jueves, 31 de julio de 2008

EL RESCATE DE LIBERTAD DEMITROPULOS, A DIEZ AÑOS DE SU MUERTE
Aquella escritora solitaria
La autora de la novela Río de las congojas fue homenajeada ayer en la Casa de la Lectura. Un buen punto de partida para empezar a recorrer su vida y su obra, marcadas por su origen jujeño, su condición de “evitista” y la necesidad de contar “la otra historia”.



Demitrópulos es considerada por Piglia como una de las mejores narradoras de la literatura argentina.

Hay escritores que generan adicciones de por vida. Una vez que se probó esa droga que suministraron en cientos de sus mejores páginas, ya no se puede ni se quiere abandonarlos. Aunque el canon, las universidades, la crítica, el periodismo, el mercado, con sus “modas” más o menos volátiles, ignoren o minimicen la obra, los lectores, y también muchas veces los editores, reparan esa omisión logrando que los libros circulen de mano en mano, de boca en boca. Estos actos, si cabe la expresión, representan una especie de “justicia literaria” para aquellos autores que han sido relegados en los márgenes. A diez años de la muerte de Libertad Demitrópulos –considerada por Ricardo Piglia como una de las mejores narradoras de la literatura argentina–, es pertinente la pregunta que plantea Nora Domínguez, quien junto con Angela Pradelli, Graciela Maturo y Liliana Heer (ver aparte) participaron del homenaje que se realizó ayer en la Casa de la Lectura, por iniciativa de Moira Giannuzzi. “¿Qué otra escritora argentina ha alcanzado en las últimas décadas las cimas de perfección que se pueden leer en Río de las congojas?” Domínguez señala que Demitrópulos era una escritora parca en el uso del yo, que no optó por la autobiografía sino por la historia. “El yo de Libertad viajó, mutó, se dispersó en historias de mujeres de distintas épocas, tierras, razas y clases sociales, mujeres que experimentaron las diversas peligrosidades de enunciarse con un yo: heroínas, criollas, españolas, indias, inglesitas engañadas. En esta construcción variada y dispersa se sostiene en parte el valor de su escritura.”


Esa muchacha peronista
Un repaso por la vida y la obra de Demitrópulos se impone en ocasión de este aniversario de su muerte. Nació en Ledesma, Jujuy, el 21 de agosto de 1922. A pesar de una salud muy frágil –tuvo fiebre reumática y ocho operaciones del corazón–, se recibió de maestra a los 18 años y empezó a ejercer la docencia en escuelas de su provincia. A principios de los años ’40, antes de que el peronismo revolucionara la vida política del país y la de Demitrópulos, se podría afirmar, sin exagerar, que se hizo “peronista” cuando vio cómo eran explotados los trabajadores de la zafra en el ingenio Ledesma. Tal vez esa opción por los más débiles pueda leerse en buena parte de su narrativa, por ejemplo en Río de las congojas, donde la escritora narra desde una perspectiva polifónica la segunda fundación de Buenos Aires a través de las voces de dos mestizos, una criolla y un negro; huérfanos, marginales, bastardos y prostitutas abundan en toda su narrativa; son voces que se imponen, que resisten la exclusión, que piden “reescribir la historia”.
En Salta hubo un “celestino” que auguró la formación de una de las parejas literarias más sólidas y poéticas que ha dado la literatura argentina. Manuel J. Castilla le dijo al poeta Joaquín Giannuzzi: “Te voy a presentar a una chica de la cual te vas a enamorar”. Sí, la chica era Demitrópulos. Desde que se casaron, en 1951, sólo los separó la muerte. Ese mismo año, Demitrópulos publicó su único libro de poemas, Muerte, animal y perfume, que acaba de reeditar Ediciones del Dock, la única editorial que mantiene viva la obra de la escritora, con reediciones de dos de sus novelas más importantes: Río de las congojas y La flor de hierro. Aunque empezó escribiendo poesía –Juan Ramón Jiménez leyó un poema suyo en la Sociedad Argentina de Escritores en 1948–, Demitrópulos se dedicó a la novela porque, recuerda una de sus hijas, Moira, ella decía que “no quería competir con Giannuzzi”. Sin embargo, esa aparente “negación” a ser llamada poeta contrasta con un estilo narrativo plenamente poético que se percibe ya en su primera novela, Los comensales, publicada en 1967, y que va in crescendo en La flor de hierro (1978) hasta alcanzar el momento de mayor intensidad poética en Río de las congojas (1981), prosa poética también presente, aunque quizá en menor medida, en las novelas Sabotaje en el álbum familiar (1984) y Un piano en bahía desolación (1994). Como ha señalado el poeta Néstor Groppa: “Podemos decir que escribe iluminando bellamente lo que elige”.
En Buenos Aires, adonde llegó a fines de los años ’40 y donde murió el 19 de julio de 1998, la escritora trabajó en el hogar escuela Eva Perón. Allí conoció a Evita, de quien escribiría una biografía publicada en CEAL en 1984, en la que rechaza la visión imperante de una Evita a la que, antes de conocer a Perón, lo único que parecía interesarle era ser actriz. Para Demitrópulos, Eva había desarrollado un instinto de solidaridad y una naciente pasión política durante la “década infame” que muchos estudiosos de su vida no supieron ver. Después del golpe del ’55, Demitrópulos iba a las misas por el aniversario de la muerte de Evita o a los actos de la Resistencia Peronista, pero como no podía correr, Giannuzzi decía, medio en broma, medio en serio, que para Libertad “la revolución era una cuestión de velocidad”. En la casa de Demitrópulos, primero en el barrio de Flores, después en Once, no entraba nadie que no fuera peronista. “Yo presencié discusiones terribles por Perón entre mi mamá y Juan José Sebreli, que se iba de casa enojado porque decía que ella tenía un peronismo visceral y que no había leído bien a Perón. En mi casa todo era ‘la vida por Perón’”, cuenta su hija Moira. “Fue muy peronista y muy evitista. Para ella no había peor cosa que un radical.”


El mito de la finadita
Demitrópulos, escritora insomne que escribía de noche en cuadernos o en su máquina Olivetti, narra en Río de las congojas una historia de pasión y muerte, la de la criolla María Muratore, quien para ser libre en un mundo de varones tuvo que apelar a la intriga de hacerse pasar por un soldado en Santa Fe, desde donde Garay partió para fundar Buenos Aires. El río Paraná –llamado “río de las congojas y de los desabrimientos”– desplaza al Río de la Plata; Juan de Garay “pierde” protagonismo ante la heroína María Muratore. La escritora construye un formidable relato histórico sobre el origen de un mito, el de la “finadita”, “una mujer que parecía hombre por lo valiente, pero que fue una gran amante”, “la protectora de la familia”, la madre mitológica cuya voz puede escucharse desde las orillas del río.
El personaje de Isabel Descalzo, esposa no reconocida por Blas de Acuña, cofundador con Garay de Santa Fe y Buenos Aires, se va adueñando de la narración hacia el final de la novela. Ella forjará y transmitirá los relatos que sostienen la leyenda de María Muratore, aderezando sucesos reales con lo que, por olvido, se comienza a inventar. Costurera de profesión, Isabel corta y cose recuerdos propios y recrea los ajenos, componiendo una historia extraoficial, no documentada, mítica. Si la “historia oficial” asegura que María Muratore murió junto a Garay mientras dormían la siesta a la vera del río, según Isabel, María muere en el campo de batalla, vestida de hombre. María no será la única muerta. Un hijo no regresa del río y “nadie podía explicar a dónde llevó su cuerpo la corriente”. Metáfora del presente en el que fue escrita esta novela, publicada en 1981, la alusión a la figura del desaparecido en Río de las congojas se anticipa con la inclusión de un epígrafe del poeta griego Yannis Ritsos, en el que advierte sobre la necesidad simbólica-cultural de que los familiares entierren a sus muertos.
Demitrópulos recibió el Premio Boris Vian en 1997 por Río de las congojas, un año después de la primera reedición de la novela. El jurado –integrado por Juan Jacobo Bajarlía, Eduardo Grüner, Liliana Heer, Noé Jitrik, Tununa Mercado, Tomás Eloy Martínez, María Moreno, Nicolás Rosa, Leónidas Lamborghini, Héctor Libertella, Hugo Padeletti y Laura Klein– subrayó que la novela premiada es modelo de una narrativa histórica que ha transformado los acontecimientos en hechos de escritura.
En un video filmado en 1997, en la librería Gandhi, donde le entregaron el Boris Vian (que se puede ver en el site de la Audiovideoteca de Escritores,
http://www.audiovideotecaba.gov.ar/), la escritora ironizó sobre los análisis que hicieron varios de los miembros del jurado sobre el libro premiado y sobre su literatura. “Estos juicios los tomo con los debidos recaudos porque no se puede salir tan trabajosamente de las garras de la muerte para caer ligeramente en los brazos de la vanidad”, dijo Demitrópulos. “Nunca rondé espacios del marketing ni frecuenté las pasarelas sociales ni las luces mediáticas. Soy una escritora solitaria.”


OPINION
Los ecos de la memoria
Por Alejandra Nallim *


Se dice que cuando el viento norte sofoca el aire, calienta la tierra y erotiza los cuerpos, también acarrea la muerte en las selváticas yungas jujeñas. Viento tanático que reimprime las agitaciones de una vida abrumada por los murmullos de la gente, por los gritos de obreros y gremialistas y por las voces de las mujeres como emblemas de la resistencia y el cambio social. Sin letanías ni oración panegírica colocamos en escena –en el sentido de actualización siempre renovada– la palabra de Libertad Demitrópulos a diez años de su muerte. Su narrativa llega desde los ecos de la memoria oral y marginal, con ellos descomprime las valencias absolutas, evalúa la realidad cargada de saberes y creencias populares, y construye sus obras de mixturas genéricas para recuperar la heterogeneidad de las narraciones pretéritas de la cultura latinoamericana. Su novelística configura un mapa alternativo en donde se delinean las rutas de rebelión de los desclasados y los incipientes movimientos obreros; el pasado fundacional en su amalgama de ambición, delirio y genocidio y los deslizamientos del Estado como modelo invertido de una civilización “barbarizada”.
Esta geografía literaria respeta la discontinuidad genealógica y la contradicción geocultural en tres ejes:
- Narrativa de la Resistencia y el Testimonio: Los Comensales (1967) y Sabotaje al álbum familiar (1984) denuncian el abuso de las “patrias del poder”, genealogías familiares y geopolíticas que subyugan a los parias o desclasados.
- Narrativa Fundacional: La flor de hierro (1980) y Río de las congojas (1982), novelas-crónicas que refractan la “desfundación” territorial y parodian las épocas inaugurales del país, en tanto épica nacional.
- Narrativa de Síntesis, su última producción, Un piano en Bahía Desolación (1998), coloca a la frontera como instrumento temático, retórico e ideológico para andamiar las tensiones jurisdiccionales de la Nación en las zonas del sur, desprotegidas por los paradigmas republicanos.
Poética “glocal” que modeliza la realidad desde los ángulos prismáticos de una sociedad trastornada por la afloración de sus bordes, una suerte de “contra-narración” que relata nuestras narrativas identitarias entendidas como políticas de ficción, una política-poética de la irreverencia.
* Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Jujuy.



OPINION
Celebración del lenguaje
Por Liliana Heer *


Mi relación con Libertad Demitrópulos tuvo un carácter intenso y esporádico. Nos unían ciertas lecturas y los libros que íbamos escribiendo. Recuerdo una noche en que ambas estábamos dando toques finales. Ella dijo: “Estoy con las galeras” –refiriéndose a Un piano en bahía desolación–. Y comenzó a enumerar con mucha gracia las acepciones del término: “Carro grande de cuatro ruedas con toldo de lienzo fuerte; embarcación de vela y remo, la más larga de quilla entre las antiguas de vela latina”.
–Me quito el sombrero –respondí apelando al sinónimo– sin dejar de advertirle que ella corría con ventaja.
Mucho habíamos conversado sobre el lobero Gin Whisky, protagonista experto en embarcaciones.
–Siempre presas –comentamos.
–Siempre queriendo escapar de las galeras, específicamente cárcel de mujeres –remarcó.
Leer a Libertad Demitrópulos es celebrar el lenguaje –ese enigma que nos convierte en sujetos–, es permanecer alerta aun conociendo el riesgo de la escucha. Demitrópulos tiene la virtud de mancillar la lengua imprimiendo tonos enriquecidos de miserias y anhelos; los tonos que suelen tener los seres cuando se aventuran a rebelarse contra quien manda a poseer, vaciar, matar una identidad, una patria. Su escritura rescata expresiones verbales, giros de inmediatez que confieren a la oralidad el carácter de una epifanía, al tiempo que actúan como núcleos de resistencia dejando la trama en suspenso, volviendo la historia denuncia, desafío. En el intento por mantener viva la polifónica lengua de los argentinos –recobrada y también inédita–, su narrativa adquiere una dimensión real. Aquellas partículas que sufrieron el letargo de lo sepultado cobran vida merced a la incesante mordedura sintáctica. Hay huesos en las entrañas de la letra.
* Escritora y psicoanalista, autora de Pretexto Mozart y Neón, entre otros.



OPINION
Un acto de justicia literaria
Por Angela Pradelli *


Fue hace unos días en La Plata, en la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia. Y el contexto no es menor en esta historia. Los escritores Ricardo Piglia, Arturo Carrera, Daniel Link, Juan José Becerra, entre otros, fuimos convocados para discutir con profesores de distintas universidades. ¿Cuáles son los diez autores argentinos que los alumnos tienen que leer en la secundaria bonaerense? Los imprescindibles. Los textos que los estudiantes no podrían desconocer al terminar la escuela. Era un debate tan necesario que contó con el entusiasmo de todos. Hubo aportes referidos a distintos aspectos de la literatura argentina y otros puntualmente a problemáticas de la educación secundaria. Así que tardamos en empezar a nombrar. Echeverría, Sarmiento, Hernández. La lista ya rondaba los diez cuando Piglia lo dijo. Hay una escritora, dijo, y enseguida tuve la intuición de que iba a nombrar a Libertad. Para mí, siguió, una de las mejores. Hizo una pausa antes de mencionarla. Demitrópulos, dijo. Y agregó que Río de las congojas era una de las mejores novelas argentinas. Entonces recordé lo que nunca olvido. La felicidad de aquellos días en que leíamos con mis alumnos esa novela en clase, en una escuela de Turdera. La furia con que algunos padres cuestionaron el libro. Las intimidaciones para que suspendiéramos la lectura. La amenaza: me denunciarían en la Dirección General de Cultura y Educación, allí, en el mismo lugar donde ahora, sentados alrededor de una mesa, discutíamos con esperanzas. Recuerdo también el domingo en que decidí llamar a Libertad para invitarla a la escuela. Su alegría. Mis lectores, eh, dijo cuando entró al aula donde la esperaban ochenta jóvenes, y se la veía tan feliz aquella tarde. Que se reconozca a Libertad Demitrópulos como una de las mejores de la literatura argentina, que se la lea en las escuelas y este homenaje en la Casa de la Lectura son para mí tres actos de una misma justicia literaria.
* Escritora y docente, autora de El lugar del padre y Turdera, entre otros.

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