miércoles, 2 de julio de 2008

La espada de Quevedo

¿Qué es hoy una imagen poética?

No lo sabemos, pero sabemos, seguros, que ya no es lo que constituye el lenguaje poético, y mucho menos el lenguaje en general, aunque todavía hablemos con imágenes.

Si van al diccionario (yo no lo voy a hacer), verán que la definición de imagen, en lo que se refiere a la retórica, es muy imprecisa.

Hasta hace unos años, entendíamos por imagen poética un complejo de comparaciones, un nudo de metáforas, no una sola comparación implícita, como la de la metáfora simple, sino una íntima relación de comparaciones, cuya aspiración latente era la de dejar de ser considerada en relación con otra cosa, un decir gato por liebre.

La poesía avanzó mucho en esa dirección desmesurada. Es como si hoy quisese que se entendiera que no dice una cosa por otra, sino una otra cosa, que nada más que de esa manera puede ser dicha.

El minimalismo y el objetivismo del siglo que pasó han avanzado hacia la aspiración suprema de que sea comprendido como una composición lo que es mera enunciación. Lo ha hecho, lo hace, hasta el ridículo. Cosas como: "Tato y yo caminamos por la Costanera. /Tato odia los pejerreyes. / Volví a casa en colectivo / Me falta un diente".

Digo por mi parte que la obsesión del auténtico poeta del siglo Veinte ha sido que la poesía no tuviera apoyaturas externas, nada a lo que pudiera remitir fuera de sí misma, y en este sentido su tarea, cuando fue consciente de su desmesura, y sobre todo cuando fue inteligente, resultó impresionante.

El año pasado se celebró el aniversario de la Generación del Veintisiete española que a su vez se constituyó bajo esa denominación a raíz de la celebración de otro aniversario, el de Luis de Góngora.

En esos días, Federico García Lorca habló en Córdoba y en Sevilla sobre Góngora. Y dijo entre otras cosas sobre Góngora y sobre la imagen poética:

... "ya os supongo a todos enterados de quién era don Luis de Góngora y de lo que es una imagen poética. Todos habéis estudiado Preceptiva y Literatura, y vuestros profesores, con raras y modernas excepciones, os han dicho que Góngora era un poeta muy bueno, que de pronto, obedeciendo a varias causas, se convirtió en un poeta muy extravagante (de ángel de luz se convirtió en ángel de tinieblas, es la frase consabida) y que llevó el idioma a retorcimientos y ritmos inconcebibles para cabeza sana. Eso os han dicho en el Instituto mientras os elogiaban a Núñez de Arce el insípido, a Campoamor, poeta de estética periodística, bodas, bautizos, entierros, viajes en expreso, etc., o al Zorrilla malo (no al magnífico Zorrilla de los dramas y las leyendas), como mi profesor de Literatura, que lo recitaba dando vueltas por la clase, para terminar con la lengua fuera, entre la hilaridad de los chicos."

(...)

"El lenguaje está hecho a base de imágenes, y nuestro pueblo tiene una riqueza magnífica de ellas. Llamar alero a la parte saliente del tejado es una imagen magnífica; o llamar a un dulce tocino del cielo o suspiros de monja, otras muy graciosas, por cierto, y muy agudas; llamar a una cúpula media naranja es otra, y así, infinidad. En Andalucía la imagen popular llega a extremos de finura y sensibilidad maravillosas, y las transformaciones son completamente gongorinas. "A un cauce profundo que discurre lento por el campo lo llaman un buey de agua, para indicar su volumen, su acometividad y su fuerza; y yo he oído decir a un labrador de Granada: "A los mimbres les gusta estar siempre en la lengua del río". Buey de agua y lengua de río son dos imágenes hechas por el pueblo y que responden a una manera de ver ya muy cerca de don Luis de Góngora.

"Digan lo siguiente: ¿alguien cree que se puede decir hoy que la poesía está hecha de imágenes y que estás revisten alguna belleza, además de la del ingenio? Dejemos a Campoamor, ¿no quisieran conocer al menos la poesía de un poeta que escribe no "de" sino "con" bodas, bautismos, entierros, viajes en expreso?

¿Por qué Góngora, un poeta sin duda complejo y sorprendente, y no Quevedo como maestro de la imagen?

Esto es imagen, concebida en términos modernos:

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada...

Es evidente que la espada vencida de la edad es una espada concreta, pero también está claro, aun si nos faltaran los versos que siguen, tal como aquí los omití, que Quevedo ve en esa espada mucho más que una decadencia propia de este objeto. Ve la muerte; es lo que dice el poema luego, pero esa muerte, y mucho más está en ese objeto vencido, por sí mismo símbolo guerrero, símbolo fálico, símbolo épico, pero no mirado como símbolo, ni colocado de tal modo en el poema sino sólo como objeto cotidiano: es su espada, la espada de Quevedo, la de un hombre de ese tiempo, el objeto más vencido y a la vez el más resplandeciente --en esto, como objeto literario-- de todos los que Quevedo nombra en este soneto --muros, habitación, báculo, etc.:lean el soneto más abajo. La espada queda grabada para siempre en la mente, lo verán, en medio de una escena vulgar y cotidiana que toda entera habla de la destrucción.

Quevedo: aquel cuya "llama" es capaz de nadar "la agua fría" y convertir en algo físico, palpable e inolvidable un sustantivo utilizado, sí, esta vez, como símbolo sobrenatural.

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

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Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de esotra parte, en la ribera,
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejará no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes,1645)

Publicado por Jorge Aulicino el 18/03/2008

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