viernes, 22 de octubre de 2010

17 de Octubre de 1945

Nadie hablaba de peronismo


Por Julia Mengolini

politica@miradasalsur.com





La movilización que cambió el curso de la historia: cuando los trabajadores se hicieron protagonistas.


Nadie hablaba de peronismo. Se hablaba de pesca con mosca y en el colegio, Perón había sido apenas un presidente algo autoritario. En la facultad, los grandes profesores de constitucional no daban cuenta de la Constitución del ’49 porque tampoco se hablaba de peronismo.
Nuestro espíritu de combate nos llevó a militar en una agrupación independiente, de esas surgidas al calor del “que se vayan todos”, donde nadie hablaba de peronismo. Sí hablábamos de las injusticias, de la desigualdad, de la importancia del Derecho y de la política como herramientas de transformación. Pero nadie hablaba de peronismo. Por lo bajo, algunos contaban las historias setentistas de sus viejos desaparecidos, otros que habían estado exiliados, resulta que todos eran peronistas, algunos ya lo sabían, otros sentíamos esa incomodidad adolescente de sospechar una identidad y no conocerla, eso de “no sé lo que quiero pero lo quiero ya”. Pero nadie hablaba de peronismo.


Hubo un tiempo en que los contestatarios nos encontrábamos molestos, desorientados, nos costaba asumir que había un gobierno que podía no molestarnos tanto, hasta agradar un poco, finalmente, apasionar. Ser oficialista para alguien que se considera a sí mismo contestatario es bastante traumático, sepan entender. Este nuevo gobierno al que nadie había votado porque nadie sabía ni dónde quedaba Santa Cruz, hizo realidad sueños que teníamos en el llano y era un gobierno peronista. Así se reincorporó el peronismo al vocabulario juvenil, algo que formaba parte de una leyenda subterránea, de un museo de lo que este país había sido pero que carecía de legitimidad. Se podía ser joven, seguir siendo rebelde y ser peronista sin tener que dar cuenta del menemismo ni de la Triple A. Era cuestión de que alguien se pusiera a hablar de peronismo y se pusiera a hacer peronismo. Entonces pudimos saberlo: éramos peronistas.
Los advenedizos tenemos mucho mérito. Hemos estado perdidos, asustados, buscando. Era cuestión de estudiar la historia argentina con criterio político y con el deseo en juego todo el tiempo para llegar a la simple conclusión: somos peronistas. Y podemos decirlo y serlo tanto como aquellos a los que años antes combatimos, y se llaman a sí mismos peronistas.
Pero hemos pasado por situaciones vergonzosas como cantar a viva voz la estrofa equivocada y que nos miren mal los peronistas de cuna. Los peronistas de cuna se ríen de nuestro asombro constante, se burlan de cómo devoramos libros prestados y nos emocionamos con la correspondencia Perón-Cooke.


La ventaja que tenemos los advenedizos es que siempre seremos jóvenes peronistas.



Entrevista a Alfredo Ferraresi, sindicato de Farmacia


Por Gabriela Juvenal Y Graciela Pérez

politica@miradasalsur.com


–¿En el 17 de octubre de 2010, ¿cuál sería el lugar de los cabecitas negras?


–Hay que decir que la última dictadura cívico-militar lo primero que hizo fue tomar el poder con un aparato genocida que hizo desaparecer todo el aparato productivo. Ahí es que se caen los mamelucos, los laburantes. Y así es que fue creciendo el sindicalismo de servicio. A partir de ahí surge la diferencia que hace a la actual composición social de la que hablábamos. Hoy la clase obrera no está tanto en las fábricas, sino en los movimientos. Como estructura particular participan con el movimiento obrero y con las organizaciones barriales. Pero ahí está todo mezclado. Algunos sectores del peronismo tienen su propio caudal de gente, se manejan muy bien. Y los municipios también manejan bien a los sectores populares, obreros, a los laburantes. También se ve un resurgimiento con la aparición de los jóvenes que cada vez es más importante. Hoy se está dando todo eso, otra vez, con gran sorpresa, esperanza y emoción para nosotros, que somos los veteranos.


–Qué tipo de acciones actuales le generan esa emoción?


–Por ejemplo la protesta de los chicos de la Capital. Ver a esos jóvenes de los colegios movilizándose por otros colegios. Imagínese lo que sentimos al ver a una chica de sólo 17 años, a quien le preguntan: “¿Qué problema tienen, ustedes?”. Y la chica responde: “Ninguno”. “¿Y por qué están marchando y haciendo tanto lío?”. Y la piba contesta: “Porque somos solidarios”. Esa palabra en los jóvenes es un avance brutal. Y nos llena de orgullo.


–El peronismo actual retomó luchas que al menos en los ’90 parecían olvidadas...


–El verdadero peronismo lo recupera este gobierno con el desafío al poder económico. Y se juega y redobla la apuesta, que es lo que nos gusta a nosotros. Lo reivindicativo es de todos los días: lo que se hace en los sindicatos en la defensa de los derechos, en las unidades básicas. Pero el objetivo es recuperar la política. Con esto fueron creciendo muchas cosas, hasta en los mismos dirigentes.


–¿Qué opina sobre el peronismo disidente?


–No son peronistas. Son los personajes que en cualquier momento negocian, aparecen en un lugar y de pronto aparecen en otro.




Entrevista a Héctor Recalde, diputado Nacional (FpV)


Por Gabriela Juvenal Y Graciela Pérez

politica@miradasalsur.com


–¿Qué significa la identidad peronista? ¿Hay una o varias?


–Todo el mundo aspira a que su peronismo sea el único. Por supuesto que cada uno defiende lo suyo. El peronismo es un movimiento muy grande. Y no hay que engañarse: el que no levanta las banderas de aquel peronismo que llegó por una sociedad más igualitaria y más justa no es peronista. Son datos concretos de la historia. Por eso lo que está sucediendo hoy es importante, porque se levantan nuevamente esas banderas. La oposición no tiene ideología.


–¿Qué aspecto histórico de la identidad peronista sigue vigente?


–El movimiento obrero, principalmente. La juventud es muy relevante hoy. Tiene que ver en estos los cambios estructurales que se ven. Uno tiene que combatir. Lo importante es la militancia para debatir y reflejar la realidad con los valores que uno cree.


–¿Qué transformaciones estructurales cree que impulsó el ciclo actual?


–La reconquista del salario minoritario y móvil. La nacionalización de empresas que habían sido enajenadas durante la década del ’90, la movilidad jubilatoria, la nacionalización de los recursos de previsión social que la manejaron para manejar sus bolsillos. Doy un ejemplo, un mal ejemplo de esa época del neoliberalismo. Cuando la Afjp Máxima hacia una publicidad para conseguir afiliados, era una oblea donde mostraban a un chico de 10 o 11 años que decía textual: “Cuando sea grande quiero ser rico”. Eso define todo.


–¿Cómo ve al sindicalismo hoy?


–El sindicalismo hoy está haciendo un trabajo extraordinario y el protagonismo en esto de Moyano es impresionante. Hay que observar bien. Cualquier ocasión es buena para pegarle a Moyano pero hay que advertir que el rol de Moyano es fundamental hoy en la defensa de los trabajadores, que les da participación en la cuestión pública. Hay distintos enfoques en cuanto a la profundización de las medidas. Esto es lo que ha fortalecido al peronismo, esta conjunción entre lo sindical y lo político. Estamos en un momento extraordinario. Yo estoy convencido de este proyecto. Y admito algo. Al principio a mí me daba calor decir que era kirchnerista. Y ahora estoy orgulloso de ser oficialista.

Víctor Laplace: “Hay mucha gente que es peronista, y no lo sabe”

El miércoles 24 se estrenará la adaptación que Víctor Laplace hizo de Borges y Perón, entrevista secreta, de Enrique Estrázulas. El actor y director cuenta la cocina de la obra que lo tendrá nuevamente en el rol del general. El debate se abre para analizar esa relación turbulenta entre dos símbolos ineludibles de la argentinidad y sus ecos actuales.

Víctor Laplace es un peronista visceral. De los que dicen “compañero” para referirse a otro peronista. Como cuando dice “el otro día, hablando con un compañero, le comenté que ésta es una obra que tiene que ver más con la conciliación que con la confrontación. Y él me contestó ‘ahora lo que nosotros queremos es confrontar’. Pensé mucho en eso, y dije qué lástima que siendo un tipo del palo crea eso. Después me puse a reflexionar, y armé esto de la confrontación de ideas para apuntar a la conciliación.” Esto de la confrontación de ideas es Borges y Perón, entrevista secreta, la obra de Enrique Estrázulas que Laplace montará el 24 en el Teatro Carlos Gardel, de Valentín Alsina. Y en la que, además de dirigir, representará, como ya hizo en varias películas y obras teatrales, a Perón. Es que, para Laplace, Perón es pasado, presente y futuro. Por eso, entre sus proyectos hay un guión que, filmado, se llamará Puerta de Hierro y tratará del exilio que vivió el general en ese barrio madrileño. Por eso, ahora, próximo a un estreno en el que pondrá sobre un escenario a Perón y a Borges diciéndose lo que nunca pudieron, Laplace asegura: “El peronismo es casi una carga. No para el obrero que yo era cuando tenía 14 años y trabajaba en Metalúrgica Tandil, pero sí para el muchacho sensible que también fui. Me pasé la vida explicando mi condición peronista. Pero llegó un punto en que no tengo ganas de explicar nada. Me remito a mis acciones, que son peronistas. Además, creo que hay mucha gente que es peronista, y no lo sabe”.

En 1998, en el Cervantes, Laplace como Perón y Duilio Marzio como Borges estrenaron Borges y Perón, entrevista secreta. Aquella versión incluía a otros personajes: la madre de Borges, Adolfo Bioy Casares, una secretaria. Esta vez, Laplace concentró el diálogo en los dos hombres-símbolo, con Jean Pierre Noher como Borges.

–¿Qué aporta presentar en la obra a un Perón irreal vinculado con Borges, tan talentoso como antiperonista?

–Por empezar, la confrontación de ideas. En la obra hay un apagón y Borges entra en pánico. Justo él, con su ceguera. Y Perón comienza a cuestionarlo muy duramente: “Dicen que usted no conoce la mayoría de las cosas sobre las que escribió; que fuera de sus libros, no conoció nada; que imagina a los malevos, que imagina a las mujeres. A usted le falta calle, Borges. Le falta haber vivido. Le falta todo lo que a mí me sobra.” Se arma una cosa muy interesante en cuanto a la capacidad de uno y del otro. Los dos se marcan mucho la cancha. Me gusta la idea de dos tipos que confrontan fuertemente sus ideas, pero no tengo la menor duda de que a Perón le hubiera gustado el poema de Borges sobre Malvinas, esa magnífica parábola sobre la estupidez bélica, Juan López y John Ward, soldados argentino y británico que combatieron en 1982.
Una vez Laplace dijo que “Perón es una necesidad para entender el sentimiento del pueblo argentino”. En esta ocasión agrega: “Perón hizo una transformación brutal entendiendo al mundo de hoy hace cincuenta años. Yo, como obrero, conocí las reivindicaciones que otorgó Perón a los trabajadores. Entendió el pensamiento del pueblo y lo puso en funcionamiento con un sentido social que nadie logró antes ni después... excepto este modelo de gobierno que estamos teniendo ahora”.

–¿Este Gobierno se acerca a la comprensión que tuvo Perón respecto del sentimiento popular?

–Yo creo que sí. Y creo que, de algún modo, la historia de amor entre Perón y Evita tiene que ver con algo que yo percibo en el matrimonio de Cristina y Néstor Kirchner.

–¿Sabe lo que está diciendo?

–Sí.

–¿Por qué será que aún hoy algunas personas creen necesario aclarar “yo soy peronista de Perón y Evita”?

–Todos los que somos peronistas de Perón y Evita hemos tenido que comernos algunas... galletitas. Y no sabrosas. Ha habido mucha sangre derramada. Hubo algunas peleas internas que a uno le hacen pensar ¿hasta cuándo? El peronismo tiene esa revolución interna constante. Tiene una cosa que no se puede terminar de juntar. En el peronismo hay mucho amor; y mucho odio, también. El exceso de pasión de los argentinos nos llevó siempre por caminos de desmesura. Cuando Perón vuelve y en la Plaza de Mayo les dice “imberbes” a los jóvenes, los jóvenes se van y cambia la historia. Por la política yo he dejado de hablar durante años con una hermana que es radical. Como artista, sin embargo, he tratado de ir conciliando. A mí me han dicho “vos fuiste menemista y ahora sos kirchnerista”. No: yo soy peronista. Y cuando aparecen las cuatro o cinco cosas fundamentales que ha levantado este Gobierno, yo estoy ahí. No estoy en otro lado. No puedo estar en otro lado.

A los 66 años, Laplace es la contrafigura de la crispación que la oposición le atribuye a lo que se relacione con el kirchnerismo. Es tanta su convicción partidaria que hasta se permite una suave autocrítica: “Si bien es cierto que tenemos un pensamiento que puede aparecer como totalizador, el peronismo explica el presente y habla de un proyecto para el futuro. En la Argentina no ha aparecido nada igual”. Y relata, entusiasta, cómo logró su propia transformación: “Yo era un pibe de 14 años y trabajaba con obreros metalúrgicos que eran hombres de 30 o más años. Pero también entonces tenía veleidades de actor y los invitaba al teatro. Algunos me decían lo consabido: ‘Ustedes, los actores, son medio raros’. Pero cuando conseguía que fueran al teatro quedaban fascinados. Yo modifiqué gente, antiguos compañeros de laburo que todavía hoy me dicen: ‘¿Te acordás, Víctor, cuando les recitabas a las fresadoras y al torno, y nosotros nos reíamos porque no entendíamos un carajo lo que estabas diciendo?’. Bueno, ahora todos saben qué era lo que yo quería decir. Yo crecí en medio de esa confrontación-conciliación con las que se construye cambio. Y el cambio es búsqueda de felicidad”.

–¿Qué le aporta Borges y Perón, entrevista secreta al peronismo de hoy?

–Una mirada sobre qué es el peronismo y qué es lo que está pasando en América latina. Y cómo ese hombre, Perón, entendió lo que ahora provoca mucha emoción: ver unidos a los presidentes latinoamericanos... a casi todos. A mí me conmovió cuando Cristina dijo que hoy como nunca los presidentes representaban a sus pueblos.

–¿Alguna vez odió a Borges?

–¡No, para nada! A mí me hubiera gustado mucho que Borges y Perón se conocieran realmente. Hay mucha gente dentro del peronismo que dice: “Es una pena que durante tantos años nos hayamos perdido a Borges”. Yo nunca hablé con él, pero lo admiro: me entrego a la belleza de su literatura. Yo tuve una formación que me permite elegir, y elijo una transformación que abra el juego. El pensamiento popular no se debe perder una poética como la de Borges.
La conclusión es Borges, Perón o, si se prefiere, Perón, Borges, dos figuras en una relación que podría definirse con lo que contaba el epistemólogo Mario Bunge: “Eramos tan apasionadamente antiperonistas que no fuimos capaces de hacer un análisis objetivo del peronismo. Más aún, usábamos categorías políticas europeas. Creíamos que el peronismo era una forma de fascismo. Y no lo es: es original, es un tipo de populismo. Creíamos también que Perón era bruto. Es falso. Era inteligente, no sólo habilidoso, y tenía cultura histórica. Al fin y al cabo fue profesor de historia militar en el Colegio Militar. Lo menospreciamos, y por eso no lo entendimos. Gino Germani, que fue el fundador de la sociología moderna en la Argentina, se fue del país en 1966 y al año siguiente me visitó en Montreal. Le pregunté: ¿Por qué te fuiste de la Argentina? ¿Por la persecución? ‘No –me dijo–. Me fui porque era incapaz de entender al peronismo’. Y quien no entiende al peronismo no entiende al país”.





Ganar para transformar la Argentina


Por José María Ottavis, militante de La Cámpora, presidente de la JP bonaerense.

politica@miradasalsur.com


La Juventud tiene una relación de glorias y fracasos con la historia argentina. De glorias: fue ella el motor de las transformaciones más importantes que marcaron a nuestro país. Desde las luchas por la independencia, pasando por las jornadas de octubre del ’45, los ’70, Malvinas, para terminar el 19 y 20 de diciembre de 2001. De fracasos: también eran jóvenes los perseguidos durante la resistencia peronista, los desaparecidos por la Dictadura y los excluidos y marginados en los ’90. Ese rol trascendente vuelve a la juventud en un acto imprescindible de la historia argentina.


A decirlo con claridad: la única demostración de que a la clase dirigente le importa el futuro la tenemos cuando escucha a los jóvenes o los incluye en la toma de las decisiones. Caso contrario, son palabras huecas, mentirosas; estrategias berretas de marketing. Un “plan” que no tiene plan.
El kirchnerismo ha renovado la relación de la dirigencia política con la juventud de su tiempo. ¿Qué ha ocurrido? Por un lado, ha tenido evidentes logros en su gestión que han repercutido en las nuevas generaciones: se crearon millones de empleos, se recupera el salario de los pibes, las familias mejoran sus perspectivas de cara al futuro, la asignación universal, el programa Conectar - Igualdad.


Pero la relación kirchnerismo / juventud no se asienta sólo en resultados materiales. Desde 2003 la Casa Rosada dejó de ser un lugar ocupado por sirvientes de las corporaciones, para ser un símbolo de la transformación argentina. La ley de medios, la política de DD.HH., el matrimonio igualitario, la estatización de las Afjp, por citar algunos casos, son decisiones que instituyen nuevos derechos, profundizan la democracia y rompen con el statu quo.


En ese contexto, los jóvenes no podemos menos que sentirnos interpelados. Los que venimos de una tradición militante, que somos peronistas, vemos en el kirchnerismo la expresión de nuestros anhelos. Con claridad: Néstor Kirchner y Cristina Fernández expresan la independencia económica, la soberanía política y la justicia social. Como señalaba una editorial de La Cámpora: “Peronismo real, kirchnerismo al palo”. A nosotros no nos engañan ni Duhalde, ni De Narváez, ni Solá ni Macri: con ellos, el peronismo se vuelve inofensivo. Se convierte en una simple herramienta electoral, no en un movimiento revolucionario.


Argentina define a cada paso su destino. La elección del año próximo determinará hacia dónde queremos ir. En ese marco, el Gobierno Nacional deberá continuar alentando la participación de los jóvenes. Tiene que estar atento a nuestras múltiples y complejas demandas. Somos jóvenes los que pedimos más créditos hipotecarios para poder comprarnos una casa, y también lo somos los que muchas veces somos maltratados por la policía o morimos víctimas del gatillo fácil o mientras nos practicamos un aborto clandestino. Éstas son cosas inadmisibles en la Argentina que soñamos.


Los que tenemos responsabilidad como militantes juveniles debemos asumir también nuestro rol. La Juventud Peronista, La Cámpora, todas las juventudes, debemos actuar con voluntad política y la firme decisión de construir consensos. Tenemos que estar al lado de las necesidades y las injusticias que sufren los jóvenes para convertirnos en caja de resonancia de sus problemas y buscar soluciones en el accionar estatal.


Y lo más importante: desde la juventud peronista debemos decirles a nuestro pueblo y a nuestros dirigentes que no sirve ganar en un sálvese quien pueda electoral. No queremos ganar una elección para seguir en el poder. Queremos ganar para que el poder del peronismo transforme la Argentina. Queremos que Néstor y Cristina sean en 2011 lo primero de lo nuevo. Porque el peronismo se vuelve "hecho maldito incorregible" cuando estatiza YPF, cuando asume el control de los recursos naturales, cuando avanza sobre las rentas extraordinarias, cuando logra el fifty-fitfy. Cuando, como decía Evita, “será revolucionario, o no será”.







Todo ese tiempo


Por Aníbal Fernández. Jefe de Gabinete de ministros


No basta con narrar. Hay que entrar en la saga de hechos y hombres que organiza la Historia. Meter el cuchillo hasta el fondo. Dejar que la imagen amarillenta y añeja de pies cansados refrescándose en la fuente de Plaza de Mayo nos gane la memoria.


Son 65 años. Somos todo ese tiempo. El único movimiento político popular de América latina que ha sobrevivido a la ilegalidad, la persecución, la traición, la tortura, la muerte. Somos los únicos que, en 65 años, no hemos envejecido.


Y no hablo de la doctrina ni del legado. Ni siquiera digo del relato del peronismo, ese por el cual las fieras de la intelligentzia se pelean ahora a dentelladas, tratando de apropiarse del nuevo signo iconográfico de los intelectuales; esos mismos que intentan, a través de dicha apropiación, participar de un banquete al cual nunca estuvieron invitados… porque es una fiesta del Pueblo.


Digo de la vitalidad, de la emoción, de la pasión y la alegría que constituyen al Peronismo. De hombres y mujeres que no cejaron. Que no pidieron pido. Ni tregua. Ni cuartel… y renacieron. Prendidos a una flor de nomeolvides, renacieron. En la mirada transparente de pibes de 15, 18, 20 años, que retomaron las banderas, el trabajo en las villas, la militancia en la calle, la discusión en las escuelas y las universidades, el combate de ideas en un nuevo territorio: el territorio virtual. ¡¡¡Y ya lo ve… y ya lo ve… es la Gloriosa…!!!


Digo de lo que no vence. De lo que no caduca. De lo que perdura. De algunos compañeros que pasamos los cincuenta y sin embargo tenemos las mismas ganas y las mismas convicciones que hace 35 años. El mismo orgullo íntimo. La misma llama esencial. Y que no necesitamos andar explicando que somos peronistas… porque SOMOS PERONISTAS.
Digo de lo que duele. Reandar la muerte. Los ausentes. Enfrentar el vacío de los que sabemos que se han ido. Inexorablemente.


Pero también digo de lo que reconforta. De lo que perfuma. De Madres, de Abuelas. De familias encontrándose. De justicia y no de venganza. De todo lo recuperado en términos de reconciliación, de reconstrucción, de esperanza.


Y digo, finalmente, del orgullo de ser. Y de que mi Presidenta, Una mujer, un cuadro… sea PERONISTA.

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