viernes, 25 de julio de 2008

Historia cultural de las lágrimas
La literatura y la filosofía trataron de clasificar las diversas formas del llanto (dignas e indignas, catárticas o románticas, públicas o privadas). La religión organizó sus fases para uso sacro. El arte y la lengua, simplemente se valieron de ella. Un recorrido por esa húmeda costumbre de llorar.

Por: Luis Gusmán



LAGRIMAS. Una costumbre universal.

Las lágrimas tienen un valor universal. Lo dice Tom Lutz, autor de El llanto. Historia cultural de las lágrimas (Taurus). Por lo tanto tienen más de una interpretación: religiosa, psicológica, antropológica y filosófica. Se encuentran en toda una literatura y hasta podemos disponer de una iconografía pictórica, fotográfica y escultórica. Pero es en la escultura que las lágrimas encuentran una materialidad, sobre todo en el arte sacro con sus lágrimas de cristal, capaz de revelar el sentimiento humano de la tristeza con una veracidad pocas veces imitada por cualquier otra manifestación artística. Quizás la mejor representación moderna y modernista del llanto, es una foto de Man Ray en la que las lágrimas decorativas por su materialidad fotográfica se vuelven verdaderas. Si comenzamos a ahondar en el aspecto religioso advertimos como la cábala ordena el llanto en etapas. Es decir: le otorga una temporalidad. En el pasado, las lágrimas derramadas correspondían, en principio, a un período de duelo por un familiar o por un sabio eminente. El llanto tiene un plazo limitado. Incluso lo que en nuestra época se conoce como duelo patológico era visto como un exceso. Por lo tanto, aunque estuviese comprendido dentro del tiempo del duelo, el llanto se consideraba poco apropiado para el comportamiento habitual. Ya sea el llanto de Dios por la destrucción del templo o el llanto como arrepentimiento son lágrimas orientadas hacia el pasado.

Cronograma de llantos

En la mística judía, el llanto en presente es una técnica destinada a lograr visiones para obtener un saber, incluso puede ser un saber revelado que permita el acceso a un secreto superior. La revelación no es espontánea ya que la técnica se funda a partir de lágrimas voluntarias. En este tiempo presente el llanto está destinado a conmover; es decir que promueve lágrimas en lo alto. El llanto místico, según la ciencia cabalística, tendría como fin último que las lágrimas estén al servicio de arribar a un estado de conciencia paranormal como grado de conocimiento que permita acceder a un secreto divino. Ya sea un sueño o en visiones, el llanto tiene un carácter revelador a través de la conexión entre la percepción paranormal y las lágrimas. Las lágrimas pueden constituirse en una llave que abre las puertas de un conocimiento superior: "Multiplicad vuestras lágrimas, pues las puertas de las lágrimas no están cerradas y las puertas celestiales se os abrirán", se lee en Cábala (FCE) de Idel Moshe. Es decir, el tiempo de las lágrimas se modifica, el duelo tiene un plazo mientras que si se trata de un fin superior, la continuidad del llanto no tiene un valor criticable. Según su función, las lágrimas cambian de un signo negativo a u signo positivo. La cábala plantea la pregunta ¿a quién están dirigidas las lágrimas? ¿A un Dios que responde? ¿A una de la figuras del Dios escondido, un dios que se ha retirado del mundo? Cuando el otro no responde, las lágrimas se transforman en el grito deformado del cuadro de Munch. Ese grito aterrador, que es un llamado desesperado que todos pueden oír pero que nadie puede escuchar.

Díme cómo lloras...

Las lágrimas judías no son iguales a las lágrimas cristianas, según el lugar y la función que cumple el amor al prójimo, la historia de las lágrimas se modifica. A San Luis, cada vez que recibía el don de las lágrimas, le parecían deliciosas y consoladoras, no sólo para el corazón sino para la lengua. Una cita de Kierkegaard es uno de los caminos posibles para entender el llanto cristiano: "Claro que si yo fuera o me imaginara la pura idealidad absoluta de la seriedad, en ello no habría nada de cómico, porque dicha seriedad contemplara al hombre siempre bajo el aspecto ético y, por consiguiente, no encontrar motivo alguno de risa, sino de llanto". Las lágrimas verdaderas o genuinas delimitan un territorio del duelo y de la invocación y la súplica bien dirigida hacia un otro pero paralelamente la humanidad siempre ha desconfiado de las lágrimas. Esta nueva concepción de las lágrimas nos precipita en el fondo de la cuestión ya que va a situar no sólo la temporalidad de las lágrimas sino un catálogo moral que permite diferenciar las lágrimas genuinas de las fingidas Kafka, acostumbrado a las revelaciones, en sus Diarios describe con precisión lo que él llama "el mecanismo de lo íntimo" y desplaza las lágrimas del eje temporal para situarlas en el lugar desde el cual se producen las lágrimas. La fisiología nos da una anatomía de esa localización: glándula lacrimal, conductos excretorios, saco lacrimal, válvula de Hasner ( pliegue lacrimal). La interpretación kafkiana va más allá de lo que las lágrimas, declaran abiertamente y no elige el camino de lo fingido o de la sinceridad sino el lugar del llanto como enunciación. Transcribo el fragmento de una carta que le escribe a Max Brod: "El llanto no parece tener su causa en el lugar en que ocurre, aquí lloras por aquella, allí por ésta o, aunque desde luego no se desarrolla con esta certeza, no pareces descansar en ninguna. ¿No sería posible interpretar esto en el sentido de que quizás simplemente eres expulsado de este ámbito? Naturalmente que esta interpretación está demasiado marcada por mí". La reflexión de Kafka excede su carácter autobiográfico ¿se refiere a las lágrimas por amor? O simplemente que el llanto puede ser ectópico respecto a la persona que llora. Oscar Wilde refiriéndose a una heroína de Dickens, denunciaba la moral y el sentimentalismo victoriano: "uno tenía que tener el corazón de piedra parar leer la muerte de la pequeña Neil sin echarse a reír". El llanto se construye a veces como una figura complementaria de la risa. El tópico lágrimas y sonrisas habla de una complementariedad difícil de separar-. Es cierto que el llanto goza de un prestigio del que carece la risa. En un recorrido cultural de las lágrimas el mejor ejemplo para situar esa complementariedad y ese pasaje del llanto a la risa es el verso de W. Blake, citado por Tom Lutz: "El exceso de pena ríe. El exceso de dicha llora."

Tanto llorar que hace reír

El pasaje, a veces sin transición, de un estado a otro lo plantea Kierkegaard en su diario: "Hay una idea extraña de que el llanto sea invención de la divinidad y la risa en cambio una invención diabólica". Es cierto que bastaría el Evangelio de San Lucas para fundamentar cierta implicación: no hay lágrimas sin sonrisas: "Bienaventurados los que lloráis ahora, porque os reiréis" dice el Nuevo Testamento. Figura ejemplar que pretende describir una complementariedad de dos excesos: las lágrimas y la risa: el bien y el mal. Los malos no lloran, los malos sólo ríen diabólicamente. En El príncipe feliz, el cuento de Oscar Wilde, las lágrimas pétreas de la estatua logran conmover a lectores de todas las edades. Si el lector lee la parábola de ese cuento puede encontrar más de una moraleja. La moraleja nos conduce al corazón de las lágrimas. El secreto de las lágrimas del príncipe es que en vida nunca había llorado; llora como estatua cuando desde lo alto contempla la miseria del mundo. Las lágrimas principescas nos recuerdan el llanto de las estatuas milagrosas, como lo testifica más de una historia del milagro. Pero el cuento plantea otra cuestión; sin secreto, la emisión de las lágrimas petrificadas puede carecer de motivación y desconocer su causa. Se suele decir: no sé por qué lloro. La vida nos muestra rostros gélidos que dejan caer lágrimas heladas, como si proviniesen de otra persona. Y sin duda, lo gélido y lo helado delatan una indiferencia o una desafectividad de lo cual podría deducirse que sin moraleja, las lágrimas del príncipe son autistas. Desde Aristóteles y su Poética, cuando hace alusión al género de la tragedia, las lágrimas tienen un género, son el procedimiento que disponen tanto la piedad como el terror para liberarse mediante la catarsis. Pero también el mismo Aristóteles en Historia de los animales declara que las mujeres son más propensas a las lágrimas. En la lengua hay un lugar común: las lágrimas son femeninas. Más de una vez, O. Wilde se ha ocupado del llanto de las mujeres: "el llanto es el refugio de las mujeres feas pero la ruina de las bonitas". Hay un proverbio, citado por Tom Lutz, que afirma: "una mujer luce sus lágrimas como joyas". Y esa sobredeterminación discursiva en la historia de la cultura tendrá que esperar al romanticismo para encontrar el contraejemplo. A Werther –el héroe romántico por excelencia– las penas de amor le otorgan una licencia para llorar y habilita para los hombres disponer de la expresión de las lágrimas. Una manifestación históricamente censurada. Porque las lágrimas, piadosas o vertidas por la muerte del amigo muerto en el campo de batalla, no son lo mismo que las lágrimas del amor. Werther derrama lágrimas sinceras.

Lágrima pública, lágrima privada

Las lágrimas públicas y las lágrimas íntimas implican una historia. Basta leer esta Historia del llanto y su iconografía para ver cómo ante la aparición de las lágrimas hay un desvío de la mirada. En una de las tantas Piedades pintadas durante el Renacimiento, con la escena ante la crucifixión, muestran de que modo las mujeres lloran pero a la vez como desvían la mirada de la tragedia. Con el romanticismo se produce una nueva división en la historia de las lágrimas y se disponen en dos categorías: las lágrimas voluntarias y las lágrimas provocadas; esta segunda instancia excluye el objetivo de las lágrimas voluntarias de las técnicas místicas destinadas a una revelación; más bien sitúa a las lágrimas en un momento histórico determinado: la aparición en el siglo XVIII de una literatura destinada a provocar el llanto del lector .Los amantes se reúnen para leer las novelas de G. Sand y llorar juntos. El llanto privado y público comienza a instalarse socialmente. Durante ese período las lágrimas amplían entonces su catálogo. Lágrimas puras e impuras, verdaderas o fingidas, lágrimas de dolor o de placer. Se establece el pasaje del llanto solitario al llanto compartido ( Buffault Anne. V. Histoire des larmes. Editorial Payot). Hay una historia cultural de las lágrimas. Es posible que tanto la aparición de la literatura folletinesca y el cine como género hayan venido a modificar la relación entre el lector y las lágrimas. La transmisión familiar cuenta que la generación de nuestros padres, hombres y mujeres, lloraban viendo Lo que el viento se llevó. Las lágrimas están en la lengua: "Llorar como una Magdalena", "lágrimas de cocodrilo", "De nada sirve llorar sobre la leche derramada", "estar hecho un mar de lágrimas", nos enfrenta otra vez con la frase de Kafka sobre la localización de las lágrimas; probablemente la causa no esté donde se la busca y donde una teoría de la catarsis pretendió ubicarla. Se llora por más de un motivo. Y desde el dolor hasta el capricho, quizás debamos otorgarle a las lágrimas más de un origen, ya que el hombre intentó siempre explicarse por qué lloraba. El método del catálogo es insuficiente: lágrimas de frustración, lágrimas de devoción o humillantes. No olvidemos que Alicia en el país de las maravillas se aleja flotando entre sus propias lágrimas; pero allí donde algunos nadan, otros se ahogan. Finalmente, Beckett, con su rostro pétreo, escribió: "Mis palabras son mis lágrimas".


Fragmentos de páginas universales

Turín, Piazza Carlo Alberto. Primeros días de enero de 1889. Friedrich Nietzsche sale de su casa. En la estación de coches ve (o cree ver) un pobre caballo maltratado con saña por su cochero. De pronto se abalanza sobre el cuello del animal y lo abraza llorando, antes de derrumbarse, presa de un ataque de apoplejía (después de este incidente Nietzsche es internado).
Del libro de Fédéric Pajak La inmensa soledad .

En Peter Pan de James Barrie, Peter visita a Wendy, pero han pasado los años.
Dice Peter:
–Prometiste que no crecerías.
–No pude evitarlo. Soy una mujer casada, Peter.
–No, no y no.
–Sí, y la niña que está en mi cama es mi hijita.
–¡No, no es! Pero Peter sabía que sí. Dio un paso hacia la niña dormida con la daga en alto. Pero no la atacó, se sentó en el suelo, sollozando. (...) Pronto sus sollozos despertaron a Jane.
–Muchachito, ¿Por qué lloras?

El final de Rey Lear, cuando él ve a su hija Cordelia muerta, es una de las escenas de llanto más célebres. Dice Lear:

¡Y han colgado a mi pobre bufón! ¡No, no, no hay vida!/ ¿Por qué debe haber vida en un perro, en un caballo, una rata/ y tú no tienes vida? ¡Ya no volverás/ nunca, nunca, nunca, nunca, nunca! (Shakespeare, traducido por Rolando Costa Picazo) .

En la Ilíada, Aquiles aún no sabe lo ocurrido, y los caballos ya lloran la muerte de Patroclo:
Los corceles de Aquiles lloraban, fuera del campo de la batalla, desde que supieron que su auriga había sido postrado en el polvo por Héctor, matador de hombres. Por más que Automedonte, hijo valiente de Diores, los azuzaba con el flexible látigo y les dirigía palabras, ya suaves, ya amenazadoras. Ni querían volver atrás, a las naves y al vasto Helesponto, ni encaminarse hacia los aqueos que estaban peleando. Como la columna se mantiene firme sobre el túmulo de un varón difunto o de una matrona, tan inmóviles permanecían aquellos con el magnífico carro. Inclinaban la cabeza al suelo; de sus párpados se desprendían ardientes lágrimas ...
( Homero, según Luis Segalá )

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