Literatura
El sexo cuenta su historia en el país y el cronista es Federico Andahazi
En Pecar como Dios manda el escritor se ocupa de la sexualidad en la colonia y llega hasta 1810. El autor de la novela El anatomista dice que quiso escribir —en tres volúmenes— una historia no académica de las prácticas sexuales. Ahora se edita el primer volumen de la serie.
POLEMICO. "La doble moral sexual nos define hasta el día de hoy", opina Federico Andahazi.
Michel Foucault en su "Historia de la Sexualidad" decía que a partir de la época victoriana el sexo es condenado al silencio y la sexualidad es cuidadosamente encerrada en torno a su función reproductora. "Si el sexo está reprimido", escribía Foucault, es decir, "destinado a la prohibición, a la inexistencia y al mutismo, el solo hecho de hablar de él, y de hablar de su represión, posee como un aire de transgresión deliberada".Ese silencio y esa búsqueda de trasgresión fue lo que impulsó al escritor Federico Andahazi a escribir su último libro, "Pecar como Dios manda. Historia sexual de los argentinos. Desde los orígenes hasta la Revolución de Mayo", lanzado por la editorial Planeta, que es su primer trabajo de no ficción. El autor de "El anatomista" recopila la historia sexual del país en un recorrido que muestra la represión, doble moral, hipocresía, silencio, pero también las costumbres, las prácticas sexuales y las luchas por los derechos sexuales. Otro factor clave que queda en evidencia es el rol que la Iglesia Católica tuvo en la historia sexual del país.Según el autor, la Iglesia tuvo una fuerte presencia. "Yo creo que ninguna otra institución ha pensado tanto la sexualidad como la Iglesia, diría que -por momentos- es casi monotemática. Si la Iglesia nos contara lo que sucedía dentro de los conventos o monasterios, se podría escribir el más fantástico libro de sexología y de prácticas sexuales".Para Andahazi, "la sexualidad es una molestia para el poder". Sostiene que su meta fue poner en relieve todo aquello que se quiso ocultar durante tanto tiempo. Son hechos históricos relacionados con la vida sexual del país, que comienzan en la era precolombina y terminan en los inicios de la lucha por la independencia. Esta obra es la primera de una serie de tres volúmenes."Yo estaba trabajando en un proyecto de novela que iba a transcurrir en el Buenos Aires colonial -cuenta Andahazi- y cuando comencé a buscar material para documentarme acerca de ciertos aspectos de la sexualidad de la época, descubrí con asombro que no existía ninguna historia sexual de los argentinos. Me pareció una ausencia al menos sospechosa. Era extraño, porque no faltaba literatura o documentos al respecto. Por eso me decidí a escribir este libro, donde además de mi papel de escritor e investigador, recurro al psicoanalista que hay en mí".Una de sus premisas fue mostrar que "no se puede comprender la historia de un país si no se entiende la historia de nuestra sexualidad, que no nace con nosotros. Es parte de tradiciones, prácticas y costumbres que nos vienen como herencia".Entre las costumbres sexuales que recopiló Andahazi aparece la historia de los guerreros incaicos, que antes de una batalla, visitaban a los "Pampayrunas", hombres sagrados, que se vestían de mujer. "Este acto parecía ser una manera de infundirse valor antes de ir a una batalla. Creían que era mejor no tener relaciones sexuales con las mujeres antes del combate y por eso tenían sexo solamente con los "Pampayrunas", que eran elegidos especialmente por sus dotes sexuales".Estas costumbres milenarias fueron historiadas -es decir, descriptas con detalles- por los miembros de la Iglesia que venían a evangelizar. Por un lado, el fervor reprimido, por el otro, la crónica y el análisis de las modalidades sexuales de los pueblos originarios. Un doble juego que puede interpretarse como un afán científico, también como una suerte de perversión.En la época de la Colonia y hasta los días de la Revolución de Mayo, por ejemplo, Andahazi advierte que se dejó de hablar de sexo. "Se podría decir que en estos procesos revolucionarios se avanzó en lo político, social y económico, pero se retrocedió en lo sexual. Uno lo puede ver también en la Revolución Francesa de 1789 o en las revoluciones socialistas contemporáneas. En estos casos siempre primó, paradójicamente, la moral judeocristiana. Algo semejante pasó en la Revolución de Mayo. Los avances en libertades sociales y políticas tuvieron como contrapartida un notable retroceso en las libertades de orden sexual".El sexo era un tema prohibido en Buenos Aires, sin embargo la cadencia provinciana de la vida porteña del siglo XIX también tenía sorpresas. En una excavación arqueológica -relatada por Andahazi- se descubrieron en la casa de una familia tradicional porteña tres "consoladores" de madera. Este descubrimiento es citado en el capítulo dedicado a los juguetes sexuales. "No entiendo cómo hoy puede haber pensamientos tan retrógrados en materia sexual, dado que el ejercicio de ciertas prácticas sexuales es mucho más antiguo de lo que muchos suponen".Uno de los personajes más importantes que aparecen en el libro es Mariquita Sánchez de Thompson, quién vivió en el Buenos Aires colonial y también en la época independiente. Esta mujer se rebeló contra sus padres ante un casamiento obligado. Incluso les inició un juicio para poder casarse con el hombre que amaba. Para el escritor, "la lucha de Mariquita Sánchez de Thompson es la primera gran batalla sexual de la Argentina y el primer gran triunfo por los derechos sexuales de las mujeres. Creo que es una metáfora, que de alguna manera representa a todos aquellos que estaban obligados a compartir la sexualidad con alguien a quien no deseaban. Uno puede ver cómo en todo proceso revolucionario también hay una sublevación contra principios morales y cánones relacionados con cierto ejercicio de la sexualidad".Otra figura interesante que se analiza en el libro es la Monja Alférez, Catalina de Erauso. Andahazi cuenta que en el siglo XVI el rey de España Felipe IV le otorgó la identidad masculina a una mujer -Catalina-- luego de que ella viviera con identidad masculina gran parte de su vida. Catalina vivió su infancia en un convento español, del que huyó vestida de hombre. Con el tiempo, adoptó la identidad masculina y se hizo llamar Antonio de Erauso. Viajó a América para comenzar una nueva vida y logró ingresar al ejército como soldado para servir a la Corona en la conquista de América. Antonio de Erauso fue conocido por su valentía y por su fama de gran seductor de mujeres. Este Don Juan americano ascendió de soldado a alférez. Nadie supo la verdad, hasta que se vio envuelto en un juicio por asesinato, encontrado culpable y condenado a muerte. Sin embargo, un obispo se dio cuenta de su oculta identidad femenina y finalmente intercedió, al comprobarse que también era virgen. Antonio fue perdonado y regresó a España, donde fue recibido por el rey Felipe IV. El monarca le otorgó títulos bajo el nombre de Antonio de Erauso, por su valentía y heroísmo. Y en un alarde de fastuosa modernidad, también lo autorizó a utilizar su identidad masculina. Años más tarde, el Papa Urbino VIII confirmó la decisión de Felipe IV. Antonio volvió a América con su nuevo nombre y se cree que estuvo en Buenos Aires.El libro "Pecar como Dios manda" da cuenta de una constante doble moral, que recorre la historia sexual de la Argentina desde el momento en que llegaron los españoles a tierras americanas. "Esta doble moral continúa aún hoy y nos define de algún modo en lo sexual. Una cosa es la que se impone, la que se muestra, pero es muy distinto lo que sucede en la intimidad".La reacción que su libro podría provocar en el mundo académico no desvela a Andahazi. "No me preocupa cómo la academia puede juzgar mi libro, yo sé cuál es mi lector, sinceramente lo único que me preocupa es su opinión. Además, la academia siempre llega tarde a todas partes, creo que no difiere mucho del pensamiento clerical, porque tiene una composición muy similar a la Iglesia. Es decir, tiene un pope y monjes que lo sostienen. También mantiene un dogma y un credo que va más allá de toda razón. Por eso desconfío de las estructuras verticalistas, como la academia. El ejercicio de la literatura y la investigación tienen que ver con la libertad, con la libertad más absoluta, no con un dogma".
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