viernes, 2 de mayo de 2008

Pensamiento La economía global
El dilema de abrirse al mundo
En muchos aspectos, el actual régimen de intercambio internacional deja en desventaja a los países en desarollo, dicen los autores de Comercio justo para todos (Taurus). En este anticipo, analizan los pros y los contras de liberalizar los mercados


Por Joseph E. Stiglitz y Andrew Charlton
El comercio internacional puede tener un importante impacto positivo sobre el crecimiento económico y el desarrollo. En el siglo XVIII decisivos avances tecnológicos situaron a Gran Bretaña en el camino de convertirse en la primera economía verdaderamente "moderna". Entre 1870 y 1950 la población de Gran Bretaña casi se triplicó. [...] Hubo muchos factores sociales, políticos y geográficos que dieron lugar a la Revolución Industrial, pero el comercio de Gran Bretaña con sus vecinos y colonias desempeñó un papel decisivo en alimentar la nueva actividad industrial y extender la prosperidad a otros países. No tuvo que pasar mucho tiempo para que las ciudades británicas se convirtieran en los talleres del mundo, ya que importaban grandes cantidades de alimentos y materias primas y exportaban bienes manufacturados a América, Asia y África. La rápida industrialización del Japón de la era Meiji a comienzos del siglo XX fue también el resultado de una combinación de factores internos e internacionales. Los mandatarios de la era Meiji establecieron unas instituciones políticas estables y fueron rápidos en adoptar la tecnología occidental que habían visto durante las misiones Iwakura a Europa y Estados Unidos en la década de 1870. Establecieron un nuevo sistema educativo para todos los jóvenes, enviaron estudiantes a Estados Unidos y Europa, y dieron especial prioridad a la ciencia moderna, las matemáticas, la tecnología y las lenguas extranjeras. El gobierno construyó vías de ferrocarril, mejoró la red de carreteras y llevó a cabo reformas agrarias y del sector financiero. El disponer de oportunidades comerciales fue también de vital importancia. Es difícil imaginar que la industrialización de la era Meiji se hubiera producido si Japón no hubiese podido importar grandes cantidades de maquinaria, equitación de transporte y otros bienes de producción provenientes de Occidente a cambio de exportaciones de tejidos y juguetes baratos y otros productos de consumo que requerían un uso intensivo de la mano de obra. Y este comercio habría sido imposible sin la regular afluencia de alimentos y materias primas baratas que llegaban a Japón desde sus colonias en Taiwán y Corea. De igual manera, el comercio internacional tuvo una importancia crucial en el desarrollo industrial de América del Norte y Australia en el siglo XIX, y en el de los Tigres económicos del Este asiático, en India y en China en distintos momentos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Estos ejemplos [...] muestran que el comercio fue necesario para un desarrollo industrial sostenido, pero no fue suficiente. La liberalización comercial creó oportunidades para el desarrollo económico, pero otros factores determinaron el grado en que esas oportunidades fueron aprovechadas. La noción de que el comercio -el libre comercio, sin las trabas impuestas por las restricciones gubernamentales- mejora el bienestar social es una de las más importantes doctrinas de la economía moderna, que se remonta al menos a Adam Smith (1776) y David Ricardo (1816). Pero el tema ha estado siempre marcado por la polémica porque la cuestión a la que se enfrentan la mayoría de los países no es una elección binaria entre autarquía (no comercio) o comercio libre, sino la elección entre un espectro de regímenes comerciales con diversos grados de liberalización. Hoy prácticamente todos los países imponen algún tipo de restricción comercial o impuestos. Desde la II Guerra Mundial, el mundo se ha ido moviendo gradualmente hacia la reducción de los aranceles y las restricciones al comercio. Algunos de los países desarrollados que se han mostrado como los más ardientes defensores de la liberalización comercial han sido en cierto modo hipócritas en su postura. Han negociado la reducción de aranceles y la eliminación de subvenciones para productos en los que ellos tienen una ventaja comparativa, pero son más reticentes a abrir sus propios mercados y a eliminar sus propias subvenciones en otras áreas en las que los países en desarrollo tienen la ventaja. Como resultado, ahora tenemos un régimen de comercio internacional que, en muchos aspectos, deja en desventaja a los países en desarrollo. En un mundo en el que muchos ven la pobreza global -algunas estimaciones cifran en más de 2000 millones el número de personas que viven con menos de un dólar por día- como uno de los problemas mundiales más apremiantes, esto es especialmente preocupante. Parece obvio que si los países desarrollados quisieran verdaderamente promover el desarrollo deberían reducir los aranceles y las subvenciones a los productos de interés para los países en desarrollo. Pero muchos de los negociadores de los países desarrollados [...] sugieren que la reducción de los aranceles propios es beneficiosa y por lo tanto los países en desarrollo estarían ayudándose a sí mismos al liberalizarse en la OMC independientemente de las acciones tomadas por los países desarrollados. Bajo esta premisa, sostienen que los países en desarrollo deberían aceptar prácticamente cualquier oferta que se ponga sobre la mesa. Si la cuestión fuera fácil, una agenda comercial pro desarrollo sería trivial; los países en desarrollo simplemente deberían abrir unilateralmente sus mercados, y cuanto más rápidamente lo hagan mejor. [ ] La liberalización comercial puede fomentar el desarrollo, pero los resultados de las diferentes políticas comerciales han variado según los países; y las evidencias indican que los beneficios de la liberalización dependen de una multitud de factores. De ahí que la puesta en marcha de la liberalización comercial necesariamente tenga que ser sensible a las circunstancias de cada nación.

Liberalización comercial, bienestar social

[ ] La intuición que se esconde detrás de la idea de que el comercio mejora el bienestar social es simple. Imagine dos personas que intercambian bienes. Solo los cambiarían voluntariamente si ambos salieran beneficiados al hacerlo. Por lo tanto, la intervención del gobierno para prohibir, restringir o gravar sus canjes limita su capacidad para materializar las ganancias en bienestar de este intercambio mutuamente beneficioso. Sin embargo, el comercio entre países es un tanto más complejo. En el modelo económico básico, el comercio es beneficioso porque permite que cada país se especialice en los bienes que produce de manera relativamente eficiente. Este principio de "ventaja comparativa", establecido por el economista del siglo XIX David Ricardo, es el núcleo de la teoría del comercio y constituye los cimientos de sus implicaciones normativas a favor del libre comercio. Además de los beneficios de la especialización según la ventaja comparativa, el comercio puede ofrecer beneficios y costes a través de otros cuatro canales. La liberalización comercial abre los mercados extranjeros, ampliando la demanda de productos de las firmas nacionales [...]. La liberalización comercial puede hacer accesibles una variedad de insumos a precios más bajos, disminuyendo los costes de producción. La liberalización puede introducir también más competencia con las compañías extranjeras en la economía nacional, lo que podría traducirse en mejoras de la eficiencia en la producción local. Finalmente, la liberalización puede, a través de distintos canales, afectar la tasa de crecimiento económico. La mayoría de los argumentos tradicionales a favor del libre comercio están basados, sin embargo, no en el crecimiento sino en la eficiencia, esto es, la liberalización conduce a un cambio en el nivel de bienestar social más que a cualquier cambio en la tasa de crecimiento a largo plazo. [ ] Sin embargo, las suposiciones sobre las que se sustenta esa conclusión son altamente restrictivas y a menudo fallan a la hora de captar las características relevantes de las economías de los países en desarrollo. El argumento convencional a favor de la liberalización del comercio es que mejora el rendimiento medio en un país. Las importaciones de productos extranjeros pueden destruir algunas industrias locales no eficientes, pero se supone que las industrias locales competitivas son capaces de absorber el bajón de actividades a la vez que extienden sus exportaciones a los mercados extranjeros. De este modo, la liberalización supuestamente permite la redistribución de los recursos, de sectores protegidos con baja productividad a sectores de exportación de alta productividad. Pero ese argumento asume que, para empezar, los recursos serán empleados totalmente, mientras que en la mayoría de los países en desarrollo el desempleo es persistentemente alto. No se necesita reorganizar los recursos para situar más cantidad de ellos en el sector de exportación; simplemente se necesita emplear recursos no utilizados hasta el momento. En la práctica, la liberalización comercial daña con frecuencia a las industrias locales que compiten con las importaciones, mientras que los exportadores locales no tienen por qué disponer automáticamente de la capacidad necesaria para ampliar su oferta. De esta manera, la liberalización a menudo parece dar como resultado que la mano de obra se desplace temporalmente de los sectores protegidos con baja productividad al desempleo con productividad cero. Por desgracia, la mayoría de los modelos que intentan abordar las cuestiones de los beneficios para el bienestar social derivados de la liberalización del comercio asumen la existencia de una situación de pleno empleo, y por lo tanto no ofrecen ninguna solución a esta cuestión crucial: el impacto de la liberalización en economías con recursos infrautilizados. Pero el asunto del desempleo no es solo un problema teórico. Quizá la más importante fuente de oposición a la liberalización se deriva del temor a que produzca un aumento del desempleo. [ ] Una segunda asunción del modelo que subyace bajo la conclusión de que la liberalización del comercio mejora el bienestar social es la existencia de mercados de riesgo perfectos. Sin embargo, existe una alta volatilidad en los mercados internacionales, los mercados de riesgo son altamente imperfectos. [...] Uno de los puntos fuertes de la economía de mercado es que los precios proporcionan toda la coordinación que se requiere, es decir, no existe la necesidad de una planificación centralizada. Pero en los países en desarrollo los mercados están a menudo ausentes o, cuando están presentes, con frecuencia no funcionan bien, y por lo tanto los precios no son capaces de cumplir con esta función crucial. El problema, en cierto sentido, es intrínseco. El proceso de desarrollo económico conlleva la creación de empresas totalmente nuevas. Pero algunas industrias son dependientes de insumos de otras industrias "intermedias", por ejemplo, la industria del automóvil depende de la industria del acero para los productos metálicos. Las industrias de bienes intermedios no se crearán hasta que no se creen las empresas de bienes finales que usen esos bienes intermedios; pero no se pueden crear las industrias de bienes finales hasta que estén disponibles los bienes intermedios que necesitan. ¡Es pedir demasiado que funcionen correctamente los mercados de bienes que no se han producido todavía! Curiosamente, estos argumentos se han usado tanto para criticar como para defender las intervenciones en el comercio. En un sentido, el comercio ayuda a los países a sortear la necesidad de una planificación. Un país no necesita desarrollar sus propias industrias de bienes intermedios si puede importarlos. Además, un país en desarrollo abierto al comercio no necesita depender de su propia demanda local. Puede aprovecharse del mercado global para alcanzar las necesarias economías de escala en bienes comerciables. Sin embargo, muchos de los insumos intermedios clave son no comerciables, con lo que todavía existe la necesidad de coordinación, especialmente si hay economías de escala significativas en los no comerciables. Esto, a su vez, proporciona uno de los argumentos fundamentales a favor de la restricción al comercio: para conseguir la escala necesaria, se puede tener que restringir la competencia de los productores extranjeros. La existencia de estos fallos del mercado indica una necesidad para la intervención del gobierno. La forma apropiada de la intervención necesita tomar en consideración las limitaciones de la información a la que tiene acceso el gobierno y la naturaleza de los (irremediables) fallos del mercado.
[Traducción: Natalia Rodríguez Martín]

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