Pero el alemán Max Stirner fue más lejos y llegó a defender una teoría del individualismo moderno: "Dios no basó su causa en nada más que en sí mismo. " Su reedición permite revisar aquel ideario.
Por: Osvaldo Baigorria
MAX STRINER dibujado por Engels. Ilustración realizada en Londres y fechada en 1892.
Preexistencialista, ultraliberal, nietzscheano antes de hora, idealista crédulo, nominalista extremo, místico del yo, anarcoindividualista o el último de los hegelianos, Max Stirner fue etiquetado de diversas maneras y anticipó varias corrientes de pensamiento del siglo XX pero permaneció como un solitario, un paria, casi un desterrado en la historia de las ideas. La reedición en Argentina de aquel que sería en todo sentido su libro "único", El Unico y su Propiedad, aporta algo más que una obra controvertida, anómala o ambivalente para lectores contemporáneos.Es difícil encontrar otro texto que haya recibido lecturas tan disímiles y al mismo tiempo permaneciera en tal extrema soledad desde su publicación en 1844, el mismo año del nacimiento de Nietzsche. Este jamás lo mencionó en su obra aunque se supone que lo conocía y algunos lo acusaron de haberlo plagiado. Marx lo demolió con sus críticas y burlas en La ideología alemana. Carl Schmidt lo leyó en la cárcel, Edmund Husserl y Georg Simmel se sintieron atraídos por él aunque luego lo rechazaron.Nacido como Johann Kaspar Schmidt el 25 de octubre de 1806 en la ciudad alemana de Bayreuth, Stirner fue integrante del grupo berlinés Die Freien (Los Libres) que en la primera mitad de la década del 1840 reunió a Bruno Bauer y a David Strauss con Feuerbach, Engels y Marx, entre otros. Mientras algunos tendían a aplicar el método dialéctico hegeliano contra o más allá de las conclusiones filosóficas de Hegel, Stirner llevó la crítica a la religión y a la autoridad hasta un lugar, para muchos, insoportable: "Se dice de Dios: los nombres no te nombran. Eso es igualmente justo para Mí: ningún concepto me expresa, nada de lo que se considera como mi esencia me agota. Yo soy el propietario de mi poder, y lo soy cuando me sé Unico. Todo ser superior a Mí, sea Dios o sea el Hombre, se debilita ante el sentimiento de mi unicidad y palidece al sol de esa conciencia".Luego de esa publicación, Stirner tuvo que resignar su puesto como profesor de literatura en un liceo privado, sobrevivió precariamente con algunos artículos y traducciones, apostó a una poco afortunada empresa de distribución de leche a domicilio en carritos tirados por perros, dilapidó en esa iniciativa las reservas provenientes de su matrimonio, fue abandonado por su esposa, pagó sus deudas en la cárcel y murió picado por un insecto a los cuarenta y nueve años.Olvidado por completo hasta fines del siglo XIX, su redescubrimiento se debió al poeta germano- irlandés John Henry Mackay, quien en 1888 habría hallado casualmente en el British Museum una breve mención de Stirner en Historia del materialismo de Lange. Mackay se dedicó en los siguientes diez años a estudiar, escribir y publicar en torno a la vida de Stirner y su libro. Las traducciones no se hicieron esperar. En 1907, la primera versión al inglés de Der Einzige und sein Eigentum apareció con el inexacto título The Ego and His Own. Y en la reseña de esa edición en el The New York Times, el ensayista James Huneker realizó una lectura liberal del libro y lo consideró "el más revolucionario" publicado hasta aquel momento.Sin embargo, Einzige es "solo, singular, único". No es Ich (yo), no es una esencia ni un absoluto, no es el yo romántico, el yo metafísico, el yo de Hegel ni el de Fichte. Y Eigentum es aun más problemático, ya que puede traducirse como "propiedad" o "patrimonio" pero en Stirner no tiene el sentido de propiedad burguesa o hereditaria sino el de una "apropiación" sin cálculo, que libera al sujeto de toda posesividad: "Todo interés hace de mí, cuando no sé desprenderme de él, su esclavo, y no es ya mi propiedad; yo soy la suya".Es un raro equívoco, pero también el más frecuente, considerar a El Unico... como un exponente del liberalismo a ultranza cuando la mayoría de sus páginas insisten hasta la reiteración en la crítica a los liberales y a la propiedad privada, tanto grande como pequeña. Para Stirner, el derecho a la propiedad en el liberalismo se basa en la protección jurídica de las instituciones estatales. "La burguesía se apoya únicamente en los títulos legales. El burgués sólo es lo que es gracias a la protección del Estado. Perdería todo si el Estado llegara a desplomarse". Los liberales extremos pueden proponer un Estado mínimo y la erosión de las protecciones sociales pero a costa del mantenimiento de la función policial estatal como última garantía, dice Stirner a mediados del siglo XIX, anticipándose a las criticas contemporáneas al neoliberalismo.Lo incontestable es que Stirner es enemigo del Estado, precisamente por el carácter que este tiene de sustituto de Dios, "ser supremo", "principio religioso" o "idea fija". Lo mismo ante los grandes ideales como Hombre, Humanidad, Patria, Sociedad, Revolución, incluso la Libertad en tanto fantasma, abstracción, creencia, representación, Espíritu (Geist). Para Stirner, los socialistas serían religiosos inadvertidos que pretenden imponer derechos y obligaciones colectivas, ídolos para adorar como la clase obrera o el pueblo, abstracciones que exigen servidumbre. El único stirneriano sería lo contrario a los "poseídos por los espíritus". Su propiedad sería la reapropiación del productor de todos esos objetos y representaciones mediante un acto de desalienación, de reintegración a sí de todo lo sobreimpuesto a una existencia que siempre precede a la esencia.Pero de ello no podría deducirse fácilmente un programa, un sistema de aplicación en la vida cotidiana. El Unico y su Propiedad es a veces pensamiento filosófico y a veces prosa festiva, satírica, denunciante de mitos. Funciona a su máxima potencia cuando se dedica a demitificar y a desenmascarar. Para Stirner, el altruismo es un disfraz que cubre al egoísmo, nadie actúa en forma desinteresada, hasta el asceta renuncia a los placeres de la vida porque esa renuncia le parece más noble. Allí también habría egoísmo, allí también habría un yo que busca su propio interés. Sólo que ese egoísmo puede pasar inadvertido aun para los mismos individuos que creen estar actuando con abnegación, en nombre de la humanidad o "por el bien del prójimo", cuando en verdad actúan por su propio interés y beneficio personal. Sin conciencia de ello, todos terminan siendo egoístas "involuntarios", sujetos determinados por su identificación con un conjunto de ideales y representaciones interiores que luego sería de interés para el psicoanálisis."Stirner critica a la noción hipostasiada (convertida en hipóstasis) de hombre, esa idea platónica que es muy fuerte en Feuerbach y en todo el humanismo tanto como a la idea hipostasiada de sociedad o de revolución. En la hipostasía, perdés el horizonte, te vas a cualquier lado. Stirner te pone los pies sobre la tierra. Te dice que no consideres a esto o a lo otro como un absoluto, una idea que te domina y esclaviza", observa Martín Aldao, a cargo de la revisión y las notas al pie en la reciente versión de la editorial Reconstruir, de la Federación Libertaria Argentina.Traductores, traidores Hasta ahora, las traducciones más conocidas al español no sólo mantenían casi todos los sustantivos en mayúsculas, como en alemán, sino que habían suprimido párrafos enteros. La versión de 1905 de González Blanco, editada en México por la editorial Juan Pablos en 1976, tenía errores de traducción y algunos faltantes, según Aldao. Incluso, en esa misma versión digitalizada por el grupo mexicano Antorchas se encontraron tantos recortes que se cree falta un tercio del original. En la nueva edición se incorporaron esos faltantes y se hizo una revisión de estilo para adaptarla al lector argentino, por ejemplo, cambiando la segunda persona del plural por la tercera y reemplazando inversiones del tipo "entendíase" o "sábese" por "se entendía" y "se sabe".Además, se compararon versiones inglesas y la edición electrónica del texto original en la página del Max Stirner Archiv de Lepizig. En cuanto al extenso trabajo de anotación, parece intentar apropiarse de algunas de las múltiples acepciones que en el año 2008 pueden tener expresiones al mismo tiempo tan contundentes y equívocas como yo, único, individuo, propiedad.De todas maneras, no hay garantías para una comprensión precisa de Stirner un siglo y medio más tarde y en otra lengua. En cierto sentido, El Unico... parece haber sido escrito contra los hegelianos de su época que intentaban cerrar la historia en algún absoluto o "concreto universal". En otros sentidos, parece absolutamente contemporáneo. El único como existencia en devenir, proceso, una contingencia que no quiere ser idea ni abstracción, debía encontrar necesariamente diversas formas de apropiación según las lecturas y los individuos. Para ser libre de todo significante despótico y afirmar su existencia en el mundo, el único tendría que buscar incesantemente a otros que también sean únicos, otros con quienes interactuar de individuo a individuo, sin la mediación de ningún ideal agregado. Acaso esa voluntad sólo podría afirmarse en forma de gestos, en ciertos instantes privilegiados, allí cuando uno siente que ha hecho un acto de libertad. Esos instantes singulares y anteriores a la reaparición de la sospecha.El primer posmetafísico Un pensamiento tan antiesencialista, posmetafísico, antiautoritario difícilmente podría encontrarse a sus anchas en un mundo "poseído por espíritus". Y al mismo tiempo, ese pensamiento está abierto a tantas lecturas y libre para ser utilizado por operaciones tan diversas que produce la rara impresión de que ninguna terminará siendo "la correcta". De modo que el autor de este texto paradojal y ambivalente puede continuar en su búsqueda viva de su lector o interlocutor singular. Quizá algunos se apropien del único stirneriano mediante lecturas que lo lleven hacia una dirección impensada y que sin embargo nunca será la definitiva. Y esa podría ser tanto la derrota como la secreta victoria de Stirner.
Striner Básico
Bavaria, 1806 – Berlín, 1856.
Filósofo. Su nombre era Johann Kaspar Schmidt pero se lo conoce como Max Stirner, su sobrenombre infantil. Estudió Filología, Filosofía y Teología en la Universidad de Berlín, ciudad donde integró el grupo de discusión de jóvenes hegelianos junto a Marx, Engels y Feuerbach. Publicó su obra cumbre, El único y la propiedad, en 1844. Allí lanzó un feroz ataque contra las religiones, las ideologías y la sociedad prusiana de la época.
¿Es bueno que "el único" esté solo?
Por: Ivana Costa
La extensa reseña de la obra de Max Stirner que le dedica el diario The New York Times en abril de 1907, firmada por James Huneker, se ocupa también de las relaciones familiares del filósofo. Sobre todo de la relación de Max Stirner con la que fue su segunda esposa (la primera murió poco después de la boda), la joven y "muy avanzada" Mary Dänhardt. Se sabe que el matrimonio no perduró. Escribe Huneker, bien informado por el biógrafo John Mackay: "Tras la aparición de su libro, la relación con su esposa se volvió difícil. A más tardar a fines de 1846 o principios de 1847,ella lo dejó y se fue a Londres, donde se sostuvo económicamente por medio de la escritura Tiempo después heredó una pequeña suma de su hermana, se fue a Australia y allí se casó con un trabajador y se hizo lavandera. En 1897, Mackay le escribió a Londres para preguntarle sobre algunos hechos en la vida de su esposo pero ella respondió que no quería revivir su pasado, que su esposo había sido suficientemente egoísta como para quedarse sin amigos y que era un hombre muy taimado. Esto fue todo lo que le dijo ella, quien evidentemente nunca comprendió a su esposo". Tal vez Huneker y Mackay tampoco comprendieran a la ex señora Stirner (luego convertida al catolicismo). "Es la ironía de las cosas –sigue Huneker– que el libro le haya sido dedicado A mi dulce corazón, Mary Dänhardt". Interesante dato que no aparece en la edición de la Federación Libertaria, que trae en cambio la dedicatoria a un tal Enrique Palazzo, allegado al prologuista Vicente Eloy Cano.
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