El arca de los hundidos
La oposición entre conciencia laica y conciencia religiosa, simplemente, no existe: es otra astucia de la modernidad. Cuando la conciencia religiosa fue dominante, su único problema era el paganismo, los mil nombres de Dios. Los dioses paganos eran guerreros. Debían probarse como tales, demostrar su poder, vencer las divinidades enemigas. El Dios judío y el Dios cristiano es una misma fuerza omnipotente que no necesita demostrar nada a nadie. “Anda, ve y diles, que Yo Soy”. Dios es y punto. El Supremo no tiene ningún problema. Es el apolítico por excelencia. La conciencia laica contiene la misma omnipotencia porque ella tampoco tiene nada que demostrar. Delega esa tarea a la ciencia, a la historia, al derecho. La conciencia laica seculariza los contenidos de la conciencia religiosa y se mantiene tan vacía como su Dios, siempre dispuesta a recibir las proyecciones de la época. La conciencia laica nos promete, al igual que Cristo, una humanidad real, la humanidad “posta posta”, la del progreso, la tolerancia política y religiosa, la libertad universal, la paz perpetua. Lo único que tenemos que hacer es aprehenderla bien y permanecer fieles. La conciencia laica destruye la inocencia del hombre con el conocimiento que lo destierra, para siempre, del paraíso. Hace emerger un mundo puramente técnico donde el Yo no tiene otro apoyo que totalidades instrumentales: el Estado, la Nación, la Patria. Y el nuevo ídolo, como viejo testamento, solo tiene trampas para muchos y una espada suspendida como obediencia debida.
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El arca es el único cobijo cuando el mundo externo se vuelve insoportable, imposible. Es la forma de auto-encierro, evangélicamente, instituida. Cuando todo se haya vuelto pura contaminación, peligro y venganza, el espacio interior será todo el espacio; la propia corriente como única firmeza. El ser humano devendrá un hilo tendido entre el diluvio y las micro-arcas flotantes en busca de fuego, tierra, cueva, carne, calor. El arca es ese útero frágil frente a la hostilidad de la supervivencia. El hombre, ya sin cimiento, aborda, ermitaño, las balsas del Apocalipsis.
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¿Qué es una teología?
Es un manual de navegación, dado por Dios, a los tripulantes desesperados del arca. Teología es alianza para temerosos que no soportan la incertidumbre del viaje. Suspiran por llegar a buen puerto. Noé es la primera versión del contrato social, un receptáculo para la esperanza. Inmunidad suprema contra la tempestad trágica. El arca es la nave de Dios que nunca se llena, una balsa divina de plazas limitadas. Hace proselitismo de inclusión universal, pero embarca a pocos. El arca es el VIP de la selección divina. Un exclusivismo de santo. Un Snake-Pit para anacoretas. En el diluvio, el terreno común de la realidad exterior es sustituido por la acuosidad vacilante de lo propio: un estar a la deriva, adentro y afuera.
La génesis del “mundo del hombre” es, en verdad, la historia del retroceso de las aguas.
El presente texto fue leído en el programa de radio El Circo Miserable, conducido por Norberto “Ruso” Verea. Se emite de lunes a viernes (0 a 2 AM) por FM Nacional Rock. Para bajarse el audio aquí: http://www.mediafire.com/?j5mejoc3b5k8j0v
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