miércoles, 20 de febrero de 2008

Revista Amadeus FM 103.7 Nº 42 (diciembre de 2007)

Las Sinfonías de Haydn


Alguna vez alguien se preguntó, y no sin cierta razón, si de verdad compuso Franz Joseph Haydn nada menos que 104 sinfonías. ¿Cómo es posible esto, siendo que Beethoven compuso solamente nueve?




Pero claro, tal como ya lo hemos señalado en alguna otra ocasión, la comparación es injusta, pues no hablamos del mismo tipo de sinfonía. Además, si bien el catálogo Hoboken señala la existencia de 104 sinfonías debidas a Haydn, en algún sentido también podríamos ceder a la gran tentación de decir que en realidad parece tratarse siempre de una misma sinfonía, sólo que en diferentes variantes.
Pero por supuesto que semejante sentencia, dicha de tal modo, no le haría justicia a Haydn, ni mucho menos. Lo que sucede es que el modelo formal sobre el cual están elaboradas prácticamente todas las sinfonías compuestas durante el período clásico, del cual Haydn es el más perfecto exponente, resulta extremadamente fuerte, a la vez que relativamente sencillo de captar y de reproducir. Y aunque los motivos que se desarrollan en cada caso son lógicamente distintos, a veces nos parece que casi todas sus sinfonías son en realidad parte de una misma obra.
Es que el clasicismo pone el acento en la forma, el molde estructural al cual se acomoda la música, así como en los procedimientos compositivos, más que en aquello que podríamos reconocer como el contenido propiamente musical. Los temas en sí mismos son, si se quiere, secundarios. No importa tanto lo que se dice, pero sí la forma del decir y la organización del discurso.
¿Qué es una sinfonía, entonces? Pues ya lo hemos señalado: la respuesta a esta pregunta es relativa y depende en buena medida del contexto que consideremos. Hoy ya casi no se componen sinfonías, por ejemplo, sino obras sinfónicas, que no es lo mismo. Pero a fin de no entrar en consideraciones demasiado técnicas, podríamos decir que una sinfonía es una obra escrita para orquesta donde, a diferencia de lo que sucede en el concierto, no actúa ningún solista. Esta definición nos lleva hasta el primer barroco, sólo para que descubramos que muchas de las primeras sinfonías de los siglos XVII y XVIII son en realidad parte de obras mayores, y que hoy seguramente les daríamos otro nombre. La introducción orquestal de una ópera barroca, por ejemplo, que hoy definiríamos como una obertura, suele llamarse sinfonía.
Recién hacia mediados del siglo XVIII la sinfonía adopta una forma propia. Y cualquier sinfonía de Haydn es un claro ejemplo de esta creación característica de occidente, en cuya esencia descansa la idea de pluralidad. Pero con esto nos estamos refiriendo a una pluralidad de voces, y de ningún modo de formas.
Puestos entonces ya en contexto, ahora sí nos será posible apreciar las grandes virtudes de Haydn como creador. Tiene una inagotable inventiva, y sus obras son brillantes y profundamente expresivas. Pero sobre todas las cosas Haydn tuvo el mérito de haberle dado a la sinfonía clásica (lo mismo podría decirse de la sonata, que es la obra piedra fundamental del clasicismo) su forma definitiva. Y todos los que vengan detrás suyo, comenzando por Mozart y Beethoven, le serán deudores en este sentido.
De origen humilde, Haydn nació el 31 de marzo de 1732 en Rohrau an der Keitha, cerca de Viena. A sus ocho años de edad entró en la escuela coral de la Catedral de San Esteban, donde recibió su única formación académica. Sin embargo, no siempre las mejores escuelas son las academias. Durante varios años Haydn se desempeñó como sirviente del compositor italiano Nicola Porpora, y sacó un buen partido de su trabajo, pues aprovechó para adquirir mayores conocimientos musicales. Pronto escribió sus primeros cuartetos para cuerdas, con lo cual comenzó a establecer cierta reputación como compositor dentro de un círculo de personas influyentes de Viena. Finalmente, en 1759, Haydn recibe una oferta de empleo importante y se convierte en director musical del conde Morzin de Bohemia, para quien compondrá sus primeras sinfonías y divertimentos.
Vale la pena señalar que contrariamente a lo que puede verificarse en los casos de otros compositores como Mozart y más tarde Mendelssohn, la primera sinfonía compuesta por Haydn no es una obra de juventud, sino que tomó forma después de haber incursionado en otros géneros, incluyendo el cuarteto para cuerdas, la sonata y la ópera.
Debido a dificultades financieras, Morzin debió despedir a los dos años a todos sus músicos. Pero para entonces Haydn ya había entrado en contacto con la familia Esterhazy, a cuyo servicio trabajará durante largos y provechosos años. Es que si muchos aspectos cambiaron desde la época de Haydn hasta nuestros días entonces, lo mismo que ahora, una de las cosas más deseables para un músico profesional era tener un buen trabajo estable. Y aunque a menudo Haydn se quejó del peso de su trabajo, su posición era envidiable.
Tras la muerte del príncipe Miklós Esterhazy en 1790, su hijo decidió reducir los aportes de dinero para las actividades musicales. Pero esto coincidió con una oferta que Haydn recibe de un empresario británico, Johann Peter Salomon, para dirigir una serie de conciertos en Londres. Los dos viajes que Haydn efectuó a la capital británica para brindar estos conciertos (1791 y 1794) dieron origen a sus últimas sinfonías, conocidas en su conjunto como las Sinfonías de Londres. En esta docena de sinfonías se encuentran algunos de los trabajos más importantes del compositor, como las sinfonías La sorpresa, Militar, El reloj, la sinfonía Redoble de tambor y la Sinfonía Londres, que es la última de las 104 sinfonías compuestas por Haydn. Cabe señalar que estas doce obras no solamente marcan la conclusión de su labor sinfónica, sino también un nuevo desarrollo para el sinfonismo, que influirá profundamente en músicos posteriores.
Algunas de estas sinfonías introducen en la historia del compositor detalles pintorescos e incluso humorísticos, que sirven para pintarlo de cuerpo entero. Por ejemplo, la recién referida Sinfonía en Sol Mayor Nº 94, que es conocida por el título de La sorpresa, explica su nombre en un inesperado golpe de timbal que está indicado por Haydn a los pocos compases de haberse iniciado el movimiento lento, precisamente allí donde nadie lo esperaría. El compositor indicó alguna vez que la presencia de ese caprichoso golpe respondía a su voluntad de "hacer saltar a las damas presentes en el auditorio", justo en el preciso momento en que él imaginaba que, llevadas por la cadencia de la música, se aprestaban a cerrar sus ojos.
Aunque si hay una anécdota para destacar, relativa a las sinfonías de Haydn, seguramente ella se encuentra en la historia de su Sinfonía en fa sostenido menor Nº 45, conocida como “Los adioses”. Se sabe que Mozart solía referirse al autor de este trabajo como “Papá Haydn", pues además de considerarlo un referente y un amigo, el compositor era tenido como una persona muy accesible, que en general despertaba el afecto de quienes lo trataban, pues siempre estaba bien predispuesto a brindar su colaboración a quien lo requiriese.
El punto es que al servicio del Príncipe Esterhazy había muchos músicos jóvenes, la mayoría de ellos casados, que estaban obligados a permanecer en las dependencias del palacio por todo el tiempo que el Príncipe así lo solicitara. Contrariamente a su habitual rutina, sucedió que cierta vez el Príncipe decidió quedarse algunas semanas más en su residencia de Esterhaz, para desmayo de los músicos, quienes por causa de esta circunstancia deberían permanecer lejos de sus familias por más tiempo que el previsto.
Los músicos recurren entonces al Kapellmeister Haydn, en busca de un consejo. Y a éste se lo ocurre componer una sinfonía donde claramente quedase asentado el malestar. En el movimiento final, cuando la nota dominante Mi mayor aparece, los oboes y el segundo corno tienen un elaborado solo, al final del cual el primer oboe y el segundo corno se levantan, apagan las velas de sus atriles y se retiran con su instrumento bajo el brazo. Seguidamente es al fagot al que le toca una parte solista y, al igual que sus compañeros, hace mutis por el foro... Le siguen, repitiendo este esquema, el segundo oboe y el primer corno. Luego el contrabajo, el cello, los violines y la viola. Hasta que sólo quedan el primer violín Tomasini y el director Haydn, quienes, luego de un breve pasaje, también apagan sus velas... y se van.
Al parecer el Príncipe entendió el sutilísimo mensaje, pues al día siguiente dispuso que todos los músicos pudiesen regresar de inmediato a sus hogares. Tal es la historia de la sinfonía "Los Adioses", que nos muestra a un Haydn humano, que actúa de la manera que mejor sabe, que es a través de la música, para brindar su solidaridad a quienes dependiendo en cierto modo de él, solicitaron su ayuda.

Germán A. Serain

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