martes, 8 de julio de 2008

Entervista Richard Gillespie
"La contraofensiva fue una locura de los comandantes montoneros"
El autor inglés habla de su libro Soldados de Perón, que acaba de ser reeditado, donde traza una historia crítica de la violencia política de los setenta. Además dice que, algún día, con la información no comprobada escribirá una novela


Por Jorge Urien Berri
De la Redacción de LA NACION

La principal satisfacción que le deparó a Richard Gillespie la publicación, en 1987, de la primera edición en español de Soldados de Perón. Historia crítica sobre los Montoneros (Sudamericana) fueron las cartas que recibió de ex combatientes de ese grupo que le confesaban que, gracias a su rigurosa y objetiva investigación, habían terminado de comprender con espíritu autocrítico qué les había ocurrido durante los años del terror. "Para mí, esas cartas tienen más valor que cualquier reseña del libro", admite el investigador inglés en una entrevista con adnCULTURA realizada por correo electrónico cuando está por publicarse la tercera edición en español de esta obra que, ya desde sus primeras páginas, muestra mediante un exhaustivo rastreo histórico las semillas del futuro fracaso de la trágica experiencia montonera. Profesor en varias universidades inglesas, Gillespie nació hace 56 años en Lancashire y tras su debut con la investigación sobre la guerrilla montonera, que es en parte una historia del peronismo, publicó John William Cook: El peronismo alternativo (1989) antes de investigar el socialismo español. Hoy estudia la política mediterránea de la Unión Europea. En 1996 fundó la revista académica Mediterranean Politics que publica artículos sobre las relaciones euromediterráneas. -¿Cuándo decidió investigar y escribir sobre los montoneros? -Yo había estudiado ciencias políticas en la Universidad de Liverpool a partir de 1971, y durante esos años empezó mi fascinación por la política latinoamericana, sobre todo debido a los procesos de conflicto y cambio en el Cono Sur. Lo que más me llamó la atención en el caso de la Argentina fue la fuerza y la gran capacidad de movilización política de la juventud, especialmente de la Juventud Peronista, por la cual la llamada "tendencia revolucionaria" intentaba transformar el peronismo y, finalmente, la sociedad argentina. Fueron unos años en los que me parecía que cualquier cosa podía ocurrir. Mi interés fue en parte académico, siendo la política latinoamericana mi módulo favorito en el programa de bachillerato. Pero también tenía mucho interés político, como miembro en aquel entonces de las Juventudes Socialistas del Partido Laborista. Al graduarme en la universidad me permitieron registrarme para el programa de doctorado. Fui el primer alumno en la historia de mi departamento que recibió una clasificación de primera clase con honores, y eso me permitió prescindir de una maestría, pasar directamente al doctorado y competir por una beca pública que financiaría una investigación durante tres años. -¿Por qué eligió los montoneros? -Elegí como tema los grupos radicales en la Argentina y su relación con el movimiento peronista. El resultado fue una tesis muy larga sobre la "Izquierda Peronista" en la Universidad de Liverpool, en 1979, y después de terminarla tomé una tercera parte como base para el libro sobre los montoneros. Más tarde usé otro capítulo como base para el librito sobre Cooke que publicó Cántaro en 1989. -Y en 1975 vino a la Argentina a continuar la investigación. -Sí, la había empezado en septiembre de 1974 y mi deseo fue, por supuesto, pasar el máximo tiempo posible en la Argentina haciendo el trabajo de campo. Primero, necesitaba trabajar en Liverpool empleando fuentes secundarias mientras intentaba aprender español. Finalmente, viajé a Buenos Aires en junio de 1975. No era el mejor momento para establecerme en la Argentina, ya que llegué en vísperas del rodrigazo, cuando la huelga general paralizó el país entero durante más de una semana y circularon rumores de un golpe militar. Además, pronto me di cuenta de que mi español era totalmente inadecuado, sobre todo para comunicarme con gente. Afortunadamente, encontré mucho apoyo de una familia generosa de origen alemán-austríaco que hablaba inglés y era muy amiga del supervisor de mi tesis. -¿Mario Firmenich y los otros jefes montoneros fueron los responsables del fracaso de la Segunda Contraofensiva, en 1979? -Sin duda. Fue una locura lo que los comandantes montoneros ordenaron. Así demostraron su incapacidad de reformarse y de superar el militarismo ciego en el que habían caído. -Martin Edwin Andersen escribió que Firmenich era miembro o informante de Inteligencia del Ejército. ¿Es verdad? -No tengo información suficiente para entrar en ese debate. A veces pienso escribir una novela sobre militantes montoneros en los años 70, porque de esa manera podría aprovechar las teorías especulativas y no quedaría atado a la evidencia más o menos probada. -¿Escribirá esa novela? -No lo sé. Hoy el trabajo de un catedrático británico no deja tiempo para escribir novelas, por eso quizá tendría que ser un proyecto para después de la jubilación. Mi objetivo sería captar algo del ambiente de Buenos Aires durante la violencia, y a la vez el micromundo cerrado de los grupos de insurgentes en la clandestinidad. Hace muchos años me impresionó mucho la obra de Albert Camus Los justos , y más recientemente he podido entender mejor la vida interna de los montoneros a partir de libros de académicos argentinos como María Matilde Ollier. -¿En esa futura novela habrá montoneros informantes de los servicios de Inteligencia? -Lo que me interesa más que la infiltración por parte del enemigo es la cultura de la organización. -¿Por qué sobrevivieron más montoneros que miembros de otros grupos guerrilleros como el ERP? -Por varias razones. Contaban con más efectivos y simpatizantes que los otros grupos, estaban más metidos en las estructuras políticas y sociales del país, se relacionaron mejor con las tradiciones históricas argentinas, fueron más pragmáticos en algunos sentidos y también sacaron a muchos de sus dirigentes del país a tiempo al endurecerse la guerra sucia. También, hay que recordar que tenían mucho más dinero que los demás, dinero producto de los secuestros. -¿Qué opina sobre la teoría de los dos demonios, que dice que las acciones de los grupos guerrilleros y la represión militar fueron igualmente perversas? -A mí siempre me ha parecido una teoría poco científica. Es más bien un juicio moral, una condena a los extremos violentos. "Los dos demonios" puede ser legítimo como valoración moral, pero no sirve para explicar el recurso a la violencia. El caso histórico argentino no es el de una democracia liberal consolidada que fue subvertida por extremistas violentos. Su punto de partida era un régimen bastante autoritario en el cual los militares frustraron esporádicamente los intentos de democratización. Quiero decir que la violencia de la izquierda, tanto peronista como no peronista, a partir de los años 60 fue esencialmente reactiva. Esta observación es fundamental para entender el apoyo bastante extendido con el cual la guerrilla contaba en sectores de la sociedad argentina que habían conocido experiencias como la represión de los estudiantes después del golpe de Onganía en 1966. -Muy lentamente se empezó a juzgar a algunos de los militares que cometieron graves violaciones a los derechos humanos durante la represión. ¿También debería juzgarse a los ex guerrilleros? -Hay que reconocer que los valores de cualquier sociedad van evolucionando. En cuanto a los derechos humanos y los procesos de Justicia, creo que los representantes de un Estado tienen una responsabilidad especial de defender y respetar los derechos de los ciudadanos, y por eso yo no pondría una fecha límite a la Justicia para enjuiciar a los que atacaron al pueblo desde el Estado. Creo que la actitud a adoptar con los antiguos insurgentes, igual que con los represores, debería decidirse en el parlamento. -En el prólogo a la nueva edición de su libro usted afirma que en los piqueteros hay influencia de Montoneros. -Es la impresión que obtengo al leer informes periodísticos sobre los piqueteros. No quiero sugerir algún vínculo importante entre los antiguos Montoneros y los activistas de la generación de los piqueteros, pero bien se sabe que todos los movimientos sociales y formaciones de la izquierda estudian la historia de la rebeldía para procurar obtener lecciones de la historia de su país o, menos felizmente, de un modelo extranjero. No puedo probarlo, pero creo que existen elementos que indican que los piqueteros han usado algunos métodos de protesta que emplearon los grupos de la izquierda peronista en sus primeros años y que, además, han planificado su actividad pensando en cómo hacer frente a la fuerza del Estado para minimizar el impacto de la represión. Es decir, aparte de imitar ciertas tácticas de los Montoneros y otros grupos contemporáneos, intentan evitar el destino de ellos y también intentan evitar el militarismo y el aislamiento respecto de la sociedad. -¿Aún le interesa la política argentina? -Mis intereses han evolucionado mucho con el tiempo, primero hacia la política española y luego hacia la europea. Hoy estoy dedicado a la política europea en la región mediterránea. Conservo un interés general por la política argentina y leo lo poco que aparece en la prensa inglesa y española sobre ella. También, de vez en cuando, recibo libros de la Argentina que tratan hechos y personajes de la época que yo estudiaba, y siempre me interesan mucho. Pero claro, no me considero de ninguna manera experto en la política argentina de hoy. -¿Qué piensa de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina? Ellos se consideran parte de la generación de Montoneros. -Prefiero no opinar sobre los gobiernos recientes, incluidos los de los Kirchner, porque la información que tengo no es muy completa. -¿Cree que aplican políticas inspiradas en algunas ideas de Montoneros? -No creo que se puedan relacionar sus políticas con las ideas de Montoneros. Por supuesto, dentro de un marco muy amplio, se podría identificar a todos con el nacionalismo, pero la distancia de treinta años es importante debido a los grandes cambios en el sistema político, al impacto de la globalización, etcétera. Creo que, con todos sus defectos, la democracia en la Argentina hoy está bastante consolidada y que la disminución de una amenaza militar ha cambiado mucho las percepciones públicas de cómo se debería responder a los problemas y las potencialidades del país. Los planteamientos políticos de los años 70 ya no tienen capacidad de ilusionar a los movimientos de masas. Al mismo tiempo, la sensibilidad por los derechos humanos es mucho más fuerte. -¿Sabe algo de los ex montoneros que están en el Gobierno o cerca de él? -Tampoco estoy informado sobre los antiguos montoneros en el gobierno. La evolución política de los personajes es de cierto interés, pero el enfoque del análisis de Soldados de Perón fue más bien la guerrilla urbana como estrategia insurreccional. Aunque la editorial original decidió presentarlo como un libro de historia, no soy historiador. Más bien, mis publicaciones son trabajos de un politólogo dentro de las ciencias sociales, y por eso la historia de los diferentes militantes montoneros fue un elemento secundario en mi análisis. -¿Algún ex montonero o militar se puso en contacto con usted después de las primeras ediciones del libro? -Me contactó un fiscal cuando se preparaba el juicio contra Firmenich. Este señor dijo querer usar el libro en el juicio y para hacerlo necesitaba organizar un especie de juramento en alguna embajada para confirmar legalmente que yo era su autor. En aquel momento decidí no colaborar en ningún proceso judicial, sobre todo porque nunca había tenido entrevista o contacto con Firmenich y no quería usar lo que había aprendido en mi investigación para otro propósito que no fuera un fin académico. Evidentemente, todos los que colaboraron en la investigación lo hicieron al entender que fue para un proyecto de tesis y luego un libro. Además, no tenía mucha confianza en las instancias judiciales argentinas durante aquel período. Por lo general, habían sido muy pasivas durante la guerra sucia y ahora, de la noche a la mañana, parecían descubrir los derechos humanos cuando las peores violaciones y las juntas militares ya habían pasado. Se pusieron en contacto conmigo algunos ex montoneros, especialmente los que habían intentado rebelarse contra la conducción nacional, Miguel Bonasso, por ejemplo, y varios miembros totalmente desconocidos que habían pasado algún tiempo en la cárcel y me escribieron para decir que el libro les había ayudado a entender lo ocurrido en sus vidas. Para mí, esas cartas, escritas por jóvenes que empezaban a valorar su actuación pasada y la experiencia montonera con un espíritu de autocrítica, tenían más valor que cualquier reseña del libro.







Richard Gillespie Foto: Gentileza Sudamericana
El impacto de los piqueteros

A continuación se reproduce el prólogo a la tercera edición de Soldados de Perón (Sudamericana), en que el autor analiza la vigencia de su obra.
La publicación de una tercera edición de Soldados de Perón -veinte años después de la primera edición en castellano y algo más de un cuarto de siglo después de la edición original en inglés- me brinda el placer de saber que esta obra sigue teniendo relevancia en la Argentina a pesar del cambio generacional. Me agrada comprobar que un libro que fue una pieza de análisis contemporáneo, escrito durante la última fase de la insurgencia montonera, hoy reaparece más como un libro de historia; pero al mismo tiempo me pregunto: ¿por qué? ¿Es posible que en la Argentina, un país con fama de vivir más en el presente que pensando en el pasado, haya aumentado el interés del público por los libros sobre historia nacional? En el mundo universitario argentino, sí tengo la impresión de que hubo más interés entre los investigadores por los años sesenta y setenta, aprovechando la libertad para incursionar en este terreno tras el fin de la época militar. Mientras que, para un público más amplio, el interés potencial del libro ahora parece residir más bien en la influencia política que ha tenido el período de la guerrilla con relación a la Argentina de hoy y al pasado reciente. Evidentemente, hubo cambios políticos importantes en la Argentina a partir de la década del 80, y hoy la violencia política carece de la legitimidad que antaño tenía para importantes sectores de la sociedad. Sin embargo, el modelo económico y la falta de compromiso social de algunos gobiernos elegidos bajo la democracia traen como consecuencia la vigencia de una tradición vibrante de protesta social que todavía entusiasma a muchos militantes nacionalistas y de izquierda. Entre ellos, se destaca el fenómeno de los "piqueteros", grupo de desocupados y a la vez movimiento social que despertó el apoyo de grupos radicales y llegó a tener fuerte impacto, sobre todo en diciembre de 2001, convirtiéndose en un factor de importancia en la elección de Néstor Kirchner como presidente de la República. Lo interesante no es tanto la continuidad individual de supervivientes montoneros en otras organizaciones políticas o en movimientos sociales, sino la influencia política de los Montoneros como modelo de cierto tipo de insurgencia, modelo que finalmente fracasó, pero que sin embargo sigue ofreciendo a los activistas políticos de perfil parecido, en la Argentina y en otros países, ciertas lecciones de cómo actuar y cómo no actuar en situaciones comparables (y también hasta cierto punto en situaciones diferentes, dada la posibilidad de extraer elementos de la estrategia para el uso táctico o para adaptarse a otras condiciones). En concreto, los que intentaron promover a los piqueteros como movimiento social buscaban una forma de acción sociopolítica extraparlamentaria que evitaría el rechazo social que encontraron los Montoneros en su fase final y que a la vez fuera más difícil de reprimir por parte del Estado. Los lazos que vincularon a los piqueteros con los Montoneros existían a nivel estratégico en el sentido de que, mientras la guerrilla urbana dirigida hacia formas de guerra popular fue rechazada, los piqueteros mantenían el énfasis en la acción directa, no excluyeron la violencia -siempre que fuera "de masas"- y se apropiaron de algunos métodos guerrilleros a nivel táctico. No voy a intentar evaluar globalmente el fenómeno piquetero. Mi argumento es que éstos fueron conscientes de la experiencia montonera cuando planteaban su propia estrategia. Esencialmente, buscaron una forma de acción directa que fuese más difícil de combatir policial o militarmente, y que complicaría la justificación de la represión. Los militantes piqueteros habitualmente no llevaban armas, e incluso cuando emplearon armas improvisadas o caseras, dificultaron más (en comparación con los "operativos" guerrilleros del pasado) la aplicación de medidas represivas por parte de las autoridades y las fuerzas del orden. Mientras recurrieron a los métodos violentos, aprendieron de la experiencia de la guerrilla urbana la importancia de evitar víctimas mortales, seleccionando como blancos diversas propiedades, sobre todo las sedes de las grandes empresas multinacionales y las instituciones del Estado. Además, en contraste con las iniciativas elitistas de la guerrilla urbana, los piqueteros optaron por la acción colectiva, buscando mantener su propia seguridad en la masificación de la lucha, para evitar así aislarse como los insurgentes del pasado. Finalmente, rechazaron el "aparatismo" de los Montoneros, organización siempre dirigida por una comandancia suprema formada por líderes guerrilleros, que controlaba toda una serie de aparatos de apoyo e infraestructura. En vez de constituirse burocráticamente, los piqueteros utilizaron las asambleas de vecinos para debatir las iniciativas tendientes a la acción, una forma de tomar decisiones que a la vez hizo difícil a las autoridades distinguir entre los dirigentes y la base. Seguramente, fue una forma de actuar más vulnerable a la infiltración, pero con menos consecuencias para la supervivencia del movimiento que en el caso de las estructuras burocrático-militares de los Montoneros. Fue así como los piqueteros adoptaron elementos de la estrategia inicial montonera y, más importante aún, aprendieron de los "errores" cometidos por los aspirantes a "soldados de Perón". Quizás encontraron algunos obstáculos parecidos: a pesar de practicar cierta discriminación en el enfoque de su actividad violenta, los dos movimientos vieron difícil limitarse a los blancos elegidos en un principio. Los piqueteros perdieron la simpatía de muchos ciudadanos por destrozar coches particulares durante las batallas callejeras. El drama de la acción directa tenía su atractivo, pero sólo durante un tiempo, y luego empezó a ser percibido más bien como una molestia que complicaba la vida diaria. A fin de cuentas, los dos movimientos tenían más impacto como fuerzas de resistencia o de protesta que en el cumplimiento de sus objetivos políticos y sociales. Sin embargo, su experiencia como fuente de lecciones para cualquier persona interesada en el cambio político y social sigue siendo relevante en la Argentina, dado el número de personas desencantadas con el statu quo contemporáneo. Los Montoneros y otras organizaciones comparables, a pesar de su derrota histórica, quedan como un punto de referencia, y eso se debe fundamentalmente a que representaban un enfoque estratégico determinado. El pragmatismo político de los Montoneros -al decidir definirse como peronista, al actuar dentro del movimiento peronista y al intentar hacer política en combinación con la actividad armada- no debería ocultar el hecho de que por lo general la actividad de la organización era informada a través de una estrategia muy pensada y difundida por medio de comunicados y entrevistas concedidos por los comandantes guerrilleros. Como intento argumentar en el libro, a largo plazo la estrategia montonera exhibió evidentes defectos y contradicciones, sobre todo cuando sus miembros se inspiraron demasiado en la experiencia de las revoluciones en otras partes del mundo (sobre todo China, con su interpretación maoísta), y se acentuó excesivamente el militarismo. Pero, a pesar de su fracaso y los grandes costos en sufrimiento humano que traía, el caso de los Montoneros mantiene un lugar destacado en la historia de la insurgencia, por ser el ejemplo de guerrilla urbana que más éxito relativo ha tenido a nivel mundial. Por eso, el tema de los Montoneros no es relevante solamente para los argentinos que quieren aprender su propia historia sino para un público internacional. Se quiera o no, los Montoneros y otras formaciones guerrilleras volvieron a la Argentina "relevante" como laboratorio para el estudio de la insurgencia. No es un logro para ostentar ni un modelo para adoptar como ideal. Pero sí, la historia de los Montoneros significa un episodio de conflicto que, más allá de la tragedia y el dolor, es muy rico en lecciones políticas. Son lecciones discutibles, sin duda, y la única forma de clarificar las cuestiones controvertidas es entablando el debate de una manera seria y racional, con la ayuda de una literatura creciente sobre ciencia social e historia. Las condenas morales de la violencia mantienen su vigencia, pero no pueden sustituir el análisis histórico que busca entender lo ocurrido.
Traducción Antoni Pigrau

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