jueves, 16 de junio de 2016

EL BANDONEÓN


Heinrich Band, alemán nacido en 1821, creó un instrumento portátil inspirado en la concertina, con la intención de proveer de música a las pequeñas iglesias
que no podían comprar ni mantener órganos o siquiera armonios.
Jamás imaginó que su invento, al que con obviedad bautizó "Bandoneón", sería con el tiempo el símbolo máximo del tango.
El bandoneón llegó a América del Sud a principios del siglo XX, portado por humildes expatriados europeos, y fue rápidamente adoptado por los tangueros rioplatenses.
                                             
Un niño nacido en 1921 en Mar del Plata se alucinó con ese raro instrumento en Nueva York, donde su padre, Nonino, y su familia se habían radicado.
En el suburbio neoyorquino de Brooklyn, cerca de Little Italy y de Hoboken (...y de sus correspondientes gangsters), Astor Pantaleón Piazzolla convivía con todos los credos y razas inmigrantes. Cuando Nonino, ante la manifiesta capacidad de su hijo de diez años, le compró un bandoneón casi nuevo, estaba dando comienzo -sin saberlo- a una renovación tanguística fundamental.

Cerca de su casa, desde una pequeña sinagoga, requerían al pibe Piazzolla para que acompañara al jazán, el celebrante, cuando había un casamiento.
Al finalizar la ceremonia, Astor tocaba solito con su bandoneón los freilaj klezmer tradicionales que había aprendido. El ritmo vivaz y la síncopa de esas 'tijeras' fueron quedando indelebles en su memoria. Esa misma memoria gracias a la cual, además de su español nativo, hablaba correctamente inglés, italiano y, por supuesto, un poco del ídish de sus vecinos y del francés créole de los negros jazzeros venidos de New Orleans                                   

En 1934 el padre de Astor se enteró de que estaba en New York su admirado Carlos Gardel.
Talló en madera una pequeña estatuilla y se la envió con su hijo.
El cantante, agradecido, ofreció al gurrumín Piazzolla actuar en la película que estaba filmando, "El día que me quieras": le dieron un pequeño papel de canillita.
Gardel, impresionado por la desenvoltura del jovencito, unida a su habilidad musical y su dominio de varios idiomas, le ofreció un contrato para que lo acompañara en la continuación de su gira por América.
Don Nonino se opuso y, cosas del destino insondable, salvó así a su hijo del desastre aéreo de Medellín donde perdió la vida todo el grupo de artistas.


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