jueves, 27 de agosto de 2009

Muzak

El nacimiento de la música ambiental

La corporación norteamericana Muzak empezó a distribuir música ambiental en los años treinta, pensando en incrementar en los índices de productividad de fábricas y empresas. Un repaso de las experiencias de la música formateada.


MOZART FUNCIONAL. Jonathan Sterne describe cómo ciertos comercios inundan la calle con sinfonías de Mozart o easy-listening para alejar de su entorno a adolescentes ociosos y vagabundos, generando una suerte de segregación espacial.


Admitámoslo: hoy en día escuchar a Jobim entonando "Garota de Ipanema" puede causar cierta aversión. Me pregunto si parte de la culpa no es de Erik Satie.

Esta acusación tiene su razón de ser. El 8 de marzo de 1920, el célebre compositor francés presentaba en la galería de Barbazanges Musique d´ameublement según sus propias palabras-a ser ignorada, como un ruido o vibración de fondo, pero entonces, aquello no se entendió. De hecho, al ver cómo toda la sala retomaba su asiento para prestar su mejor oído, Satie no pudo ocultar su irritación: "No, hablen, pasearos... ¡No escuchen!", insistía el compositor, anticipándose a lo que hoy en día es una situación perfectamente natural.

Quizá no suceda tanto en galerías de arte, como en oficinas, aeropuertos y cafés. Me refiero a la música ambiental. Un fenómeno que se desarrolló en Estados Unidos entre las décadas 30 y 50, cuando la corporación americana Muzak empezó a especializarse en la distribución de música pensada para aumentar los índices de productividad de fábricas y empresas.

Más adelante, esta estrategia se adoptó con ligeras variaciones para incentivar el consumo en los centros comerciales. Entonces, Huxley ya había escrito Un mundo feliz y George Orwell o la utopía conductista Walden dos estaban a la vuelta de la esquina. Afortunadamente, ninguno de los escenarios descritos por estos autores se ha cumplido (todavía). En cuanto a la música ambiental, no goza de una aceptación unánime. El escritor Enrique Vila-Matas, que en un artículo lamentaba tener que escuchar villancicos en los vuelos de Iberia, me remite a las Opiniones contundentes de Vladimir Nabokov respecto al asunto.

Pero no es necesario ser un políglota o un melómano para censurar esta clase de iniciativas. El pasado 17 de septiembre, Renfe suprimió el hilo musical en algunos trayectos debido a la mala puntuación asignada por sus usuarios en una encuesta. Con todo, y pese a la reciente quiebra de Muzak, la música ambiental sigue presente en todas partes, algo que queda muy patente en La música que no se escucha (Orquestra del Caos). Este libro, que recoge una serie de ponencias realizadas durante el festival Zeppelin de Barcelona, no es una crítica fulminante al hilo musical. De hecho, parte de la base de que mucha de la música que se emplea de fondo, como colchón sonoro, nunca fue concebida de ese modo. Es el uso que se le ha dado. Dicho esto, analiza la escucha ambiental como experiencia ciñéndose a una serie de casos muy concretos. De entrada, el músico Franco Fabbri revisa la tipología de oyente establecida por Adorno - hoy, todo un canon-para concluir que en contextos como el de la escucha automovilística, el oyente ideal ya no es el que asiste atentamente a un concierto, sino ese oyente distraído que se expone a varios estímulos. Prueba de ello es que, tal y como comenta García Quiñones en un ensayo posterior, cuando la emisora de música clásica WETA-FM cambió su programación, no lo hizo ciñéndose a criterios de calidad musical sino a partir del patrón perceptivo de su audiencia, priorizando así temas instrumentales y versiones... ¡ideales para conducir!

Si esto resulta inquietante, más lo es el ensayo de Jonathan Sterne sobre Música programada y políticas del espacio público, en el que describe cómo ciertos comercios inundan la calle con sinfonías de Mozart o easy-listening para alejar de su entorno a adolescentes ociosos y vagabundos, generando una suerte de segregación espacial. Pero La música que no se escucha no es el único libro que ha abordado recientemente este tema.

Muzak del artista Dani Montlleó nos ofrece una visión totalmente distinta. Inspirándose en la corporación del mismo nombre, Montlleó ha creado la marca Spoon Syndicate, con la que versiona ciertos episodios históricos para dar pie a una nueva lectura donde el concepto muzak,que asocia a la idea de estandarización, unidad, camuflaje o confort, es continuamente reformulado. Con Muzak Textile por ejemplo, reivindica la actitud de Salvador Espriu y, entre otros, del mismo Satie que en sus intentos por pasar inadvertidos acabaron vistiendo de uniforme como auténticos dandis. La instalación Brain´s Brain representa la cabeza de Brian Wilson en la que suena Be my baby.Es la historia de una obsesión, de un muzak mental.Pero quizá una de las piezas que más llama la atención es The Versionist,mueble ideado por el propio autor que viene a ser una máquina de versiones.

Y hablando de inventos, cómo ignorar la maravillosa frase de la actriz Lily Tomlin: "He tenido una pesadilla: el hombre que inventó la Muzak, inventaba otra cosa". Tiene motivos para estar inquieta: si antaño se consideraba que la escucha de "El Danubio azul" incitaba a las vacas a producir más leche, ¿quién nos dice que no acabaremos soñando con ovejas eléctricas? Si es así, prepárense para resucitar a Vangelis...

© La Vanguardia y Clarín

martes, 25 de agosto de 2009

20 años de la caída del Muro de Berlín

1989: el año en que el mundo se dio vuelta
La caída del Muro de Berlín fue el hecho más paradigmático, pero no el único de aquel año decisivo, en el que Europa del Este dejó atrás el comunismo, a la sombra de la reforma de Gorbachov. El testigo y comentarista Neal Ascherson recuerda aquí las "revoluciones" que se sucedieron.
Por: Neal Ascherson

FINAL. Un hombre demuele a mazazos lo que queda del muro, el 12 de noviembre de 1989.


Veinte años atrás, el panorama mundial empezó a cambiar. Al principio, nadie lo advirtió. En enero de 1989, en la mitad soviética de Europa se hacían casi tantos negocios como en la mitad occidental. En Polonia había huelgas; se hostigaba a los disidentes de Alemania Oriental; un dramaturgo llamado Vaclav Havel fue arrestado después de una pequeña manifestación. Occidente, en cambio, tenía cosas más importantes en qué pensar. George Bush padre tomaba posesión del cargo de presidente de los Estados Unidos; y Salman Rushdie pasaba a la clandestinidad después de la fatwa iraní. En Moscú, el inefable Mijail Gorbachov avanzaba con su perestroika y su glasnost. (Cuánto deberían amarlo los rusos). En Londres, un exiliado checo, Karel Kyncl, escribió un artículo sobre los arrestos en Praga. Decía que Havel le causaba gracia y que no le sorprendería que llegara a ser presidente de Checoslovaquia. Los lectores sonrieron indulgentes, como diciendo: "Pobre Karel, qué cosas piensa".Las montañas que rodeaban el horizonte de la Guerra Fría empezaron a tambalearse y finalmente se derrumbaron. El comunismo polaco fue el primero en caer. A continuación, los gobernantes húngaros publicaron un plan de abdicación. En agosto, las Repúblicas del Báltico de la Unión Soviética empezaron a exigir su independencia. En noviembre, Erich Honecker, de Alemania Oriental, fue derrocado, y el 9 de noviembre se abrió el Muro de Berlín.Al día siguiente, en Bulgaria un golpe palaciego derrocó a Todor Zhivkov, el líder del partido. El 28 de noviembre el régimen comunista checoeslovaco capituló. En diciembre, Nicolae Ceausescu, de Rumania, fue sacado de su despacho y fusilado. Y tres días antes de finalizar el año, Vaclav Havel fue proclamado presidente de la República Checoeslovaca.El terremoto llegó a Albania y Yugoslavia al año siguiente. Las naciones del Báltico, Ucrania y los países del Cáucaso meridional no recuperaron su independencia hasta que, tres años después, se produjo el formidable colapso final de la Unión Soviética. Pero a fines de 1989 toda la muralla de la Europa sovietizada se había derrumbado, total y súbitamente.El paisaje de acero y hormigón de la Guerra Fría se había convertido en una puesta en escena teatral. Con excepción de Rumania, donde hubo combates, todas estas revoluciones se consumaron sin derramamiento de sangre. Las batallas de libraron en mesas redondas, no detrás de barricadas.A comienzos de 1989 nadie esperaba que el mundo se diera vuelta totalmente (tal vez ni siquiera lo pensó Karel Kyncl, a pesar de su rapto profético). Todos sabían que "el comunismo estaba en problemas", y que los pronósticos económicos eran sombríos. Mientras tanto, la Guerra Fría empezaba a ceder, desde que se iniciaron, uno tras otro, los controles de armamento entre el este y el oeste. Hacia abril, el incipiente deshielo se convertía en inundación.Los comunistas húngaros ya hablaban de elecciones libres y multipartidarias, y querían convocarlas en un plazo perentorio. En Polonia, el gobierno había levantado la interdicción que pesaba sobre el gremio Solidaridad e iniciaba conversaciones sobre la posibilidad de la democracia. Las revoluciones de 1989 no se hubieran producido si el mensaje de Gorbachov a las "naciones cautivas" no hubiera sido escuchado. Ese mensaje decía: Ustedes son independientes. Nos gustaría que eligieran el camino del socialismo. Pero cualquiera sea el rumbo que decidan seguir, la Unión Soviética no la invadirá con ejércitos y tanques para detenerlos, como ya lo hizo en 1956 y en 1968. Aun si vuestros gobernantes comunistas son derrocados, nosotros no apelaremos a la fuerza para salvarlos.Nadie creyó que Mijail Gorbachov decía lo que pensaba. Por eso, cuando declaró en junio de 1988 que "oponerse a la libertad de elección significa ponerse en contra del movimiento objetivo de la historia misma", sus oyentes de Moscú supusieron que quería decir que "todo aquel que reclame libertad de elección será arrollado por la aplanadora soviética de la historia". Después, en diciembre, Gorbachov repitió un mensaje casi idéntico en las Naciones Unidas: "La libertad de elección es un principio universal. No debe haber excepción alguna". La mayoría de los ideólogos estadounidenses pensaron que el tipo no hablaba en serio. ¡Entonces, el comunismo mundial se caía a pedazos! Pero cuando Gorbachov convocó a los líderes comunistas y trató de hacerles entender que podían elaborar sus propias políticas, pero que ya no contarían con el rescate soviético, el mensaje empezó a fluir y llegó a los grupos de oposición y al pueblo en general. Y aun entonces, los revolucionarios de 1989 nunca estuvieron seguros de que la promesa era real, y siguieron manteniendo un oído atento para detectar el estruendo de los tanques en marcha.El punto de partidaLa revolución empezó en Polonia. En 1981, el general Jaruzelski había destruido el movimiento Solidaridad e impuesto la ley marcial. Pero a nadie se le escapaba que el sistema estaba herido de muerte. Sólo había que esperar que muriera. La quiebra comercial de Polonia terminó en 1988, al mismo tiempo que se desataba una nueva ola de huelgas. El gobierno, nervioso y dividido, finalmente devolvió la legalidad a Solidaridad y en febrero de 1989 inició rondas de negociaciones con la oposición. Los participantes sancionaron a los gremios independientes y organizaron elecciones multipartidarias para junio. A regañadientes, Solidaridad aceptó que las elecciones tenían que ser arregladas. Reservar un bloque de banca para los candidatos "oficiales" aseguraría que el régimen tuviera mayoría en el Sejm (la Cámara Baja del Parlamento).Pero en ese momento intervino el pueblo. Yo estaba en el café del hotel Europejski de Varsovia, ese día de junio. Jóvenes militantes de Solidaridad nos pusieron sobre la mesa una pila de folletos impresos con las cifras de las urnas. Al principio no pude creer lo que estaba leyendo. Solidaridad había ganado todas menos una de las bancas que se disputaron en las elecciones. Pero en las bancas reservadas, sólo dos de todos los candidatos comunistas habían obtenido el 50% de votos necesarios para entrar. Los votantes habían encontrado alguna manera de hacerlo.En esa mañana de verano, el juego cambió súbitamente. Después de 45 años, el comunismo polaco había sido aniquilado. Y lo increíble, que también era lo inevitable, se producía cuando se iniciaban las negociaciones para formar el primer gobierno no comunista en la Europa soviética. En Hungría, mientras tanto, desde la aplastante derrota de 1956 los comunistas ya no se hacían ilusiones sobre su popularidad. Con el gobierno de Janos Kadar, que fue derrocado en 1988, los húngaros alcanzaron un nivel de vida razonablemente confortable y ganaron ciertos derechos para instalar y mantener negocios privados. Pero los sucesores de Kadar entendieron, antes que ninguno de sus vecinos, lo que Gorbachov estaba diciéndoles: hay que adaptarse o morir. Desde 1987 algunos partidos no comunistas pudieron desarrollar sus actividades, pero a diferencia de lo que sucedía en Polonia, en Hungría la oposición organizada era débil. Entonces el régimen comunista tomó una extravagante decisión: mantener el control organizando su propia caída gradual.A comienzos de 1989, el gobierno y el partido gobernante anunciaron un arrasador programa de reformas económicas y políticas. Entre ellas, se dispuso, por ejemplo poner en marcha una investigación de la revolución de 1956 y organizar una segunda ceremonia para rendir honras fúnebres a Imre Nagy, quien había sido ejecutado por la Unión Soviética en ese año, 1956, cuando era primer ministro. Fue en ese momento que los astutos líderes partidarios estuvieron a punto de perder todo poder. La ceremonia fúnebre se llevó a cabo el 16 de junio. Nagy y cuatro de sus camaradas, también mártires, tuvieron un segundo funeral como héroes nacionales. La ceremonia se convirtió en una enorme demostración de dolor y de ira, sentimientos hasta entonces reprimidos. Se convocó un panel para planificar la transición hacia la democracia y se prometió que a comienzos de 1990 se llamaría a elecciones libres. El Partido de los Trabajadores Socialistas de Hungría cambió su nombre, abandonó el leninismo y empezó a prepararse para competir por los votos. Hacia fines de 1989 Hungría había perdido todo rasgo de algo que pudiera asemejarse a un sistema comunista.Revolución sin masasSiempre se dio por sentado que las revoluciones debían ser llevadas a cabo por "las masas". Pero ni en Polonia ni en Hungría el cambio fue impuesto por la fuerza por multitudes furiosas en las calles. Hacia fines del año ese tipo de tradicional levantamiento popular, junto con la confrontación física con los gobernantes, empezó a desaparecer.La primera confrontación se produjo en el Báltico. Es duro –y vergonzoso– recordar hoy cuán improbable parecía en Occidente, 20 años atrás, el triunfo de los reclamos independentistas de Latvia (ex Letonia), Lituania y Estonia. Pero desde que Gorbachov había aflojado los controles, se sucedían con cierta libertad las protestas públicas sobre lengua y cultura y también sobre las deportaciones de Stalin. En marzo de 1989 el movimiento independentista Sajudis obtuvo la mayoría de bancas lituanas en las elecciones soviéticas, Y después, el 23 de agosto del mismo año, se produjo uno de los acontecimientos más espectaculares y conmovedores de todo el año.Era el 50º aniversario del monstruoso pacto nazi-soviético, por el que en 1939 se pusieron los estados de los Balcanes a merced de la voluntad de Stalin y se destruyó su independencia. En esa fecha el pueblo salió a las calles y formó una cadena humana de casi 2 millones de hombres, mujeres y niños que, tomados de la mano, permanecieron de pie formando una línea de 650 km de longitud, desde Vilnius, pasando por Riga, hasta Tallinn. Reclamaban libertad, justicia e independencia. Una cuarta parte de la población del Báltico se unió a la manifestación.El siguiente levantamiento de masas empezó en octubre en Alemania Oriental. De entre todos los hechos dramáticos de 1989, este fue el episodio que más se asemejó a las grandes insurrecciones urbanas del siglo XIX. Porque lo que derrocó la dictadura de Erich Honecker y la Stasi (el Ministerio de Seguridad del Estado, o sea la policía secreta oficial de Alemania Oriental) no fue un acuerdo clandestino ni una maniobra del Partido. La temeraria acción de millones de personas que salieron a la calle derrotó al régimen y derribó el Muro de Berlín.Honecker inició el año 1989 absolutamente seguro de que la "ola reformadora" de los países vecinos no contaminaría a la República Democrática Alemana (la RDA). Pero existía una creciente convicción de que el sistema debía cambiar. "No podemos gobernar a la antigua", se decía. Pero fue exactamente "a la antigua" que los resultados de la elección municipal de Alemania Oriental fueron descarada y crudamente falsificados. Y de pronto empezaron las protestas.Octubre fue el mes decisivo. el 2 de octubre una enorme manifestación que reclamaba reformas se concentró en Leipzig y decidió seguir reuniéndose todos los lunes hasta que sus exigencias fueran satisfechas. Pocos días después Gorbachov llegó a Berlín Oriental para asistir a la conmemoración del 40º aniversario de la República. Multitudes delirantes lo aclamaron gritando "¡Gorbi! ¡Gorbi!" cuando le dijo a Honecker que "la vida castiga a los que retardan las cosas". Las "manifestaciones de los lunes" de Leipzig, que desafiaban a la policía, empezaron a atraer a miles de personas. Honecker amenazó con imitar a los chinos, que pocos meses antes habían disparado contra los centenares de manifestantes de la Plaza de Tiananmen. Pero el 9 de octubre de 1989 las milicias armadas de Leipzig se negaron a hacer fuego contra la multitud, y hasta se dejaron poner flores en las solapas de sus uniformes.Horrorizados por lo que podría haber sido un baño de sangre, los colegas de Honecker lo expulsaron de su cargo. A principios de noviembre, una gran manifestación en Berlín convocó a medio millón de personas que reclamaban ruidosamente un cambio. En un torbellino de incoherentes promesas de reformas, los nuevos líderes del partido parecían ofrecer el libre cruce de la frontera con Berlín Occidental. Cuando circuló la noticia, la noche del 9 de noviembre, 50.000 berlineses del Este se precipitaron hacia el Muro.Los guardias no tenían instrucciones. Dejaron pasar a la gente, que avanzó danzando y llorando. De pronto Berlín Occidental estuvo lleno de Trabants (el automóvil pequeño y de bajo costo, el Trabi, que se fabricaba en Alemania Oriental), y de multitudes mal vestidas que se desplazaban a pie comiendo bananas. Jóvenes del Este y del Oeste saltaban y bailaban en lo alto del Muro. Al día siguiente empezaron a tirarlo abajo. Nadie los detuvo.Los comunistas trataron de retardar los acontecimientos proclamando su conversión a la Social Democracia. El Nuevo foro y otros partidos hacían planes para una Alemania Oriental democrática. Todo fue inútil: el 3 de octubre de 1990 un millón de personas se reunió en Berlín, en la Puerta de Brandenburgo, para celebrar la reunificación formal de Alemania.En cuanto a Checoslovaquia, permaneció tranquila la mayor parte del año. Pero checos y eslovacos estaban muy atentos a lo que pasaba en Polonia y Hungría. El 21 de agosto hubo manifestaciones "ilegales" en Praga y en Bratislava para conmemorar el día de la invasión soviética de 1968. La policía se mostró inusualmente permisiva. Después sucedió algo inesperado. El 17 de noviembre era el día en que los estudiantes marchaban por Praga para rendir homenaje a Jan Opletal, un líder estudiantil asesinado por los nazis. Las autoridades no habían prohibido la manifestación, pero la policía arremetió súbitamente contra los estudiantes y empezaron a golpearlos con sus bastones. Se corrió la voz de que habían matado a un estudiante. Mucho después se supo que la información era falsa y que probablemente el rumor habría sido iniciado por la policía. Pero los estudiantes ocuparon sus universidades y en las calles empezaron a reunirse multitudes furiosas.Lo que siguió fue la Revolución de Terciopelo, un verdadero levantamiento de masas. Según el historiador Tony Judt, los que participaron, tanto checos como extranjeros, tuvieron "la embriagadora sensación de que en ese momento se estaba construyendo la historia". La gente tomó la ciudad. Una semana después los líderes comunistas renunciaron. Vaclav Havel y unos pocos amigos del Foro se apropiaron de un teatro, inventaron un nuevo movimiento llamado "Foro Cívico" e iniciaron el debate para decidir hacia dónde debería encaminarse la revolución. En pocos días ellos mismos se sorprendieron al verse convertidos en un grupo revolucionario y luego en gobierno provisional. El 25 de noviembre 250.000 personas se reunieron para escuchar a Havel y a Alexander Dubcek. Después de una breve rueda de conversaciones, el gobierno checoslovaco colapsó. Se designó un nuevo gobierno, compuesto por intelectuales del Foro. Ya en ese momento las multitudes coreaban: "¡Havel al Castillo!" (a la Presidencia). Después de ser designado presidente el 29 de diciembre, tomó algunas medidas: el 1º de enero de 1990 liberó a 16.000 presos políticos; y el día 2 disolvió la "policía política". La Revolución de Terciopelo y la revolución de Alemania Oriental demuestran que dentro de un estado policial la temperatura política puede empezar a subir silenciosamente, hasta llegar al punto de ebullición. Este fue el caso de Nicolae Ceausescu, en Rumania, el más brutal de aquellos sistemas.Todo empezó en Timisoara, después de un intento de arrestar a un pastor húngaro. La policía abrió fuego y hubo una masacre. El 21 de diciembre, el presidente Ceausescu organizó en Bucarest una serie de gigantescas concentraciones en su favor. El primer acto se inició, pero después de algunos minutos el mandatario percibió que la multitud lo abucheaba y lo tildaba de dictador. Al día siguiente sucedió lo mismo. Entonces Ceausescu y su esposa Elena, aterrorizados, huyeron en un helicóptero que se posó en el techo de las oficinas del partido.Cuando hubo una gran manifestación contra su gobierno, en Bucarest, la policía de seguridad disparó contra la multitud. Pero inesperadamente el ejército cambió su posición y ayudó a los revolucionarios a tomar la estación de televisión. La lucha callejera fue confusa y salvaje y murieron centenares de personas. Los Ceausescu fueron capturados sin poder salir del país. En la Navidad de 1989 una cámara filmó el momento en que fueron llevados al paredón y fusilados por "genocidio".Cuando la lucha se aquietó, tomó el poder un "Frente de Salvación Nacional". Su líder, Ion Iliescu, fue designado presidente. Iliescu era un ex político comunista con influencia en las fuerzas de seguridad, y sólo introdujo cambios superficiales en el sistema. Thatcher en el EsteA fines de 1989, lo que la mayoría de la gente quería era algo así como una democracia social. En otras palabras: libertad, una economía de mercado regulada, y un Estado de bienestar fuerte. En una palabra, el modelo "europeo". Estaban equivocados. Los países en transición importaron una versión pura del thatcherismo. Se abolieron los controles de precio, se cancelaron los subsidios, se dejó fluctuar libremente las monedas. Se privatizaron servicios e industrias estatales, que con frecuencia fueron compradas por multinacionales occidentales. Aparecieron brechas enormes entre ricos y pobres. Se deterioraron o desaparecieron algunos servicios sociales, como la compleja red de guarderías gratuitas para las madres trabajadoras de Alemania del Este.La forma de hacer política había cambiado. Los pobres pasaron a ser dirigidos por nacionalistas de derecha, y ya no por socialistas. Contra ellos se levantó la nueva clase media urbana y los ex comunistas reivindicados, comprometidos con la economía neoliberal y la integración europea. Los antiguos revolucionarios se refugiaron en la academia, se dedicaron al periodismo o consiguieron bancas en el parlamento Europeo.En Polonia, yo recuerdo a la Marta Krzystofowicz de aquella época como una encantadora e intrépida conspiradora por la libertad. Hoy está casada y tiene una hija grande. Ella dice: "Yo tengo un vaso de jugo de naranja fresco por las mañanas, un diario sin censura para leer, mi pasaporte en un cajón del escritorio. Con eso me basta".
(c) The Guardian y Clarín
Traducción: Ofelia Castillo

Osvaldo Soriano

Soriano sigue vivo
Por Jorge Fernández Díaz Director de adn CULTURA

No soy fetichista pero tengo pegadas en la pared de mi oficina solamente dos fotos. Entre tantos autores posibles, se ve que mi inconsciente actuó en defensa propia y eligió para acompañarme todos los días a dos tipos extraños, que lograron combinar esas pasiones muchas veces antagónicas: la literatura y el periodismo. La foto de la derecha muestra, en blanco y negro, a Truman Capote autografiando ejemplares de la primera edición de A sangre fría . La foto de la izquierda me muestra abrazado a Osvaldo Soriano en un atardecer de Balvanera. Osvaldo está vestido de negro y tiene en la mano aquel cigarro apagado que mordisqueaba para no perder la costumbre y para atemperar su abstinencia tabacal. Faltaba aproximadamente un año para que enfermara y muriera. Aquella tarde estuvimos hablando horas y horas, y él no pudo resistir la tentación de quejarse de la "academia": "No es mucho lo que les pido. Lo único que yo les pido es que me dejen sentar a la mesa de la literatura argentina. Una mesa donde se sienten todos. Los experimentales, los introspectivos, los kafkianos, los joyceanos, los faulknerianos. Todos. Y que me digan: "Venga, Soriano, ésta es la silla de los narradores de historias. Venga, siéntese con nosotros". Solamente eso les pido".
Elogiado por Calvino, Updike y Cortázar; defendido por Piglia, Saccomanno, Feinmann, Dal Masetto, Martini, Forn, Fresán y Tomás Eloy Martínez; traducido a quince idiomas, bendecido por el éxito y aclamado en España e Italia, el autor de La hora sin sombra no parecía necesitar ningún certificado de pertenencia. Y a pesar de que podía sentarse en la cabecera de esa hipotética mesa de la literatura argentina, sentía que le retaceaban hasta un banquito. Hubo luego polémicas explosivas, dolorosas e injustas sobre el rechazo o la aceptación de la elite crítica. Y aunque a mí ese ninguneo que rechaza por principio lo popular todavía me disgusta, viéndolo hoy en perspectiva creo que, en realidad, Osvaldo luchaba principalmente contra sus propios fantasmas. Era él, como buen infante del periodismo, carne de redacción y hombre del estaño, quien se sentía fuera de lugar en ese mundo de profesores y sofisticaciones lingüísticas. Osvaldo, como Arlt y como Walsh, venía de otro palo. Y qué gran malentendido: él sintió que lo ubicaban en una supuesta clase turística y esperó en vano que lo pasaran a la primera.
Hay actualmente muchos escritores, críticos y ensayistas que lo catalogan como "un escritor menor". Pero eso ha ocurrido muchas veces con grandes escritores que sobrevivieron al olvido, y que luego, muertos y enterrados, ganaron finalmente la batalla del reconocimiento. Releerlo hoy me produce sensaciones fuertes y a veces contradictorias. Veo la inmadurez de algunas líneas, el maniqueísmo de ciertas situaciones, y también el prodigio de su imaginación, la perfección del diálogo, la construcción de entrañables perdedores, el uso deslumbrante de la escritura austera y fotográfica que predicaba Hemingway, el sentido alegórico y humorístico de sus historias y el uso magistral de la cultura del fútbol y de la melancolía argentina.
Fue un extraordinario articulista, que mezcló muchas veces la realidad con la ficción, y venció con una frase corta a cientos de ensayistas en su intento por definir el inexplicable movimiento político que domina la historia nacional. Uno de sus personajes, en un momento dramático, dice: "Si yo nunca me metí en política, yo siempre fui peronista". Y no existe en toda la bibliografía universal una definición más aguda del peronismo.
No se cumple ningún aniversario, pero nos asaltó hace unos meses la curiosidad de saber si Soriano seguía siendo leído en la Argentina o si efectivamente había sido olvidado. Héctor Guyot indagó entre editores y escritores, entrevistó a su viuda y consiguió una correspondencia inédita en español donde Osvaldo muestra las dudas que le provocaba su estilo literario. Miles de ejemplares de sus principales libros se siguen leyendo silenciosamente. Soriano sigue vivo.




Literatura y canon
Ni penas ni olvido


Miles de argentinos siguen leyendo a Osvaldo Soriano en silencio. Vende 20.000 ejemplares cada año y su figura continúa provocando antagonismos en el mundo intelectual. Su viuda, Catherine Brucher, recuerda la vida en común. Publicamos además cartas desconocidas, donde el autor expone dudas acerca de su propio estilo literario












Por Héctor M. Guyot
De la Redacción de LA NACION

Se apareció en la redacción de Primera Plana una noche de abril de 1969. Llegaba de Tandil sin aviso y Francisco Juárez, el Negro, entonces redactor de la histórica revista que conducía Tomás Eloy Martínez, lo vio tan solo que se sintió conmovido. De algún modo, él era el responsable de que ese hombre de 26 años con cara de bebé y bolsito al hombro estuviera allí pidiendo auxilio. Unas semanas antes, a Juárez le habían encargado una nota sobre las devociones de la Semana Santa. Pensó que alguien debía cubrir el famoso Vía Crucis de Tandil mientras él viajaba a San Juan, tras el culto a la Difunta Correa. "¿Tenemos a alguien en Tandil?", preguntó. Osiris Troiani recordó que en una charla que había dado allí un fanático de Primera Plana lo había vuelto loco a preguntas. Tenían sus datos y lo llamaron. El fanático era, claro, Osvaldo Soriano.
"Escribió un texto irreverente y desopilante en el que contaba la vida non sancta del reo que hacía de Cristo y develaba la interna clerical -cuenta Juárez a adn cultura-. El informe se reprodujo tal cual y con su firma. Cuando la revista llegó a los quioscos de Tandil, Soriano armó un bolso y emprendió la fuga. La secretaria de Primera Plana avisó que estaba en la recepción y Troiani me pidió que lo atendiera. Cuando me presenté exclamó: "¡Juárez!, lo imaginaba más viejo", como si yo hubiera sido una especie de héroe. Andaba sin plata y no tenía dónde dormir. La redacción estaba en Perú y Belgrano, así que caminamos por Avenida de Mayo hasta un hotel desvencijado. ?Acá´, dijo, porque vio que el hotel se llamaba Tandil. Se instaló en un cuartito de la terraza. Entonces le inventamos una nota sobre Berisso, para que saliera del paso."
Soriano llegaría a la literatura tal como había llegado a Primera Plana : sin que nadie lo hubiera llamado y con el mismo arrojo. ¿Cómo explicar si no Triste, solitario y final (1973), esa primera novela inclasificable, donde el género negro se cruza con un grotesco ingenuo y de cuño casi pop, en cuya trama aparecen Laurel y Hardy, el detective Marlowe y el propio Soriano? Ya estaban allí el oído infalible para los diálogos, el talento para que el disparate resultara verosímil y cargado de sentido, y una prosa empática que fluía sin obstáculos. Con todo eso se convirtió, a partir de la vuelta a la democracia, en un verdadero fenómeno de ventas que suscitaba elogios de escritores como Julio Cortázar, Italo Calvino y John Updike, al mismo tiempo que despertaba airados rechazos y era acusado de populista. Tal vez sin proponérselo, Soriano se convirtió en un caso alrededor del cual giraron ardientes debates de la época: la relación entre el periodismo y las letras, la disputa entre una literatura centrada en el lenguaje y otra enfocada en la historia y los personajes, y la ambigua relación entre lo culto y lo popular, entre el mercado y el arte.
Esos debates siguen vigentes, así como también el problema que muchos de los mejores escritores de entonces -incluido el que nos ocupa- acechaban de modo más o menos explícito desde sus libros: la cuestión insoluble de la identidad nacional. Para desplegar la idea en palabras del propio Soriano: "Qué somos, por qué nos va así, qué salida tenemos". Pero lo que discutíamos, en un reciente debate doméstico entre los miembros de esta redacción, era si la obra de Soriano seguía vigente. ¿Se lo sigue leyendo? ¿Cómo se lo lee? ¿Qué nos dicen hoy sus libros? Sin el apoyo de efemérides alguna, ya que el escritor murió hace poco más de doce años, esta nota busca responder esos interrogantes. En el incierto camino hacia las respuestas aparecieron providencialmente Catherine Brucher (su viuda, ver entrevista en estas páginas), un libro reciente publicado en Italia con cartas de Soriano al periodista y escritor Giovanni Arpino (ver recuadro) y la sospecha de que, aplacado ya el fuego que inflamó las polémicas en torno a sus novelas y su éxito, quizás hoy sea posible una relectura de su obra.
Despejemos primero el enigma de la cantidad: desde que, a partir de agosto de 2003, Seix Barral reeditó sus libros (siete novelas más sus volúmenes de crónicas periodísticas y un libro infantil, El Negro de París ) en ediciones a cargo de Juan Forn, Soriano ha vendido 138.000 ejemplares, cuenta Alberto Díaz, editor del Grupo Planeta. Triste? , a la que profesores universitarios recurren como material de lectura, es la novela suya que más se lee, de acuerdo con estas cifras, seguida de aquellas que el escritor publicó primero en el exilio: No habrá más penas ni olvidos (1978) y Cuarteles de invierno (1980). En conjunto, sus títulos venden unos 20.000 ejemplares por año. A la hora del análisis, Díaz compara el fenómeno de Soriano con el de Puig. "Ambos acuden a elementos de la cultura popular: el folletín en el caso de Puig, la novela negra y el grotesco en el de Soriano, y construyen una poética propia a la que se mantienen fieles. Así establecen un pacto muy fuerte con un universo de lectores que ellos mismos crean. Hoy Soriano no está olvidado: está siendo silenciosamente leído. Las buenas obras no quedan atadas a su tiempo. Vos podés no saber nada de la revolución de julio de 1830, pero leés a Balzac y te tragás la novela." Una poética propia
¿De qué está hecha esa poética de la que habla Díaz? En Soriano, biografía y estilo parecen ser términos especialmente ligados. Durante su infancia y juventud itinerantes, debido al trabajo de su padre en Obras Sanitarias (nacido en Mar del Plata en enero de 1943, Soriano vivió en San Luis, Río Cuarto, Cipolletti y Tandil), no hubo libros. Como él mismo contó, sólo cumplidos los veinte años llegaron Chandler, Hemingway y Erskine Caldwell, de quienes aprendería a escribir diálogos, y clásicos del siglo XIX como Los hermanos Karamazov , Madame Bovary y Rojo y Negro . Pero quizás el germen de su narrativa reside en los relatos que su madre le contaba mientras viajaban en tren por la pampa argentina. "Mientras comíamos me contaba escenas de Lo que el viento se llevó y de postre, las películas de El Gordo y el Flaco. Entonces reía y los hacía correr perseguidos por un fantasma o subir un piano inútil a un segundo piso equivocado", narró en Cuentos de los años felices (1993), a medio camino entre el recuerdo y la ensoñación. Toda su poética puede cifrarse en esa escena: ahí están el cine, el grotesco, el nomadismo y la voz querida que nos hace sentir menos solos. Iban, claro, al encuentro del padre, esa figura mítica siempre en fuga, origen y destino, metáfora de una identidad esquiva que más tarde perseguiría en sus historias.
Con ese bagaje más vivencial que literario, Soriano se integró a Primera Plana , donde su felicidad no duraría mucho: a los pocos meses, la dictadura de Onganía cerró la revista. Además del diario La Opinión (otro producto de Jacobo Timerman), Soriano pasaría por Semana Gráfica , Panorama y Confirmado . Allí, en esas redacciones donde se respiraba literatura y en las que conoció a Juan Gelman, Mempo Giardinelli, Miguel Ángel Bustos, Rodolfo Rabanal y Antonio Dal Masetto, entre otros escritores, Soriano encontró su escuela y escribió grandes crónicas reunidas en libros como Artistas, locos y criminales (1984) y Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988). "La fluidez y la capacidad de tomar al lector de la solapa y no soltarlo son recursos que Soriano aprendió del ejercicio del periodismo. Soriano es sobre todo un intuitivo de la técnica", dice a esta revista Tomás Eloy Martínez, que fue su jefe en aquellos años y recuerda que, durante su exilio venezolano, leyó una de las primeras versiones de Cuarteles de invierno (según Ricardo Piglia, el mejor libro que se escribió en el exilio sobre la dictadura argentina) y le envió por correo a Europa sus impresiones.
Primero en Bruselas y luego en París, ya unido a Catherine Brucher, su mujer, Soriano daba forma final a No habrá más penas... , que narra las luchas internas del peronismo en el ámbito de un pequeño pueblo, y a Cuarteles... , mientras trataba de afianzarse como escritor. Regresó a la Argentina en 1983, precedido por la aparición de sus tres novelas, editadas antes en Europa y que aquí encontraron una legión de lectores. Hubo un momento en que las tres estaban al frente de la lista de los libros más vendidos, y ése quizá sea el principio del caso Soriano. "Creo que esa situación, sin que yo me lo propusiera, me debe haber granjeado muchos odios -le dijo el escritor a Verónica Chiaravalli en una entrevista de junio de 1996, meses antes de su muerte-. Y la verdad es que es una historia que me incomoda bastante, porque no es el rol que hubiera querido desempeñar: ser best seller tiene una tradición de desprestigio que yo mismo compartía."
Juárez dice que a Soriano el éxito nunca se le subió a la cabeza. Lo manejó con sentido práctico, afirma: obtuvo más libertad y usó la fama para ponerse más exigente con las editoriales. En 1995 Editorial Norma pagó 500.000 dólares por los derechos de sus libros. Ya para entonces, tras la publicación de A sus plantas rendido un león (1986), Una sombra ya pronto serás (1990) y El ojo de la patria (1992), Soriano era un escritor premiado y traducido a más de quince lenguas que, a pesar de su tendencia al aislamiento, se había hecho también una imagen pública en la que eran legendarios sus hábitos noctámbulos (vivía y escribía de noche y dormía de día), sus dotes de impenitente narrador oral, su devoción por los gatos y su fanatismo por San Lorenzo de Almagro. Indiferencia y rechazo
En medio de ese éxito, la crítica académica lo ignoraba. Y esa indiferencia le dolía, cuenta Catherine Brucher. Aunque, aclara, no le quitaba el sueño. José Pablo Feinmann ha dicho que Soriano emergió en el momento equivocado y acabó siendo víctima de un esquema cultural marcado por la influencia de Derrida y los deconstruccionistas: "Ese señor que narra es postergado en nombre de los escritores exquisitos que le dan primacía al lenguaje, como Piglia, Saer y posteriormente Aira".
¿Es lo masivo, lo popular, enemigo de lo bueno? ¿Hay que optar entre unos y otros? "Se puede y se debe leer tanto a Saer como a Soriano -dice Tomás Eloy Martínez-. Saer trabaja con una gran conciencia del lenguaje y en un registro donde la poesía y aun la música son esenciales. En Soriano hay otros valores, como la construcción de la intriga y la creación de dos o tres personajes capaces de representar por sí mismos una metáfora de su época o ser símbolos alusivos a los delirios de un determinado momento histórico."
No es necesario, entonces, elegir entre Soriano y Saer. "Eso sería igual que tomar partido entre Borges y Arlt -afirma el escritor Juan Martini-. Yo soy un lector constante de Borges, pero no por eso he dejado de leer a Arlt. Soriano, como Arlt, es una mancha en la tradición glamorosa de una literatura que soñó durante mucho tiempo con una carta de ciudadanía que nunca tuvo." La comparación no es ociosa: a Soriano le han reprochado las mismas cosas que en su momento le endilgaron al autor de Los siete locos : que su escritura era obvia, que banalizaba la realidad y que apelaba a dudosos golpes de efecto. "La obra de Arlt debió esperar más de veinte años, desde la muerte del autor, hasta que un puñado de intelectuales la enarboló para oponerla a la obra de Borges", recuerda Martini, por las dudas. El campo de la literatura en algo se parece al del fútbol: siempre hay un River y un Boca.
Alberto Díaz rescata a Soriano del lugar de víctima: "Cada autor aspira a ser leído de una determinada manera, y creo que ese rechazo de la academia en parte fue buscado por el propio Soriano -arriesga-. Yo creo que se construyó una imagen pública por fuera de los pequeños cenáculos que lo ignoraban".
La indiferencia puede ser letal, pero Soriano recibió también críticas por demás virulentas, como aquella que Charlie Feiling publicó en la revista Babel tras la aparición de Una sombra... Allí, el autor de El agua electrizada afirmaba que la novela "le hace a la literatura argentina lo mismo que el Excelentísimo Sr. Presidente [por entonces Carlos Menem] al país". Calificó el libro de populista, deploró su escritura y lo encontró plagado de estereotipos y lugares comunes. "A Soriano no le gustaban las críticas y tomó medidas injustas contra gente que lo cuestionó. Eso no le quita mérito; era un hombre complejo, de la misma manera que era un tipo terriblemente querible, de una enorme simpatía y con una enorme capacidad para contar anécdotas", dice Liliana Heker en Osvaldo Soriano. Un retrato , libro en el que Eduardo Montes-Bradley reunió testimonios acerca de la vida y la obra del escritor.
"No toda la crítica le pegó -matiza Fernando Fagnani, uno de sus editores en los años en que publicó en Norma-. La crítica periodística estaba dividida y la académica lo ignoraba. Pero en todas partes las academias tienen sus propias agendas, que no son las que manejan los lectores y que también están determinadas por el pensamiento de la época." La angustia del nuevo libro
Gloria Rodrigué, su editora en Sudamericana, recuerda la angustia que le generaba la salida de un nuevo libro. "Se ponía muy obsesivo. A las dos semanas, en cuanto el libro funcionaba bien, se tranquilizaba y volvía a ser él mismo. Quería que salieran notas pero no quería darlas, nos pedía una descripción del medio y del periodista. En el fondo, era miedo a exponerse, cosa común entre los escritores. Eso sí, le encantaba reunirse con los vendedores de la editorial al final del día en un bar que había en la esquina. Ellos estaban encantados. Se quedaban horas charlando de fútbol."
Durante años, Susana Giménez quiso llevarlo a su programa de televisión, pero él se negaba. "Tratábamos de convencerlo y no había caso. Un día el productor le preguntó qué quería para ir al programa. Estar solo, contestó. Se lo concedieron y fue. Se sintió cómodo y al otro día le mandó a Susana un ramo de rosas. En el fondo era tímido y solitario. Prefería la tranquilidad de su casa", cuenta la editora, y recuerda que cuando Soriano llegaba a la editorial, el patio empezaba a llenarse de gatos que saltaban de los jardines vecinos.
Oliverio Coelho, un destacado narrador de las nuevas camadas, entiende que Soriano ha quedado relegado como un ícono y una referencia de otra generación. "Sus libros fueron productos de época acuñados con gran sentido de la oportunidad. [...] Tras la vuelta a la democracia, su figura pública, desplegada con oficio en incesantes intervenciones periodísticas, parodió y acondicionó el modelo tácito de Cortázar trocando el signo romántico por la contraseña populista", escribió en el diario Perfil en enero de 2007, alineado, muchos años después, con Feiling.
"A mi modo de ver -dice Coelho hoy-, el desprecio por Soriano, tanto como la devoción por sus libros, es de otra generación, la de Babel -Planeta Sur."
Sin embargo, así como los entonces jóvenes referentes de Planeta, Juan Forn y Rodrigo Fresán, se oponían a las plumas de Babel y encontraron en Soriano un mentor y acaso un amigo, hoy entre los jóvenes hay quienes profesan esa antigua devoción. A los 25 años, Noelia Fraguela, egresada de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de La Plata, está en plena etapa de edición de un documental sobre Soriano. "Me enamoré profundamente de sus libros -dice-. Con su melancolía, con su humor ácido e inteligente, Soriano puede explicar algo trágico como las sangrientas luchas peronistas de los años 70 y hacerte reír al mismo tiempo. Logró que el lector pueda sentirse identificado e interpelado en cada línea. Supo ver la realidad argentina y traducirla en literatura como ningún otro. Sus novelas no han perdido vigencia porque la historia es cíclica; o es crónica, diría, en la Argentina. Uno lee sus libros, les saca los nombres propios y las fechas y lee la actualidad."
Antes o ahora, la polémica (que tuvo su última manifestación pública en los textos que Guillermo Saccomanno y Beatriz Sarlo cruzaron en Radar a principios de 2007) no debería reducirse a la cuestión de narrar o no narrar. Soriano está lejos de haber sido un mero contador de historias. Su preocupación por la técnica y los resortes del relato se volvió con el tiempo un ejercicio más consciente. Así llegó a escribir La hora sin sombra (1995) donde, como señala Tomás Eloy Martínez en el prólogo de la edición de Seix Barral, el eje del relato es el trabajo de composición de una novela. A pesar de ser una novela sobre la escritura, La hora sin sombra no dejó afuera a los lectores habituales de Soriano porque, según Juan Martini, cuenta entre otras cosas una de las más bellas historias de amor de la literatura argentina. Sin duda, hubo un viraje en esta última obra del escritor: la parodia daba paso a un tono diferente y los personajes adquirían mayor complejidad y calado. Un lugar en el canon
Soriano murió de un cáncer de pulmón a los 54 años, el 29 de enero de 1997. Entre las cosas que dejó había, seguro, nuevos libros por escribir. ¿Alcanzan los que escribió para asegurarle un lugar en el canon? Pregunta vana, porque ese canon es algo que cada época reescribe de acuerdo con sus simpatías y rechazos. De cualquier modo, y a pedido, Martini ensaya sus razones: " Triste, solitario y final es uno de los puntos de partida del policial negro en la Argentina. Sólo eso justificaría su permanencia en el canon, que no es otra cosa que un programa de lecturas. Porque esa risueña parodia del policial lleva en sí todas las marcas (las mejores y las peores) de la generación del 60: las ilusiones, el fervor, el compromiso, los caprichos, los aciertos y los errores. Por otro lado, todas sus novelas, con mayor o menor logro, son el escenario de las señas de identidad de una sociedad y de los valores y las taras de la realidad y la política a lo largo de más de veinte años, de 1973 a 1995, que fueron los años en que aparecieron sus libros. Si no se lee a Soriano, no se entiende mucho de lo que pasó, y pasa, en la literatura, en el cine y en la política. Y eso es historia, eso es la cultura, nos gusten o no las novelas de Soriano".
Más allá del canon y otros espejismos de inmortalidad, tal vez nuevos lectores sean capaces de hallar en sus libros lo que seguro no envejece, lo que se esconde detrás de sus historias, hechas de pequeñas peripecias que remiten a algo que está más allá del texto: la ética del perdedor, la búsqueda de la identidad, la deriva y la intemperie como condición de la vida y, sobre todo, aquello que quizá sea la pulsión secreta de todo escritor: el relato como presupuesto del sentido.



Cartas de un escritor que duda y reflexiona sobre su estilo

Entre abril de 1977 y diciembre de 1984, Osvaldo Soriano mantuvo una intensa correspondencia con el periodista y escritor, nacido en la ex Yugoslavia y radicado en Turín, Giovanni Arpino (1927-1987), que entre sus muchas novelas escribió Esa dulce oscuridad, historia que fue llevada al cine por Dino Risi en la película Perfume de mujer, con la actuación de Vittorio Gassman. Las cartas entre ambos autores fueron recopiladas por Massimo Novelli en un libro, Bracconieri di storie, que la editorial Spoon River publicó en Italia en diciembre de 2007 y que Francisco Juárez prestó gentilmente a este cronista.
Soriano le escribe la primera carta a Arpino el 3 de abril de 1977, desde Bruselas. Allí le cuenta que ha leído con retraso el artículo que Arpino había escrito sobre Triste, solitario y final, aparecido en el diario La Stampa el 29 de noviembre de 1974. "Ninguna de las críticas aparecidas en los países donde se publicó Triste ... me ha emocionado tanto. Porque viene de quien viene, el artículo me parece exagerado e inmerecido."
El 17 de agosto de ese año, cuando ya habían intercambiado varias cartas, Soriano escribe: "En noviembre iré a Italia, pero no creo que me sea posible ir a Torino. Yo tengo por Italia un cariño que me desborda, y algún día le contaré cuánto lloré el día que vi Roma por primera vez. Por ahí dicen que nosotros somos italianos que hablamos español y nos creemos ingleses. A veces es cierto, salvo para el caso de Jorge Luis Borges, un escritor genial que es inglés, habla español y se cree argentino".
Tras haber leído en Estrasburgo Serena, una novela de Arpino, Soriano le escribe, el 26 de enero de 1978, una carta llena de admiración que deja ver las dudas y búsquedas que le provoca su propia escritura: "Estoy privado de la posibilidad de usar palabras o frases explosivas que puedan llevarte (llevarnos) a creer que detrás de la obra me deslumbra el amigo, el Arpino que conocí superficialmente en Torino y más profundamente en Liège. Tu novela es para mí la desgarradora certeza de lo que nunca podré hacer y siempre quise: contar un amor imposible con la sutileza y la fuerza desesperadas de un talento que no termina en la simple enumeración de acciones más o menos felices".
En noviembre de ese año, le escribe: "Hace dos días, leyendo L´ombra delle colline, en francés [...] comentaba a Catherine no ya tu natural talento para la construcción de los personajes, para "sumergirte" en la perturbación de esas vidas vacías (vacías?), sino mi propia impotencia [...]. Al leerte siento que mis personajes son de una banalidad rayana en la estupidez. Lo mismo me ocurre frente a Fitzgerald o a Nathanael West, o a Caldwell. Hay noches donde me digo que quizá el intento de presentar a los personajes como si el narrador fuera una simple cámara fotográfica, o cinematográfica (es decir: el narrador ignora qué lleva el personaje en sus bolsillos porque no lo ve, puesto que si lo viera sería dios) pueda llevarme a algo. Si no lo consigo haré el ridículo".
En la correspondencia había también espacio para el fútbol. "Los amigos me cuentan que en un pequeño club de Buenos Aires, Argentino Juniors, está la salvación del Torino -escribe Soriano el 7 de mayo de 1979-. Se llama Diego Armando Maradona, tiene 18 años y es, según los periodistas y mis propios amigos, el mayor jugador (aunque es petiso) de los últimos 30 años. Hace dos goles por partido (su equipo es miserable y va primero) y ya está en la selección nacional. Claro, todos los grandes, y el Barcelona, lo quieren comprar: cuesta, creo, cinco millones de dólares. Si el Torino tiene esa plata está salvado. Dicen que a su lado Sívori es un energúmeno. Después no digan que no les avisé." Al poco tiempo Maradona iría a jugar a Italia. Pero no al Torino de Arpino, sino al Napoli.
El tema recurrente, además de los editores, es la escritura. Le cuenta Soriano a Arpino: "Releyendo el libro de cartas de Raymond Chandler, me quedé con un párrafo: "Un escritor solo se salva escribiendo". Eso trato de hacer hoy".
H. M. G. © LA NACION


Entrevista
"Con Osvaldo éramos dos solitarios"
De paso por Buenos Aires, Catherine Brucher, viuda de Soriano, habló de la vida en común junto al escritor, a quien conoció en Bruselas cuando ella tenía 25 años y él iniciaba su exilio europeo



FOTO
EN BARILOCHE. Catherine Brucher y Osvaldo Soriano en una playa del Sur argentino

Foto: GENTILEZA CATHERINE BRUCHER

Por Héctor M. Guyot



De la Redacción de LA NACION



En respuesta a mi pedido de entrevista vía correo electrónico, Catherine Brucher, viuda de Osvaldo Soriano, me daba desde su Francia natal una buena noticia (estaba por viajar a Buenos Aires) y otra menos buena: "No me gustan mucho las entrevistas, pero eso no impide que nos encontremos para una charla informal. Así que estoy a su disposición".
Nos encontramos un sábado en el departamento de Palermo que el periodista Francisco Juárez comparte con su esposa, donde Catherine se alojaba. Alrededor de una mesa a la que también se sentó Manuel, el hijo que tuvo con el escritor, la charla se deslizó sin esfuerzo y Catherine desplegó la personalidad que aquel e-mail anticipaba: había en ella discreción y calidez por partes iguales. A medida que avanzaba la conversación, yo me decía que finalmente accedería a considerarla una entrevista con todas las de la ley.
"Nos conocimos en Bruselas, en febrero de 1976 -recordó-. Yo tenía 25 años y desde hacía unos meses estaba viviendo en una casa donde había argentinos, chilenos y uruguayos, algunos de ellos exiliados. Mi hermana vivía allí y yo había ido a visitarla desde Estrasburgo. Cuando llegué decidí quedarme un tiempo en Bruselas y conseguí trabajo como enfermera. Como vivíamos casi de modo comunitario, teníamos muy pocos gastos. Osvaldo venía de Tailandia, donde había ido a hacer unas notas, y de regreso decidió ir a ver a su amigo Félix Samoilovich, que vivía en esa casa de la Rue de la Pacification."
-¿Simpatizaron enseguida?
-Félix y Graciela Clementoni, su mujer, que lo querían mucho, ya me habían hablado de él y de las historias que siempre contaba. Me pareció muy tierno, muy simpático y hablador. Yo no sabía castellano y él no hablaba francés, y Graciela me traducía. Salvábamos la barrera del idioma con ayuda de gestos. Un día quiso decirme que yo era muy dulce y no sabía cómo. Entonces agarró el azúcar y dejó caer una cucharada. "Viste, así sos vos", me dijo.
-¿Qué pasó después?
-A principios de abril, poco después del golpe militar, Osvaldo volvió a Buenos Aires. Para entonces ya estábamos juntos y pensábamos reencontrarnos. Nos escribíamos, él en castellano y yo, en francés. Me compré un diccionario para traducir sus cartas. Osvaldo vivía aquí con una chica, pero cuando volvió la dejó y se fue a vivir a la casa de Tito Cossa. Y en junio regresó a Europa.
-¿Cómo fue el reencuentro?
-Muy bueno, sí, pero yo no me quería quedar en Bruselas. No me adaptaba, porque los belgas son muy distintos de los franceses. A Osvaldo tampoco le gustaba mucho Bruselas, pero menos le gustaba Estrasburgo, donde yo vivía, porque es una ciudad muy chica y él prefería las ciudades grandes. Él soñaba con vivir en París, pero yo no quería. Entonces me volví sola a Estrasburgo, en septiembre u octubre, y él se quedó en Bruselas. Hasta la mitad de 1978 vivimos así. Venía a verme a Estrasburgo, se quedaba uno o dos meses, después pasábamos un tiempo sin vernos y luego yo iba a Bruselas a estar con él. Nos separaban unos 300 kilómetros, que hacíamos en tren.
-¿Cuándo se reunieron en París?
-Yo salí de viaje por Egipto con una amiga y cuando volví le dije a Osvaldo que aceptaba vivir en París. Alquilamos un departamento cerca del cementerio de Père Lachaise. Era muy chico, pero era lo que podíamos pagar. Conseguí trabajo de enfermera, y él empezaba a escribir para medios de España. Estaba trabajando en la corrección de Cuarteles de invierno , creo. Por esa época se publicó en Francia Triste, solitario y final , que ya se había publicado en Italia. Vivíamos con lo justo.
-¿Ya tenía él ese hábito de escribir de noche y dormir de día?
-Cuando lo conocí, él ya vivía así. Pero yo, como enfermera, también trabajaba de noche. Los dos vivíamos de noche y dormíamos de día. Nos levantábamos a las 15 y después de desayunar solíamos ir a las librerías o al cine. Cenábamos, y él se ponía a escribir y yo hacía mis cosas, leía o me iba al trabajo. Era una vida sencilla. A veces venían amigos argentinos a casa, pero él nunca fue muy sociable y no le gustaba recibir gente en casa. No hace mucho me enteré de que la gente pensaba que la que no quería recibir era yo, pero eso no era así [se ríe]. Era él; le gustaba más ir a las casas de los otros.
-¿Quiénes eran los amigos de Soriano en esa época?
-Íbamos a cenar con Cortázar y su mujer, Carol Dunlop, que nos invitaban. También nos veíamos con Carlos Gabetta y con Eduardo Febbro, corresponsal de Página/12 . Y con el Tata Cedrón. Fueron lindos años, pero duros, porque Osvaldo sufría al estar lejos de la Argentina.
-¿Cómo veía el país desde allá?
-Escribía y recibía muchas cartas, y ésa era su manera de no cortar el cordón con su país. Era muy desordenado en la vida diaria, pero ordenaba las cartas por orden alfabético. Hace poco estuve reordenándolas, después de tantos viajes y mudanzas. Hay muchas de Tito Cossa, que son muy lindas. Tito le contaba todo lo que pasaba aquí, incluso en el fútbol. Hay también muchas de Daniel Divinsky y de Mempo Giardinelli, y otras de Tomás Eloy Martínez y Antonio Dal Masetto.
-Él decía que siempre había sido un poco vago. ¿Lo era para escribir?
-Para escribir, no. Era obsesivo con la corrección y estaba horas y horas sacando palabras y limpiando sus novelas lo más posible. Hasta que en un momento decía: "Aquí paro, no saco más porque no va a quedar nada". Para lo que lo apasionaba no era vago.
-¿En qué momento le empezó a ir bien con sus libros?
-Al año nos mudamos a otro departamento mejor, ya teníamos un poco más de plata; no me acuerdo si él había cobrado algo. Pero las traducciones no daban mucho dinero. El éxito llegó recién en Buenos Aires. Cuando estábamos en París, en el primer departamento, le ofrecieron trabajar en France Press, pero él había decidido que era escritor y no aceptó. Sí, era vago para trabajar [ríe].
-¿Cómo decidieron instalarse en Buenos Aires?
-Vinimos para la Feria del Libro de 1983. Era la primera vuelta de Osvaldo a la Argentina, y estaba muy contento de reencontrarse con amigos y con las calles de Buenos Aires. En la feria se sintió reconocido, dio charlas y lo vino a ver mucha gente. Decidimos comprar un departamento acá, porque ya estábamos bien económicamente.
-¿Qué impresión te produjo la Argentina?
-Yo le decía que Buenos Aires me hacía acordar a la Francia de los años sesenta, cuando la gente todavía sacaba la silla a la calle. Había un trato cálido, muy distinto del de París. Y estuve de acuerdo con él en vivir aquí. Volvimos, me acuerdo, para el estreno de la película No habrá más penas ni olvidos . Entonces compramos el departamento, el primero, en Sarmiento y Junín, un departamento chico, no muy lindo. Y nos establecimos a principios de 1984, creo. Gradualmente a Osvaldo le fue yendo mejor con sus libros. Cuando empezó a trabajar en Página/12 , ya estábamos más cómodos.
-¿Cambió Osvaldo con el éxito?
-No cambió en nada. Inclusive en cosas banales, como la ropa, siguió igual que siempre. Recuerdo que Andrés Cascioli le decía que tenía que comprarse ropa buena para vestirse más decentemente. Pero él siguió siendo una persona a la que le gustaba estar en casa, que evitaba las presentaciones de libros o las reuniones sociales.
-Y después se mudaron a La Boca, una casa que a Soriano le gustaba mucho...
-En la calle Del Valle Iberlucea, a unas cuadras de Caminito. Allí nació Manuel. Estuvimos diez años y nos hubiéramos quedado más, pero yo quería que Manuel fuera al Liceo Francés y quedaba muy lejos. A Osvaldo le gustaba La Boca. Salía a la calle y hablaba con todo el mundo, y con eso escribía sus notas, sobre todo las que hacía para Italia. Inventaba historias, claro, pero sus personajes surgían del barrio. Esa vida de barrio se perdió en Palermo, adonde nos mudamos después.
-¿Cómo era Soriano como padre?
-Tenía 47 años cuando nació Manuel y estaba con mucho miedo, como podrás imaginar. Pero fue sorprendente, porque perdió el miedo enseguida y se interesó mucho por su hijo. Cuando creció, le contaba cuentos casi todas las noches. Le preguntábamos a Manuel de quién quería una historia. Yo era incapaz de inventar y le leía, a veces en castellano y otras en francés. Osvaldo inventaba historias alocadas que a veces continuaba a la noche siguiente.
-¿Osvaldo era un tipo solitario?
-Sí, era muy solitario. Decía que nos llevábamos bien porque los dos éramos solitarios, y eso es cierto.
-¿Cómo se enteró de su enfermedad y cómo la asumió?
-Empezó en Francia, adonde había ido a terminar La hora sin sombra , con una tos y una dificultad para respirar. Cuando Osvaldo volvió, fue a ver al médico, que diagnosticó una neumonía. La dificultad para respirar siguió. Le hicieron unos estudios y fue a buscar los resultados con Pasquini Durán, porque yo estaba volviendo de Francia. Ya desde ese primer informe la cosa era grave. No se podía operar porque el tumor era demasiado grande y decidieron hacer quimioterapia. Eso fue muy duro. Él no quería que se supiera, sólo lo sabían unos pocos amigos: Pasquini, Tito Cossa, el Negro Juárez, que lo acompañaba al sanatorio. Osvaldo guardó el secreto unos meses. Después le bajaron las defensas, tuvo otra neumonía y se tuvo que internar.
-¿Cómo cambió su vida en esos últimos tiempos?
-Estaba muy cansado. Con las quimioterapias el cáncer se había reducido bastante, y los médicos decidieron operar. Antes de la internación, Osvaldo se puso a cambiar todo en el escritorio que se había hecho en la terraza y hasta compró una biblioteca, como preparando su vuelta. La operación salió bien, pero hubo una complicación posoperatoria. Fue todo muy rápido.
-¿Por qué decidiste volver a Francia tras su muerte?
-Al principio no sabía muy bien qué hacer. Pensaba quedarme, sobre todo por Manuel, que estaba en primer grado. Me decía que éste era el país de su padre, y pensaba que la parte argentina debía crecer en él más fuerte que la parte francesa. Fue Pasquini quien me dijo: "Tu hijo va a estar bien donde vos estés bien". Entonces fui a ver a un psicoanalista para que me ayudara y me dijo lo mismo. Así decidí volver a Francia.
-¿Y dónde viven hoy?
-Vivimos a 40 kilómetros de París, en un pueblito de dos mil habitantes que se llama Janville. Yo trabajo como enfermera en París, y el trabajo me mantiene activa. Manuel, que antes prefería vivir en un pueblo chico, ahora prefiere París, y cuando regresemos a Francia se va a instalar allí para estudiar.
-¿Cómo te gusta recordar a Soriano?
-Con su sonrisa. Cuando volvía a casa con su sonrisa.







Un porteño con acento francés



Manuel Soriano en Buenos Aires

A los 19 años, Manuel Soriano aún conserva en su rostro parte de ese parecido que era tan claro en las últimas fotos que se sacó con su padre, a quien perdió cuando tenía seis años y hoy reencuentra en sus libros y en sus propias memorias de infancia.
Manuel nació en Buenos Aires y habla un español muy correcto y con acento francés. Desde hace diez años vive con su madre en Francia, aunque está recién instalado en su departamento de soltero en París. Egresado de la Ecole de Roches de Normandía, en estos días se prepara para el difícil ingreso en el Institut de Sciences Politiques de París; otra alternativa, cuenta, es inscribirse en las carreras de Filosofía e Historia de la Sorbona.
Durante la entrevista sigue las respuesta de su madre con atención y se sorprende con algunos recuerdos. "¿Lograban descansar acostándose tan tarde?", pregunta muy serio cuando Catherine recuerda que, en los años de exilio, ella y Soriano se iban a dormir recién cuando empezaba a despuntar la luz del día. Sin embargo, termina reconociendo que cuando está de vacaciones y no tiene la obligación de levantarse temprano, también él se vuelve habitante de la noche y se acuesta a las 4 o las 5 de la mañana.
Rescata imágenes y recuerdos. "Solía estar con mi padre por la tarde, cuando volvía del colegio y lo encontraba frente a su mesa de trabajo o leyendo el diario -dice Manuel-. Jugaba bastante conmigo. Cuando era muy chico, me gustaba jugar con él a las peleas. ¿Fútbol? No tanto. Y él se enojaba un poco cuando yo no quería jugar a la pelota."
Manuel ríe cuando cuenta que, de chico, repetía en el colegio las historias desorbitadas que su padre le contaba por las noches, antes de irse a dormir: la maestra y sus compañeros lo trataban de mentiroso.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Cien años de soledad

Gabriel García Márquez
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de
recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo".
Así comienza la célebre
novela de García Márquez que vio la luz el 30 de mayo de 1967 en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires. Cien años de soledad ha sido traducida a más de 35 idiomas y se calcula que en los 36 años que dura su leyenda se han vendido más de 30 millones de ejemplares. Además de esto, en 1987 le conceden el Premio Nobel de literatura.
Tal vez esta sea la razón que me llevó a realizar el
análisisde esta obra, por su gran magnitud y reconocimiento que tuvo internacionalmente, y por el solo hecho que me "intrigaba" saber cual era su contenido para que halla sido premiada con un Premio Nobel.
Para realizar el análisis de una forma completa, investigue la vida del autor, el contexto sociopolítico en el cual él se encuentra y bajo que
movimiento literario se realizó, para así entender de una mejor manera el significado y objetivo con el cual Márquez escribió su obra. Y luego detenerme en los personajes, el lugar, la historia, el narrador, tiempo, etc.
EL AUTOR:
Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1928 en un pueblito de la costa atlántica de
Colombia llamado Aracataca. Fue el mayor de una familia numerosa de doce hermanos, que se podría considerar de clase media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes que, con la "fiebre del banano", llegaron a Aracataca en la primera década del siglo XX. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar: era hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de su hija con uno de los "aventureros" de la "hojarasca" (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes). Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa Santiaga consiguieron casarse, se alejaron de la familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando tenía que nacer su primer hijo, viajaron nuevamente a Aracataca para que él naciera allí. Luego de esto Gabriel García Márquez se quedó con sus abuelos hasta que, cuando tenía ocho años, murió Nicolás Márquez, su abuelo, al que él siempre consideró la figura más importante de su vida, (hasta el punto de que, tras su muerte, sentía que nada importante le había sucedido).
Se dice que hubo dos momentos en la vida de Gabriel García Márquez que lo han marcado y que le han servido como "inspiración" para escribir Cien Años de Soledad. Uno fue cuando regreso con su madre a su pueblo natal, luego de ocho años, para vender el caserón sus los abuelos. Fue quizá frente a las ruinas de aquella casa grande y muy triste, donde había vivido los primeros años de su vida con una hermana que comía
tierra, una abuela que adivinaba el porvenir y un abuelo atormentado por la sombra de un hombre al que había tenido que matar en un duelo, fue allí donde sintió tal vez por vez primera la necesidad de dejar constancia poética del mundo de su infancia. Y el otro fue trece años más tarde de aquel viaje, en un día de enero de 1965, mientras conducía su automóvil por una carretera de Ciudad de Méxicoa Acapulco, que sintió toda la soledad de América Latinay comprendió que había llegado el momento de encerrarse con sus fantasmas y fundar Macondo. Desde aquel día, Macondo y las estirpes condenadas a cien años de soledad, comenzaron a tomar cuerpo en su mente. Y por esto García Márquez ha dicho muchas veces: "Es muy difícil encontrar en mis novelas algo que no tenga un anclaje en la realidad". Su realismo es mágico precisamente porque es real.
Este paralelismo que hay entre Cien Años de Soledad y su historia es evidente. Veamos algunos de estos puntos:
Su abuelo, como José Arcadio Buendía, fue uno de los fundadores de Aracataca. En
la novelase nos cuenta que José Arcadio, abandona su pueblo al verse continuamente perseguido por el fantasma de Prudencio Aguilar, al que se vio obligado a matar por un problema de honor. La fundación de Aracataca, tal como Nicolás Márquez se la contaba a su nieto es muy parecida. También su abuelo mató en un duelo a Merardo Pacheco, y como consecuencia del lance se vio obligado a emigrar con su familia, llegando finalmente a Aracataca, el pueblecito donde nueve años más tarde nacería Gabriel García Márquez.
Nicolás Márquez era un sobreviviente de las dos últimas
guerras civiles y, como aquél tenía una larga progenie de "hijos de la guerra", todos de edades parecidas, que se alojaban en su casa cuando estaban de paso por el pueblo y que doña Tranquilina recibía como propios. Como es evidente, Nicolás Márquez es asimismo el modelodel coronel Aureliano Buendía que "promovió treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisietes mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento".
Úrsula Iguarán se inspira en la abuela Tranquilina, que no sólo presta su apellido a Úrsula, si no que, al igual que el personaje, murió ciega y loca. Tranquilina Iguarán es, efectivamente, el modelo de muchos de los personajes femeninos de García Márquez.
La inmensa y asombrosa casa de los abuelos la reconocemos en las sólidas y tristes mansiones de su mundo narrativo.
El nombre del pueblo imaginario creado por Márquez, Macondo, era en realidad el nombre de una de las muchas fincas bananeras Aracataca.
Los padres de Márquez cuando se casaron fueron a vivir a Riohacha. Luego él hace mención de este pueblo en su novela ya que José Arcadio Buendía y su
mujer, como también su familia, vivían allí hasta antes del remordimiento de la muerte de Prudencio Aguilar.

CONTEXTO SOCIOPOLÍTICO:
Colombia desde su pasado fue sido gobernada con alternancia entre los
grupos políticos liberales y conservadores. Lo que provoco a lo largo de su historia diferentes conflictos, guerras civiles, levantamientos y crisis sociales.
Luego de
la Segunda Guerra Mundial, la época de posguerra fue una de las crisis políticas más severas para Colombia. Tuvo como resultado directo de la profundización de los antagonismos entre los liberales y conservadores. El asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, dirigente del Partido Liberal, en Bogotá, 1948, desencadenó un levantamiento nacional en contra del gobierno conservador conocido como el Bogotazo, llevando a una escalofriante y larga oleada de violencia (casi trescientos mil muertos entre 1948 y 1962) que tendrá reflejo en la literatura de García Márquez y de otros escritores, hasta el punto de que la narrativa colombiana de estas décadas ha sido designada como "literatura de la violencia".
REALISMO MÁGICO:
En reiteradas oportunidades se puede demostrar que en Cien Años de Soledad el realismo mágico es una forma de narración que tomo Gabriel para relatar distintas circunstancias.
Esta narración que parte de elementos realistas, se interna en una
descripción pormenorizadora de los hechos, los personajes y la naturaleza de América, en la que "lo real" convive con "lo mágico". De esta conjunción nace el realismo mágico. El realismo mágico surge en uno de los extremos de lo real, y es allí donde se establece y edifica su narración. Ciertos hechos sorprendentes son tomados como naturales.
Los autores de este movimiento eligen los
procedimientos neobarrocos para su expresión literaria, ya que consideran que la desmesura de la realidad (reparar hasta en los detalles más insignificantes) y los acontecimientos de Latinoamérica encajan con precisión en los moldes de la artificiosidad y la parodia. Esta relación es tan estrecha que no existe manera de separar esta temática americana de los literarios.
Distintos ejemplos de realismo mágico en la obra elegida:
El
diálogo entre los vivos y los muertos:
"una noche en que no podía
dormir, Úrsula salió a tomar agua al patio y vio a Prudencio Aguilar junto a la tinaja. Estaba lívido, con una expresión muy triste, tratando de cegar con un tampón de esparto el hueco de su garganta. (...) - Vete al carajo- le grito José Arcadio Buendía-. Cuantas veces regreses volveré a matarte. (...) Una noche en que lo encontró lavándose las heridas en su propio cuarto, José Arcadio Buendía no pudo resistir más. – Esta bien, Prudencio – le dijo-. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo".
"Pero en realidad, la única
persona con la que él podía tener contacto desde hacía mucho tiempo era Prudencio Aguilar....Prudencio iba dos veces al día a conversar con él.....era prudencio Aguilar quien lo limpiaba, le daba de comer y le llevaba noticias....".6
La cruz:
" El miércoles de ceniza, antes de que volvieran a dispararse en el litoral, Amaranta consiguió que se pusieran ropas dominicales y la acompañara a la
iglesia. Más divertidos que piadosos, se dejaron conducir hasta el comulgatorio, donde el padre Antonio Isabel les puso en la frente la cruz de ceniza. De regreso a casa, cuando el menor quiso limpiarse la frente, descubrió que la mancha era indeleble, y que lo eran también la de sus hermanos. Probaron con agua y jabón, con tierra y estropajo, y por último con piedra pómez y lejía, y no consiguieron borrarse la cruz. En cambio, Amaranta y los demás que fueron a misa se la quitaron sin dificultad".
Cuando Remedios, la bella, desparecía volando con una sabana:
"Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano...".7
Cuando hubo en Macondo un diluvio que duro más de cuatro años:
"Llovió cuatro años, once meses y dos días".7
La peste del insomnio con la cual los que se enferman dejan de dormir y olvidad el nombre de las cosas, personas y de su propia
identidad.
Cuando José Arcadio Buendía enloquece por el recuerdo de todos los que habían muertos, y sus familiares lo dejaron atado a un castaño.
Cuando el padre Nicanor, por efecto del chocolate humeante, y como demostración del infinito
poder de Dios, se eleva doce centímetros del suelo, y además lo va demostrando públicamente por las casas.
La cantidad de años que vivió uno de sus personajes, Úrsula:
"La última vez que le habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre ciento quince y los ciento veintidós años". 7
La lluvia de flores:
"Poco después cuando el carpintero tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas".7
Cuando nace el último miembro de la familia con cola de cerdo:
"Sólo cuando lo voltearon boca abajo se dieron cuenta de que tenía algo más que el resto de los hombres, y se inclinaron para examinarlo. Era una cola de cerdo". 7
Cuando el último integrante de la familia Buendía lo comen las hormigas:
" Y entonces vio al niño. Era un pellejo hinchado y reseco, que todas las hormigas del mundo iban arrastrando trabajosamente hacia sus madrigueras por el sendero de piedras del jardín". 7
RECURSOS ESTÉTICOS:
Uno de los
recursos estilísticos mas usado por García Márquez en esta obra es la hipérbole o la exageración. Haciendo una mezcla entre lo fantástico y lo real utilizando a la hipérbole como nexo de un modo tan perfecto que ya nadie sabe donde están las fronteras de uno y el otro. Es el arte hiperbólico y distorsionado lo que hacen de Macondo un lugar fantástico, donde no cabe destruir la envoltura de su encantamiento y contar su historia así.
En Macondo no se puede distinguir entre la realidad y la irrealidad, Macondo es un territorio mágico, donde cualquier cosa puede pasar por otra. Lo maravilloso convive con lo cotidiano y a través de un
lenguaje evocador y preciso, es posible hacer vivir lo inverosímil. La construcción imaginaria tiene sus raíces profundas en la realidad americana.
Algunas hipérboles y exageraciones en Cien Años de Soledad:
Rasgos con los cuales se define a José Arcadio Buendía:
"conservaba su
fuerza descomunal, que le permitía derribar un caballo agarrándolo por las orejas", "no supo en qué momento se le subió a las manos la fuerza juvenil con que derribaba un caballo", "necesitaron diez hombres para tumbarlo, catorce para amarrarlo, veinte para arrastrarlo hasta el castaño del patio".
Respecto al Coronel Arcadio Buendía:
"promovió treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisietes mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento", "Se disparó un solo tiro de pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar ningún centro vital".8
Cuando José Arcadio Buendía manda a través de un mensajero su descubrimiento:
"...al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste, antes de conseguir una ruta de enlace con las mulas del correo". 8
En cuanto a Melaquídes:
"Sobrevivió a la pelagra en Persia, al escorbuto en el archipiélago de Malasia, a la lepra en Alejandría, al beriberi en el
Japón, a la peste bubónica en Madagascar, al terremoto de Sicilia y a un naufragio multitudinario en el estrecho de Magallanes". 8
SÍNTESIS DEL ARGUMENTO:
La historia transcurre en un pueblo llamado Macondo, el cuál fue fundado por José Arcadio Buendía debido a que éste se marchó de Riohacha junto a su esposa, Úrsula Iguarán, por haber matado de duelo a un hombre. Ellos se habían casado a pesar de ser primos, un precedente indicaba que de un
matrimonio en el cual hubieran vínculos familiares podía nacer un hijo con cola de cerdo, pero por suerte eso no ocurrió. Tuvieron tres hijos, y así empieza la historia de la familia Buendía, que es la primera generación que comienza por describir Márquez.
Luego aparece un personaje llamado Melaquíades, un gitano de múltiples conocimientos intelectuales, y que afirmaba poseer las claves de Nostradamus, razón por la cual le deja escrito a José Arcadio un pergamino, el mismo pasa de por las seis generaciones sin haber sido podido descifrar.
Solamente el último Aureliano, luego de que se cumpliera el
mito de que el hijo de familiares nacería con cola de cerdo y se lo comieran las hormigas, pudo revelar las claves con que estaba escrito aquel pergamino. Éste contenía nada menos que la historia de la familia ordenada en tiempo y espacio, pero escrita cien años antes.
NARRADOR:
Al comenzar a leer el
libro nos damos cuenta, con la primera frase que es un narrador omnisciente, es decir, exterior e invisible con relación al mundo a lo mundo narrado.
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que el padre lo llevo haber el hielo".
Se puede apreciar que el narrador se encuentra fuera de la historia, es importante recordar que el narrador omnisciente sabe el pasado, presente y futuro de los personajes y de la historia. Pero también éste desaparece y da paso a los diálogos de los personajes.
Si bien a lo largo de toda la novela podemos afirmar que el tipo de narrador es el omnisciente, como ya de dijo, en la última frase de Cien Años de Soledad, se ve lo contrario, ya que se cambia el narrador.
"Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o espejismos) seria arrasada por el viento y desterrada de
la memoria de los hombres y en el instante en que Aureliano Babilonia acaba de descifrar los pergaminos y todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra".9
En este momento el narrador situado afuera de la historia pasa a ser un personaje a vivir dentro de la historia.
LUGAR:
La historia transcurre en Macondo, un pueblo creado e imaginado por Gabriel García Márquez. Es aquí donde suceden los hechos que si bien se apoyan de hechos reales se transforma en ideal por la fantasía del autor, donde todo es posible: seres más que centenarios, lluvias que duran más de cuatro años, apariciones y diálogos con muertos, alfombra que vuelan, etc.
En sus comienzos, Macondo, era un "mundo ideal", un paraíso.
"Macondo era entonces una aldea de veintes casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos".
"En pocos años, Macondo fue la aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era de verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto". 10
Pero en el transcurso de la historia este mundo de realidades mágicas se ve afectado cuando entra "el mal" en Macondo, las guerras civiles, la fiebre del banano, la llegada de gente de distintos lugares a raíz de
la empresa bananera, el odio político, pobreza, las matanzas, las sequías, la llegada del ferrocarril, lo que solo trae desgracias y muertes. Así, lo imaginario y lo real se enlazan con la historia de Colombia y con los males que afecta a toda Latinoamérica. Y terminando con el exterminio total de la aldea Macondo.
"Macondo estaba en ruinas. En los pantanos de las calles quedaban muebles despedazados, esqueletos de
animales cubiertos de liros colorados, últimos recuerdos de las hordas de advenedizos que se fugaron de Macondo tan atolondradamente como habían llegado". 10
"Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros ...". 10
TIEMPO:
Pero en realidad el tiempo de la novela no es sucesivo, cíclico o cronológico, sino cerrado. Se pueden ver distintos rasgos o
características en ésta novela:
Constantes saltos del presente al pasado y repentinamente al futuro.
"José Arcadio Buendía quien decidió por esos años que en las calles del pueblo se sembrarán almendros en vez de acacias, y quien descubrió sin revelarlos nunca los
métodos para hacerlos eternos. Muchos años después cuando Macondo fue un campamento de casas de madera y techos de cinc, todavía perduraban en las calles más antiguas los almendros rotos y polvorientos, aunque nadie sabía entonces quien los había sembrado". -El hombre de Rebeca Buendía el único que tuvo siempre y llevo con dignidad hasta la muerte". 10
"Aureliano apareció vestido de terciopelo negro entre Amaranta y Rebeca tenía la languidez y la misma mirada clarividente que había detener años más tarde frente al pelotón de fusilamiento". 11
"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces...".
Es circular, porque hay varios hechos que se repiten cada cierto tiempo. Los mismos nombres, las mismas características de los personajes se heredan de generación en generación, y los hechos son similares hasta el fin de la novela.
"El hijo de Pilar Ternera fue llevado a casa de sus abuelos a las dos semanas de nacido. Ursula lo admitió de mala gana, vencida una vez más por la terquedad de su marido que no pudo tolerar la idea de que un retoño de su
sangre quedara navegando en la deriva, pero impuso la condición de que se ocultara al niño su verdadera identidad. Aunque recibió el nombre de José Arcadio, terminaron por llamarlo simplemente Arcadio para evitar confusiones".11
"Cuando nació el hijo de Aureliano y Pilar Ternera y fue llevada a la casa y bautizado en ceremonia íntima con el nombre de Aureliano José..". 11
"Que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irreparables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la eternidad de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del eje". 11
Es lineal porque toda la vida de estos personajes estaba narrada en unos pergaminos escritos por uno de los personajes:
"...radicaba en que Melquíades no había ordenado los hechos en el tiempo convencional de los hombres, sino que concentró un siglo de episodios cotidianos, de modo que todos coexistieran en un instante." 11
PERSONAJES:
En ésta novela aparecen muchos personajes, casi todos con relación familiar, y con nombres repetitivos. A continuación haré una descripción de los más destacados o importantes bajo mi criterio.
José Arcadio Buendía: es el fundador de Macondo y el primero de la estirpe. Es un hombre con una fuerza descomunal, emprendedor, soñador, obsesivo y con mucha imaginación, que siempre estaba probando
inventos nuevos y haciendo cosas para mejorar la comunidad. Pero con el correr de los años se fue convirtiendo en un holgazán, descuidado en el vestir, con una barba salvaje.
"José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea ...". 11
"José Arcadio Buendía se convirtió en un hombre de aspecto de holgazán, descuidado en el vestir, con una barba salvaje que Ursula lograba cuadrar a duras penas con un cuchillo de cocina". 12
" Pero poco a poco lo fue abandonando a su soledad, porque cada vez se les hacía más difícil
la comunicación. Estaba perdiendo la vista y el oído, parecía confundir a los interlocutores con personas que conoció en épocas remotas de la humanidad, y contestaba a las preguntas con un batiburillo de idiomas".
El recuerdo de los muertos lo atormentaba, lo que hizo que de alguna manera se enloqueciera, razón por la cual lo dejan atado a un castaño. Luego de un tiempo fallece.
"Esa noche, Pietro Crespi lo encontró en el corredor, llorando con el llantito sin gracias de los viejos, llorando por Prudencio Aguilar, por Melaquídes, por los padres de Rebeca, por su papá y su mamá, por todos los que podía recordar y que entonces estaban solos en al muerte". 12
"Entonces agarró la tranca de una puerta y con la violencia salvaje de su fuerza descomunal destrozó hasta convertirlos en polvo los aparatos de alquimia...". 12
"Cuando llegaron Úrsula y Amaranta todavía estaba atado de pies y manos al tronco del castaño, empapado de lluvia y en un
estado de inconciencia total. Le hablaron, y él las miró sin reconocerlas y les dijo algo incomprensible". 12
Úrsula Iguarán: es la madre y el eje de la familia Buendía, por lo cual es la esposa y a la vez la prima de José Arcadio Buendía. La describen como laboriosa, autoritaria, dedicada, activa, menuda, severa, incrédula, espontánea, bella, libre, intuitiva por lo que su temperamento tenia enfrentamiento con su marido, aunque siempre cedía a las elocuencias de su marido.
"La laboriosa de Úrsula andaba a la par con la de su marido. Activa, menuda severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerínes de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca". 12
Este personaje está presente en casi toda la obra, ya que al fallecer tiene como ciento veinte años. Sus últimos años lo paso prácticamente postrada en una cama y ciega.
"Amaneció muerta el jueves santo. La última vez que le habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre ciento quince y los ciento veintidós años". 12
Amaranta Buendía:es la única hija mujer de José Arcadio y úrsula, era una mujer sin prejuicios, alegre, moderna y cruel.
" Un jueves de enero, a las doce de la madrugada, nació Amaranta. Antes de que nadie entrara al cuarto, Úrsula la examinó minuciosamente. Era liviana y acuosa como una lagartija, pero todas sus partes eran humanas". 12
Rebeca Montiel: es la hija adoptiva de Úrsula y José Arcadio. Llega a Macondo procedente de Manuare y tare con ella la peste del insomnio. Come tierra y cal cuando esta desesperada. Se enamorada del refinamiento y la buena
educación de Pietro Crespi. Pero se entrega a la pasión de José Arcadio hasta convertirse en su esposa.
"El domingo, en efecto llega Rebeca. No tenia más de once años. Había hecho el penoso viaje desde Manaure con unos traficantes de pieles que recibieron el encargo de entregarla junto con una
carta en la casa de José Arcadio Buendía, pero que no pudieron explicar con precisión quién era la persona que les había pedido el favor".
José Arcadio: es el primer hijo de la familia Buendía. Se desarrolla a temprana edad, tenía la cabeza cuadrada, el pelo hirsuto y el
carácter voluntarioso de su padre.
"Tenía la cabeza cuadrada, el pelo hirsuto y el carácter voluntarioso de su padre. Aunque llevaba el mismo impulso de crecimiento y fortaleza
física, ya desde entonces era evidente que carecía de imaginación".13
Empezó a mantener relaciones sexuales con Pilar Ternera, una mujer que se dedicaba a leer las
cartas, que no tardó en quedarse embarazada.Pero cuando llegaron los gitanos, José Arcadio vio a una joven gitana de la cual se enamoró rápidamente. Al día siguiente este se había fugado con los gitanos y la chica. Regreso tras varios años, todo tatuado y luego de dar la vuelta al mundo. Posteriormente se casa con Rebeca.
Aureliano: es el segundo hijo de José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán. El coronel Aureliano Buendía es el primero de los nacidos en Macondo y en el se combinan la pasión por
la ciencia y por las armas. Silencioso y solitario.
Se caso con Remedios Moscote, pero al poco tiempo de esto ella muere por equivocación envenenada. Tras este hecho Aureliano sige un vículo con el padre de ella, el corregidor, quien le dide que intervenga en unas elecciones que se realizaron en el pueblo. Fue ahí cuando se dio cuenta del
fraude electoral que realizaron los conservadores, y luego de diferentes acontecimientos se convirtió en Coronel. Participo de numerosos levantamientos y guerras, pero se vio condenado a la soledad.
"Aureliano, es el primer ser humano que nació en Macondo, iba a cumplir seis año en marzo. Era silencioso y retraído". 13
" La muerte de Remedios no le produjo la conmoción que temía. Fue más bien un sordo sentimiento de rabia que paulatinamente se disolvió en una frustración solitaria y pasiva, semejante a la que experimentó en los tiempos en que estaba restringido a vivir sin mujer". 13
Un rasgo que se presenta del Coronel es una especie de intuición o predicción que tiene sobre los hechos, esto se pueden ver de forma muy clara en dos episodios:
"...un día en que el pequeño Aureliano, a la edad de trece años, entró a la cocina en el momento en que ella retiraba del fogón y ponía en la mesa una olla de caldo hirviendo. El niño, perplejo en la puerta, dijo: <> La olla estaba bien puesta en el centro de la mesa, pero tan pronto como el niño hizo el anuncio, inició un movimiento irrevocable hacia el borde, como impulsada por un dinamismo interior, y se desplazo en el suelo".
"El Coronel Arcadio Buendía disponía entonces de tiempo para enviar cada dos semanas un
informe pormenorizador a Macondo.....le escribió a Úrsula: Cuiden mucho a papá porque se va a morir. Úrsula se alarmó. , dijo".14
José Arcadio fue asesinado por unos
niños, estos lo ahogaron.
Melquíades: es un extraño personaje, que llegó varias veces al pueblo con grandes invenciones, como la lupa, el imán, la alquimia, la brújula, la dentadura postiza, el hielo, etc. Era un hombre honrado, inteligente, con una inmensa sabiduría, misterioso y triste al cual le gustaba realizar largos
viajespor el mundo. Usaba un sombrero grande y negro. Ayuda a José Arcadio Buendía a construir su laboratorio, siendo un gran amigo y maestro para él.
Este gitano alquimista genera la intriga fundamental de la novela: los pergaminos. Éstos son
tratados de descifrar por varios de los miembros de la familia Buendía, pero solamente el último Aureliano pudo leer y entender su contenido.
"Era un fugitivo de cuantas plagas y catástrofes habían flagelado al
género humano. Sobrevivió a la pelagra en Persia, al escorbuto en el archipiélago de Malasia, a la lepra en Alejandría, al beriberi en el Japón, a la peste bubónica en Madagascar, al terremoto de Sicilia y a un naufragio multitudinario en el estrecho de Magallanes. Aquel ser prodigioso que decía poseer las claves de Nostradamus, era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas". 14
CONCLUSIÓN:
" y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra". 14
Con esta frase Gabriel García Márquez termina su obra, y bajo mi opinión ésta le otorga un significado final muy especial, recalcando el sentido de la obra ya mencionado en todo el
desarrollo del libro.
Cien años de Soledad es la historia de un pueblo y de una familia ficticia, pero que es una representación de la realidad en la que vivimos, de nuestra
sociedad y de cada uno de nosotros, a pesar de que fue escrita ya hace 37 años, su vigencia es notoria. Ya que en esta obra se pueden ver todos las modificaciones que se producen a raíz del odio político, las guerras civiles, los intereses económicos, las matanzas, la pobreza, la desesperanza, el conformismo, la llegada de inmigrantes, e innumerables cosas más. Y, si bien el autor describe hechos mágicos o fantásticos que no suceden en la vida realidad, hoy en día pasamos en alto o tomamos como "normal" hechos que no deben ser parte de nuestras vidas, como el numerosos de desocupados, los robos, los asesinatos, las crisis sociales, los secuestros....
Gabriel García Márquez nos llama a cada uno de nosotros a reflexionar, a pensar realmente en que queremos ser, en que debemos aprovechar la oportunidad que tenemos en esta tierra, porque ésta es única e irrepetible. Y que depende solamente de nosotros nuestro futuro, si queremos vivir felices o en soledad.
BIBLIOGRAFÍA:
García Márquez; "Cien años de soledad", Editorial Sudamericana, 1967
Loprete, Carlos Alberto; "Literatura Hispoamericana y
Argentina", 1975
Bracaccini, Graciela; Calero, Silvia; " Literatura Argentina e Hispoamericana", Editorial Santillana, 1994
"Enciclopedia
Microsoft Encarta", Microsoft, 1998
Internet:
Entrevista con García Márquez publicada por el periódico español "El Mundo"; Biografía de Gabriel García Márquez de: "Solo Literatura"
Ver también