miércoles, 8 de julio de 2009

Seis poemas de Borges

UN CAMINO QUE SE INICIO HACE CASI 24 AÑOS EN UNA REUNION INFORMAL
Poemas que habrían sido de Borges, en una historia digna de un cuento

El artista Guillermo Roux cuenta cómo el escritor le entregó a su mujer seis de sus poemas. Un camino que se inició hace casi 24 años.

Por: María Luján Picabea





POLEMICA. Los 5 sonetos que se le atribuyen a Borges fueron publicados en distintos medios del mundo pero nunca fueron reconocidos.


Es una historia rara, rarísima. Bien podría ser un cuento de Borges", comenta el artista plástico Guillermo Roux mientras escarba papeles desparramados en la mesa de su casa. Claro que no son papeles cualquiera, se trata de las copias de seis poemas que, cuenta Roux y su compañera Franca Beer, Borges les entregó en setiembre de 1985. Uno de los cuales apareció dos años más tarde en el bolsillo del médico colombiano Héctor Abad, el día en que fue asesinado, y décadas después movilizó a su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, en la búsqueda y verificación de su origen. Sólo uno de los poemas, titulado "El testigo" estaba incluido en Obra poética, de Borges publicada por Emecé en 1977, los demás no forman parte de la obra editada del autor de Ficciones, sólo anduvieron un camino de sombras, un camino propio que ahora parece replegarse sobre la mesa y los recuerdo de Franca Beer y Guillermo Roux."Debería comenzar por el principio", postula Beer y aclara que todo se inició con un pedido de su amigo Jean Dominique Rey, el poeta, crítico de arte y periodista francés que tras una temporada en Buenos Aires, durante la cual trabajó en la obra de Roux para lo que serían los textos de un libro sobre el artista que publicó La Rizzoli de Nueva York en 1986, les manifestó a sus amigos el deseo de ver a Borges. "Nosotros que conocíamos a Borges desde hacía tiempo le pedimos una entrevista a la accedió sin problemas. Arreglamos un día y fuimos los tres", explica Beer.En el encuentro, Rey conversó con el poeta mientras Roux le realizó un retrato -que aquí se reproduce por primera vez- y Beer hizo algunas fotos. Antes de retirarse, según cuentan, el francés le pidió a Borges algunos poemas para publicar junto a la entrevista, y éste accedió diciendo que buscaría algunos y se los daría al día siguiente. Pero aquel 29 de septiembre de 1985, era él último día de Rey en Buenos Aires por lo que la encargada de pasar por los poemas, para remitírselos al francés, fue Beer."Cuando llegué a su casa, al otro día, Borges me dijo que no había buscado aún los poemas pero que yo podía ayudarlo. Me pidió que fuera a su dormitorio, a un cajón en el que había varios papeles sueltos y se los leyera. Yo estaba emocionada y leía de corrido así que él me frenó y me dijo: 'No, no. Así, no. Los poemas se leen haciendo una pausa después de cada verso, sino no se alcanza a percibir su ritmo'. Volví a intentarlo. Leímos varios y él me iba diciendo cuál tomar y cual no", cuenta Beer. Hace algunos silencios, busca entre las imágenes de aquel encuentro y agrega: "En un momento di con un poema que no tenía título y se lo comenté. El escuchó mi lectura y preguntó: '¿Y qué titulo le ponemos?'. Dije un título obvio, que a él no le gustó, así que lo descartó y me dictó otro". Beer relee ahora aquellos papeles en los que copió los poemas que luego envió a Rey, y muestra un ejemplar de la revista cultural parisina Supérieur Inconnu, donde salieron publicados, junto a la entrevista y el retrato de Roux, recién en 1996. Para entonces los poemas ya habían hecho su propio camino. Beer se los había pasado a su amigo Coco Romairone, quien a su vez se los había dado a Jaime Correas, por entonces un estudiante mendocino, que propició una reducida edición. Hasta ahí el relato de Roux y Beer. De cómo llegó uno de los poemas a manos del doctor Abad surge de la historia que a partir de su hallazgo tejió su hijo Abad Faciolince, que acaba contar en el Festival Malpensante, en Colombia, y que se publicó en esta sección el martes 30 de junio. Pruebas más, pruebas menos, los poemas andan también dando vueltas por Internet, y el poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio se los adjudica como un ejercicio de emulación del maestro.Roux y Beer desandan sus memorias, hay cosas que se les pierden, pero ponen los papeles sobre la mesa. Al momento, María Kodama no arriesga un juicio: "No quiero decir que son ni que no son de Borges. En lo que respecta a Roux puede ser... ellos tenían una relación. Aunque Borges no era una persona de dejar cosas sueltas, todo lo contrario. En este caso tendría que ver bien los textos y hablar con Roux, con Beer y Rey", dijo a Clarín el viernes, tras exponer en el Foro Internacional de Traducción "Borges, entre el escritor y el traductor".




Al rescate de un poema atribuido a Borges

Hace más de veinte años, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince encontró en los bolsillos de su padre asesinado un poema desconocido atribuido a Jorge Luis Borges. A partir de entonces, se zambulló en una pesquisa que lo llevó de Francia hasta la Argentina para confirmar la autoría del mismo. "Nunca tuve dudas", asegura en esta entrevista.

Por: Horacio Bilbao. Enviado especial a Colombia






"UN LIBRITO". Abad Faciolince se enteró que un grupo de estudiantes de Mendoza había publicado un 'librito' con cinco poemas de Jorge Luis Borges, inéditos todos y, posiblemente, los últimos que escribió en vida. ¿Cómo habían llegado hasta allí? Uno de esos textos era el mismo que había encontrado en el bolsillo de su padre.




Colombia, 25 de agosto de 1987. Los paramilitares acribillaron al Doctor Héctor Abad en la calle Argentina de Medellín. Su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, llegó unos minutos después. Lo encontró ya muerto. Lo besó y de su bolsillo sacó dos papeles. Una lista de personas amenazadas por los fascistas entre los que estaba el muerto y un poema sobre la muerte. Firmado: JLB. Aunque en ese entonces el poema tenía una importancia menor para Abad, él mismo lo consignó en su diario y lo hizo público en noviembre de ese año, en el dominical de El Espectador. Allí escribió que era de Borges. Por su belleza y por la forma en que lo encontró, el poema es también el epitafio de la tumba del padre: "El olvido que seremos..." Y es el eje de una historia hermosa, trágica e intrigante, que para algunos se cierra ahora, en Bogotá, 22 años después. "Esperé mucho tiempo. No sólo para escribir la historia sino para darme cuenta de que había una historia", dice ahora Abad. Hace dos años pudo escribir un libro sobre su padre, El olvido que seremos, lo tituló. "Hablo de la bondad de mi padre y de la maldad de los asesinos; el soneto todavía no me importaba", comenta Abad. Al final, hay una mención del poema. Tardó 20 años para escribir ese libro, acompasado por el dolor. Y durante esos 20 años no pasó nada. Pero de repente, a la luz del éxito comercial de su obra, el poema se volvió polémica. Ganó una importancia repentina. "Muchos me acusaron. Decían que estaba tratando de unir mi nombre de enano a la figura gigantesca de Borges para vender", recuerda Abad. Entonces todo el mundo empezó a negar que el poema fuera de Borges. Decían, sin vueltas, que Abad había inventado eso del poema en el bolsillo. "Pensé entonces que la belleza del poema debía ser rescatada, descubriendo a un autor distinto a Borges o confirmando que el poema era de él". Abad decidió ir a fondo, fuera lo que fuera. Pero tenía varios problemas. El poema no aparece ni en la Obra Poética ni en las Obras Completas de Borges. Para colmo, perdió el papel que su padre había escrito de puño y letra. Pero ya estaba obsesionado, tenía que averiguar de quién era. Primero un poeta colombiano le dijo a Abad que ese poema había sido escrito después de la muerte de su padre. El soneto que Abad padre, defensor de los derechos humanos asesinado por los paramilitares, llevaba en su bolsillo, no había sido escrito. Toda una declaración. El poeta colombiano no es otro que Harold Alvarado Tenorio. El publicó estos poemas en 1993. Lo hizo con errores de métrica, cambiando unas palabras y repitiendo otras. "Esto despistó a los expertos" que reafirmaron el plagio, detalla Abad. ¿Qué dice Tenorio? Al principio tenía varias versiones. "Me dijo que eran de él, luego que eran de Borges y que se los habían entregado a una amiga de él Nueva York", cuenta Abad, que lo entrevistó varias veces. ¿De dónde había sacado su padre entonces aquel poema, seis años antes de que los publicara Tenorio? Enceguecido, Abad contrató a una estudiante para hurgar archivos y les escribió por e-mail a una decena de expertos en la obra de Borges. También le pidió a un amigo que auscultara a María Kodama. Mientras los académicos y la viuda de Borges certificaban el plagio, su asistente hacía la tarea. Entre otras cosas publicó un artículo en un periódico de Medellín, pidiendo datos del poema. Y dio resultado. Un día, en la librería de culto que Abad tiene en Medellín, apareció repentinamente una mujer, Tita Botero. Sabía de dónde había copiado su padre el poema. Botero le entregó a Abad un recorte de la revista Semana, del 26 de mayo de 1987, con una nota de introducción, una foto de Borges en el centro y abajo dos sonetos, explicados así: "Acaba de aparecer en Argentina un 'librito', hecho a mano, de 300 copias para distribuir entre amigos. El cuaderno fue publicado por Ediciones Anónimas y en él hay cinco poemas de Jorge Luis Borges, inéditos todos y, posiblemente, los últimos que escribió en vida. Casi un año después de la muerte de Borges, se publica este cuaderno por un grupo de estudiantes de Mendoza, Argentina, que tienen toda la credibilidad y el respeto para obligarse a decir la verdad. Aquí reproducimos dos de esos cinco últimos poemas de Borges." Uno era el suyo. Su asistente hizo el resto. Buceando en la memoria consiguió los archivos del programa de radio que Abad padre hacía semanalmente en Medellín. En uno de ellos, el doctor había leído el poema. Y tenían la grabación. Abad volvió a escuchar la voz de su padre después de 20 años y con semejante confirmación fue a buscar a Tenorio, quien reconoció que fue Jaime Correas, uno de los estudiantes mendocinos que mencionaba Semana, quien le había hecho llegar los sonetos. "Tal como los había publicado Correas, los poemas sí eran atribuibles a Borges, eran perfectos", recuerda Abad. Los errores eran de Tenorio. Abad consiguió el e-mail de Correas, quien le confirmó todo. Una de las puertas de esta historia, se abría en Mendoza. Correas, le contó su historia y Abad encontró en Correas la historia que siempre buscó. Esto es lo que cuenta Correas:"Los sonetos fueron dados en mano por Borges a Franca Beer, una italiana que vivió en Mendoza casada con Guillermo Roux. Ambos, junto al poeta galo Jean-Dominique Rey, fueron a visitar a Borges. Roux hizo unos dibujos de él mientras el francés lo entrevistaba. Al final de la entrevista, Rey le pidió a Borges unos poemas inéditos. Borges le dijo que se los daría al día siguiente, para lo cual Franca volvió sola al otro día. Borges le dijo que abriera un cajón y que sacara unos poemas que allí había. Ella los tomó, hicieron copias y se los dio. Franca conoce acá a un personaje adorable, que hoy está viejito, pero vivo, llamado Coco Romairone. El se los hizo llegar a uno de mis compañeros. Yo los estudié y publicamos cinco de los seis que llegaron. Pero hay más, Rey los tradujo al francés y los publicó con los dibujos de Roux en Francia en su revista". Pocos meses después, Abad viajó a Mendoza. "Tenía que conocer a Jaime Correas y a Coco Romairone, para que me dijeran todo cara a cara", cuenta. Fue también a Buenos Aires a ver a Franca Beer y a Guillermo Roux, y a París a encontrarse con Dominique Rey, los otros protagonistas de esta historia. "Me parecía importante que todos los que estaban involucrados en esta trama me lo dijeran frente a frente", dice Abad. Pero con los años también entre ellos surgieron algunas contradicciones. Franca Beer dice que fue a ella a quien entregaron los poemas y Dominique dice que fue a él. "Yo creo que Borges se los dio a los dos", reparte Abad. Hasta que no fue a Mendoza y recibió aquel cuadernillo editado por Correas, hasta que no fue a París y vio a Dominique Rey con sus poemas con correcciones a mano, hasta que en Buenos Aires con Franca Beer y Guillermo Roux hablaron sobre aquel dibujo, todo era un juego de copias y originales intrigante y curioso. Pero entonces Abad se convenció de que los poemas eran en verdad de Borges. ¿Falta que los lectores y expertos piensen lo mismo? "Si quieren, yo ya estoy tranquilo", responde Abad. Con el círculo cerrado, durante dos años Abad y Correas se fueron contando cosas. Quisieron escribir la historia a cuatro manos, convertirla en un libro. Pero no salió. Entonces decidieron que cada uno hiciera el suyo. Abad llegó a las 100 páginas y claudicó. "Era muy largo, como es una historia sobre Borges, necesita la concisión que Borges practicaba", reflexiona. Correas sí lo hizo, y vino con el manuscrito a Colombia para que Abad le de el visto bueno. En eso están, cruzando historias, sin mezquindades. Ahora ambos, con sus historias paralelas que se tocan en muchos puntos, fueron la sensación del Festival Malpensante que se hizo en Colombia. En una mesa de Bogotá se agradecen mutuamente. Acaban de contar la historia juntos, frente a un auditorio colmado, que los aplaudió a rabiar. "Me regalaron su historia", dice Abad sobre los mendocinos. "Nunca tuve dudas. Hace 20 años que se que esos poemas son de Borges", suma Correas. Hasta esta aparición de Héctor, y de su padre asesinado con el poema en el bolsillo, los poemas estaban ahí, en un cuadernillo publicado hace 20 años. Ahora hay en el aire un sinfín de historias para contar, y tantos más protagonistas. Lo dice Correas, la discusión va a existir siempre, porque el único que podría dirimirla sería Borges. Pero a ninguno de ellos parece importarle el veredicto, su historia está cerrada. Abad lo tiene claro: "Salí a buscar al autor de ese poema para atribuírselo, aunque el mismo poema diga: No soy el insensato que se aferra, al mágico sonido de su nombre".





Aqui. Hoy.

Texto del soneto atribuido a Borges que el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince encontró en el bolsillo de su padre asesinado.


Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término, la caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.








Los sonetos atribuidos a Borges, en otro capítulo de una larga polémica





Se trata de la investigación que comenzó el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince a partir de un texto que encontró en el bolsillo de su padre asesinado hace 22 años, firmado JLB. Ahora otro autor colombiano, Alvarado Tenorio, dice: "Yo soy el autor de esos poemas de Borges".






¿DE QUIEN SON LOS POEMAS? El poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio, que adjudicó varias veces los escritos a Borges, ahora dice que todo fue una broma y que los escribió él.




"Yo soy el autor de esos poemas de Borges", dice ahora Harold Alvarado Tenorio, en un bar céntrico de Bogotá, la capital colombiana. Aunque también ha dicho lo contrario, en estos días salió a contar que es él y no Borges quien los escribió. Y que todo este barullo de intrigas se debe a una de sus bromas añejas, cuando decidió junto a unos amigos distribuir unos sonetos como si fueran del autor de El Aleph, una historia que ahora le volvió como pesadilla. Es que la polémica por los cinco sonetos que se le atribuyen a Borges está en su pico más alto. Empujada por los hallazgos del escritor Héctor Abad Faciolince, quien encontró uno de ellos en el bolsillo de su padre asesinado hace 22 años y no paró hasta confirmar su procedencia, la historia que ya contamos, a contramano de Tenorio, dice más o menos así:En 1985, un año antes de su muerte, Borges les habría entregado las copias de seis poemas al pintor Guillermo Roux a su compañera Franca Beer y a un poeta francés llamado Jean Dominique Rey. Beer, que vivía en Mendoza, se los pasó a su amigo Coco Romairone y éste se los dio a Jaime Correas, un fanático de Borges (hoy dirige el Diario Uno) y publicó cinco sonetos en un cuadernillo para amigos diciendo que eran inéditos y pertenecían a Borges. Dos años más tarde, uno de los poemas apareció en el bolsillo del médico Héctor Abad Gómez, el día en que fue asesinado. Ahora, su hijo, Abad Faciolince, ha armado un revuelo fantástico. "El vende miles de libros con ese cuento del poema", se queja Tenorio. "Yo fui quien le hice saber a Correas de estos sonetos y también quien se los dio al padre de Abad" asegura.Tenorio, doctor en Letras de la Universidad Complutense de Madrid, es un fanático de Borges. Ha escrito una tesis sobre su obra, un ensayo sobre estos sonetos que curiosamente tituló "Cinco inéditos de Borges por Harold Alvarado Tenorio", se ha visto y fotografiado con el autor de Ficciones en varias oportunidades y entrevistó a María Kodama para el diario El Tiempo hace unos años. "Elegí a Borges cuando tenía 12 años, toda mi vida lo admiré, toda mi vida escribí sobre él y quise ser como él", dice.Pero su relato choca contra un muro. Tiene todas en contra Tenorio. Tanto Roux, como Beer y Dominique Rey confirmaron que los poemas se los dio Borges. Además, de las personas que él cita como testigos de aquella travesura, ya no queda uno solo vivo. Y encima, no tiene la menor idea de por qué Abad Gómez, al leer el poema en un programa radial de Medellín, atribuyó la fuente a la "Revista Semana" y dijo que estos habían sido tomados de un cuadernillo mendocino, el de Correas. La encerrona no lo deja sin armas. "Como admirador de Borges he escrito tratando de imitar sus fabulaciones con el solo propósito de divertirme", cuenta. Y recuerda que una vez, en España, confeccionó un prólogo para uno de sus libros diciendo que era de JLB. Alguien mandó a preguntarle a Borges sobre el asunto. Y el periodista Jorge Di Paola, en la edición de Panorama de septiembre de 1972, consignó la respuesta. Borges, enganchado en la broma, no desmentía el prólogo. "Desde entonces soy el único poeta colombiano que prologó Jorge Luis Borges", festeja Tenorio. Pero el grato recuerdo deviene otra vez en bronca. "A mí nunca me ha interesado aparecer como autor de los poemas, a mí me da lo mismo. No hay mérito por haber escrito estos poemas que se parecen a Borges", arremete. Dice que publicó los poemas varias veces y que la gente entendía que lo hacía sólo para divertirse. Ahora es distinto. "Este señor, amparado en su éxito, anda diciendo que yo soy un mentiroso", se indigna. "Si me nombran y usan lo que yo escribí, tendrán que pagarme derechos de autor. Abad y Correas", amenaza. Esta historia de los sonetos sigue sumando inicios posibles. El de Abad, que quiso redimir a su padre; el de Correas, que publicó por primera vez los versos; el de Tenorio que quiso divertirse y ahora se ve como víctima y, tal vez, el de Borges, que nadie sabe qué diría. "Esto era un juego para una minoría. Ahora está en la televisión, en los periódicos, en los festivales y soy el intermediario para poder usar a Borges", insiste Tenorio. Tal vez Abad hijo tenga razón cuando dice que los poemas son de Borges y que si no lo fueran tendría en frente a los fabuladores más hermosos que jamás conoció.




Una historia sin fin


Los cinco sonetos que se le atribuyen a Jorge Luis Borges ya tienen vida propia, un camino de intrigas con más de 24 años recorridos. Nadie sabe cuándo fueron escritos, aunque ahora Harold Alvarado Tenorio diga que le pertenecen y que los escribió él, para hacer una broma, en 1985. Han aparecido decenas de veces publicados en revistas y medios diversos. Y entre todas estas asomadas, la más antigua es el cuadernillo de Jaime Correas, que vio la luz en Mendoza en 1986. Hasta allí los había llevado Franca Beer. Su compañero, Guillermo Roux, contó en estas páginas cómo Borges le entregó a su mujer los poemas. De ese cuadernillo los tomó la revista Semana y de ésta los copió el padre de Héctor Abad, asesinado en Medellín, en 1987, con el poema en el bolsillo. Una historia que también contó Clarín. Cerca, en la vecina Bogotá, Tenorio publicó los poemas junto a un ensayo suyo, pero ya en los noventa. Allí decía que eran de Borges, cosa que ahora niega en la misma Bogotá y aturdido por el ruido de la polémica. Hoy los sonetos están en todos lados, buscando a su autor. La historia tiene muchos inicios, ¿pero tendrá un fin?
La pista de la traducción
Por Jorge Aulicino (Ñ 18/7/2009)
Hace dos semanas, anoté que un verso del poema atribuido a Borges que apareció en un bolsillo del asesinado doctor Héctor Abad podía estar citando a otro, de "Domingo a la mañana", una composición en ocho tramos del estadounidense Wallace Stevens. Borges, junto con Adolfo Bioy Casares, había traducido este poema en la década de los 40. La versíon apareción en marzo de 1944 en la revista Sur. Para nadie que lea "Domingo a la mañana", de Stevens, en el original o en respetuosas traducciones, los calificativos aplicados al cielo en la tercera estrofa pasan sin pena.
The sky will be much friendler then than now,
A part of labor and a part of pain,
And next in glory to enduring love,
Not this dividing and indifferent blue,
escribe Stevens, lo que traducido por Alberto Girri es:
El cielo será entonces más amistoso que ahora,
Una parte de esfuerzo y otra parte de dolor,
y cercano en la lçgloria el amormperdurable,
no este divisorio e indiferente azul,
verso este último que Borges y Bioy traducen: "No este indiferente azul, que aleja".
Borges pudo o no haber escrito el poema que se le atribuye. El falsificador pudo imitarlo. Pudo incluso haber leído a Stevens y haber recordado su azul indiferente sin saber que Borges lo había traducido con Bioy. Pudo saberlo, incluso, y pudo haber adivinado que Borges lo habría usado si hubiese escrito el soneto próximo.
Stevens era un pagano. Borges un agnóstico; para ambos el azul, metonimia del cielo, era indiferente en términos bíblicos.
Borges escribió mucho en defensa de la traducción y también tradujo. No tanto como otros poetas de los que después nacieron en esta tierra de traductores.
Sea que conocía ambos poemas o no, el falsificador tradujo la mente de Borges a su vez. Y si Borges fue el autor, usó su creación, aquel verso que había volcado al castellano con Bioy.
Esta pista cierta o falsa sobre la autenticidad del poema de Borges hallado en el bolsillo de un hombre asesinado sólo pudo aparecer, para aclarar o mezclar aún más la baraja, en un país como la Argentina cuyos autores se dedicaron apasionadamente a la traducción como una parte de su obra. Traducción, no profesión.

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