viernes, 22 de octubre de 2010

Gitanos en Europa/Wired/Víctor Hugo Viscarra

La construcción de lo indeseable

Procedentes de la India, los gitanos llegaron a Europa en 1312 y a París en 1427. Pero siguen siendo discriminados, como lo confirma la expulsión ordenada por el gobierno francés. Aquí, con ironía, el autor denuncia los siglos de prejuicios que alimentan el racismo de esa medida.

Por Jorge Emilio Nedich

Escritor, autor de “El pueblo rebelde. Crónica de una historia gitana”

Todo el mundo sabe que los gitanos son la escoria de la humanidad, son malos, antisociales, amigos de lo ajeno, robadores de niños, de caballos; en la modernidad, de autos. Brujos, practicantes de magia negra. Según sectores de la Iglesia Católica, caníbales que huelen a azufre. Son mentirosos, sucios, fabuladores, degenerados que no respetan la sangre y se casan entre parientes. Salvajes que no pueden vivir en sociedad, salteadores de sogas, de gallineros y de todo lo que puedan meter en sus mugrosos campamentos. Por éstas y muchas otras formas de rapiña, en los mejores hoteles de Europa recomiendan resguardar las pertenencias debido a la presencia gitana en las calles; en varios aeropuertos del viejo mundo se puede ver una fila aparte para los gitanos.

Estas personas procedentes del noroeste de la India, que hablan la lengua rom, llegaron a Europa en 1312 y a París en 1427. Desde entonces hasta el presente, han servido en los ejércitos europeos y por ello han obtenido títulos nobiliarios, tal es el caso del Duque Andrés y sus hombres en Inglaterra, aunque, a decir verdad, la mayoría de las veces fueron expuestos como carne de cañón, para que el enemigo gastara las balas en su molesta presencia. Siempre han vivido al margen de la sociedad, literalmente acampaban en las afueras de los poblados, tenían prohibido molestar a los habitantes con su osamenta llena de piojos, con niños gritones y mal educados que olían peor que los cerdos. Si tenían la osadía de entrar al pueblo, eran apaleados; si robaban algo para comer o para vestir, les cortaban una oreja; si volvían a robar, perdían las dos.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, cazar gitanos se había puesto de moda y las autoridades recompensaban al cazador con un cerdo y una caja de cartuchos (ver legislación antigitana en Europa: http://users.col.com/asglitum/gypsy.html). Sus mujeres eran y son bocas sucias, huelen a vagina, son brujas altamente peligrosas, robadoras de cuanto puedan tener a mano. Los hombres viven explotando a sus mujeres y a sus hijos, los mandan a mendigar, a vender baratijas y si al regresar no traen dinero, mujeres e hijos reciben una paliza formidable.

Por todos estos motivos la sociedad europea, en general, no los permite, desde que los vio por primera vez en el siglo XIV hasta el presente, formar parte de la ciudadanía. Estos gitanos ensucian París, no han sabido asimilarse en tiempo y forma al mundo moderno; no merecen ser educados, ni escolarizados, y pese al aporte económico de la Comunidad Económica Europea, no son tenidos en cuenta en los planes básicos de esos países, no los dejan ingresar por ultra marginales: es imposible censarlos, ordenarlos, alinearlos, registrarlos, convertirlos en ciudadanos.

Los millones de gitanos europeos que han sido expropiados de su patrimonio cultural y asimilados, están fuera de este conflicto (aunque sus vidas siempre corren peligro). Sólo son perseguidos los gitanos búlgaros y rumanos. Todos los gitanos sin excepción fueron esclavos de Europa durante cinco siglos; los últimos recuperaron su libertad en 1858 cuando Europa abolió la esclavitud; la libertad que no trajo bienestar, sino una vuelta a las persecuciones y a los asesinatos de siempre, que de manera reiterada son vendidos a la prensa como una reyerta entre gitanos. Y la prensa suele comprar.

Estos gitanos son perseguidos y asesinados a diario en Hungría, de donde proviene la familia de Sarkozy; las gitanas son cazadas en las calles y llevadas a los hospitales que tienen un sector exclusivo para gitanos. La población, en general, no quiere estar donde están ellos; y pese a que muchas gitanas son analfabetas, igualmente las obligan a firmar un papel donde dicen que aceptan ser esterilizadas. La Liga Magiar en Hungría dos por tres sale a matar gitanos; se forman comisiones investigadoras que nunca arriban a ninguna conclusión.

Las cárceles europeas están abarrotadas de gitanos sucios y ladrones; y los orfanatos llenos de niños mendigos, pero también robadores de todo. En estos lugares los gitanos también son discriminados y sufren agresiones físicas y contagios de infecciones terminales. La droga ingresa a los campamentos y los gitanos de cualquier edad consumen con una voracidad pocas veces vista y, al cabo de un tiempo corto, caen como moscas. No son pocos los políticos y ciudadanos que se alegran con estas muertes; la parca les saca trabajo de encima y el aire es más limpio y diáfano sin gitanos.

Recordemos que el Estado italiano, tanto como el rumano y el húngaro, fueron aliados del régimen nazi y tiene una historia negra con las minorías. También Francia, también Sarkozy. Rumania, desde que terminó la Segunda Guerra, intenta deshacerse de los gitanos; los propios rom afirman que les dan algo de dinero y pasaportes y los sacan de su territorio en vuelos hacia destinos preferentemente europeos. Otros gitanos, mafiosos verdaderos que regentean el delito de alto vuelo, no son molestados por autoridades a las que sobornan.

Después de cinco siglos de esclavitud, sólo puede haber, en lugar de un hombre, un ser animalizado; así, animalizado, el gitano recuperó su libertad para vivir dos siglos en la marginalidad más absoluta. La marginalidad destruye la cultura de un pueblo, y la autodestrucción pasa a ser su cultura: esto la sabe la Comunidad Económica Europea que hace importantes aportes económicos para que los países citados mejoren la calidad de vida para los gitanos y los instalen en una condición de existencia digna que nunca tuvieron. Como nos queda claro, la mejora en la calidad de vida para los gitanos no es posible, y parece que tampoco deseada por los gobiernos europeos, todos.

De hecho, Rumania se esfuerza por gastar los 32.000 millones de euros de fondos no reembolsables que le ha reservado la Comisión para la Integración de la Minorías en Riesgo, para el período 2007-2013. Y por lo visto ese dinero no luce en la miserable realidad gitana. Y aunque resulte increíble para los gitanos, impensable para muchos europeos y les cause dolor de estómago a otros tantos, las amenazas, la esclavitud y los delitos de lesa humanidad pasados, presentes y futuros, deberán pagarse en la justicia; si es así, será creíble que el poder desea combatir al racismo…

Entrevistas > Chris Anderson, el editor de Wired

La guerra invisible

Es editor de la revista Wired, el medio que más encima está del cambio tecnológico y sus incidencias en la cultura. Ha publicado dos libros sobre la nueva economía generada por Internet, es un ferviente defensor del software libre y un opositor a Microsoft y Apple, es considerado una de las personas más influyentes de Estados Unidos y hace unos meses anunció: “La web está muerta”. En una extensa entrevista en San Francisco, Chris Anderson recibió a Radar y habló de la guerra silenciosa debajo de su anuncio, de cómo el campo de batalla se amplía hacia el hardware y la robótica y de su inesperada historia personal, que incluye al punk, a la banda REM y a un abuelo que inventó el riego automático.

Por Mariano Blejman
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Desde San Francisco

En su número de agosto, la revista Wired salió con un título catástrofe: “The web is dead”. La web está muerta, sentenció. El artículo estaba firmado por su director, Chris Anderson. Y si algo pasa con las producciones de Anderson es que se pueden admirar o se pueden discutir, pero no se pueden evitar. Esa misma tapa impresa en gigantografía adorna ahora la entrada de la redacción de la revista, que –si bien su web es una vorágine de información que sube treinta artículos por día– por dentro pareciera permanecer en un mantra: la adrenalina está afuera. La tesis de la nota, basada en datos concretos, es que Internet se utiliza cada vez más para servicios no relacionados con la navegación: aplicaciones cerradas, las redes Facebook, Twitter, para los celulares, para los recién llegados iPads. Para Anderson, y para muchos como él que piensan que Internet debería permanecer “abierta”, el riesgo de que la web se use cada vez menos podría dar inicio a la monopolización de Internet. Es importante entender, en este caso, que Internet y la web no son lo mismo: mientras que internet es la estructura que permite que las computadoras se conecten entre sí, la web es apenas uno de los servicios que permiten la navegación de los usuarios por páginas y blogs. La nueva generación de teléfonos celulares inteligentes permitió que no hiciera falta la web para usar Twitter, Facebook, iTunes o radios a través de Podcasts. Esto es lo que hace, según el artículo de Anderson, que cada vez se navegue menos por la web.

Anderson es también considerado una de las diez personas más influyentes de los medios estadounidenses. La revista que edita imprime 800 mil ejemplares por mes en papel y tiene millones de visitas on-line. “Nunca hemos vendido tanto en papel”, replica Anderson, sentado en su cómodo sillón en la Third Street del corazón de San Francisco, a dos cuadras del South Park. Y no deja de ser desconcertante, porque en más de una ocasión ha reflexionado sobre la importancia de encontrar nuevas palabras para “medios” y para “periodistas”, dos nociones que están cambiando. ¿Si la revista va a dejar de imprimirse alguna vez? “Vamos a dejar de salir en papel... dentro de unos cien años”, sentencia.

Luego de una pequeña conversación sobre el rol de los medios en América latina (Anderson tuvo una visita fugaz a Buenos Aires a comienzos de septiembre para hablar en un panel organizado por el Consejo Federal de Inversiones), mientras detrás de su luminosa oficina se escuchan algunos pocos ruidos de San Francisco, Anderson dirá que es difícil hacer periodismo “cuando triunfa una revolución”.

¿Ustedes ganaron la revolución?

–Bueno, nosotros no, pero la cultura que creó Wired sí la ganó. La idea de que la tecnología podía ser una fuerza político-económica de cambio, una herramienta, un arma en la mano de la gente común, que le permitiría cambiar el mundo... esas ideas triunfaron. Eso que era radical en 1993 cuando se creó la revista, hoy resulta evidente.

Su primer libro, The Long Tail, salió en 2006. Y el segundo, Free, salió en 2009. Mientras que los libros fueron, en algún sentido, un llamado a la esperanza sobre Internet, la idea de que la web está “muerta” es más bien una advertencia. La teoría “long tail” (la larga cola) asegura que la economía está cambiando de manos: mientras antes unas pocas empresas concentraban sus ganancias en pocos productos, gracias a Internet el mercado estará dominado por millones de nuevos nichos. En Free, en tanto, Anderson desarrolla el concepto de que Internet produjo una nueva forma de hacer negocios basada en el costo cero, como los servicios de Google.

Anderson vive en Berkeley, a un kilómetro de donde se descubrieron los últimos elementos de la tabla periódica. Se había recibido de físico, realizó investigaciones en Los Alamos y luego pasó seis años en las dos prestigiosas revistas científicas Nature y Science. Antes de editar Wired, desde 2001, trabajó en The Economist durante siete años. Entre otras cosas, ahora trabaja en los proyectos BookTour, fundó las empresas DIY Drones y 3D Robotics, un emprendimiento para desarrollar hardware de código abierto. Es decir: los planos, los mapas, los bocetos de los robots que se construyen también son de dominio público. En 2007 fundó GeekDad, un blog que pasó a formar parte de Wired.com. Aun así, Anderson pareciera tener tiempo libre. Este hombre de hablar californiano, voz algo rasposa y mirada provocadora, está bastante lejos de aquella idea de la imparcialidad sobre la construcción de la noticia que enseñan las escuelas de periodismo.

Tus dos libros funcionaron como una clase de esperanza...

–Tal vez, pero traté de no hacerlo. Trato de no predecir, aunque a veces estoy forzado. Trato de escribir sobre datos, estadísticas, más que pensamientos o deseos. No niego tener algunas esperanzas y creencias, pero la información sugería que había una nueva cultura emergiendo con principios que daban el poder a la gente.

Sin embargo, el artículo “The web is dead” es más bien un aviso. ¿Vas a hacer un libro con él?

–No va a ser un libro. Mi nuevo libro será...

...entonces Anderson se levanta, busca una de sus revistas en la pila de su escritorio, y alza la tapa de enero de 2010 cuyo título es In The Next Industrial Revolution, Atoms are the New Bits (“En la nueva revolución industrial, los átomos son los nuevos bits”). Es un artículo sobre una nueva manera de crear equipos informáticos al que Anderson llama “hardware abierto”. Es decir, la posibilidad de estudiar, copiar y reproducir libremente piezas industriales. Ese libro saldrá en 2012.

Luego de publicar ese artículo sobre el final de la web, Anderson tuvo una larga serie de conversaciones electrónicas con el periodista Tim O’Reilly sobre el peligro que implicaba para la cultura digital el triunfo de un modelo cerrado, como el que proponen Apple o Microsoft. La idea del software libre nació a mediados de los ’80, cuando Richard Stallman creó la Free Software Foundation, para defender el uso libre del software. Mientras Microsoft proponía un sistema de códigos cerrados (no se puede ver cómo se programa y hay que pagar por la licencia), Stallman y más tarde Linus Torvalds proponían que el software fuera libre de uso, de ser estudiado, de ser copiado, de ser mejorado. El mayor producto comunitario de uso libre es GNU/Linux. Pero esa idea se expandió también a los derechos de autor: Creative Commons propone que los artistas ofrezcan derechos de reproducción libre.

Entonces, ¿se trata de una advertencia?

–Absolutamente. Hay una batalla en Internet entre el modelo abierto y el cerrado. El lado cerrado está ganando por el momento. Honestamente, espero que pierda. Espero que la web gane. Pero la tendencia no se ve bien. Yo vivo en los dos lados de la moneda. Durante el día uso el iPad de Apple y participo en sistemas cerrados porque es el mejor modelo de negocios. Por la noche, llevo adelante mi trabajo en las comunidades web, manejo un proyecto de código abierto. El personaje de día me hace tener mejores negocios. De noche, me siento mejor conmigo. Durante el día avalo el copyright, durante la noche peleo contra la propiedad intelectual. Vivimos en un mundo binario, contradictorio, de modelos que compiten. Esa es la historia de mi vida, me ha pasado constantemente en estos dos mundos. No es hipocresía la mía (se ríe). Hay un chiste que hacemos quienes venimos de la física. Es que formo parte de la dualidad onda-partícula. Hay una teoría que dice que una misma cosa puede ser una onda y también una partícula. Los dos modelos coexisten en Internet: el modelo abierto y el modelo cerrado.

En el artículo decís que el esfuerzo por terminar con la web tiene que ver con el capitalismo.

–El capitalismo es el esfuerzo de crear mercados, y trabajarlos en función del beneficio. La forma de crear beneficios es produciendo escasez y si no existe escasez hay que crearla. Si se produce mucho, hay que tirar algo, ganar consumidores, cambiar las reglas. Pero la esencia del negocio es vender escasez. Y en la web se trata claramente de tratar de mantenerla cerrada. Los mercados cerrados promueven la escasez, los sistemas abiertos tienen abundancia. Los mercados cerrados quieren mantener el poder y por eso el capitalismo ha ido monetarizando mercados como la web, principalmente un mercado no monetario. Por eso, la web, donde todos participan y comparten, no es un espacio natural para el desarrollo del capitalismo.

EL NACIMIENTO DEL WEBPUNK

Cuando James Truman de Conde Nast contarató a Anderson como editor de la revista, lo describió como “un poco geek, un poco rockero”. Tenía más razón de lo que creía. Un tiempo atrás, el sitio Gawker.com encontró una banda post punk asentada en Washington D.C. llamada Egoslavia. La banda tenía un integrante llamado Chris Anderson. Egoslavia grabó un disco con el mismo nombre en 1982 y la primera canción se llamaba “Lost Songs”. Cuando la noticia del rol de Anderson en el grupo punk comenzó a circular por Internet, el escritor contó la “verdadera historia” del nombre Egoslavia en su blog. Anderson aseguró que el nombre original de su banda era REM y que el dueño de un club inventó una forma de dirimir la contienda: las dos bandas llamadas REM compitieron una noche y el público votó quién debía quedarse con el nombre. Los actuales hiperconocidos REM se quedaron con el nombre y la banda de Anderson se convirtió en Egoslavia. Al poco tiempo, desapareció.

El punk no es un detalle menor en su historia. Buena parte de su convicción a favor de los sistemas abiertos proviene de aquella época en que tenía 20 años y pretendía mantenerse fuera del mercado tradicional. “Hacíamos álbumes, singles y fanzines gratis. Decíamos que no queríamos tener dueños, pero la verdad es que éramos muy malos y nadie se interesaba en nosotros. Queríamos romper las estructuras tradicionales de la música y defendíamos el ‘hazlo tú mismo’. Eso me hizo pensar que la gente normal podía hacer cosas extraordinarias si le daban las herramientas. Hacíamos música no para hacernos ricos, sino porque era divertido.” Anderson cree que muchas de las cosas que hace la gente en la web no tienen que ver con el dinero, sino con la reputación, la atención y la posibilidad de expresarse. Entre quienes más le influyeron a la hora de adoptar una postura por la web abierta está Lawrence Lessig, el creador de Creative Commons, un sistema de licencias donde los autores pueden liberar sus derechos para que sus obras sean usadas libremente. “Fue una gran influencia allá por el 2003. Era el comienzo del movimiento de código abierto. Lessig me ayudó a pensar en el modelo de propiedad intelectual, y ahora manejo una comunidad de código abierto. Ya no es sólo algo teórico.”

LOS CHICOS DE LA BAHIA

San Francisco se puede describir con facilidad. No tanto por la complejidad de sus intereses contrapuestos, sino por la hiperdigitalización de sus espacios abiertos. San Francisco se puede recorrer a través de Internet como ninguna otra ciudad del planeta: mapas virtuales, fotos de las calles, una ciudad que se autorreferencia en la web y que no se entiende sin el on-line. En esta bahía ondulante conviven una consolidada comunidad hippie, la calle Castro (que explota el estereotipo homosexual) y un espacio para el intercambio de ideas. Así creció en San Francisco un espacio para nuevas empresas, que quieren cambiar la forma en que se usa Internet. A estas nuevas empresas que “comienzan” se las llama “start-up”. Cuando una start-up que recién comienza cambia la forma de usar Internet se la llama “disruptiva”. Este es un momento único: la forma en que se distribuye la información quebró los sistemas tradicionales de poder.

¿Por qué se asentó en San Francisco la economía de las start-up?

–En San Francisco somos todos inmigrantes: hay latinos, asiáticos, indios. Mi familia vino de las clases más bajas de Suecia, si hubiesen sido personas ricas no se habrían ido de Suecia. San Francisco atrae gente interesada en vidas alternativas, donde convive la cultura con modelos de negocios. Aquí están las universidades de Stanford y Berkeley. Hay gente que quiere vivir y trabajar: de día son ingenieros y de noche son creadores. De día son empleados y de noche revolucionarios. Es una clase de cliché de San Francisco, una ciudad liberal abierta a las nuevas ideas.

Hablando de nuevas ideas, en una entrevista con la publicación alemana Der Spiegel, decías que la noción de “periodismo” había que redifinirla.

–Creo que palabras como “medio” o “periodismo” están un poco pasadas de moda. Cambió el significado, y es difícil saber quién es periodista y quién no, creo que hay que pensar nuevas palabras.

¿Pensaste en inventarlas?

–Ese no es nuestro trabajo.

¿Qué pasará con Wired? ¿Dejará de imprimirse en papel?

–Algún día... como en cien años. Vendemos 800 mil ejemplares por mes, nunca fuimos tan populares. Nunca tuvimos más ganancias en la historia de esta revista. Tenemos una versión para iPad, la primera vendió 100 mil copias. Estamos haciendo plata en todas las dimensiones. Tenemos una versión inglesa, una italiana y vamos a imprimir en papel por largo tiempo. Este fue el año del e-book de Amazon, que tuvo un crecimiento muy rápido, pero alguna gente todavía prefiere los libros impresos, como regalo, como objeto de lujo. Tal vez el libro en papel sea en el futuro un tercio del mercado y e-book dos tercios. Pero mientras el porcentaje sea cada vez más pequeño, el libro será más hermoso. Y tal vez eso pase con las revistas, que serán un tercio en papel y el resto digital.

Pero en Internet la publicidad está compitiendo con los medios tradicionales.

–La publicidad está cambiando. Los diarios compiten con la web, que es rápida y barata. Las revistas no compiten tanto con la web. Mientras en el modelo de revista impresa por suscripción perdemos dinero con la venta pero lo ganamos por la publicidad, en el iPad se hace plata con los dos modelos: con la venta y con la publicidad. Todavía no tenemos un sistema de suscripción por iPad, pero lo tendremos.

¿Hacia dónde van los medios cuando sitios como Twitter, Paper.li, los sitios agregadores están ganando tráfico? Ustedes compraron Reddit.com, un sitio agregador. Muchos piensan que será difícil mantener a la gente frente a los medios tradicionales por Internet.

–Hemos estado vendiendo revistas por iPad durante seis meses. Sabemos que la gente pasa cerca de una hora en promedio con la revista en su pantalla. En la web, la permanencia no dura más de tres minutos por artículo.

EL SISTEMA DE REGADO AUTOMATICO

Hay algo de linaje familiar cuando Chris Anderson cuenta la historia de su empresa 3D Robotics, ese proyecto de hardware abierto. El abuelo de Anderson, Fred Hause, inventó el sistema de riego automático, lo patentó hace unos cuantos años y le dio a la familia de Anderson una “modesta fortuna familiar”. “Creo en el código abierto, en el software libre, en los desarrollos comunitarios y mi cuestión particular es la robótica”, cuenta. Esta vez, a diferencia de la decisión de su abuelo de patentar el sistema de regado automático, sus inventos quedarán en “dominio público”, a través de lugares como HackerSpace.org. “Ahora hay una forma de hacerlo”, y refuerza: “Yo no patento mis inventos”. Hace un tiempo, Jon “Maddog” Hall, de Linux International, le decía a Página/12 que las patentes de software no deberían existir. “Yo no iría tan lejos. Sólo diría que no patentaría mis proyectos. Como lo pongo en el dominio público, ya no pueden patentarlo. No estoy contra las patentes, sólo que no me parece un modelo justo. Las drogas, las farmacias, algunas industrias sí deberían retener patentes. No soy un gran fan de las patentes de software, pero no iría tan lejos como para prohibirlas”, dice.

Anderson cree que el mundo es mucho mejor ahora que antes de Internet, que la sociedad ha progresado a una velocidad inédita, que la tecnología en manos de la gente les da más poder a las personas, que Internet es apenas “una herramienta” que se puede usar para el bien, que China e India han incorporado grandes franjas de población a las capas medias, que la gente está expuesta a la cultura global, pero que todavía hay pobreza, injusticia, aunque en general las herramientas para mejorar la calidad de vida están mejor distribuidas. “Pero si el modelo abierto falla como modelo de negocio habremos perdido algo como cultura. Podría ser bueno para el negocio, pero malo para la cultura”, dice.

¿Las nuevas empresas para Internet van a ser cada vez menos?

–Internet es sólo una herramienta. No fundamos una empresa para crear Internet sino para usarla. ¿Acaso dejaron de crear empresas que usan electricidad? Es sólo una herramienta, una herramienta poderosa. ¿Es el teléfono una herramienta? La analogía es similar. Hay infraestructura y contenido. La similitud de la web no es con el teléfono, es con la llamada telefónica.

¿Las decisiones políticas influirán en el desarrollo de Internet?

–Aunque empezó como un proyecto gubernamental, el desarrollo de Internet no ha tenido tanto que ver con los gobiernos.

–Venezuela y Ecuador exigen por ley el uso del software libre en sus administraciones. ¿Qué piensa?

–Eso me parece bárbaro. Soy un fan del software libre y del de código abierto. Trato de usarlo cuando puedo. Aunque no sé cuán efectivo es ponerlo en una ley, prefiero verlo en el mercado.

Pero la gente usa software propietario por cuestión de inercia.

–Exacto. El concepto de código abierto es realmente nuevo. Mucha gente recién está empezando a entender de qué se trata. Pero ahora todos usamos Firefox (el navegador de código abierto), yo uso un teléfono Android (el sistema operativo de Google que es abierto), y si estás navegando, seguramente estarás usando un servidor Apache (basado en GNU/Linux). Estamos muy cerca del código abierto diariamente. El concepto de hardware abierto es todavía más nuevo y radical. Pero en 20 años, claro, será más fácil de entender.

La última curda

Muerto en 2006 de una fulminante cirrosis, Víctor Hugo Viscarra es uno de los secretos mejor guardados y aún resistidos de la literatura boliviana. Ahora se publica por primera vez en la Argentina Borracho estaba, pero me acuerdo, obra de culto aparecida originalmente en 2002. Crónica, memorias y cuentos, sus descarnados relatos cruzan la autobiografía con la cartografía marginal de los habitantes del submundo boliviano.

Por Nicolas G. Recoaro
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“Soy antropólogo: soy experto en antros”, decía Víctor Hugo Viscarra para presentarse como relator del submundo boliviano. Viscarra escribió sobre lo que conocía: el laberinto de las calles, las cantinas de mala muerte, la cárcel, el alcohol barato, la delincuencia, la adicción al pegamento y la marginalidad. Borracho estaba, pero me acuerdo –su tercer libro de relatos ahora publicado por primera vez en la Argentina– recrea la vida de un hombre que pasó más de tres décadas viviendo a la deriva entre las ciudades de La Paz y Cochabamba. A mitad de camino entre la crónica, las memorias y el cuento corto, los cincuenta relatos reunidos en el volumen pintan un feroz fresco del bajo fondo andino. “Jamás podrán decir que Viscarra escribía sobre lo que no sabía, como ocurre con varios escritores borders de moda”, explica la escritora Virginia Ayllón, desde las alturas paceñas. Esas calles donde Viscarra no tenía nada que perder, donde caminar la noche con un escuálido abrigo y su botellita con alcohol puro a la espera de los salvadores rayos del alba fueron construyendo su universo. Delincuentes de prontuarios flacos que penan en granjas de rehabilitación; humildes emigrados del campo que subsisten a los tumbos cargando sus penas en los mercados populares; lustrabotas que vuelan entre vahos de thinner; viejos proxenetas venidos a menos; expertos en cuentos del tío y otras sableadas; voluptuosas cholitas dedicadas al strip-tease. Se puede pensar que la de Viscarra es una literatura menor que asume una doble marginalidad: desde lo que dice –sus personajes, sus escenarios– hasta cómo lo dice. Voces quechuas, aymaras, campesinas, lúmpenes y siempre explotadas. Sus memorias tejen, en primera persona, la política marginal de las urbes andinas.

Viscarra nació en 1958. Su madre era pobre, su padrastro era pobre, todo el mundo –salvo dos o tres familias dueñas de las minas de estaño– era pobre en la Bolivia de aquellos años. “Puedo decir que a los doce años me sumergía de cabeza en la noche. En sus oscuras entrañas aprendí cosas, buenas y malas. La noche de La Paz es un laberinto que, al no tener principio, tampoco tiene fin, y uno puede perderse para siempre”, escribe Viscarra en “Frío en el alma”, uno de los relatos de Borracho estaba... Desde aquella noche iniciática, las leyendas urbanas sobre las derivas del “Bukowski andino” lo transformaron en un auténtico mito dentro de las letras bolivianas: efímeros pasos por redacciones, algunas changas como escritor fantasma y otras fugaces intervenciones menores en diversos oficios terrestres con la omnipresente sombra del alcohol a cuestas. Su primer libro, que lo rescató del anonimato, fue Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano (1981), un soberbio documento recopilatorio del lunfardo y el argot carcelario, que la policía nacional boliviana publicó sin siquiera mencionar al cronista. Luego de aquel primer mal trago llegaron Relatos de Víctor Hugo; Alcoholatum y otros drinks; Avisos Necrológicos y Ch’aqui fulero, que se han convertido en auténticos best sellers de la piratería librera boliviana.

Borracho estaba, pero me acuerdo. Víctor Hugo Viscarra Libros del Náufrago 240 páginas

Desde los callejones paceños y cochabambinos, Viscarra supo transformarse en la punta de lanza del grupo de narradores que comenzaron a gestar sus proyectos literarios algunas décadas después de que el cimbronazo político y social de la Revolución del ’52 haya quedado empantanado en reformismos tibios. Pero no tan alejados de la dura herencia de los gobiernos militares y los años dulces de la cocaína y el neoliberalismo. Los relatos de otros escritores paceños, como la extensa obra del maldito Jaime Sáenz, los cuentos de Adolfo Cárdenas, Wilmer Urrelo y William Camacho encuentran fuerte sintonía con la obra de Viscarra. Relatos urbanos, textos con un manejo erudito del argot callejero y sus códigos; historias autobiográficas donde el humor ácido y la ironía se beben de un saque. Cuentan que en varios de sus relatos, Viscarra vaticinó su muerte antes de llegar a los cincuenta años (“Nacionalizo una pistola y me pego un tiro”). El tiro del final se lo dio una cirrosis fulminante, que se lo llevó en mayo de 2006.

En su libro, Viscarra traza una cartografía marginal sobre mercados negros, comedores populares, basurales, puteros, comisarías, bares, cabarets y barriadas. Viscarra sobrevivía merodeando una ciudad de La Paz semiclandestina; la de antros fantasmagóricos como La Casa Blanca, La Curvita, Las Cadenas (con sus vasos y ceniceros encadenados a las mesas), El Pezón de la Mariposa, El Averno (con sus paredes decoradas con imágenes de La Divina Comedia), El Abismo y El Volcán; cuevas donde los tragos servidos en latas oxidadas cuestan centavos y la regla es amanecer muerto o, con suerte, desnudo. Con su especial manera de narrar su resistencia, Viscarra también luchaba por ser un extranjero en su propia lengua y construir un espacio al margen del canon literario boliviano que lo condenó a un frío ostracismo. En la última entrevista que dio, pocos meses antes de su muerte, Viscarra decía: “El mío es un trabajo contraliterario. Hay muchos que se sienten ofendidos con mi literatura. Con mi libro Borracho estaba, pero me acuerdo he tenido tres juicios por difamación. Pero como no tengo un lugar fijo donde vivir, no pasó nada. Además, todos los que me homenajean son unos hipócritas que viven en la porquería. El Apocalipsis dice que vendrá el Juicio Final y habrá gente que se irá al infierno por sus actos, pero yo digo: me da igual, porque he vivido toda mi vida en un infierno”.

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