundamental para establecer el precio de venta, el cual es fijado por el propio autor; así, el 80 por ciento de las ganancias van a las arcas del autor, y el 20 por ciento restante a Lulu.com. Este tipo de iniciativas son un paraíso para los autores, quienes ya no tienen que esforzarse para convencer a un editor de que publique su obra. Y, como dice Bob Young, el editor se conforma con pensar que "todos tenemos al menos un cliente: nuestra madre". De todas maneras, la mayor innovación en tecnología libresca se llama Kindle. Es un dispositivo de lectura electrónica conocido como "el iPod de los libros", en el que los textos se almacenan en un formato que permite una lectura dinámica e interactiva. En esta biblioteca virtual caben casi 200 títulos, que además se pueden comprar online. Cuesta 399 dólares y se puede comprar vía Internet. Así, el acceso a la lectura y la difusión de lo escrito se vuelve más simple, y tal vez por eso mismo estos dispositivos virtuales y los proyectos de edición independiente se ven como grandes amenazas para las personas –libreros y editores, principalmente- que viven de la industria del libro. Tal vez el desafío sea generar una reflexión acorde a los cambios que empieza a darse en el formato de los libros y, también, en los modos de leer. Al respecto, Ricardo Piglia acaba de apuntar en la revista La Biblioteca que "los signos nos siguen viniendo uno tras otro (...) después los podemos alterar, podemos intercalar un texto en otro pero siempre habrá un movimiento lineal, difícil de acelerar y de alterar". En esa línea, el historiador Roger Chartier viene planteando tres diferencias fundamentales entre la lectura tradicional y la digital. La primera tiene que ver con el contexto, ya que se pasa de una contextualización topográfica a una lógica, más temática, en la que los textos se transforman en "bancos de datos, de los cuales se extraen fragmentos sin que remitan a la totalidad". La segunda es que el libro posibilita un contacto físico con la obra, mientras que la lectura digital está mediatizada por la pantalla. Y la tercera, tal vez la más importante, reside en los cambios que la pantalla provoca en la percepción de las entidades textuales, lo cual implica la ausencia "de una jerarquización de la autoridad de los textos en relación con su género, es decir, en relación con su percepción material". Las miradas apocalípticas sobre los cambios que Internet provoca en la lectura, se mezcaln con versiones más utópicas que enfatizan su carácter libertario: mayor democratización, fin de los intermediarios y una relación más laxa con la Ley. Sin embargo, es claro que a este paraíso prometido no tendrán acceso todos los lectores. Estos nuevos modos de vincularse con la lectura, requieren de una alfabetización específica. A pesar de las palabras de Young, es difícil imaginar a una mujer sexagenaria bajando el libro de su hijo en Internet. Los espíritus más conciliadores prefieren no hablar de muerte, sino de coexistencia pacifica de los dos soportes -el tradicional y el digital-. Roger Chartier se inscribe en esta línea de pensamiento y señala que "no se trata de elegir entre un soporte u otro, sino que hay que pensar en la conservación y uso de todas las formas de inscripción de los textos". Las dos formas tienen puntos fuertes y débiles; tal vez esté en cada individuo la posibilidad de elegir que opción le parece más óptima según las circunstancias. Porque, tal como afirma la española Milagros del Corral, Directora General Adjunta para la Cultura de la UNESCO, "el avión, no impide caminar".


¿Qué es la ciberantropología?
Por Adelina Silva

La Antropología es el estudio científico y humanístico del ser humano en el tiempo y el espacio. Estudia la condición humana como un todo (pasado, presente y futuro, sociedad, lenguaje y cultura), y busca respuesta en cuestiones específicas: cómo somos y para dónde vamos. La cultura es considerada como un patrón de desarrollo, que se refleja en los sistemas sociales de conocimiento, ideología, valores, leyes y rituales cotidianos. Las tecnologías digitales permiten la interconexión entre individuos en el ciberespacio, tanto en redes cerradas (centradas en sus intereses comunes) como en redes abiertas (globales), en lo que podremos llamar comunidades virtuales. Y generan nuevos medios de interacción entre las personas, cambiando algunos hábitos y creando otros, por todo el mundo, además de generar grandes cambios y expectativas en la sociedad. En este contexto, la Web 2.0 se afirma por la posibilidad de utilización de diversos medios y por la independencia geográfica. La creación de comunidades, de cariz colaborativo, posibilita un mayor dinamismo en las interacciones y en las redes sociales hasta aquí existentes (lo de muchos para muchos). Existen estudios sobre el ciberespacio, desde el punto de vista tecnológico, informático, lingüístico, sociológico, educativo, psicológico. Estoy convencida de que la observación antropológica del ciberespacio, siendo un espacio frecuentado por personas, es necesaria para conocer los grupos que se constituyen en su interior y el aspecto cultural contemporáneo inherente. En este ejercicio de análisis es posible hacer un abordaje externo (la antropología del ciberespacio), o considerar un abordaje interno, intentando establecer una antropología en el Ciberespacio, una Ciberantropología. Además, la etnografía -como metodología de investigación en Antropología-, puede contribuir al enriquecimiento de la reflexión sobre las sociedades complejas en ambientes de sociabilidad virtual: la forma como los individuos y las comunidades se apropian del ciberespacio, las alteraciones que la tecnología digital provoca en su cotidiano, las diferentes identidades desempeñadas en la comunidad virtual, la influencia de la comunidad virtual en la real (y viceversa).
adelinasilva@netcabo.ptCentro de Estudos das Migrações e das Relações Interculturais - Laboratório de Antropologia Visual. Universidade Aberta – Portugal


¿Quién controla Internet?
Por Raúl Trejo Delarbre

Internet es una Red de redes. Cuando enviamos un correo electrónico, incursionamos en un salón de chat o abrimos la página de un sitio web, nuestra computadora se conecta con el servidor que a su vez redirigirá nuestro mensaje o en donde se encuentra la información que buscamos. Ese servidor puede ser el de Google Mail si ese es el servicio de correo que tenemos, el de UOL en caso de que ese sea el servicio de chat que prefiramos o el del Museo del Louvre o el diario LA NACION si de esos dominios son las páginas que deseamos recorrer en línea. El carácter reticular hace de Internet un sistema de enlaces descentralizado. Al carecer de un eje único, la Red es flexible y resulta prácticamente imposible de controlar. Hay motores de búsqueda (Google, Yahoo, etc.) que pueden inventariar e incluso copiar gran parte de la información acumulada en los sitios web. Hay programas de espionaje como los que utilizan varias agencias gubernamentales en Estados Unidos que rastrean inmensas cantidades de mensajes electrónicos o monitorean las conversaciones en millares de salas de chat. Cada paso que damos en la Red, deja huellas. Pero el rumbo de esos pasos, la intencionalidad de nuestros mensajes, los contenidos que deseamos mirar y dejar de ver, los decidimos nosotros mismos con plena libertad. Así que cuando nos preguntamos quién controla Internet es pertinente recordar que su estructura en forma de malla permite que la recorramos sin más limitaciones que la velocidad de la conexión o del procesador de nuestra computadora. Muchos gobiernos y consorcios privados han querido asumir el manejo de la Red. Hasta ahora existen organismos de coordinación técnica como la Corporación Internet para la Asignación de Nombres y Números (ICANN, por sus siglas en inglés) que establecen protocolos para que computadoras y contenidos puedan enlazarse entre sí. Pero el control de la Red lo tenemos sus usuarios. Al menos, todavía.
trejoraul@gmail.comEl autor es investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

Una guía para recorrer la cultura on-line
Sitios literarios, bibliotecas virtuales, blooks y blognovelas, en un pantallazo por la amplísima oferta de Internet

LITERATURA EN YOUTUBE

"Emma Zunz", de Jorge Luis Borges, animado
Leopoldo María Panero, a solas
Roberto Bolaño, entrevistado en Chile, en 1999
Enrique Vila-Matas habla de por qué escribe
Arturo Pérez-Reverte, entrevistado por Jesús Quintero


CINCO SITIOS IMPERDIBLES SOBRE LA CIBERCULTURA


Wired ( http://www.wired.com/ ). La principal revista sobre la cibercultura.
eCuaderno (
http://www.ecuaderno.com/ ). "Pistas, noticias y enlaces sobre los medios y la red", del profesor español José Luis Orihuela
Mirá! (
http://www.juliangallo.com.ar/ ). La página del consultor argentino Julián Gallo
Andrew Keen (
http://andrewkeen.typepad.com/ ). Página del autor del provocador The Cult of the Amateur: How the Internet is Killing our Culture
Filosofitis (
http://www.filosofitis.com.ar/ ). Blog de Alejandro Piscitelli, gerente de Educ.ar ( http://www.educ.ar/ ), portal educativo oficial

QUIEN CONTROLA LA WEB. "El carácter reticular hace de Internet un sistema de enlaces descentralizado. Al carecer de un eje único, la Red es flexible y resulta prácticamente imposible de controlar", dice el investigador mexicano Raúl Trejo Delarbre (
Sepa cómo se vigila la Red en "Quién controla Internet", columna de Trejo Delarbre )

62,4% Es el porcentaje del mercado de búsquedas de Internet que controla Google. Sus seguidores son Yahoo! (12,8%) y Microsoft (2,9%). Los datos pertenecen a la consultora estadounidense Comscore.

WIKILENGUA. Patrocinada por la Fundéu BBVA y la agencia de noticias EFE, en enero de este año nació la enciclopedia virtual Wikilengua en
http://www.wikilengua.org/ . Entre sus objetivos, se destaca la posibilidad de "reflejar la diversidad y la riqueza del español en sus múltiples variantes habladas en más de una veintena de países". Como en Wikipedia, el funcionamiento se sostiene gracias a la participación de los usuarios. A través de la Fundéu BBVA, el proyecto Wikilengua tiene el apoyo de la Real Academia Española, el Instituto Cervantes y la Universidad Autónoma de Madrid, además de otras 20 instituciones.

CIBERANTROPOLOGÍA "La etnografía, como metodología de investigación en Antropología, puede contribuir al enriquecimiento de la reflexión sobre las sociedades complejas en ambientes de sociabilidad virtual", dice la investigadora portuguesa . (
Sepa qué es la ciberantropología en la columna de Adelina Silva ).
BLOGS DE LITERATURA
Edmundo Paz Soldán, narrador boliviano
riofugitivo.blogspot.com
Daniel Link, escritor y profesor argentino
linkillo.blogspot.com
Guillermo Piro, escritor y periodista argentino
http://www.wimbleblog.com.ar/
Christopher Domínguez Michael, crítico mexicano
www.letraslibres.com/blog/blogs/index.php?blog=10
Moleskine Literario. Blog del escritor peruano Iván Thays
notasmoleskine.blogspot.com
QUE ES UN BLOOK. Término formado por las palabras blog y book. Se utiliza para referirse tanto a un libro cuyo contenido surgió de un blog y luego se editó en papel, como a un texto que puede leerse en formato digital a través de un blog.

YOUTUBE PARA INTELECTUALES. Entrevistas con Naomi Klein, David Remnick (biógrafo de Muhammad Ali y editor de The New Yorker) y otras 200 más con escritores y pensadores, en un proyecto en la línea de YouTube, pero dirigido a un público intelectual. Una página en crecimiento constante, que amenaza con transformarse en un think tank global
http://www.bigthink.com/

BLOGNOVELA La también llamada "novela en directo" ¿es, o será, un género literario? Se cuenta en primera persona y el personaje principal debe interactuar con la audiencia. A partir de esa interacción, la historia se desarrolla en una página, complementada con imágenes en YouTube. El pionero es Hernán Casciari, argentino residente en Madrid, autor de las blognovelas Más respeto que soy tu madre, El diario de Leticia Ortiz y Juan Dámaso, vidente.


La Web y el saber
Información no es igual a cultura
La irrupción de Google representa un desafío, dice la filósofa en Googléame (Fondo de Cultura Económica-Biblioteca Nacional), del que ofrecemos un anticipo. Además replantea las nociones de arte y conocimiento a la luz de los cambios

Por Bárbara Cassin No hay que confundir -aunque el mismo Google nos incite- Google con Internet. Google es una sociedad privada de derecho estadounidense, fundada en 1998 y que cotiza en Bolsa desde 2004. Es la marca de un motor de búsqueda de excepcional rendimiento, inventado hacia 1995-1996 por Sergey Brin y Larry Page, dos jóvenes estudiantes de doctorado en la Universidad de Stanford. Ese motor de búsqueda está basado en un algoritmo, llamado PageRank (porque atribuye un rango a las páginas web, pero quizá también porque Page fue su principal artesano, y el humor forma parte de la cultura de la firma). Ese algoritmo -cosa que no es suficientemente sabida- es propiedad de la Universidad de Stanford, que lo confirió bajo la licencia exclusiva de Google, pero solo hasta 2011. Sin duda, esta información es una clave de la evolución de Google: desde 2003, es menos un motor de búsqueda que una plataforma de aplicaciones, que incesantemente ofrece nuevos servicios cada vez más asombrosos. Por lo que a Internet respecta, es la red mundial que permite interconectar el mundo entero. Google permite, no acceder, porque no es un portal de acceso, pero sí, una vez que uno está conectado, efectuar búsquedas -que es su vocación primordial-, y utilizarlo. La focalización sobre Google es inevitable desde la intervención de Jean-Nöel Jeanneney, Quand Google défie l Europe ["Cuando Google desafía a Europa"]: con Google Print y la voluntad ostentada de digitalizar todos los libros de todas las bibliotecas del mundo, comenzando por cinco anglosajonas de buena voluntad, hete aquí que Google la emprende con "nosotros", europeos de la cultura. Pero deja abierta la cuestión de saber si Google es la excepción de un éxito tan afortunado que en adelante es inigualable, o bien la regla, el modelo imitado por sus competidores y que, por otra parte, imita a sus competidores tomándoles ideas y hombres. Después de todo, Google no es más que uno de los big four , con Microsoft, Yahoo! y AOL, todos estadounidenses, y como promedio, compra tras compra, acuerdo tras acuerdo, proceso tras proceso, cada vez más proponen todos el mismo programa y los mismos servicios. El "mejor" motor de búsqueda Sin embargo, Google se posiciona como el mejor. Las dos cualidades eminentes que presenta como distintivas corresponden a sus dos frases clave: la organización y la buena voluntad. Google se caracteriza por un algoritmo secreto, como un secreto de fábrica, que le permite organizar "mejor" los resultados, y por lo tanto responder mejor a la demanda. Las características de este algoritmo son conocidas, exhibidas, aunque el algoritmo en sus variantes sea un secreto. Son, dice Google, "democráticas", y permiten sostener su misión de universalidad. Por supuesto, habrá que preguntarse en qué Google es democrático, y de qué democracia se trata. Google es el "mejor" también en que quiere el bien y en que su buena voluntad hace de esta firma un ser moral. Esta voluntad buena está relacionada con su segunda singularidad: la de separar los resultados "puros" de la búsqueda y las publicidades. No permitir, como lo hace por ejemplo Yahoo!, que se tergiverse el rango de un resultado de búsqueda por el dinero de un anunciante, sino deslindar siempre claramente la búsqueda de la publicidad, los enlaces generados por el algoritmo de los enlaces generados por los patrocinadores. En ocasiones, Google llama a esto la "separación de la Iglesia y del Estado", integridad de Jesús/venalidad del César (a menos que sea a la inversa). Este desinterés también habrá que examinarlo de cerca. Las estrategias de respuesta Sea como fuere, por lo menos hay lugar para dos tipos de respuesta o réplicas al "desafío" Google, no excluyentes una de la otra: a) una respuesta estratégica-reactiva [...]: se necesita un motor para Europa que no dependa de otra parte (y ¡cómo soportar la dependencia de una "Renuncia de garantías" tal como lo estipula Google!), que sea diferente de Google, allos ; b) una respuesta inventiva-activa: hay que hacer las cosas de otra manera, partiendo de lo que Google enfoca pero no tiene/no es (todavía), y de lo que nosotros queremos pero Google no puede darnos, que sea diferente de Google, heteros . Una vez más, varios escenarios son posibles. Nada impide imaginar una independencia a partir de una competencia, que nos haría depender de varios en otras cosas, como se depende de varias fuentes de aprovisionamiento en petróleo, gas o energía (India, Japón, China tienen o tendrán su propio motor de búsqueda competitivo). Nada impide imaginar también compartir los datos, incluso por supuesto con Google, una suerte de potlatch mundial de datos free on-line para todos los hombres de buena voluntad, pero cada vez con valores agregados de otro tipo, según otros "valores" justamente añadibles, locales, hasta parcelarios, múltiples. La política y la estrategia se "nos" escapan, no sin dar lugar a dos impresiones simultáneas: la de estar en un momento en que todo es posible, incluso influir/influenciar a partir de ninguna parte, justo ahí donde estamos (a tal punto son cuestionadas las referencias que toda iniciativa parece tener su lugar); y después aquella de que todo se juega sin "nosotros", que la técnica es performativa de nosotros, ella es la que decide acerca de lo posible, lo actual del futuro, antes de que nos hayamos dado cuenta. El umbral de incompetencia del fulano evidentemente se ha alcanzado; ese es el motivo, por otra parte, de que la sociedad esté en busca de sentido común. Información, conocimiento y cultura ¿Qué es un mundo donde no hay más que información, donde el conocimiento y la cultura no son captados sino en el modo de la información? No es evidente hacer equivaler los tres términos. Google utiliza y hace utilizar esa equivalencia como evidente: " Is your goal to have the entire world s knowledege connected directly to our minds? ", "¿Su objetivo es hacer que todo el saber del mundo esté conectado directamente a nuestras mentes?", pregunta Playboy a Brin. Respuesta: "Acercarse a eso lo más posible". [ ] El conocimiento supone su difusión, y por eso se lo puede reducir o confundirlo con la información. El objetivo es bueno: no dejar a nadie rezagado, obrar contra la fractura digital. La práctica es grave: confundir, bajo el título knowledge , información y cultura. O, si se prefiere, confundir curiosidad y asombro, ese thauma [asombro] que Aristóteles designaba como causa del hecho de que todos los hombres desean naturalmente saber, en la fuente del amor al saber que es la filosofía. Muy significativo es el excelente artículo, informado y equilibrado, de Jean-Michel Salaün sobre "Bibliotecas digitales y Google Print". ...l observa:
"Google tiene por misión organizar a escala mundial las informaciones con el objetivo de hacerlas accesibles y útiles para todos"; así comienza la presentación de la sociedad en su sitio. ¿No es esa precisamente la misión de una biblioteca mundial dedicada al interés general?
Al tiempo que señala la paradoja -el operador privado colecciona sin exclusiva, mientras que el ordenador público se propone seleccionar- no cuestiona el concepto de "información" aplicado a la biblioteca. A partir de entonces, la cultura no será otra cosa que una información bien organizada y cuya confiabilidad está garantizada. Otro modelo: la obra La cultura, ¿una información confiable? Habría que rechazar tal definición. "De alguna manera, toda discusión sobre la cultura debe tomar como punto de partida el fenómeno del arte", dice Hannah Arendt, y aquí propone una manera muy diferente de encarar la cultura. Un objeto, dice, es cultural en función de su permanencia y de su modo de aparición ("con el único objetivo de aparecer"). Por eso no da la razón ni al que ella llama el "filisteo cultivado" ni a la industria de los esparcimientos: el primero evalúa-devalúa "las cosas culturales como mercancías sociales", la segunda "consume", vale decir, ingiere, digiere y las hace desaparecer como cosas. El riesgo es que todos nos reconocemos, evidentemente, tanto en uno como en el otro: es incluso eso, la "crisis de la cultura", lo que hace que Arendt suene gruñona a nuestras orejas googleadas. No obstante, me gustaría proseguir un instante el análisis con ella. En cuanto al filisteo, "el fastidio no es que él [lea] los clásicos, sino que lo [haga] llevado por un motivo secundario de perfección personal". Arendt es muy radical: "Puede ser útil, tan legítimo mirar un cuadro con el objeto de perfeccionar su conocimiento de un período determinado como es útil y legítimo utilizar una pintura para tapar un agujero en la pared". Esto por lo que respecta a la relación entre cultura y conocimiento (por lo menos cierto tipo de conocimiento). El filisteo cultivado, usted y yo, ciertamente hoy es un adepto de Google. Google, y su modelo académico, desde ese punto de vista resultan pertenecer al pasado de Europa, ¡a un siglo XIX irresistiblemente pasado de moda! En cuanto a la sociedad de masas, ella consume. Mientras no consuma lo que crea, todo va bien: "No podemos ya reprocharle el carácter perecedero de sus artículos como a una panadería cuyos productos, para no perderse, deben consumirse apenas se hacen"; por esta razón, los esparcimientos amenazan menos la cultura que las "chucherías educativas". Pero "la cultura de masas aparece cuando la sociedad de masas se apodera de los objetos culturales, y su peligro es que el proceso vital de la sociedad [ ] consumirá literalmente los objetos culturales, los tragará y los destruirá". Arendt trata de distinguir entre sociedad de masas y "difusión masiva":
Cuando los libros o reproducciones son echados al mercado a bajo precio y son vendidos en cantidad considerable, esto no aqueja a la naturaleza de los objetos de marras. Pero su naturaleza es menoscabada cuando esos mismos objetos son modificados: reescritos, condensados, digeridos, reducidos al estado de pacotilla para la reproducción o la puesta en imágenes. Lo cual no significa que la cultura se extienda a las masas, sino que resulta destruida para engendrar el esparcimiento.
No obstante, ella bien debe terminar por reconocer que la cultura de masas, hablando con propiedad, no existe: Me parece muy interesante comprender por qué su posición es hoy, literalmente, insostenible. Por un lado, ¿cómo sostener que la "reproducción", por ejemplo de un cuadro, o de un libro en la Web, no "aqueja" la naturaleza de la obra? ¿No se trata entonces de otra obra, de otro tipo de obra, hasta de otra cosa que de una obra? Pero, por otro lado, ¿cómo sería uno tan políticamente incorrecto al punto de estar, lisa y llanamente, contra la difusión masiva? En consecuencia, se encuentra en un círculo vicioso, pero ve y dice lo esencial: que la cultura no se caracteriza ni por el conocimiento ni por la información, sino por las obras y el gusto. Todo vuelve finalmente a la cuestión de la "lección": "Una persona cultivada debería ser alguien que sabe escoger a sus compañeros entre los hombres, las cosas, los pensamientos, tanto del presente como del pasado". "¿Sería que el gusto forma parte de las facultades políticas?" Puede sostenerse que el modelo de la obra y del autor se encuentra modificado con la cibercultura, y que de una vez por todas es anticuado, como en el arte. Aunque yo no comparta esta opinión -ya que creo más en lo intempestivo que en lo caduco-, es manifiesto que, para que la "cibercultura" tenga un sentido, no basta con pensar de otro modo al autor, como "colectivo" o como anónimo, ni al espectador como participante interactivo y cuasi autor; también es preciso, y por eso mismo, pensar de otro modo la obra. Sin embargo, yo no veo que pensarla como información baste: mucho mejor es pensarla como performance . Enérgeia [acto]más que ergon [acción], puesta en obra más que obra consumada, encontramos así (y es una prueba contra la caducidad) aquello que Humboldt dice de esta obra colectiva por excelencia que es una lengua.

[Traducción de Víctor Goldstein]



Fascinación por lo fragmentario
Obras que pudieron ser
Los nuevos desarrollos en los medios de comunicación fomentan la sensación de que en el arte, como en la vida, las historias, realmente, nunca terminan

Por Peter Burke ¿En qué consiste exactamente la fascinación que ejerce lo fragmentario, lo inacabado? Se extiende por todas las artes para incluir la Sinfonía inconclusa de Schubert y el non finito del Renacimiento italiano -sobre todo, quizás, los esclavos de Miguel Ángel, encargados originalmente para la tumba del papa Julio II-, además de las estanterías llenas de libros inconclusos: obras de poesía y de prosa, de ficción y académicas, que por lo general han quedado incompletas con la muerte del autor. Entre las más famosas obras de poesía inacabadas está la tragedia La muerte de Empédocles de Friedrich Hölderlin e Hiperión , el poema épico que inició John Keats, aunque en rigor también debería incluirse la Eneida , ya que Virgilio aún estaba puliendo el texto cuando murió y, de hecho, pidió que se destruyese precisamente porque no había terminado de trabajar en él. Entre las novelas, los ingleses pensarán rápidamente en Sanditon , el libro en el que estaba trabajando Jane Austen en el momento de su muerte (con solo 42 años) en 1817, mientras que los españoles recordarán que la primera parte del Quijote se consideró inacabada, o al menos con posibilidad de continuación, cuando se publicó por primera vez, y fue el intento de Avellaneda de seguir con la historia lo que indujo a Cervantes a escribir la segunda parte. Continuaciones de este tipo por parte de alguien que no era el autor original eran algo habitual en los siglos XVI y XVII. A uno le viene a la mente la segunda parte de El lazarillo de Tormes , la original segunda parte de Guzmán de Alfarache o la segunda y tercera partes de Los siete libros de la Diana de Montemayor; y, por ende, un humanista italiano, Matteo Vegio, que se atrevió a continuar la Eneida de Virgilio añadiendo un decimotercer libro al poema. ¿Qué habría escrito Marx? Entre los libros académicos inacabados, un ejemplo famoso es el de El capital de Marx; el manuscrito se interrumpe justo cuando el autor trata el tema de las clases sociales, dejando así a sus intérpretes la tarea de adivinar lo que habría escrito. Un ejemplo más reciente nos viene de Cambridge, donde en 1954 el científico y sinólogo Joseph Needham empezó a publicar su obra Ciencia y civilización en China en varios tomos, cuando ya tenía 54 años. Recuerdo que en los años ochenta, en una cena en el Caius College, oí que un visitante estadounidense más bien falto de tacto le preguntaba a Needham cuándo esperaba terminar su libro. "No hay prisa", le replicó Needham con calma. Aunque vivió hasta los 95 años y trabajó hasta el último momento, murió antes de poder concluir el libro él mismo, pero legó el proyecto a sus colegas y discípulos, así que tal vez esta gran obra quede terminada algún día. En el caso de Ciencia y civilización de Needham, cuesta no lamentar su estado fragmentario, como sucedería si Gibbon (por poner un ejemplo) hubiera muerto antes de terminar su Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano , o Proust antes de completar En busca del tiempo perdido . De todas formas, los libros inacabados de escritores famosos -como los esclavos de Miguel Ángel en el caso de la escultura- ejercen una fascinación especial en muchos lectores. ¿Por qué ocurre de este modo? Una posible explicación resalta el papel del lector, la otra privilegia al escritor. En el primer caso, las obras inconclusas dejan más a la imaginación del lector, quien, por ejemplo, puede imaginar finales alternativos. En publicidad es bien sabido que una serie inacabada de palabras o imágenes capta la atención del público, porque muchos de nosotros sentimos una especie de compulsión por completar la serie, como si fuera un rompecabezas al que le faltan una o dos piezas. Otra explicación para la fascinación de lo non finito privilegia al creador, o más exactamente, a la imagen que el lector o espectador tiene del creador. Tendemos a pensar que una obra que está sin terminar o sin pulir revela más sobre el proceso creativo que la que está acabada, que nos dice más sobre la personalidad real del escritor, que no tuvo tiempo de desaparecer detrás de su trabajo. Sin embargo, los lectores no siempre han pensado así. Antes del auge del movimiento romántico, había menos interés por las obras inacabadas de arte o literatura. Los lectores se tomaban el artificio más en serio y, por tanto, una obra sin pulir resultaba menos atractiva. A partir del siglo XIX, los europeos comenzaron a leer literatura de un modo diferente, tratándola como si fuese una expresión, no de la sabiduría colectiva, sino de la personalidad individual del autor. De ahí el aumento del interés en aquella época por la edición y lectura de diarios y correspondencia privada, escritos sin tener la menor idea de que algún día podrían aparecer impresos y en un estilo menos formal que, por ejemplo, las novelas o los poemas del mismo autor. La formalidad se veía cada vez más como una especie de falta de sinceridad, como una suerte de teatro, y las obras inacabadas se valoraban mucho precisamente porque permitían al lector echar un vistazo a la vida entre bastidores o al pensamiento en movimiento. El movimiento romántico terminó hace ya mucho tiempo y más de una vez se ha proclamado la "muerte del autor". Así y todo, el romanticismo parece haber dejado una marca indeleble en la manera en que muchos de nosotros leemos, incluso en la actualidad. En cualquier caso, los nuevos desarrollos en los medios de comunicación, en particular el auge de los culebrones , fomentan la sensación de que en el arte, como en la vida, las historias, realmente, nunca terminan. Pongamos como ejemplo la serie estadounidense de televisión Los Soprano , que se emitió en seis partes y 86 episodios entre 1999 y 2007. Ahora ha llegado a un aparente final, pero puede que la revivan en cualquier momento. Al fin y al cabo, otras series han durado mucho más. En Gran Bretaña, mucha gente escucha la radionovela Los Archer , ambientada en el escenario rural de Ambridge. Se emite desde 1951 de manera regular, con más de 15.000 episodios. Los personajes individuales mueren, tanto en las ondas como en la vida real, y los actores van y vienen, pero el programa continúa porque está asociado a la continuidad de una familia y un pueblo. Así que parece que hay una demanda creciente de formas de arte que eviten el desenlace e imiten el desorden de la vida.



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Jane Austen trabajaba en la escritura de Sanditon cuando murió, a los 42 años Foto: Bettmann / Corbis





Educación Pioneras
Capaces, prácticas, intrépidas
Mujeres que atraviesan tierras asoladas por indios, bandoleros y caudillos, que soportan epidemias, o que hallan la felicidad en la Argentina. En Las maestras de Sarmiento (Grupo Abierto), Julio Crespo sigue la trayectoria de las sesenta y un maestras estadounidenses que vinieron a enseñar al país para hacer realidad los sueños del autor de Facundo

Por Hugo Beccacece De la Redacción de LA NACION Fue en 1986, en el Festival de Cine de Toronto. "Material de Hollywood", dijo Julie Christie cuando escuchó hablar sobre las maestras de Sarmiento al grupo de argentinos con los que comía (María Luisa Bemberg, Eliseo Subiela y Julio Crespo, el corresponsal de LA NACION en los Estados Unidos). Veintidós años después, uno de esos comensales, Julio Crespo, presenta un libro que se titula Las maestras de Sarmiento (Grupo Abierto). La actriz inglesa tenía razón: todo lo que se cuenta en esa obra parece concebido para una película de ficción en la que no faltan revoluciones, epidemias, idilios a la luz de la luna, asesinatos de presidentes, mujeres que se arriesgan en terrenos desiertos o que deben desafiar las crecientes de los ríos, además de la incomprensión y la intolerancia religiosas. -¿Cuándo empezó a interesarse por el tema de este libro? -Fui corresponsal de LA NACION en Estados Unidos de 1983 a 1993. Durante ese período leí Sesenta y cinco valientes. Sarmiento y las maestras norteamericanas , de Alice Houston Luiggi, que se publicó en español en 1959 y en inglés unos años más tarde, y conocí Boston. Todo eso acentuó mi interés por la curiosa conexión que se estableció entre un círculo de intelectuales de esa ciudad y Sarmiento. Muchos años más tarde, el doctor Eduardo Mayer, empresario y bibliófilo admirador de Sarmiento y creador de la Fundación Última Esperanza, consagrada a temas de educación, me propuso patrocinar un libro sobre el asunto. El proyecto se realizó y el resultado es Las maestras de Sarmiento , que tiene prólogo de Horacio Sanguinetti. La investigación iconográfica estuvo a cargo de María Flores. La edición, auspiciada por la Fundación Última Esperanza, es bilingüe y Christine Walsh hizo la traducción al inglés. -¿Cuándo se le ocurrió a Sarmiento la idea de traer maestras norteamericanas a la Argentina? -La historia de la que surgió el sistema de instrucción primaria de nuestro país empezó con la estadía de Sarmiento en Inglaterra en 1847. Había sido enviado a Europa por el ministro chileno de Justicia e Instrucción Pública, Manuel Montt, para estudiar cómo funcionaba la educación en otros países. En Londres, leyó un informe sobre el tema escrito por el norteamericano Horace Mann, donde encontró ideas que le resultaron tan estimulantes que resolvió continuar su viaje a Estados Unidos para conocer a ese hombre. Fue así como una tarde del otoño de 1847, en Boston, se encontraron para charlar Horace Mann, su mujer, Mary Peabody Mann, y Sarmiento. Ese fue el primer contacto del trío. Mary Mann se convirtió con el tiempo en una amiga más allá de la distancia y una colaboradora inestimable del argentino. Es curioso cómo en esa primera estadía Sarmiento no prestó atención a nada de lo que podría haberlo desilusionado de Estados Unidos. En su libro Viajes por Europa, África y América , registra sus impresiones personales, que mezcla con las clásicas observaciones de Tocqueville. Sarmiento vio en Estados Unidos la realización de lo que quería en la Argentina; él buscaba romper definitivamente los lazos con el pasado colonial, acercarse más a la Europa no española y al mundo moderno, que pensaba encarnado en Norteamérica. No vio ni la miseria ni los problemas raciales. Pero observó la importancia que se daba a la educación de las mujeres, la libertad con que se movían y la espontaneidad con que las parejas se demostraban cariño en público. -¿Cuál fue la relación de Sarmiento con los Mann? -Sarmiento volvió a Estados Unidos tan solo después de la Guerra de Secesión, cuando el presidente Mitre lo nombró ministro plenipotenciario en aquel país. Estaba enamorado de Nueva Inglaterra, "la Atenas de América". En esa estadía, que habría de durar tres años, el sanjuanino retomó contacto con Mary Mann. Se vieron pocas veces, entre otras cosas para evitar las murmuraciones, pero se escribían a menudo. Esa correspondencia, en gran medida, fue la que dio origen a los planes de Sarmiento. A él y a Mary Mann se les ocurrió la idea de llevar a la Argentina maestras norteamericanas. El plan podía parecer una insensatez, pero en esa época, no lo era tanto. Algunas maestras que se desplazaban de un lugar a otro en busca de trabajo estaban acostumbradas a las largas travesías. Hubo un caso que podríamos llamar extremo, y que, al parecer, contribuyó a inspirar la iniciativa de Sarmiento. Un grupo de maestras zarpó desde Nueva York con destino a Seattle, sobre el Pacífico, y el barco hizo el recorrido dando la vuelta al Cabo de Hornos. Sarmiento pensaba traer mil maestras. Buscaba mujeres capaces, prácticas, intrépidas. Era un visionario con un pensamiento utópico. Es quizás el prócer más vivo, el que despierta más ecos en nuesro presente, por eso se lo discute tanto. Hacía grandes planes, que solo se realizaban en parte, pero que eran de carácter decisivo. El encuentro entre Horace Mann, Mary Mann y Sarmiento, con el tiempo, habría de colocar a la Argentina a la vanguardia de los sistemas de enseñanza en Hispanoamérica. Durante su permanencia en Estados Unidos, Sarmiento viajó por todo el país. Debía defender ante el gobierno y el pueblo norteamericanos la Guerra del Paraguay. La prensa y los círculos de poder, en general, se inclinaban por la causa paraguaya. El entonces ministro argentino se movió de distintas maneras para cambiar esa opinión. En 1868, fue elegido presidente y regresó al país. -¿Qué cambios buscaba Sarmiento con la creación de Escuelas Normales en la Argentina? -Por un lado, la profesionalización de la enseñanza y la consiguiente mejora de la educación. Además, se abría una nueva fuente de trabajo, que podía ser un trampolín para otras actividades. Jóvenes que no provenían de familias de altos ingresos estaban en condiciones de mantenerse y pagarse con sus sueldos de maestros una carrera universitaria. Otro de los cambios fue que la mujer que se recibía de maestra podía tener un medio de vida digno y honorable. En esa época, se pensaba mal de las mujeres que trabajaban, pero no así de las maestras. Por eso, este proyecto de Sarmiento está asociado a un aspecto destacado de su personalidad: su respeto y preocupación por las mujeres. En su casa, había tenido en su madre, doña Paula, que sostenía la familia, un modelo femenino notable. -¿Cuándo llegaron las primeras maestras? -Poco después del retorno de Sarmiento a la Argentina como presidente. La primera de ellas fue Mary Elizabeth Gorman. Desembarcó en Buenos Aires, en 1869. Sarmiento había asumido la presidencia poco más de un año antes. ...l quería que la primera Escuela Normal funcionara en San Juan, pero encontró obstáculos. Apenas llegada al Río de la Plata, Mary Gorman, que hablaba español, se fue a vivir a la casa de unos conocidos norteamericanos. La comunidad anglosajona en bloque le desaconsejó que emprendiera el viaje de quince días a la provincia cordillerana. Le dijeron que debería atravesar zonas desérticas, en las que todavía había luchas internas, además de la amenaza de los indios y de los asaltantes. Mary Gorman se negó entonces a ir a San Juan, lo que provocó la decepción y el enojo de Sarmiento. Los graves problemas que se fueron sucediendo durante esos años volvían muy difícil hacer realidad la voluntad utópica del presidente en la escala que él pretendía. En abril de 1870, Urquiza, el gobernador de Entre Ríos, fue asesinado por las fuerzas rebeldes de Ricardo López Jordán. A ese levantamiento le sucederían otros dos. Por si fuera poco, en 1870, estalló la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires. Durante la presidencia de Sarmiento no pudo hacerse todo lo que él pretendía en educación. Por ejemplo, no llegó a abrirse la Escuela Normal de San Juan. El desarrollo definitivo de la instrucción se daría en las presidencias de Avellaneda y de Roca. -¿Cómo funcionaron las Escuelas Normales? ¿Cuál fue la primera en crearse? -La llegada de docentes norteamericanos se extendió casi treinta años. Mary Mann, en Estados Unidos, seguía reclutando para Sarmiento a jóvenes maestras. Entre 1869 y 1898 llegaron a la Argentina sesenta y una maestras y cuatro maestros, todos ellos formados en el método de Pestalozzi. A pesar de que los planes de Sarmiento estaban sobre todo dirigidos a atraer mujeres, no fue una mujer, sino un hombre, John Stearns, quien abrió la primera Escuela Normal. Stearns llegó a Buenos Aires en 1870 e inauguró la Escuela Normal de Paraná. Por un lado, se enseñaba allí a las normalistas; por otro, estaba la escuela de aplicación donde se cursaban la escuela primaria y la secundaria. El inglés se enseñaba desde el primer grado y el francés, desde quinto. El plan de estudios había sido diseñado por Stearns. Su labor fue admirable. En pocos años, creó un centro de formación modelo. Paraná era el primer destino de todas las maestras que llegaban a la Argentina. Debían pasar cuatro meses allí para aprender el español e informarse de los métodos y del plan establecido. Después se les asignaban escuelas en distintas partes del territorio nacional. Durante los años en que Stearns trabajó en Paraná, se produjeron dos levantamientos de López Jordán, lo que obligó a interrumpir los cursos. Una de las maestras, Jennie Howard, destinada a Corrientes, tuvo que guarecerse en el fondo de su escuela y pasar días sin salir, porque en las calles de la ciudad, los caudillos rivales se mataban a tiros. -El proceso de adaptación de las maestras fue muy duro, tal como lo cuenta en su libro. -El país estaba empobrecido por la Guerra del Paraguay; la violencia, a veces, invadía las calles de las ciudades, sin hablar de los indios que asolaban la campaña y de los bandoleros que volvían peligrosos los viajes. Una de las primeras maestras en venir, Fanny Wood, murió víctima de la fiebre amarilla. Sarmiento había insistido para que fuera a San Juan pero ella se negó por las mismas razones por las que se había negado Mary Gorman. Cuando estalló el brote epidémico, Fanny Wood se refugió en el campo, pero al enterarse de que uno de los miembros de la familia que la había acogido al llegar a la Argentina había caído enfermo, en un gesto heroico, regresó a la ciudad y, a su vez, contrajo la peste y murió. Al horror inesperado de la epidemia, se sumaban los inconvenientes producidos por catástrofes naturales como las inundaciones. También las costumbres distintas hacían más dura la integración de los extranjeros William Stearns, hermano de John, el fundador de la Escuela Normal de Paraná, tuvo a su cargo una institución semejante en Tucumán. Su reacción frente a tantos problemas era de una irritación profunda. Llegó a decir que no podía soportar la suciedad urbana ni la dejadez de los habitantes. El sonido de la guitarra, que encarnaba el espíritu de ese mundo tan hostil, le resultaba una tortura. -También hubo problemas de orden confesional. -Desde el principio, la religión fue un obstáculo. Los docentes que llegaron a la Argentina, en su mayoría, eran protestantes. En esa época, el catolicismo ferviente de algunas ciudades estaba teñido de intolerancia, como ocurría en Córdoba. Sarmiento, impulsado por sus ambiciones utópicas, no había pensado en la conmoción que produciría en ciertos círculos que mujeres protestantes formaran a alumnos católicos. Frances Armstrong y Frances Wall fueron las primeras maestras norteamericanas que llegaron en 1884 a Córdoba, donde ya funcionaba el Observatorio Astronómico, del que se ocupaba un grupo de anglosajones. La población había demostrado gran interés en la Escuela Normal y se esperaba una inscripción de ciento cincuenta alumnas. Pero el presbítero Jerónimo Clara, en forma interina a cargo del obispado, como vicario capitular y gobernador en sede vacante, se opuso a la enseñanza por parte de protestantes. En una carta pastoral, dijo que ningún padre católico debía enviar sus hijas a la Escuela Normal. A pesar de ello, se inscribieron cincuenta alumnas, lo que no era poco. Frances Armstrong le pidió una entrevista a Monseñor Mattera, el legado apostólico que había respaldado a Clara, para explicar su posición. Después del encuentro, el prelado dijo que autorizaría a los católicos a asistir a la escuela siempre que el ministro de Instrucción Pública declarase que el gobierno (Roca era presidente) no tenía intención de difundir la fe protestante, estaba dispuesto a admitir la enseñanza de la religión católica en las escuelas y permitir que el obispo las visitara, cuando lo considerase oportuno, para comprobar que efectivamente se impartía esa enseñanza. El ministro Eduardo Wilde se negó a ello. Se les dijo a las maestras que debían obedecer las instrucciones del Ministerio y no del legado papal. Wilde pidió una explicación al nuncio apostólico y como este no dio respuesta satisfactoria, Roca dispuso que se le devolvieran las credenciales y abandonase el país en veinticuatro horas. Como consecuencia de ese conflicto, las relaciones con el Vaticano quedaron interrumpidas hasta la segunda presidencia de Roca. -Pero también hubo experiencias positivas. -En efecto, no todo eran problemas para las jóvenes maestras norteamericanas. Muchas conocieron aquí a los hombres que se convertirían en sus esposos. Las que se casaron lo hicieron con anglosajones. Ninguna se casó con un criollo. Frances Armstrong, directora de la Escuela Normal de San Nicolás, se casó con un dentista norteamericano, que atendía en Rosario, y la cercanía de esta ciudad con San Nicolás permitió que marido y mujer continuaran con sus actividades. Pero este fue un caso excepcional, lo normal era que una vez casadas, las maestras renunciaran a sus trabajos y permanecieran en el hogar. Algunas de esas ex docentes volvieron con sus esposos a Estados Unidos o a Inglaterra. Otras se afincaron definitivamente en la Argentina. También hubo maestras que se consagraron a la enseñanza en institutos privados y abrieron escuelas destinadas a la alta sociedad argentina y anglosajona, como la American School y la Select English School for Girls. -Sarmiento, usted lo ha dicho, es quizás el prócer más vivo porque muchos de los problemas que lo preocupaban, aún hoy, no han sido resueltos. ¿Qué enseñanza encierra la historia de estas maestras? -Volver a este tema es importante en un momento en que se trata de dar un nuevo rumbo a la educación. La función de la escuela tiene que redifinirse. No se puede volver a la escuela de antes, pero tampoco podemos quedarnos con la actual. La historia que se cuenta en este libro puede servir para aclarar el pasado y como inspiración para construir un sistema educativo que responda a las necesidades de un mundo nuevo, muy distinto, pero que conserva rasgos esenciales de aquel pasado y de aquella tradición.



Jennie Howard toca el banjo y Clara Gillies de Bischoff, la guitarra en la Escuela Normal de Paraná