miércoles, 13 de agosto de 2008

La "loca" intimidad de un vanguardista del arte y la vida, en una muestra
Alberto Greco influyo en el pop y en la performance de Buenos Aires. Sus papeles estaban en Madrid. Integran una obra que abarca hasta su suicidio.

Por:
Fernando García

MADRE SUPERIORA. Greco, en una performance en el Vaticano, 1961.


En caso de morir ruego que me paseen con mi ropa de todos los días por supuesto en un burro más bien oscuro por todo Piedralaves/Enterrarme aquí mismo, traten de quemarme y vino para los que nos visiten. Como epitafio Serafín que diga: ¡Si parece mentira!

De a poco, las piezas de la vida y muerte de Alberto Greco, autor de las instrucciones de más arriba, se van acomodando en un rompecabezas cuya mayor ambición sigue siendo fundir vida y creación artística. Dos años atrás, la exhibición de una serie de fotografías en el pueblo español de Piedralaves documentó su tránsito por esa frontera: un pueblo entero envuelto en rollos de papel firmados por Greco, el artista rayo que murió demasiado joven.
Hoy mismo, la Fundación Klemm (Marcelo T. de Alvear 626) se dispone a exhibir un conjunto íntimo de papeles, sobres postales, dibujos espontáneos y otras piezas que vienen a erigir una memorabilia fetichista para un artista que dejó poca obra. Poca obra en el sentido de cuadros -Greco impulsó el informalismo porteño para decretar muy rápido su caducidad-; en el sentido clásico, burgués, de cómo hacer arte. Pero lo que en otro tipo de artista puede ser una anécdota espectacularizada es en su caso una manifestación tan legítima de su pulsión de vida (y muerte) como lo que se considera la obra. Que se vea este papelerío entonces como un desgarrado mural interior del artista que supo contagiar a la neo-figuración, el pop y el arte de performance de Buenos Aires.
El recorrido de este conjunto es una historia aparte. Lo heredó Peter Valentiner, un pintor francés que encontró refugio en el departamento que Greco usaba como taller en Madrid hacia 1964. En 1991, Valentiner se los vendió a Antonio de Navascués y Margarita de Lucas de la galería Edurne, donde Greco había expuesto en los 60 junto a Manuel Millares y Antonio Saura. Ahora, el papelerío fue repatriado por los coleccionistas Guillermo Cúneo y Jorge Alcalá. Junto con esta serie llegó la aguada Horno crematorio, el aparente último cuadro hecho por Greco antes de morir. Esta atmósfera premonitoria aparece también en el recuerdo de Navascués quien habló con Clarín desde Madrid. "Lo de Alberto era tragicómico, pues. El viajó a Nueva York y a la vuelta mantenía una deuda con la propietaria de su apartamento en Avenida Manzanares. Hice de intermediario y llegamos a acordar que se pagara la mitad en duro y el resto con un cuadro. El cuadro resultó ser Solemnes Honras Fúnebres de José Jardiel, anduvimos por media Madrid cargando ese cuadro".
Esto, insiste Navascués, pasó dos o tres días antes de que un anónimo llamara a la galería para decirle: "Greco se está muriendo en un pulmón de acero en un hospital de Barcelona". Curioso: Navascués llevaba días tratando de convencer al argentino para que se internara en un convento. El cuerpo de Greco llegó casi sin vida a un hospital de monjas. La última muestra de Greco en Buenos Aires se había llamado, ¡zas!, "Las Monjas" (1961, galería Pizarro).
El último acto de Greco fue su suicidio. "En su mano izquierda escribió la palabra FIN y sobre el envase de un tintero estuvo escribiendo hasta perder la conciencia", martilla la cronología. Terminó como termina una película o una novela siendo autor, narrador y protagonista. Todo al mismo tiempo, medio siglo antes de que la vida en cualquier metrópoli empiece a parecerse a un complejo story-board.


Greco Básico
Buenos Aires, 1931-Barcelona, 1965. ArtistaPionero de la performance, anticipó la llegada del happening y patentó el "Vivo-Ditto" firmando personas en la calle Florida. Esa acción anticipó también el legendario siluetazo realizado a fines de la dictadura. Vivió en París, Roma y Madrid, su última residencia.

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