De esa inmensa cantidad de palabras nuevas que invaden la lengua todos los días, ¿cuáles son las necesarias y cuáles las innecesarias? Esa tensión entre neologismos totalmente aceptados y adecuados para expresar una idea y una forma de pensar, y otros absolutamente rebuscados (y mal usados), se actualiza día a día. Aquí, una aproximación a un tema fascinante, con ejemplos y opiniones de expertos en la lengua.
Por: Susana Anaine
LA INCORPORACION de nuevas palabras en el idioma español siempre ha sido una fuente de discusión. Este informe da cuenta de ese debate, explica la formación de este tipo de palabras.
El Centro Pierre Auger, en Malargüe, se encarga de medir las miles de partículas de rayos cósmicos que golpean la Tierra a cada segundo. Si algún observatorio se propusiera hacer lo mismo con las palabras que viajan de una lengua a otra o con las que nacen en cada una de ellas, probablemente los continuos golpes harían colapsar el sistema que los capta. Y, sí, las lenguas son fábricas de neologismos que, apenas salidos del horno, se diseminan por todos lados: notas periodísticas, avisos publicitarios, SMS, novelas, ensayos, paneles de críticos o mesas de opinólogos, tiras diarias. Como son sociables, inquietos y, por lo común, dan cuenta del presente, se les asigna un gran protagonismo y se los asimila rápidamente. Por eso, de entrada o luego de transcurrir un tiempo, en la mayoría de los casos las palabras nuevas revitalizan el idioma, hayan surgido en él o no.Hace poco, en una columna, Beatriz Sarlo acuñó la locución aduana lexicológica para referirse a la actitud de quienes, por un "complejo de inferioridad lingüística", se niegan a creer que las "importaciones y contaminaciones de vocabulario forman parte de la vida de las lenguas, que demuestran su fuerza en la medida en que son capaces de incorporar lo que viene de afuera". [...] Resetear una computadora equivale a decir que se vuelve a cero para que ella comience nuevamente sus operaciones. Carezco de una palabra mejor y resetear me suena perfectamente integrada al sistema del vocabulario castellano".Sin embargo, a pesar de que estos intercambios contribuyen a la vitalidad del idioma, a su perduración, como lo prueba la lectura de cualquier historia de la lengua o de los diccionarios que incluyen en los artículos la datación de sus entradas e incluso de cada una de las acepciones, no toda palabra nueva, sobre todo si es recibida como préstamo, se integra apropiadamente al sistema en el que se gesta o ingresa. Para Humberto Hernández, catedrático de Lengua Española en la Facultad de Ciencias de la Información (Universidad de La Laguna), un buen número de neologismos se utiliza por una razón esnobista y puramente mimética. "Se han oído –dice– de boca de otros en quienes se reconoce cierto prestigio, se reproducen sin ningún tipo de control y se convierten en clichés intolerables; y estos son muy frecuentes en los medios de comunicación. Aparecen de este modo acepciones neológicas como vendedor agresivo, o voces extranjeras, absolutamente innecesarias como compact, feedback o feeling".Acerca de este tipo de palabras, el lingüista español Fernando Lázaro Carreter decía que tal vez fuera conveniente "despegarlas de su original foráneo y ponerles etiqueta propia". El tiempo, o quizá el trabajo paciente de quienes impulsan este pensamiento, en muchísimos casos le ha dado la razón a Carreter: hoy es más frecuente el uso de los equivalentes disco compacto y retroalimentación. También resetear, el verbo citado por Sarlo, es una asimilación del préstamo inglés reset. Esta adecuación se denomina híbrido porque integra en una palabra formas de distinta procedencia; en esta circunstancia una raíz inglesa y un sufijo castellano de derivación. (Véase el recuadro sobre algunos procedimientos de formación de neologismos).¿Y qué va a pasar con feeling? ¿Cuál es el equivalente castellano más próximo a la locución verbal tener feeling con alguien? Tener piel, quizá, otro neologismo con algunas décadas; o uno más reciente como la locución verbal tener onda.Actitud de los hablantesEn un país como el nuestro, donde a muchos hablantes les gustan las palabras extranjeras sin adaptar, sobre todo si se trata de anglicismos o galicismos, no es fácil lograr que tal propuesta funcione siempre. A estos cálidos receptores podríamos llamarlos, neológicamente, los aceptáticos, los del sí fácil o los muy amplios.En el extremo opuesto de quienes emplean indiscriminadamente neologismos de cualquier laya, están los que se niegan a usarlos si no los encuentran registrados en un diccionario. Este último grupo, formado por los respetuosos inseguros, los legalistas o como quieran llamarlos, debe resignarse con mucha frecuencia a la realidad de que los diccionarios generales –como no puede ser de otra manera– van detrás del idioma, porque representan la última estación de una larga secuencia: los hablantes crean, la comunidad descarta esa creación o la toma y va mostrando preferencias en cuanto a sus variantes, los estudiosos observan, analizan, proponen; las academias de la lengua regulan. Ni hablar de cuando ese proceso lleva más de un siglo. Un caso. No siempre se sabe cómo usar la locución sustantiva mala conciencia, "insatisfacción que se siente por no obrar de acuerdo a los propios valores morales" y "acción o expresión débilmente reparadora de quien tiene esa insatisfacción", forma compleja que aún no figura fuera de los diccionarios especializados, pero que es bastante empleada en el habla culta. Hoy no es un neologismo, es un simple, llano y viejo omitido. Otro: el argentinismo mayo/ya, adjetivo aplicado a todo acontecimiento relacionado con la Revolución de Mayo, se usa predominantemente como modificador de sustantivos femeninos, por ejemplo gesta maya o fiesta/s maya/s (los hechos de la Semana de Mayo de 1810 / su celebración anual). Documentación: 1813. ¿Este neologismo de la Asamblea del Año XIII seguirá excluido hasta el Bicentenario? Tales omisiones pueden remediarse parcialmente consultando diccionarios especializados. En cuanto a las palabras recientes, con suerte figuran definidas en algunos diccionarios de neologismos o están registradas en bases de datos que los contienen. Estas bases, que normalmente no incluyen definiciones, son una fuente interesante para confirmar las variantes de escritura o ejemplos de uso, si no fuera que se hallan destinadas a especialistas y que no son de fácil acceso para el común de los mortales. Hace poco, el Centro Virtual Cervantes presentó una extracción de las bases de neologismos. Sin establecer valoraciones, como un inventario a partir del cual se pueden establecer diagnósticos y realizar trabajos analíticos sobre el uso y la implantación de los neologismos en español y en catalán, se muestran allí los neologismos procedentes de los medios de comunicación, escritos y orales. Sin ser especialistas, en un punto cercano al del investigador, se ubica intuitiva o voluntariamente el hablante curioso, interesado, con sensibilidad lingüística, preocupado por no aplicar el "todo vale" a la lengua. Los integrantes de este grupo bien podrían ser llamados los amantes: quieren, respetan la libertad del otro y, celosos del objeto amado, lo cuidan sin convertirse en vulgares guardabosques del idioma. Lo dejan crecer. Para el periodismo, la literatura, el ensayo, el empleo de neologismos es el pan con que se nutre la escritura, el pulso de un momento histórico, la mejor vía para transmitir sin vueltas una información, una imagen, una idea.El seguimiento de un neologismo, su hoja de ruta, indica por dónde pasan los intereses de la sociedad, los valores imperantes, sus descubrimientos. Sirve para contar la historia porque él mismo indica la dirección de la mirada. Por ejemplo, la presencia de la construcción eufemística daño colateral narra las responsabilidades de los actores de los conflictos armados desde la guerra del Golfo hasta hoy, la banalidad con que se invita a pensar la muerte de civiles, la banalidad con que se invita a pensar la muerte de civiles, la destrucción de ciudades enteras.En un ensayo, el brasileño Emir Sader emplea la frase cementerio teórico para referirse a la descalificación de la teoría promovida por el neoliberalismo a partir de 1989. A esta postura ideológica, cercana al concepto del "fin de la historia", de Francis Fukuyama, la lengua inglesa la nombró con la sigla TINA (Theare Is No Alternative). El tecnicismo cementerio teórico tiene veinte años, pero se lo siente neológico, al menos en su difusión en el habla culta general y en la vigencia de lo que describe. Yendo un poco más lejos, la jerga oscura de los culturosos a los que alude Juan Bedoian (véase recuadro), ¿no es una forma más de descalificar la teoría bajo una aparente exaltación? Se simula comunicar, se simula saber. Entonces no hay comunicación, no hay conocimiento. El lector queda excluido. Y, sí, como la palabra mayo.
Desde un punto de vista lingüístico, los neologismos podrían clasificarse con estos parámetros:Palabras nuevas partusa, partuza; partucero, ra partusa o partuza. f. Argentina y Chile. Coloquial. Fiesta descontrolada en la que se practica el sexo grupal, se bebe mucho alcohol y se consumen drogas. La palabra se está difundiendo en otras regiones hispanoamericanas y en España. partucero, ra. Adjetivo. Argentina y Chile. Coloquial. Se dice de la persona que suele organizar partuzas o asistir a ellas. Palabra nueva formada por derivación de una existentebotinera. De botín, calzado deportivo muy resistente. Adjetivo. Argentina. Se dice de la mujer que suele entablar relaciones amorosas con jugadores de fútbol famosos. Se usa también como sustantivo femenino. "Donde hay un jugador de fútbol exitoso, hay plata (dinero), fama y detrás de eso, una botinera."Revisitar. Verbo transitivo. En crítica literaria, analizar o recrear obras del pasado, o las posturas de sus autores, desde nuevas perspectivas.Palabra nueva originada en un acortamientoArgento, ta. Adjetivo. Argentina. Coloquial. Propio de los argentinos. Se usa más en la locución verbal ser muy argento. // m. y f. Argentina. Coloquial. Natural de la Argentina. Es forma abreviada de argentino, na. "Last but not least, es muy *argento* (como te gusta decir) eso de minimizar el trabajo y el mérito ajeno."; "La pieza retrata la sociedad menemista de los 90, que va a Miami de vacaciones. De formas muy *argentas*, es una familia brutal" (Luis Ziembrowski, actor). Celu. Sustantivo masculino. Teléfono celular, aparato portátil de telefonía móvil. La voz es un acortamiento de celular.Emo. adj. Se dice de la subcultura de los emos. Usado también como sustantivo. Emos. pl. Tribu urbana de jóvenes angustiados, hipersensibles, tendencia a autolastimarse, que suelen vestir de negro. Viene del inglés emos, abreviatura de emotional.Palabra compuesta con otras existentesCuidacasas. Adjetivo. Argentina. Se dice de la persona que, a cambio de un monto voluntario de dinero, se ofrece para vigilar una casa transitoriamente. Se usa como sustantivo de género común a los dos sexos (un cuidacasas, una cuidacasas). Prestanombre. Adjetivo. Argentina. En la jerga policial, es la persona cuyo nombre utilizado otra para realizar un acto delictivo. Usado como sustantivo de uso común a los dos géneros. Acepción nuevaCampo (el). Figurado. Conjunto de entidades representativas de la actividad agroganadera. "El campo debe cambiar el modo de la protesta y no porque lo diga Kirchner."Pochoclero, ra. Adjetivo. Argentina. Coloquial. Despectivo. Que corresponde a la cultura propia de quienes dan preeminencia al consumismo y siguen fielmente las tendencias de la moda; de rebaño. Tóxico, ca. Adjetivo. Dicho de un crédito, especialmente hipotecario, que difícilmente pueda ser cobrado.Forma compleja nueva (algunas locuciones)Echar flit. Locución verbal. Argentina. Coloquial. Rechazar o apartar a alguien abiertamente de un proyecto, cargo, o de cualquier tipo de intervención en un asunto. Neologismo. Flit (marca registrada) es el nombre de un matamosquitos que se echaba con una máquina de rociar hace muchos años. Faltarle a alguien un jugador. Locución verbal. Argentina. Coloquial. Figurado. Ser muy poco inteligente. // Coloquial. Figurado. Argentina. Estar un poco loco, corto de entendederas. Esta expresión neológica, de la que parece no haber todavía suficiente documentación en textos literarios o periodísticos ni en obras de lexicografía, es una metáfora basada en una realidad del deporte: cuando un equipo compite con un jugador menos, se halla en desventaja frente a su contrincante. 1. Sentido recto: "A Simeone le falta un jugador." 2. Uso metafórico: Respuestas a una pregunta hecha en un foro: "He's one can short of a full six pack: ¡¡Hola!! Tengo que traducir un texto donde aparece esta expresión, sé que es una forma canadiense de decir que alguien está loco, pero querría saber la traducción literal y no sé como unir «can» con «short». «Tiene una lata del pack de 6»". Respuesta: "1) Le falta una lata para completar el paquete de seis de la bebida. 2) Es algo corto de entendederas.3) [....] En Argentina decimos: «le falta un jugador...»"
El hablante no sólo transmite la información contenida en las palabras que usa o en las oraciones que pronuncia sino también información sobre sí mismo: quién es, qué edad tiene, a qué sexo pertenece, dónde nació. Muchos de los términos son creados –por jóvenes, por tribus urbanas– con esa finalidad. Que los hablantes quieran dar información sobre el grupo al que pertenecen creando palabras nuevas es lo propio de la lengua. Si es o no válida la invención de estos neologismos dependerá del contexto de uso.¿"Contaminan" o enriquecen la lengua? Eso depende de la actitud que, frente a la lengua del hablante, tienen los demás, los que opinan si ciertas palabras nuevas tienen o no sentido porque ya existe otra palabra para decir lo mismo, etc. Allí se producen las tensiones entre los guardianes de la lengua –las Academias, los docentes, etc.— y los hablantes comunes y corrientes. En general, uno se opone a ciertos neologismos por una cuestión estética, porque "me suena mal". Alguien me preguntaba si existe la palabra "reiteratorio" (en lugar de "reiterativo"). No es imposible decirlo así (porque existe la raíz de la palabra y existen los sufijos), pero uno tiende a manejarse con un repertorio de palabras que figuran en un diccionario. Así, para mí, "agendar" es una palabra espantosa. La lengua tiende a enriquecerse con préstamos de otras lenguas, aunque estos flujos no son inocentes ni ideológicamente neutros. Desde una postura más nacionalista puede considerarse que las palabras que entran del inglés son innecesarias y muestran el esnobismo de los hablantes. Como oyente uno también evalúa la palabra del otro y va clasificando al hablante en distintas categorías, aunque a veces se producen equívocos a causa de los prejuicios. Desde la sociolingüística miramos la lengua desde una perspectiva dinámica, que es la de los hablantes, más que desde la perspectiva de la lengua ideal. El dinamismo de una lengua está dado por sus hablantes: escritores, líderes o ciertos individuos populares. Las metáforas de Maradona, por ejemplo, son extraordinarias: "me cortaron las piernas". A la hora de idear un sistema argentino de certificación del español como lengua extranjera, si bien ocurre que uno trata de enseñar una lengua lo menos "marcada" posible, los estudiantes extranjeros, aquí preguntan qué quiere decir "mina", "trucho" o "feca". Y eso forma parte de la riqueza del acercamiento a una lengua porque el contacto con el otro siempre instaura la reflexión sobre la diferencia. Los alumnos preguntan si le vamos a enseñar a hablar de "vos", y lo que vemos es que cuando esos estudiantes vuelven a sus países utilizan el "vos" para marcar el lugar en el que estudiaron. Incluso los primeros colonizadores utilizaban las palabras aprendidas aquí, porque era una forma de prestigiar la información. En 1493, Antonio de Nebrija registra la palabra "canoa" en el diccionario, un texto científico.
¿Qué opinan si escribo –es una suposición– que esta columna es una discursivización de ciertas esterotipias verbalizantes, trata de la variabilización de la prototipicidad academizante y despliega argumentatividades sobre ciertos hipodigmos lexicales del aparataje modélico de la lengua?Mejor, no me lo digan. Demasiados reproches –muchos justificados– recibimos ya los periodistas por el uso que perpetramos a diario con nuestro zarandeado español, víctima de desmanes como los que acabo de citar y de otros malos usos lingüísticos como las reiteraciones de términos, incomprensión de determinadas acepciones, uso de extranjerismos innecesarios, cambios de género y empobrecimiento léxico. Créase o no, las adiposidades verbales mencionadas al principio fueron seleccionadas entre artículos publicados en medios culturales. Porque allí es donde existen más posibilidades de toparse con estos engendros que ya uno no sabe cómo clasificar: ¿neologismos, barbarismos, jergas o simplemente juergas? Leo diariamente textos sobre temas culturales y de vez en cuando me topo con alguna palabra que participa de ese lenguaje críptico lleno de ¿neologismos? que sólo entienden unos pocos. Y me pregunto: ¿debo yo someter al lector a padecer la lectura del fragmento de una crítica literaria que seleccioné de un diario de España? El tipo escribió: "Es como si la reconstructivización estuviese condenada a ser una textualidad autofágica que remite a su propia signicidad". Estoy en contra de los purismos o dictaduras académicas y estoy a favor de la vitalidad deseable y necesaria que debe tener toda lengua. Los neologismos y regionalismos aportan a la riqueza lingüística porque expresan un concepto nuevo, propio de la palabra, una forma de ser y pensar. Pero están los necesarios y los innecesarios. Yo tengo un problema personal con los segundos. Cualquier lector que lee –todos son ejemplos publicados en papel– que hay que "taxonomizar la proyectualidad", "contemporaneizar con la sujetualidad", "trasponder la subalternidad" se raja de la lectura. ¿Por qué usar "territorialidad" en vez del más simple y castizo "territorio", "continentados" en vez de "abarcados", "el artefacto escritural" en vez de "escritura", "calidad textural" en vez de "textura"? Y como periodista, ¿cuál es mi responsabilidad con los lectores si dejo pasar estas pompas?Borges dijo con razón: "El tiempo me enseñó algunas astucias: preferir las palabras habituales a las palabras asombrosas". Deberían tener en cuenta ese consejo ciertos intelectuales con tendencia a complicar la realidad en sus textos cuando la cuestión es al revés, simplificar aquello que en la realidad aparece como complejo. Por una razón muy simple: en el periodismo, al menos, no se puede creer lo que no se entiende.
¿Qué es ser contemporáneo? Esta fue la pregunta que guió el curso de filosofía que Giorgio Agamben dictó en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia. Es también el título de este ensayo, hasta hoy inédito en castellano, que publicamos con la crítica del primer análisis total de su obra.
Por: Giorgio Agamben
CORTE DE RETINA. Según entiende la neurofisiología, las células periféricas de la retina "producen" la sombra, que no es, por lo tanto, un concepto sólo privativo.
# 1
La pregunta que desearía inscribir en el umbral de este seminario es: "¿De quiénes y de qué somos contemporáneos? Y, sobre todo, ¿qué significa ser contemporáneos?" (...) De Nietzsche nos viene una indicación inicial, provisoria, para orientar nuestra búsqueda de una respuesta. (...) En 1874, Friedrich Nietzsche, un joven filólogo que había trabajado hasta entonces en textos griegos y dos años antes había alcanzado una celebridad imprevista con El origen de la tragedia, publica las Consideraciones Intempestivas, con las cuales quiere ajustar cuentas con su tiempo, tomar posición respecto del presente. "Intempestiva esta consideración lo es", se lee al comienzo de la segunda Consideración "porque intenta entender como un mal, un inconveniente y un defecto algo de lo cual la época justamente se siente orgullosa, o sea, su cultura histórica, porque pienso que todos somos devorados por la fiebre de la historia y deberíamos, al menos, darnos cuenta". Nietzsche sitúa, por tanto, su pretensión de "actualidad", su "contemporaneidad" respecto del presente, en una desconexión y en un desfase. Pertenece realmente a su tiempo, es verdaderamente contemporáneo, aquel que no coincide perfectamente con éste ni se adecua a sus pretensiones y es por ende, en ese sentido, inactual; pero, justamente por eso, a partir de ese alejamiento y ese anacronismo, es más capaz que los otros de percibir y aprehender su tiempo.Esta no-coincidencia no significa, naturalmente, que sea contemporáneo quien vive en otra era, un nostálgico que se siente más cómodo en la Atenas de Pericles o en el París de Robespierre y del Marqués de Sade que en la ciudad y el tiempo que le tocó vivir. Un hombre inteligente puede odiar su tiempo, pero sabe que pertenece irrevocablemente a él, sabe que no puede huir de su tiempo.La contemporaneidad es, pues, una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a éste y, a la vez, toma su distancia; más exactamente, es "esa relación con el tiempo que adhiere a éste a través de un desfase y un anacronismo". Los que coinciden de una manera excesivamente absoluta con la época, que concuerdan perfectamente con ella, no son contemporáneos porque, justamente por esa razón, no consiguen verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.
# 2
En 1923, Osip Mandelstam escribe la poesía "El siglo" (la palabra rusa vek significa también "época"). Contiene no una reflexión sobre el siglo, sino sobre la relación entre el poeta y su tiempo, es decir, sobre la contemporaneidad. No el "siglo" sino, según el primer verso, "mi siglo" (vek moi):
Mi siglo, mi bestia, ¿hay alguien que pueda
escudriñar en tus ojos
y soldar con su sangre
las vértebras de dos siglos?
# 3
El poeta, que debía pagar su contemporaneidad con la vida, es quien debe mantener fija la mirada en los ojos de su siglo-bestia, soldar con su sangre la espalda quebrada del tiempo. El poeta –el contemporáneo— debe tener fija la mirada en su tiempo. ¿Pero qué ve quien ve su tiempo, la sonrisa demente de su siglo? Me gustaría aquí proponerles una segunda definición de la contemporaneidad: contemporáneo es aquel que mantiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no sus luces, sino sus sombras. Todos los tiempos son, para quien experimenta su contemporaneidad, oscuros. Contemporáneo es quien sabe ver esa sombra, quien está en condiciones de escribir humedeciendo la pluma en la tiniebla del presente. Mas ¿qué significa "ver una tiniebla", "percibir la sombra"?Una primera respuesta nos es sugerida por la neurofisiología de la visión. ¿Qué sucede cuando nos encontramos en un ambiente sin luz, o cuando cerramos los ojos? ¿Qué es la sombra que vemos en ese momento? Los neurofisiólogos nos dicen que la ausencia de luz desinhibe una serie de células periféricas de la retina, llamadas, precisamente, off-cells, que entran en actividad y producen esa especie particular de visión que llamamos sombra. La sombra no es, por ende, un concepto privativo, la simple ausencia de luz, algo como una no visión, sino el resultado de la actividad de las off-cells, un producto de nuestra retina. Esto significa (...) que percibir esa sombra no es una forma de inercia o pasividad sino que implica una actividad y habilidad particulares, que, en nuestro caso, equivalen a neutralizar las luces que provienen de la época para descubrir su tiniebla, su sombra especial, que no es, de todos modos, separable de esas luces.Puede llamarse contemporáneo solamente al que no se deja cegar por las luces del siglo y es capaz de distinguir en éstas la parte de la sombra, su íntima oscuridad. Con esto, todavía no hemos respondido a nuestra pregunta. ¿Por qué debería interesarnos poder percibir las tinieblas que provienen de la época? ¿Acaso la sombra no es una experiencia anónima y por definición impenetrable, algo que no está dirigido a nosotros y no puede, por lo tanto, incumbirnos? Al contrario, contemporáneo es aquel que percibe la sombra de su tiempo como algo que le incumbe y no cesa de interpelarlo, algo que, más que cualquier luz, se refiere directa y singularmente a él. Quien recibe en pleno rostro el haz de tiniebla que proviene de su tiempo.
# 4
En el firmamento que miramos de noche, las estrellas resplandecen rodeadas de una espesa tiniebla. Teniendo en cuenta que en el universo hay un número infinito de galaxias y de cuerpos luminosos, la sombra que vemos en el cielo es algo que, según los científicos, requiere una explicación. Me gustaría hablar ahora de la explicación que la astrofísica contemporánea da para esa sombra. En el universo en expansión las galaxias más remotas se alejan de nosotros a una velocidad tan grande que su luz no puede llegarnos. Lo que percibimos como la sombra del cielo es esa luz que viaja velocísima hacia nosotros y no obstante no puede alcanzarnos, porque las galaxias de las que proviene se alejan a una velocidad superior a la velocidad de la luz. Percibir en la oscuridad del presente esa luz que trata de alcanzarnos y no puede: eso significa ser contemporáneos. De ahí que ser contemporáneos sea, ante todo, una cuestión de coraje: porque significa ser capaces no sólo de mantener la mirada fija en la sombra de la época, sino también percibir en esa sombra una luz que, dirigida hacia nosotros, se aleja infinitamente de nosotros. Es decir: llegar puntuales a una cita a la que sólo es posible fallar.Por eso el presente que la contemporaneidad percibe tiene las vértebras rotas. Nuestro tiempo, el presente, no es sólo lo más distante: no puede alcanzarnos de ninguna manera. Tiene la columna quebrada y nos hallamos exactamente en el punto de la fractura. Por eso somos, a pesar de todo, sus contemporáneos. La cita que está en cuestión en la contemporaneidad no tiene lugar simplemente en el tiempo cronológico: es, en el tiempo cronológico, algo que urge en su interior y lo transforma. Esa urgencia es lo intempestivo, el anacronismo que nos permite aprehender nuestro tiempo en la forma de un "demasiado temprano" que es, también, un "demasiado tarde", de un "ya" que es también un "todavía no". Y reconocer en la tiniebla del presente la luz que, aunque sin poder alcanzarnos nunca, está permanentemente en viaje hacia nosotros.
# 5
Un buen ejemplo de esta especial experiencia del tiempo que llamamos la contemporaneidad es la moda. Lo que define la moda es que introduce en el tiempo una discontinuidad, que lo divide según su actualidad o falta de actualidad, su estar y su no estar más a la moda (a la moda y no simplemente de moda, que alude sólo a las cosas). Pese a ser sutil, esta cesura es clara: quienes deben percibirla la perciben infaliblemente y de esa forma certifican su estar a la moda; pero si tratamos de objetivarla y fijarla en el tiempo cronológico, se revela inasible. Sobre todo el "ahora" de la moda, el instante en que comienza a ser, no es identificable por ningún cronómetro. ¿Ese "ahora" es el momento en que el estilista concibe el rasgo, el matiz que definirá la nueva forma de la prenda? ¿O en que la confía al dibujante y luego a la sastrería que confecciona el prototipo? ¿O, más bien, el momento del desfile, donde la prenda es llevada por las únicas personas que están siempre y solamente a la moda, las mannequins, que, no obstante, justamente por eso, nunca lo están realmente? Porque, en última instancia, el estar a la moda de la "forma" o la "manera" dependerá de que las personas en carne y hueso, distintas de las mannequins –víctimas sacrificiales de un dios sin rostro– la reconozcan como tal y la conviertan en su vestimenta.El tiempo de la moda está, por ende, constitutivamente adelantado a sí mismo, y por eso también siempre retrasado, siempre tiene la forma de un umbral inasible entre un "todavía no" y un "ya no". Es probable que, como sugieren los teólogos, eso depende de que la moda, al menos en nuestra cultura, es una signatura teológica del vestido, que deriva de la circunstancia de que la primera prenda de vestir fue confeccionada por Adán y Eva después del pecado original, en la forma de un paño entrelazado con hojas de higuera. (Las prendas que nos ponemos derivan, no de ese paño vegetal, sino de las tunicae pelliceae, de los vestidos hechos con pieles de animales que Dios, según Gen. 3.21, hace vestir, como símbolo tangible del pecado y de la muerte, a nuestros progenitores en el momento en que los expulsa del paraíso.) En todo caso, más allá de cuál sea la razón, el "ahora", el kairos de la moda es inasible: la frase "estoy en este instante a la moda" es contradictoria, porque en el segundo que el sujeto la pronuncia, ya está fuera de moda.Por eso, el estar a la moda, como la contemporaneidad, comporta cierta "soltura", cierto desfase, en que su actualidad incluye dentro de sí una pequeña parte de su afuera, un dejo de demodé. De una señora elegante se decía en París en el siglo XIX, en ese sentido: "Elle est contemporaine de tout le monde". Pero la temporalidad de la moda tiene otro carácter que la emparienta con la contemporaneidad. En el gesto mismo en que su presente divide el tiempo según un "ya no" y un "todavía no", ella crea con esos "otros tiempos" –ciertamente, con el pasado y, quizá, también con el futuro– una relación particular. Puede, vale decir, "citar" y, de esa manera, reactualizar cualquier momento del pasado (los años 20, los años 70, pero también la moda imperio o neoclásica). Puede, por ende, poner en relación lo que dividió inexorablemente, volver a llamar, re-evocar y revitalizar lo que había declarado muerto.
# 6
Esta relación especial con el pasado tiene otro aspecto. La contemporaneidad se inscribe en el presente señalándolo sobre todo como arcaico y sólo quien percibe en lo más moderno y reciente los indicios y las signaturas de lo arcaico puede ser su contemporáneo. Arcaico significa: próximo al arché, o sea, al origen. Pero el origen no está situado sólo en un pasado cronológico: es contemporáneo al devenir histórico y no cesa de funcionar en éste, como el embrión continúa actuando en los tejidos del organismo maduro y el bebé en la vida psíquica del adulto. La distancia y a la vez la cercanía que definen a la contemporaneidad tienen su fundamento en esa proximidad con el origen, que en ningún punto late con tanta fuerza como en el presente. (...)Los historiadores de la literatura y el arte saben que entre lo arcaico y lo moderno hay una cita secreta, y no tanto en razón de que las formas más arcaicas parecen ejercer en el presente una fascinación particular, sino porque la clave de lo moderno está oculta en lo inmemorial y lo prehistórico. Así, el mundo antiguo en su final se vuelve, para reencontrarse, hacia los orígenes: la vanguardia, que se extravió en el tiempo, sigue a lo primitivo y lo arcaico. En ese sentido, justamente, se puede decir que la vía de acceso al presente tiene necesariamente la forma de una arqueología. Que no retrocede sin embargo a un pasado remoto, sino a lo que en el presente no podemos en ningún caso vivir y, al permanecer no vivido, es incesantemente reabsorbido hacia el origen, sin poder nunca alcanzarlo. Porque el presente no es otra cosa que la parte de no-vivido en cada vivido y lo que impide el acceso al presente es justamente la masa de lo que, por alguna razón (su carácter traumático, su cercanía excesiva) no logramos vivir en él. (...)
# 7
Quienes han tratado de pensar la contemporaneidad pudieron hacerlo sólo a costa de escindirla en más tiempos, en introducir en el tiempo una des-homogeneidad esencial. Quien puede decir: "mi tiempo", divide el tiempo, inscribe en él una cesura y una discontinuidad; y, sin embargo, justamente a través de esa cesura, esa interpolación del presente en la homogeneidad inerte del tiempo lineal, el contemporáneo instala una relación especial entre los tiempos. Si bien, como hemos visto, el contemporáneo es quien quebró las vértebras de su tiempo (o percibió la falla o el punto de ruptura), él hace de esa fractura el lugar de cita y de encuentro entre los tiempos y las generaciones. Nada más ejemplar, en ese sentido, que el gesto de Pablo de Tarso, en el punto que experimenta y anuncia a sus hermanos esa contemporaneidad por excelencia que es el tiempo mesiánico, el ser contemporáneos del mesías, que él llama el "tiempo de ahora" (ho nyn kairos). No sólo ese tiempo es cronológicamente indeterminado (...) sino que tiene la capacidad singular de relacionar consigo mismo cada instante del pasado, de hacer de cada momento o episodio del relato bíblico una profecía o una prefiguración (typos, figura, es el término preferido de Pablo) del presente (así Adán, a través de quien la humanidad recibió la muerte y el pecado, es "tipo" o figura del mesías, que trae a los hombres la redención y la vida).Esto significa que el contemporáneo no es sólo quien, percibiendo la sombra del presente, aprehende su luz invendible; es también quien, dividiendo e interpolando el tiempo, está en condiciones de transformarlo y ponerlo en relación con los otros tiempos, leer en él de manera inédita la historia, "citarla" según una necesidad que no proviene en absoluto de su arbitrio, sino de una exigencia a la que él no puede dejar de responder. Es como si esa luz invisible que es la oscuridad del presente, proyectase su sombra sobre el pasado y éste, tocado por su haz de sombra, adquiriese la capacidad de responder a las tinieblas del ahora. Algo similar debía de tener en mente Michel Foucault cuando escribía que sus indagaciones históricas sobre el pasado son sólo la sombra proyectada por su interrogación teórica del presente. Y Walter Benjamin, cuando escribía que el signo histórico contenido en las imágenes del pasado muestra que éstas alcanzarán la legibilidad sólo en un determinado momento de su historia. De nuestra capacidad de prestar oídos a esa exigencia y a esa sombra, de ser contemporáneos no sólo de nuestro siglo y del "ahora", sino también de sus figuras en los textos y los documentos del pasado, dependerán el éxito o el fracaso de nuestro seminario.
(c) GIORGIO AGAMBEN Y CLARIN.
Traduccion de Cristina Sardoy.
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