martes, 19 de febrero de 2008

Revista Amadeus FM 103.7 Nro. 42 diciembre - 2007


Obertura 1812


La Obertura Solemne 1812 compuesta por Piotr Illich Tchaikovsky es tal vez el plato fuerte del programa anunciado para el sábado 8 de diciembre en Amadeus A Cielo Abierto 4. Aquí ofrecemos algunas de las particularidades de esta singular obra.
Fue el 24 de junio de 1812 el día que Napoleón Bonaparte escogió para cruzar con sus tropas el río Niemen, límite entre el Ducado de Varsovia, por él controlado, y las tierras de Lituania, que se hallaban en poder del zar Alejandro de Rusia. Napoleón encabezaba un ejército de 614.000 hombres, no sólo franceses, sino provenientes de varios países europeos, la mayor parte de ellos arengados aún por un conjunto de ideales libertarios. Se trataba de una fuerza militar enorme, como hasta entonces jamás había sido vista en Europa. Su objetivo era Moscú, la capital del imperio. Pero seis meses más tarde nueve de cada diez soldados napoleónicos habrán muerto.
El gran ejército francés, luego de haber ingresado en Austria y en tantos otros lugares sin dificultad, marchaba con la seguridad de que la nueva campaña sería algo bastante parecido a un paseo. El pueblo ruso era uno de los más pobres de Europa y su ejército no tenía recursos. El sistema de zares era además tan cerrado y opresor que Napoleón creyó que su campaña, pretendidamente libertadora, sería bienvenida por el pueblo ruso. Hay algunas escaramuzas menores y el 7 de septiembre las fuerzas francesas tienen un decidido triunfo en la batalla de Barodino, lo cual llevó a presuponer otro final glorioso para el ejército napoleónico.
Sin embargo algo falló. Los rusos pusieron en marcha un plan de tierra arrasada, y de este modo cuando los soldados franceses entraron al territorio moscovita descubrieron con cierta sorpresa que las casas de los campesinos habían sido quemadas, lo mismo que sus cosechas, y todos los animales habían sido muertos. La idea había sido no dejar nada que pudiera servir de sustento al poderoso ejército invasor. Porque para la particular idiosincrasia rusa, era preferible seguir soportando el yugo de los zares que aceptar el dominio de las fuerzas extranjeras. Por lo demás, el mayor error de Napoleón fue subestimar los rigores del temible invierno ruso. Famélicos, cansados y arrastrando muchos enfermos, los soldados llegaron cerca de Moscú luego de meses de marcha forzada, andando y a caballo sobre el río Volga congelado. El ejército ruso, disminuido en número y capacidad, ni siquiera intentó detenerlos. Pero cuando los franceses estuvieron en posición, los cañones de los resistentes comenzaron a disparar y en pocos minutos causaron estragos en el ejército francés. Era la primera vez que Napoléon caía vencido militarmente en semejante escala. De la multitudinaria fuerza, apenas unos 3000 soldados lograron regresar a sus casas al finalizar la campaña. Y los rusos tomaron ese día como referente para festejar la gran epopeya de su resurgir nacional.
La derrota de Napoleón inspiró a Leon Tolstoi a la hora de escribir su famosa novela “La guerra y la paz”. Y a Piotr Illych Tchaikovsky, años más tarde, le facilitó el material a partir del cual surgirá la célebre Obertura Solemne 1812.
Este último trabajo, que Tchaikovsky compuso en el curso de apenas dos meses, entre septiembre y octubre de 1880, le fue encargado por Anton Rubinstein para una exhibición que no llegó a realizarse, pero finalmente quedó destinada a formar parte de las celebraciones que tuvieron lugar al cumplirse los 70 años del triunfo de las fuerzas rusas. Tchaikovsky, de 32 años, ya era por entonces un compositor de prestigio, y su obra fue estrenada teniendo como marco la Catedral de Cristo el Salvador, que el año anterior había sido especialmente consagrada a recordar la victoria rusa.
Esta Obertura Solemne describe a través de los sonidos, y de una manera ciertamente magistral, los pormenores de las batallas decisivas, con sus ataques de caballería, los combates cuerpo a cuerpo y los avances de las fuerzas de ambos bandos, identificados respectivamente a través de la cita recurrente a La Marsellesa, por el lado francés, y a un tema característico ruso por el otro. Definitivamente Tchaicovsky no economizó recursos a la hora de llevar a cabo la orquestación de su trabajo. Aunque la obra apenas supone poco más de quince minutos de música, su ejecución requiere de dos bandas militares, campanas de iglesia y disparos de cañón, que en muchas ocasiones, por obvias razones de practicidad, suelen ser reemplazados por golpes de timbal.
La pieza comienza con un tempo lento, marcado por los cellos, descriptivos de la paz reinante en las praderas rusas, con los campesinos trabajando. De a poco aparece una melodía religiosa de la iglesia ortodoxa rusa, la Plegaria al Salvador, que recuerda que la declaración de guerra contra Francia fue informada al pueblo ruso a través de los servicios religiosos. De inmediato sigue un cántico solemne, que expresa el deseo de victoria, y enseguida otros violoncellos -los invasores- entran en contrapunto con una flauta que parece defender el devenir de los anteriores compases. La música se torna así dramática. Más adelante, una marcha presentada por los cornos anuncia la carga de los dos ejércitos. La Marsellesa nos remite al ejército invasor francés, victorioso al inicio de la campaña. Un golpe de platillos anuncia que la batalla ha comenzado. La música deja entrever por momentos algunas danzas rusas, pero la superioridad francesa resulta evidente. Pero el pueblo ruso no termina de rendirse, y comienza un Largo que describe la dura batalla. Los campases del himno francés se van debilitando de a poco, aunque reviven una y otra vez como estertores.Y un tema típicamente ruso que aparece con más fuerza nos da a entender que la victoria definitiva quedará finalmente en manos de los moscovitas. La retirada de Napoleón, que se produce a fines del mes de octubre de 1812, es reflejada por Tchaikovsky a través de un sugerente diminuendo en la música.
El fuego de los cañones, que aparece apuntado de manera explícita en la partitura, muestra el avance de los rusos frente a la retirada del enemigo francés. Y poco después, al finalizar la encarnizada lucha, por detrás de los cañones y los cornos se escucha el himno nacional ruso Dios salve al zar, en un claro contrapunto con el himno francés, que había sonado antes y que todavía está presente en quienes escuchan la obertura. Al final del conflicto, resuenan campanas y fuegos de artificio, que celebran la victoria definitiva.
Como dato curioso, se ha señalado a menudo, respecto de esta obra, el siguiente anacronismo: en 1812, que es cuando la batalla tiene lugar, ni La Marsellesa ni Dios salve al zar eran los himnos nacionales de Francia y Rusia respectivamente. Sin embargo, ambos son ya claramente representativos cuando Tchaikovsky decide utilizarlos según ha sido descripto.
Obra maestra de la música programática, esta Obertura 1812 seguramente marca también, sin que su propio compositor lo supiera, la semilla de la revolución que germinará finalmente un siglo más tarde, cuando el pueblo decida liberarse ya no del invasor extranjero, sino del yugo del zar. Pero de todos modos, para los rusos la batalla contra el ejército francés es uno de los hechos más relevantes de su historia.
Para la historia de la música, la Obertura de Tchaikovsky es una de las obras más relevantes, tanto por su capacidad descriptiva como por su insólita orquestación, que trasciende sin dudas el interés del melómano afecto a la música clásica. Como botón de muestra, mencionamos una tira cómica, publicada en un periódico, en la cual se desarrolla el siguiente diálogo:
- ¿Qué música es ésta? - Es la Obertura 1812. - Creo que me gusta. Es interesante la sección de percusión... - Son cañones... - ¿Cañones? ¿Y tocan esto en salas de concierto llenas de gente? Caramba... ¡Y yo que creía que la música clásica era aburrida!...


Germán A. Serain (secretario de redacción)

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