viernes, 26 de septiembre de 2008

Las confesiones de León Tolstói


La edición de las cartas del autor de La guerra y la paz cierra el retrato más completo del escritor ruso y reflejan la lenta conversión del Tolstói de conde a monje. En su país todavía perduran colonias que viven bajo el ideario naturista y legado del creador de Ana Karenina.


Por: Joseph Massot para La Vanguardia y Clarín


CARTA A SOFIA "Mi partida te afligirá. Lo lamento, pero entiéndeme y créeme que no podía seguir viviendo en estas condiciones de lujo en las que he vivido hasta ahora", le escribió Tolstói a su mujer en 1910.

Sólo la muerte prematura (Dostoyevsky, Pushkin...) salva a un escritor ruso de convertirse en un profeta (Tolstói, Solzenitsin...). La traductora mexicana Selma Ancira presenta en España, en Acantilado y tras ocho años de trabajo, el autorretrato más completo del autor de Ana Karenina: los diarios, reunidos en dos tomos, y una selección de su vasta correspondencia: 390 cartas elegidas entre las 10.000 guardadas en una habitación blindada en Moscú.
Selma Ancira, gracias a la Fundación de Arte y Cultura de México, pudo instalarse en Moscú para consultar los manuscritos originales y publicar por primera vez los textos sin censura alguna, ni soviética ni de los editores timoratos o poco rigurosos de los años 40 y 50. "Me planteé la edición de los diarios y la correspondencia de modo que cada entrada del diario o cada carta fueran una tesela del mosaico para completar el retrato de cuerpo entero de Tolstói".
Un retrato en movimiento. "Para vivir honradamente -decía el escritor- es necesario desgarrarse, confundirse, luchar, equivocarse, empezar y abandonar, y de nuevo empezar y de nuevo abandonar, y luchar eternamente y sufrir privaciones. La tranquilidad es una bajeza moral".
¿Qué retrato aparece? Un hombre impetuoso, apasionado, fogoso, descarriado, de aguda inteligencia, mezclado todo ello con un sentimentalismo exacerbado, en autoanálisis permanente y en búsqueda ansiosa de la verdad. Un sentimentalismo que no le impedía ser cruel con Shakespeare o retar a duelo a Turguenev, después de escribir que él perduraría más que Dostoyevsky, a quien no conoció, "un hombre en el que -reprochaba- todo es lucha".
Una personalidad compleja y contradictoria, lector de Buda, Mahoma, Lao Tse, la Biblia, Epícteto, Kant, Nietzsche, en francés, inglés, alemán, griego, atormentado por dejarse vencer por la práctica del sexo, que encontraba "repugnante" y no conseguir el ajuste ideal entre su ética y su vida. A Selma Ancira, sumergida en el mundo Tolstói durante ocho años, aún le siguen sorprendiendo las paradojas: de cazador entusiasta a naturista vegetariano, de bebedor, jugador y fumador empedernido a fomentar ligas antialcohol y antitabáquicas, de escribir, en 1854, en la campaña del Cáucaso frases como "es cierto que es un placer un poco extraño el ver a las personas matarse unas a otras", a ser un defensor de la resistencia no violenta que se carteaba con Gandhi. Un Tolstói que consolaba a un amigo postrado: "No se aflija por su enfermedad. Está bien estar enfermo. De otra manera sería demasiado difícil morir".
Los diarios y las cartas desmienten el cliché de un primer Tolstói europeo frente a un Dostoyevsky eslavo. "Tolstói vuelve de su viaje a Europa horrorizado, por ejemplo cuando asiste en París a una decapitación por guillotina: no entiende cómo se puede acabar con la vida de un ser humano con tanta frialdad".
Es el repudio a su clase social, al fantaseo, al arte por el arte, cuando la realidad que ve cada día supura infamia, injusticia, sufrimiento y miseria, lo que le mueve a recriminar a Bernard Shaw su ironía, a Goethe su rima intelectualizada, a su mujer su predilección por la futilidad de la vida urbana, o, en definitiva, a reprocharse a sí mismo el abismo que ve entre Tolstói escritor y el autor de sus exámenes de conciencia diarios, hasta el punto de execrar sus novelas, como Ana Karenina -"ojalá alguien pudiera acabarla por mí, es repulsiva"- o Guerra y paz, reescrita por entero ¡siete veces!
La transformación de Tolstói de conde a monje fue progresiva. Escritor compulsivo, su interés insaciable por el mundo le llevó a interesarse por la filosofía, la religión, la reforma social o la pedagogía - "he encontrado 150 textos pedagógicos de Tolstói que aún se dan a leer a los niños en Rusia y en las colonias que él fundó y que siguen sus tesis; he podido comprobar por mí misma que los niños salen risueños y alegres", dice Selma Ancira.
El ideario de Tolstói era un personal humanitarismo cristiano. "Jamás creeré en la sinceridad de las convicciones cristianas, filosóficas o humanitarias de alguien que hace vaciar el orinal a una sirvienta. La máxima moral más simple y más breve: que los otros lo sirvan a uno lo menos posible, y servir uno a los otros en la medida de lo posible. Exigir de los otros lo menos posible, y darles lo más posible".

Un amor de novela

Otro de los misterios de Tolstói es su relación con Sofía, su mujer. Se casaron cuando él tenía 36 años y ella 18. Tolstói -sostiene Selma- cometió el error de dejarle leer sus diarios de soltero, donde confesaba su turbulenta vida sexual. Lo hizo pocos días antes de contraer matrimonio y, según los diarios de Sofía, ella sufrió una decepción que arrastró toda su vida. Tuvo 13 hijos, de los que vivieron 8. Jamás entendió la vida campesina y humilde que quería llevar su marido y se resistió a que Tolstói entregara sus tierras a los pobres y dejara libres de derecho sus obras literarias. Se enamoró de un músico y Tolstói se vengó cruelmente escribiendo Sonata a Kreutzer, humillándola ante sus hijos -le obligó a leérsela en voz alta- y ante toda Rusia.

Según Selma Ancira, eso está en el origen del odio a Beethoven y a la pintura que el autor expresó en ¿Qué es el arte? Las salidas de su mujer y el músico fueron precisamente a un concierto de Beethoven donde se interpretaban las obras criticadas por Tolstói y a exposiciones de pintura citadas negativamente en el libro. El final de su relación es digno de un drama, con notas de thriller: a los intentos de fuga de Tolstói, Sofía, ya montado su marido a caballo, respondía agitando a gritos desde la ventana un frasco de arsénico o arrojándose vestida a un estanque de agua helada. Al final, Tolstói, con 82 años, se escapó con su hija Sasha.

Celebérrimo en toda Rusia, compraba en las estaciones de tren billetes a destinos falsos para despistar a Sofía. Emprendió su último viaje en un furgón humilde, con el viento gélido del invierno ruso colándose por las ranuras. Enfermó de pulmonía y le depositaron en una barraca. Su mujer dio con él, pero Tolstói, agonizante, se negó a recibirla. Hay una foto estremecedora que refleja el drama. Sofía intentando escrutar desde la calle, a través de la ventana, el cuartucho donde yace su marido, al que no puede acceder, después de vivir con él 48 años, en la hora de su muerte. Fue en 1910, siete años antes de que el vendaval revolucionario acabara con la vieja Rusia.


Tolstói Básico

Y. Poliana, 1828 - Astapovo, 1910.
Escritor
La vida de Tolstói fue tan rica, variada y emocionante como su vasta obra. De joven tuvo un apetitosexual inagotable; casado, tuvo 13 hijos. En 1876, una crisis espiritual lo llevó a formular unainterpretación personal del cristianismo que influyó profundamente a Ghandi. Su Guerra y Paz es considerada la máxima novela realista jamás escrita.

A su tía Alexandra (1873)
"No piense que no fui sincero cuando le dije que en este momento Guerra y paz me resulta repugnante. Hace unos días tuve que echarle una mirada para decidir si debo hacer o no correcciones para la nueva edición, y soy incapaz de transmitirle el arrepentimiento y la vergüenza que sentí al revisar muchos de los pasajes. Era un sentimiento semejante al que experimenta una persona cuando ve las huellas de una orgía en la que participó. Lo único que me consuela es que me entregué a esa orgía con toda el alma y en ese momento pensaba que era lo único que existía".


A su mujer Sofía (1910)
"Mi partida te afligirá. Lo lamento, pero entiéndeme y créeme que no podía hacer otra cosa. Mi situación en casa se vuelve, se ha vuelto insoportable. Además de todo lo demás, no puedo seguir viviendo en estas condiciones de lujo en las que he vivido hasta ahora, y hago lo que suelen hacer los ancianos de mi edad: se retiran de la vida mundana para vivir en paz y en soledad los últimos días de su vida. Por favor, entiéndelo y no vayas a buscarme si te enteras de dónde estoy. Eso no haría sino empeorar tu situación y la mía, pero de ninguna manera modificaría mi decisión. Te agradezco esos honestos cuarenta y ocho años de tu vida conmigo y te pido que me perdones por todo aquello de lo que sea yo culpable frente a ti, como yo te perdono de todo corazón por todo aquello de lo que puedas ser culpable frente a mí".

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