miércoles, 9 de enero de 2008


NACIO EL 9 DE ENERO DE 1908
Cien años de Simone de Beauvoir, la mujer que reinventó a las mujeres
Fue tan audaz en su vida como en su obra. Su libro El Segundo Sexo planteó que la femineidad es una construcción social. Su relación con Jean-Paul Sartre conformó uno de los binomios más influyentes del siglo XX. A cien años de su nacimiento, el mundo se prepara para homenajearla. Mónica Tarducci, Nora Domínguez, Leonor Silvestri y Angélica Gorodisher la evocan y comprueban la vigencia de su pensamiento revolucionario.
Por: Mónica Tarducci


REVULSIVA. En plena posguerra, cuestionó la maternidad como destino obligado de todas las mujeres.


Entre el 19 y 23 de enero de 1999, las pensadoras feministas Christine Delphy y Silvie Chaperon, organizaron en París, el Coloquio Internacional "Cinquantenaire du Deuxieme Sexe". Indescriptible placer para una admiradora de Simone de Beauvoir: cinco jornadas dedicadas a su paso por el mundo. Conferencias, mesas redondas, exposiciones de arte y festival de cine daban cuenta de su vida maravillosa, de su entrega, de su rigor intelectual y político. Mujeres de todo el mundo expresaban su gratitud, a ella por involucrarse a favor de las luchas anticoloniales, contra la tortura, a favor de la despenalización del aborto, y al Segundo Sexo, por haberles cambiado la vida, ni más ni menos. Me detengo en este Coloquio, porque las distintas actividades, dan una idea mucho mas compleja de su paso por la vida que la notoriedad de haber sido la amante-amiga de Jean Paul Sartre. Las más importantes pensadoras feministas exploraban su obra filosófica: los orígenes del Segundo Sexo, en relación a Descartes, a Merleau-Ponty, a Hegel, a Marx, etc. Yo escuchaba absorta y admirada de que se pudiera hablar tanto sobre un libro: que la crítica intertextual, que la influencia del concepto de narcisismo beauvoiriano sobre la obra de Julia Kristeva, sobre el énfasis de las posmodernas puesto en el anti-esencialismo que atraviesa su obra, acerca de la ética existencialista que marca toda su producción. El panel dedicado a "La lesbiana en El Segundo Sexo" mas allá de las discusiones sobre las identidades a partir de la sexualidad, nos recordó, y en eso conviene insistir, en la audacia que implicaba escribir sobre esos temas en 1949. Justamente, cuando se expusieron la repercusión del libro por esa época, fue evidente que este capítulo, como el que cuestionaba la maternidad como un destino para todas las mujeres, fueron los mas convulsionaron a la Francia de posguerra. Al estar presentes estudiosas de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, España, de los países de Europa del Este, del África francófona, Senegal, Nigeria, Irán, Japón, Líbano y de América Latina, varios paneles abordaron tanto los problemas de traducción del Segundo Sexo como su recepción por lectoras tan diversas. Cómo superar traducciones macartistas, como la norteamericana, que censuró, allá por los cincuentas, capítulos enteros, o la japonesa, que reemplazaba la palabra "feminidad" por "maternidad", o las astucias de las madrileñas para comprar un libro sin que la policía secreta franquista se enterara, fueron algunos de los temas expuestos con nostalgia y agradecimiento. Un panel integro se dedicó a analizar la recepción que tuvo El Segundo Sexo en el Partido Comunista Francés, que rechazó la obra basandose en las características personales de su autora y en su oposición a la "filosofía decadente del existencialismo", con una ideología que las propias mujeres del partido, que militaban en esa época, describieron como "familiarista". Si para mi todo fue emocionante y revelador (me hospedé en uno de los hoteles donde Simone vivió!!!) debo reconocer que los testimonios acerca de su compromiso político así como los documentales y fotos donde se la veía ya anciana, repartiendo panfletos por las calles, me llenaban de admiración y amor. Nunca se insistirá demasiado cuando se haga alusión a su contribución esencial en la organización autónoma de las mujeres, a su ética intelectual que le permitía afirmar que cuando escribió el libro no era feminista y que muchas de las ideas vertidas en él fueron cambiando en la medida que su comprensión de la lucha fue haciendose feminista. Chistine Delphy y Claudine Monteil, entre otras, la contaron como camarada en el Movimiento de Liberación de las Mujeres francés. La abogada argelina Giselle Halami, la tuvo a su lado en la lucha anticolonial de su país, que significó, tanto para Beauvoir como para Sastre, poner en peligro su vida en el París de los años 60. El Tribunal Russell contra los crímenes de guerra en Vietnam contó con su presencia tan comprometida como la firma del "manifiesto de las 343" de las mujeres que habían reconocido haber abortado alguna vez, (pocas sabían que ella no lo había hecho nunca) publicado en el diario Nouvel Observateur, en abril de 1971. Siempre anticapitalista, afirmaba en 1976, que una feminista siempre es de izquierda, lo reconozca o no, porque está por la igualdad total. "De hecho, las feministas están a la izquierda de lo que hoy consideramos la política de izquierda tradicional". Brillante, politizada, bella y seca, contundente hasta la antipatía (¿por qué persiste la idea de que las mujeres debemos ser "dulces"?) Simone fue y será un ejemplo para las mujeres de todo el mundo, que vemos en ella compromiso y pasión, radicalidad y coherencia que supo estar, como muy pocos a la altura de un siglo de grandes transformaciones.



Nos devolvió lo que nos hacía humanas

Fue, para mí, una revelación. ¡Cómo! ¿Entonces todo lo que yo había estado sintiendo, entreviendo, sospechando, no sólo era cierto sino que tenía un linaje de oro deslucido por el prejuicio, por las ínfulas de la "naturalización", con fundamentos históricos, sociales, filosóficos? ¿Era así? Leí y releí: sí, era así.

Por: Angélica Gorodischer *


ABANDERADA. Lo que hoy parece obvio para la mayoría generó una polémica hasta entonces inédita.





Y fue, para el mundo, una conmoción: nada volvió a ser igual después de El Segundo Sexo, nada. En esos años daban indignación pero ahora dan risa quienes todavía no se han dado cuenta. Nos devolvió a las mujeres lo que nos hizo humanas y lo que nos había sido negado durante siglos, qué digo, milenios. La palabra, estoy hablando de la palabra. La ola hecha de palabras y de luz sobre los rincones oscuros, que desató su obra fundamental (y su autobiografía en tres deslumbrantes momentos) no se ha aquietado y es de esperar que no se aquiete, que la Luna siga rigiendo su ir y venir en una marea que nos cubra a todas y a todos. Bueno, vamos, ¿estoy hablando de cambiar el mundo? Sí, de eso estoy hablando y si usted no me cree vaya y lea El Segundo Sexo y después me cuenta. O no me cuente; haga lo que quiera, pero vaya y léalo. Que aunque no se pueda creer, hay todavía quienes no lo han leído. Cien años hace que nació y fue una bebé como tantas. Pero no fue una muchacha como tantas y fue una mujer excepcional. Todavía hoy, y que sea por muchos años, la citamos y la nombramos y figura en las bibliografías de cuanto trabajo se publica sobre mujeres. Lo que quiero decir es que no está ausente. Que preside la mesa del café, la mesa de exámenes, la conferencia, el diván, el confesionario, la oficina y el espejo. Ha habido muchas grandes después de ella, pero me pregunto si lo hubieran sido o si no hubiéramos tenido que esperarlas muchos años más, si Simone de Beauvoir no hubiera desatado los nudos subterráneos que mantenían quieta la ola incontenible ya, de las palabras que usamos las mujeres.
* La autora es escritora



EL APORTE TEORICO DE UNA PENSADORA
Un pensamiento escandaloso, del que ya no se retrocede

Uno de los modos en los que Francia ha elegido celebrar los 100 años del nacimiento de Simone de Beauvoir no es indiferente al derrotero que adoptó la liberación femenina durante la segunda parte del siglo XX ni a los lugares y nombres de sus pensadoras que no pudieron pasar por alto las poderosas tesis que Beauvoir formuló en 1949 en su libro El segundo sexo.


UN PUNTO DE INFLEXION. Aún para criticarlas, son ineludibles las poderosas hipótesis que formuló Beauvoir.


En este sentido, resulta sorprendente que sea Julia Kristeva, una posestructuralista avant la lettre, quien preside el Coloquio Internacional dedicado a Beauvoir, cuando desde los años ochenta se ha manifestado incómoda con respecto a su racionalismo, a su distancia evidente con las vanguardias estéticas como espacios de inspiración teórico-militante o a su desdén por el psicoanálisis como dimensión determinante de la subjetividad. Aunque en alguna ocasión expresara que El segundo sexo representó para ella, como para mucha gente, una inolvidable lección de dignidad femenina. Colocaciones divergentes que fueron fijando algunas de las posiciones del movimiento y la teoría feministas ya sea alrededor de las ideas de la igualdad entre hombres y mujeres que sostenía el proyecto emancipatorio y existencialista de Beauvoir o se alineaban en las huestes de la diferencia que Kristeva compartía con otros nombres como el de Luce Irigaray, Antoinette Fouqué o Helene Cixous. En ese lugar donde se reconocía el escándalo de un pensamiento, la embestida conceptual que obligaba a pensar de otra manera y la ambición de un proyecto intelectual integrador, comenzaban también los términos de las diferencias que marcarían las polémicas posteriores y que con el correr de las décadas fueron atacando diferentes flancos de su edificio conceptual. En muchos casos para hacerla objeto de diversos matricidios como expresó la filósofa española Celia Amorós. El segundo sexo es un libro voluminoso, impacta en él la impronta de un desafío que no se abandona: dar cuenta de la historia de la condición femenina como la construcción del lugar del otro, acudiendo y demostrando sin cesar la crítica a los argumentos biologistas y naturalistas con los que las sociedades sustentaron la inferioridad de las mujeres hasta zanjar de manera lúcida y rigurosa que "no se nace mujer sino que llega una a serlo". El aporte en este punto no tiene retroceso y todas las críticas posteriores no pudieron sino recostarse sobre esta certeza teórica. Beauvoir recorre las religiones, los mitos, la historia, la antropología pero también el psicoanálisis y el materialismo histórico con una erudición que hoy en día resulta admirable. No hay figura femenina que se resista a una actualización de los relatos que fijaron a la mujer a una única modalidad dominante (la madre, la esposa, la vírgen, la prostituta, la mística, la lesbiana). No hay espacio del saber sobre los que no ejerza una mirada crítica y, por sobre todo, creativa. Acude tanto a un ajuste de cuentas con los nombres de la tradición filosófica, al análisis de códigos y leyes como a encuestas, anécdotas de la vida cotidiana o de la cultura popular y especialmente a la literatura. Un terreno que ella misma transitó con éxito. Escribió novelas, memorias, ensayos atreviéndose también por los corredores ficcionales de un yo femenino. Así exploró el carácter cambiante que adoptó el llegar a ser mujer, los hitos de su proceso histórico, las intersecciones donde una situación se revela en sus múltiples condicionamientos (económicos, sociales, históricos) y también las salidas que la liberación ofrece. Por eso, dice Beauvoir, son ociosas todas las comparaciones que se esfuerzan en decidir si la mujer es superior, inferior o igual al hombre porque sus respectivas situaciones son profundamente diferentes. El hombre tiene más posibilidades concretas de proyectar su libertad; a la mujer no le queda otra salida que luchar por su liberación que sólo puede ser colectiva y precisa principalmente de un cambio de las condiciones económicas. Los datos sociales que ofrece el comienzo de este milenio: feminicidios, explotación y trata de niñas para la prostitución, flujos migratorios determinados por la pobreza más extrema sin duda solicitan una nueva lectura de El segundo sexo. Un libro que abrió las vías de los debates posteriores y sus actuales derivas, las que hoy dan sustento a la idea de que verdaderamente transitamos como dijo Kristeva ¨tiempos de mujeres¨. Tiempos lineales o discontinuos, pero de intervenciones, militancias y escrituras múltiples y arriesgadas.
*La autora es Investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA.

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