viernes, 28 de marzo de 2008

REVISTA Ñ, 29/03/08EL LIBRO SAGRADO DE LOS MUSULMANES

Cómo interpretar el Corán

El libro sagrado de los musulmanes concentra hoy una serie de recelos y prejuicios sobre el supuesto dogmatismo de la cultura islámica. Este informe cuestiona ese estereotipo, con una mirada abierta y pluralista. Experto en religión, Tariq Ramadan, de la Universidad de Oxford, explica por qué el Corán no es un dogma cerrado. Por su parte, el argentino Hamurabi Noufouri, repasa la gran influencia de las ideas en muchas manifestaciones culturales de la Argentina. Todo en el contexto de una explosiva polémica en Europa por un filme que ataca al Corán.
Por: Tariq Ramadan



IRAK. LA PRESENCIA DEL CORAN EN LA VIDA COTIDIANA. La aplicación del relato y el cuerpo ético del Corán exige lecturas no lineales, según el autor de esta nota.

El Corán es para los musulmanes el Texto de referencia, la fuente y la esencia del mensaje que el creador transmitió a la humanidad. Es la última de una larga serie de revelaciones dirigidas a los seres humanos en el transcurso de la historia. Es la Palabra de Dios, pero no es Dios. El Corán da a conocer, revela y guía: es una luz que responde a la búsqueda de sentido. El Corán es reminiscencia de todos los mensajes anteriores, los de Noé y Abraham, los de Moisés y Jesús. Como ellos, recuerda e instruye a nuestra conciencia: la vida tiene sentido, los hechos son signos. Es el Libro de todos los musulmanes del mundo. Paradójicamente, sin embargo, no es el primer libro que debería leer alguien que busca conocer el Islam. (Una vida del Profeta o cualquier libro sobre el Islam sería una mejor introducción.) La razón es que es al mismo tiempo extremadamente simple y de una gran complejidad. La naturaleza de las enseñanzas espirituales, humanas, históricas y sociales que se extraen del mismo pueden entenderse en distintos niveles. El Texto es uno, pero sus lecturas son múltiples. El Corán habla de una manera singular a la mujer o al hombre cuyo corazón haya hecho propio el mensaje del Islam. Es la Voz y el Camino. Dios habla a su ser interior, a su conciencia, a su corazón, y los guía por el camino que lleva al conocimiento de él, al encuentro con él: "Este es el Libro, sobre eso no puede haber duda alguna; es un Camino para quienes tienen conciencia de Dios." Más que un mero texto, es un compañero de viaje que se recita, se canta o se escucha. En todo el mundo musulmán, en las mezquitas, en las casas y en las calles, pueden oírse magníficas voces que recitan las Palabras divinas. Aquí no puede haber distinción alguna entre los sabios religiosos y la gente común. El Corán le habla a cada uno en su lenguaje, de forma accesible, como a tono con su inteligencia, su corazón, sus preguntas, su alegría y también su dolor. Eso es lo que los ulemas llamaron leer o escuchar como adoración. Cuando los musulmanes leen o escuchan el Texto, se esfuerzan por llenarse de la dimensión espiritual de su mensaje: más allá del tiempo, más allá de la historia y de los millones de seres que pueblan la tierra, Dios le habla a cada uno de ellos, llama y recuerda a cada uno, invita, guía, aconseja y ordena. Dios le responde a ella, a él, al corazón de cada uno, sin intermediario, en la más profunda intimidad. No hacen falta estudios ni diplomas, maestros ni guías. Aquí, mientras damos nuestros primeros pasos, Dios nos llama con la simplicidad de su cercanía. El Corán pertenece a todos, sin distinciones ni jerarquías. Dios responde a todo el que llega a su Palabra. No es raro observar que mujeres y hombres, pobres y ricos, educados e ignorantes, orientales y occidentales, guardan silencio, miran a la distancia, perdidos en la reflexión, retroceden, lloran. La búsqueda de sentido encontró lo sagrado; Dios está cerca: "De hecho estoy al alcance de la mano. Respondo al llamado de quien me llama cuando éste/a llama." Comenzó un diálogo. Un diálogo intenso, permanente, constantemente renovado, entre un Libro que habla de la infinita simplicidad de la adoración del Único, y el corazón que hace el intenso esfuerzo necesario para liberarse, para encontrarlo. En el fondo de cada corazón que se esfuerza está el Corán. Ofrece la paz e inicia en la libertad. En realidad, el Corán puede leerse en varios niveles, en campos muy diferentes. Antes, sin embargo, el lector debe saber cómo se conformó el Texto. El Corán se reveló en secuencias de diversa extensión, a veces como capítulos enteros ("suras"), en un lapso de veintitrés años. En su forma final, el Texto no sigue un orden cronológico ni temático estricto. Dos cosas llaman la atención del lector en un primer momento: la repetición de relatos Proféticos y las fórmulas e información referidas a situaciones históricas específicas que el Corán no aclara. En ese primer nivel, la comprensión exige un doble esfuerzo por parte del lector: si bien la repetición es, en un sentido espiritual, un recordatorio y una revivificación, en un sentido intelectual nos lleva a intentar una reconstrucción. Los relatos de Eva y Adán, o de Moisés, se repiten varias veces con elementos diferentes, si bien no contradictorios: la tarea de la inteligencia humana consiste en recomponer la estructura narrativa, unir todos los elementos, permitiéndonos comprender los hechos. Texto y contexto Sin embargo, también debemos tener en cuenta el contexto al que esos hechos hacen referencia: todos los comentaristas, sin distinción de escuelas de jurisprudencia, coinciden en que determinados versículos del Texto revelado (en particular, aunque no sólo, aquellos que se refieren a la guerra) hablan de situaciones específicas que habían surgido en el momento de su revelación. Si no se tiene en cuenta la contingencia histórica, es imposible obtener información general sobre tal o cual aspecto del Islam. En esos casos, se invita a nuestra inteligencia a observar los hechos, a estudiarlos en relación con un entorno específico y a derivar principios de los mismos. Es una tarea exigente, que requiere estudio, especialización y extrema prudencia, o, para decirlo en otras palabras, extrema modestia intelectual. El segundo nivel no es menos exigente. El texto Coránico es, en primer lugar, la proclamación de un mensaje cuyo contenido tiene, por sobre todas las cosas, una dimensión moral. En cada página vemos surgir la ética, las bases, los valores y la jerarquía del Islam. Lo más probable es que una lectura lineal desoriente al lector y dé lugar a incoherencias, hasta a contradicciones. En nuestros esfuerzos por determinar el mensaje moral del Islam, lo apropiado es abordar el Texto desde otro ángulo. Mientras los relatos de los Profetas se extraen de las narraciones que se reiteran, el estudio de las categorías éticas nos exige, en primer lugar, abordar el mensaje en el sentido más amplio y después derivar los principios y valores que constituyen el orden moral. Los métodos a aplicar en este segundo nivel son exactamente los opuestos a los primeros, pero los completan y permiten a los sabios religiosos avanzar de la narración de un relato profético a la codificación de su enseñanza espiritual y ética. Queda, sin embargo, un tercer nivel, que exige una completa inmersión intelectual y espiritual en el Texto y en el mensaje revelado. Aquí la tarea es deducir los preceptos Islámicos que rigen los asuntos de la fe, la práctica religiosa y sus principios fundamentales. En un sentido más amplio, la tarea es determinar las leyes y reglas que harán posible que todos los musulmanes tengan un marco de referencia para las obligaciones, las prohibiciones, las cuestiones esenciales y secundarias de la práctica religiosa, así como las de la esfera social. No basta con una lectura simple del Corán: no sólo es necesario estudiar la ciencia Coránica, sino que es esencial el conocimiento de segmentos de la tradición profética. No se puede aprender a orar a partir de una lectura simple del Corán. Debemos recurrir a la tradición profética autorizada para determinar las reglas y los movimientos corporales de la plegaria. Como vemos, este tercer nivel exige una competencia y un conocimiento singulares que sólo pueden adquirirse mediante el estudio extenso y exhaustivo de los textos, de su contexto y, por supuesto, de la íntima relación con la tradición clásica y secular de las ciencias islámicas. No sólo es peligroso sino ante todo erróneo generalizar acerca de lo que los musulmanes deben o no hacer sobre la base de una lectura simple del Corán. Al hacer un abordaje literal o dogmático, algunos musulmanes quedan enredados en interpretaciones por completo falsas e inaceptables de los versículos coránicos, para cuya ubicación en la perspectiva del mensaje fundamental no tienen los medios, la ocasión ni la inteligencia necesarios. Algunos orientalistas, sociólogos y comentaristas no musulmanes siguen su ejemplo y extraen determinados pasajes del Corán, que luego proceden a analizar sin tener en cuenta las herramientas metodológicas que emplean los ulemas. Más allá de estos distintos niveles de lectura, debemos tener en cuenta las diferentes interpretaciones que propone la gran tradición clásica islámica. No hace falta decir que todos los musulmanes consideran que el Corán es la revelación divina definitiva. Sin embargo, volviendo a la experiencia directa de los Compañeros del Profeta, siempre quedó claro que la interpretación de sus versículos es plural por naturaleza y que siempre existió una diversidad de lecturas que los musulmanes aceptan. Algunos proclamaron con falsedad que, como los musulmanes creen que el Corán es la palabra de Dios, la interpretación y la reforma son imposibles. Esa creencia se cita luego como la razón por la que no puede hacerse un abordaje histórico y crítico del Texto revelado. El desarrollo de las ciencias del Corán –las herramientas metodológicas que crearon y manejaron los ulemas y la historia del comentario coránico—demuestra que esa conclusión no tiene fundamentos. Desde el comienzo, los tres niveles expuestos dieron lugar a un abordaje cauteloso de los textos, que obliga a todo el que acometa esa tarea a estar en armonía con su era y a renovar su forma de comprensión. Las lecturas fanáticas, dogmáticas y a menudo momificadas, reflejan con claridad no al Autor del Texto, sino la inteligencia y la psicología de la persona que lee. Así como se puede leer el trabajo de un autor humano, desde Marx hasta Keynes, de manera rígida y cerrada, se puede abordar la revelación divina de forma similar. En lugar de ello, tenemos que ser al mismo tiempo críticos, abiertos e incisivos. La historia de la civilización islámica nos ofrece amplias pruebas de eso. En lo que respecta al Corán, no resulta apropiado ni útil establecer líneas divisorias entre abordajes sentimentales e intelectuales. Todos los maestros de los estudios coránicos sin excepción destacaron la importancia de la dimensión espiritual como complemento necesario de la investigación intelectual del significado del Corán. El corazón posee su propia inteligencia: "No tienen corazón con el cual entender", nos dice el Corán, como si señalara que no basta con la luz del intelecto. La tradición musulmana, desde los especialistas legales a los místicos sufíes, osciló constantemente entre esos dos polos: la inteligencia del corazón proporciona la luz mediante la cual la inteligencia de la mente observa, percibe e infiere significado. En su condición de palabra sagrada, el Texto contiene muchas cosas que son evidentes; también contiene los secretos y silencios que la cercanía con lo divino le revela a la inteligencia contemplativa, piadosa y humilde. La razón abre el Libro y lo lee, pero lo hace en compañía del corazón, de la espiritualidad. Para el corazón y la conciencia musulmanes, el Corán es el espejo del universo. Lo que los primeros traductores occidentales transcribieron como "versículo", bajo la influencia del vocabulario bíblico, significa literalmente "signo" en árabe. El Libro revelado, el Texto escrito, está formado por signos, de la misma forma que el universo, a la manera de un texto abierto ante nuestros ojos, abunda en esos mismos signos. Cuando la inteligencia del corazón –y no la inteligencia analítica sola- lee el Corán y el mundo, los dos dialogan, se evocan, cada uno habla del otro y del Único. Los signos nos recuerdan el sentido: el nacimiento, la vida, el sentimiento, el pensamiento, la muerte. Constantes del Universo El eco, sin embargo, es más profundo, e invita a la inteligencia humana a entender la revelación, la creación y su armonía. Así como el universo tiene sus leyes fundamentales y su orden minuciosamente regulado –que los seres humanos, dondequiera se encuentren, deben respetar al actuar sobre su entorno- el Corán establece leyes, un código moral y un cuerpo de práctica que los musulmanes deben respetar cualquiera sea su época y el lugar donde estén. Se trata de las constantes del universo, y del Corán. Los sabios religiosos usan el término "qat'i" ("definitivo", "no sujeto a interpretación") para referirse a los versículos coránicos (o a la tradición Profética autorizada, "ahadith") cuya formulación es clara y explícita y no ofrece posibilidad de interpretación figurativa. De la misma forma, la propia creación se basa en leyes universales que no podemos ignorar. La conciencia del creyente equipara los cinco pilares del Islam con las leyes de la gravedad: constituyen una realidad más allá del espacio y el tiempo. El universo está en constante movimiento y posee una infinita diversidad de especies, seres, civilizaciones, culturas y sociedades, y lo mismo pasa con el Corán. En la posibilidad de interpretación que ofrece la mayoría de sus versículos, en la generalidad de los principios y actos que promulga en relación con los asuntos sociales, en los silencios que lo recorren, el Corán permite que la inteligencia humana comprenda la evolución de la historia, la multiplicidad de lenguas y culturas y se interne así de forma gradual por los recodos del tiempo y los paisajes del espacio. Entre el universo y el Corán, entre esas dos realidades, entre esos dos textos, la inteligencia humana debe aprender a diferenciar las leyes fundamentales y universales de los modelos históricos y circunstanciales. Esa inteligencia debe dar muestras de humildad en presencia del orden, la belleza y la armonía de la creación y la revelación. Al mismo tiempo, tiene que manejar de forma responsable y creativa sus propios logros o interpretaciones, que son fuente de un éxito extraordinario pero también de injusticia, guerra y desorden. Entre Texto y contexto, la inteligencia del corazón y la de la facultad analítica establecen normas, reconocen una estructura ética, producen conocimiento, alientan la conciencia y desarrollan iniciativa y creatividad en todas las esferas de la actividad humana. Lejos de ser una cárcel o una limitación, la revelación es una invitación a que la humanidad se reconcilie con su esencia más profunda y encuentre ahí tanto el reconocimiento de sus limitaciones como las posibilidades extraordinarias de su inteligencia y su imaginación. Someternos al orden del Justo y de su eternidad es comprender que somos libres y estamos plenamente autorizados a modificar las injusticias que originan el orden o el desorden de todo lo que es temporalmente humano. El Corán es un libro para el corazón y la mente. En su proximidad, una mujer o un hombre que posea un destello de fe sabe cuál es el camino a seguir, conoce sus propias falencias. No hace falta jeque, sabio ni confidente. En última instancia, el corazón sabe. Eso fue lo que contestó el Profeta cuando se le preguntó sobre los sentimientos morales. A la luz del Libro, dijo, "Pregunta a tu corazón." Si nuestra inteligencia se pierde en las complejidades de los diferentes niveles de lectura, desde la ética aplicada hasta las reglas de la práctica, nunca debemos olvidar envolvernos en la modestia intelectual necesaria para revelar los secretos del Texto, porque "no son los ojos los que están ciegos, sino los corazones en el interior de los pechos." Ese corazón, humilde y alerta, es el fiel amigo del Corán. El autor de este artículo es profesor de Estudios islámicos en la Universidad de Oxford y en la Universidad Erasmo, de Holanda Traducción de Joaquín Ibarburu © The New York Times y Clarín.


El Islam de acá a la vuelta
Así como la suspicacia creó lo "nuestro" y lo "ajeno", tiende a confundir lo occidental con lo singular y lo oriental con la obra colectiva, homogénea, sostiene esta nota que ve el Corán en el centro de los recelos y señala aportes de artesanos árabes al paisaje argentino.
Por: Arq. Hamurabi Noufouri


ESTACION INDEPENDENCIA DEL SUBTE C. Hay una marca de las ideas religiosas en la arquitectura árabe en el mundo.

Hoy el islam suscita angustias, menos por la violencia física o simbólica ejercida en su nombre, de ida o de vuelta, que por la manera inequívoca con que la percepción social euroamericana lo asocia con algo que "no le es propio". A nadie inquieta el velo de la señora que habla con acento la lengua local. Sí provoca interminables polémicas el que lo lleven jóvenes modernas, nativas o escolarizadas en aquellos ámbitos que definimos como propios. Pues si lo ajeno intranquiliza, tanto más perturba toda transversalidad entre éste y lo propio. El acto reflejo es reducir todo a aquello que es condición necesaria de esa diferencia. Se desata entonces la obsesión por saber "qué dice el Corán". Y el Corán, por definición, dice lo mismo desde hace 1. 400 años.El asunto no pasa por lo que "dice el Corán" sino por aquello que musulmanes y no musulmanes "dicen que el Corán dice". Según la versión que se elija, de la inmensa diversidad de retratos y autorretratos que se han construido sobre el Corán, Mahoma y los musulmanes, podrá confundirse o no religión y política, responsabilizando al Texto de encuentros o conflictos.Estos últimos parecerán inevitables si se siguen eligiendo aquellos con los que se alimentan las formas de definición de las identidades colectivas que vinculan mecánica y unívocamente la religión con la nacionalidad a través de la biología, la geografía, la lengua, la etnia o la noción romántica de cultura, desde las que se establecen "rankings" de creencias y "culturas" a efectos del trazado de la frontera entre lo propio y lo ajeno.Cuanto más nítida, cuanto mayor la aislación entre ambos, mayor la ilusión de unidad que, para las obsesiones de "pureza", mejor garantizaría la pertenencia. Lo que casi siempre ha desembocado en la suspensión de la aplicación, de hecho o de derecho, del principio de ciudadanía a partir del mito de las "lealtades divididas o quintacolumnismo".La sola figura de polos diferentes establece rechazo recíproco, que permite configurar un perfil imaginario en términos de "nosotros" y "ellos", como bloques herméticos y uniformes entre los que se reparten millones de seres y productos como "occidentales" y "musulmanes", ajenos y antagónicos entre sí, cuyo contacto siempre implica colisión. De allí la pregnante imagen de larga duración que reduce el islam a lo árabe en clave de "Desierto, Tienda y Tribu" (que hace que nos resulte tan difícil percibir que ni todos los musulmanes son árabes ni viceversa), restringiendo las descripciones del Corán a una lógica de "Totem y Tabú" (sobre lo que permite y prohíbe a los musulmanes: poligamia, velo, cerdo, alcohol, etc. por eso Borges insistía en que "el Corán no tiene camellos") en función de las diferencias con Cristo y el cristianismo (por eso denominaciones erróneas como mahometanismo o islamismo).Retratos y autorretratosRetrato que invisibilizó al autorretrato islámico de más larga duración: el de una tercera revelación para los que aún no creían, que no le establecía al creyente liturgias, sacramentos, oficios o sacerdotes, sino la lectura y el uso de la razón para la creencia en una divinidad abstracta que condenaba la coacción en materia de fe. Contexto en el que el debate con los no creyentes, dispararía esa búsqueda obsesiva por compatibilizar Razón y Fe, que caracterizaría esa actividad intelectual desde Al Farabi hasta el murciano Ibn Arabi, que Maimónides y Santo Tomás heredarían luego de Avicena y Averroes.Una concordancia que se creyó encontrar en la abstracción como denominador común entre la fe, encarnada por la palabra divina manifestada caligráficamente, y la razón humana (filosófica), representada por la lógica matemática de las composiciones geométricas, cuya estética desplanzaría a la representación figurativa de lo sagrado.La transversalidad a cristianos y judíos de esta cualificación de las superficies como reflejo de esa obsesión filosófica, presente en el Salón de Embajadores del Alcázar del Sevilla y en la Sinagoga de Samuel Levi en Toledo a pesar de su sistematicidad compositiva y su racionalización constructiva, quedó reducida en nuestra imaginación al resultado de pasiones primarias como "la represión" ("Tabú Figurativo"), el miedo ("Horror al Vacío") y la ignorancia ("Desconocimiento de la Perspectiva").La sofisticada tautología de esta "Trilogía de la Carencia" enmascara a una lógica que no exige conocer al "bárbaro" como es, le alcanza con fijar el retrato del "civilizado" para sospechar de "barbarie" todo producto que no se ajuste a su retrato. Lo cual deviene en dos relatos históricos paralelos: uno que tiende a identificar artistas y movimientos estéticos y otro centrado en la definición de las identidades colectivas a través del arte, tan legítimos uno como el otro si no fuera que se los presenta como un solo retrato del arte humano envasado en el mismo volumen con un solo índice, pues ello induce a creer que el arte de uno de ellos está inspirado por objetivos universales, mientras que el del otro, sólo es reflejo de las preocupaciones de identidades locales.Se puede entonces, y de hecho se hace, no entender su escritura, no haber visitado jamás las sociedades que la emplean ni tener la más mínima formación académica sobre sus formas de hablar, habitar, o sus doctrinas espirituales, pero eso no impide que existan entre nosotros quienes dictaminen con una autoridad tan rotunda como temeraria sobre cómo son, cómo viven o cuán compatibles son "sus creencias y sus artes" con la "Modernidad" y el "Progreso".Valgan como ejemplo de "ida" desde los alicatados mudéjares del Monasterio de Santa Clara en Salamanca y los alhamíes del Parque Güel, donde Gaudí logra darle volumetría de doble curvatura a la superficie alicatada, hasta la versión figurativa que Escher elabora calcando los mosaicos periódicos de los alicatados de la Alhambra, y de "vuelta" las pinturas figurativas de la Bóveda de la Sala de los Reyes del mismo palacio, las muy anteriores de los Baños de Qasr Amra en Jordania o la Natividad de Muhamad del manuscrito "Todas las Historias".Arte subterráneoLa ausencia de términos y categorías para clasificar apropiadamente ejemplos como los mencionados, se agudiza en el caso argentino: ¿cómo sino clasificar estaciones alicatadas como la de "Independencia" de la línea "C" de los subterráneos de Buenos Aires? A las que no podemos calificar de "islámicas" porque no es un espacio destinado a satisfacer funciones religiosas para los musulmanes, tampoco "árabe", aunque lo sean los caracteres de la aleya alcoránica que los compone repetitivamente."Neocolonial" induce la suposición equívoca de que existían ejemplos semejantes en territorios de la América Colombina, más impropia aún la de "exotismo romántico", pues nunca es extraña o lejana la reproducción de fragmentos de obras hispanas en un país hispanohablante.Todo ello se extrema en Santo Domingo de San Luis (Argentina), único caso de iglesia católica apostólica romana del siglo XX tapizada de aleyas coránicas treinta años antes del Concilio Vaticano II, cuya cristianidad está fuera de toda duda tanto como la "judaidad" del templo de Barracas "Luz Eterna" (Or Torah) por más andalusí y otomano que sean los arcos túmidos de su fachada coronada con una de las mejores cúpulas bulbosas de Bs. As. , o la "islamicidad" de los cementerios de Bs. As., Córdoba o Tucumán, aunque exhiban en sus bóvedas y lápidas las fotos de los difuntos, inexistentes en ningún otro del mundo por el riesgo que implica de culto a las imágenes y a los muertos reprobados en el Corán.Nuestras fuentes censales registran habitantes musulmanes desde hace al menos dos siglos y contamos con sepulcros islámicos desde 1928, al contrario de Europa occidental, en donde hasta hoy y desde hace 500 años, no se permiten. Ahmed Aboud mediante, los musulmanes de nuestro país también tuvieron su Corán en español traducido y editado directamente del árabe al español en el Buenos Aires de 1943 (el primero en el universo hispanohablante desde el siglo XVI), y no existen datos de que nada de ello haya significado conflicto alguno.Su producción artística o edilicia local está tan ausente en nuestra historiografía como presente la del arte y la arquitectura no americana atribuida a quienes adhieren a esa confesión. Por otra parte, ha de convenirse que la arabización parcial de la cultura iberoamericana no es un dato tan menor como para que sus repercusiones en los hábitos edilicios rioplatenses, merezcan menos de diez artículos en toda la historiografía argentina.Semejante contraste entre hechos y silencios, además de una deficiencia en el análisis de lo propio, indica que, más que un problema con el islam, tenemos uno con su visibilidad social y patrimonial, al que nos hallamos vinculados por estéticas transversales a religiones y geografías, como las de alguien tan caro para la historia de la arquitectura argentina como Martín Noel, a través del mudejarismo de la que fuera su residencia particular, hoy Museo de Arte Hispanoamericano, en sintonía de su obra publicada y construida.En tanto argentinos, todo ello nos presenta la disyuntiva de continuar mirándonos con los ojos de otro, esto es sosteniendo esa frontera artística trazada sin nuestra participación, o bien asumir el desafío que implica generar un modelo interpretativo propio.


Polémica por un filme en Holanda
Por: Jurjen van de Pol y Jeroen Molenaar

Tres años después de que Theo van Gogh fuera asesinado en Amsterdam por rodar una película crítica sobre el islam, los Países Bajos están envueltos en otra disputa sobre religión.El legislador nacionalista Geert Wilders lanzó un cortometraje llamado
Fitna este mes, en el que vincula versículos del Corán con la violencia. El ministro de Asuntos Exteriores holandés ha instado a Wilders a desistir de la película tras protestas en Afganistán, Pakistán e Irán. La peor violencia étnica en Países Bajos desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial estalló en noviembre del 2004 después de que Mohammed Bouyeri, un holandés de origen marroquí, disparara contra Van Gogh y lo apuñalara. Escuelas y mezquitas musulmanas fueron incendiadas en los días posteriores al asesinato, Apenas en octubre, las tensiones raciales incitaron a los jóvenes a luchar contra la policía y quemar automóviles en Amsterdam.El furor sigue a protestas el mes pasado en la Franja de Gaza y episodios de violencia en Copenhague después de que diarios daneses publicaron caricaturas del profeta Mahoma. Wilders, Polémica por un filme en Holanda de 44 años, dice que no quiere incitar a la violencia. "Eso es lo último que queremos, pero no es razón para no rodar este filme'', dijo Wilders en una entrevista en enero. Wilders no contestó a llamados en los que se le pedían más comentarios para este artículo.Wilders ha realizado una campaña contra los inmigrantes y la cultura islámica desde que abandonó el Partido Liberal en el 2004 para fundar su propia organización política. Su Partido de la Libertad actualmente tiene 9 de 150 escaños en el parlamento.El político llamó al Corán un libro "fascista'' en un editorial en agosto y dijo que debería prohibírselo. Su película ya ha desatado la ira en países musulmanes entre ellos Irán, Egipto y Pakistán. El ministro de Justicia iraní Gholam-Hossein Elham le pidió a los Países Bajos que prohíba la película. Cientos de personas protestaron contra la cinta frente a la embajada holandesa en Indonesia y Pakistán bloqueó por un breve tiempo el acceso al sitio de YouTube, debido a informes de un trailer del filme.

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