miércoles, 3 de noviembre de 2010

K

Domingo, 31 de octubre de 2010
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Por Guillermo Saccomanno

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6582-2010-11-03.html

Cabe preguntarse, en este momento de dolor, cuánto le debe la última literatura nacional a la crisis de 2001 y al gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. La salida de la convertibilidad significó, aunque parezca una hipótesis poco seria para la teoría literaria ortodoxa, un ingreso tan abrupto como saludable de la realidad. Pero, ¿cómo se le entró a la realidad, desde qué antecedentes? En principio, la recuperación de las búsquedas estéticas y políticas de Walsh y Puig (María Moreno escribió con lucidez de la coincidencia de estas dos marcas por lo general clasificadas por una crítica torpe como estrategias narrativas contrarias, cuando fueron en verdad complementarias). Tanto para Walsh como para Puig de lo que se trataba era de darles voz a quienes no la tienen, o mejor dicho, de que aquellos cuya voz era silenciada, pudieran expresarla. Se trataba, como para Néstor Kirchner, en ambos casos, Walsh y Puig, de escuchar al otro. No es casual, me digo, que en los últimos diez años a la literatura nacional le fuera inevitable, con excepciones, rehuir lo político. Hemos leído novelas que critican los ’70 y, desde la perspectiva cómoda de los niños ricos con tristeza, consideran la militancia de sus antecesores como una aventura pequeñoburguesa. De acuerdo, hubo de eso en los ’70. Pero hubo también la lucha popular por una sociedad más justa. En este tiempo donde algunos escritores de ficción prefieren mirar despectivamente los ’70 o mirar hacia otro lado, surgieron relatos que parecen haber puesto la realidad de moda. Surgieron ficciones y crónicas, escrituras que datan la inmediata contemporaneidad y las contradicciones de lo real, en un gesto que remite a una subterránea y no tanto preocupación setentista por la denuncia.


Así como el peronismo es un fenómeno maldito que apunta en sus mejores vertientes a la lucha de clases, esta lucha se ha reproducido, como en el tiempo de Walsh y Puig, en el campo cultural. Escribir es inscribirse en el presente, un presente que es histórico. Varios ejemplos parecen probar que la literatura no es sólo literatura. Ahí están aquellos que se han propuesto contar, desde la ficción, el registro de su barrio, un territorio personal, las historias de sobrevivencia en territorios expuestos a la violencia política, esa constante de nuestra literatura desde El Matadero hasta aquí. Relatos autobiográficos de hijos que buscan comprender a padres desaparecidos. Historias que narran esta sociedad dura desde diferentes géneros y poéticas: la confesión, el policial, el gótico criollo. También están las crónicas: crónicas sobre pibes suicidas, crónicas sobre narcos, crónicas sobre pibes explotados, crónicas sobre pibes chorros, por citar algunas temáticas, sugieren que las marcas de Walsh y Puig siguen vigentes. Fueron audaces y transgresoras en su tiempo, tal vez no del todo comprendidas en su alcance entonces y ahora, a veces, desde una perspectiva crítica tilinga, suelen ser leídas como mitología setentista (el caso Walsh) o juego experimental de lenguaje (el caso Puig). No obstante, sus textos prueban otra cosa. Para ambos, la escritura era una puesta en acto. Un acto comprometedor. Es decir, el lenguaje no es sólo lenguaje. Los discursos no tienen que ver sólo con los discursos. Y el discurso de esta literatura que hoy se escribe, lo quieran o no sus autores, habla de esto. También de un discurso que no habría sido legitimado de no haber existido un gobierno setentista que lo habilitara al poner la cuestión de los derechos humanos como cuestión de Estado (sin contar una infinidad de logros sociales impensados diez años atrás). Aquellos escritores que se encendieron con su dandismo durante la primavera alfonsinista y gozaron de sus privilegios, se sentirán tocados por este planteo. Aquí, ahora, la literatura parece disparar hacia otra parte. Cero juvenilismo el de estos nuevos autores, más bien cuestión de conciencia, conciencia política no necesariamente explícita. Conciencia de que si la literatura se aparta de la realidad, se aparta de su razón de ser. ¿Por qué escribo? ¿Quién quiero que me lea? ¿Qué modelo de lector apunto a construir? ¿Qué modelo de sociedad pretendo? Preguntas similares se formulaba con respecto a la educación Paulo Freire, el de Pedagogía del oprimido. Preguntas que ningún escritor debería eludir. No estoy proponiendo el realismo como paradigma. Estoy simplemente esbozando una intuición.


Que la literatura, con su cuestionamiento del poder y sus engranajes, haya recuperado potencia en estos últimos diez años, no es casual. Nada casual. Como chicotazo digresivo y rizoma, se me ocurre: no es casual que el fenómeno se produjera bajo el gobierno de una pareja militante cuya gestión haya sido denominada con la letra con la que Kafka hegemonizó un lugar trascendente de crítica al poder: K.

Néstor Kirchner (1950-2010)

Un pilar de nuestra América

hnkPor Ezequiel Meler

http://www.nacionapache.com.ar/archives/4409

“Quienes lo conocimos y batallamos junto a él lo recordaremos como uno de los grandes pilares en esta nueva hora de América.”

Hugo Chávez Frías.

“Las madres argentinas sentimos en este momento el mismo dolor que cuando se llevaron a nuestros hijos durante la dictadura, porque Néstor era un hijo nuestro.”

Hebe de Bonafini.

En las primeras horas de la mañana del miércoles 27 de octubre, fallecía en su casa de Los Sauces, Río Gallegos, el ex presidente y diputado nacional, Dr. Néstor Carlos Kirchner. Por lo que se sabe hasta el momento, una serie de paros cardíacos derivaron en su muerte súbita.

Kirchner, presidente de la República entre 2003 y 2007, había sufrido dos internaciones previas, el 8 de febrero y el 11 de septiembre de este año.[1]

Pese a ello, su repentino deceso, a los 60 años de edad, convulsionó a la sociedad argentina y suscitó la consternada solidaridad de diversos líderes regionales y mundiales.

Doce años gobernador de la austral provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner saltó a la política nacional luego de la crisis de 2001 – 2002. En las presidenciales de 2003, accedió a una segunda vuelta contra el ex presidente Carlos Menem arañando apenas el 22%. Menem, sin embargo, consciente de la magnitud de la derrota que le esperaba, no se presentó.[2]

De ese modo peculiar, un dirigente casi desconocido a nivel nacional, de una pequeña localidad del sur del país, llegaba a la primera magistratura de la República.

El panorama no podía ser más desolador. Carente de una base de sustentación independiente, Kirchner enfrentaba los coletazos una espectacular crisis económica, política y social. Con el desempleo rondando el tercio de la población y la pobreza superando largamente la mitad, muchos le pronosticaron un futuro breve al frente del gobierno nacional.[3]

Claramente, no lo conocían.

Con voluntad decidida, arrojo y atrevimiento, Kirchner encaró la renovación de la Corte Suprema de Justicia, donde predominaba la “mayoría automática” ligada al menemismo.[4] También encaró una profunda reestructuración de las Fuerzas Armadas.[5] Antes de cumplir un año en el poder, ya había dado impulso político decisivo a la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y ordenaba descolgar los cuadros del ex presidente de facto Jorge Rafael Videla del Colegio Militar.[6]

A esas alturas, el kirchnerismo mostraba un fuerte repunte en la economía, que se replicaba en el crecimiento del empleo, la baja de la pobreza y de la indigencia y el crecimiento del consumo y la inversión.

Pero la iniciativa política del presidente no dejaba margen ni respiro. La renegociación de la deuda externa culminaba con un inusitado éxito en marzo de 2005.[7] Ese mismo año, pero en octubre, Kirchner alcanzaba la medida de su independencia política, cuando su esposa, la senadora Cristina Fernández, vencía con facilidad a los candidatos del duhaldismo.[8]

Y todavía quedaba tiempo para más, pues sobre el cierre del año, la Argentina anunciaba su decisión soberana de pagar por adelantado toda la deuda al Fondo Monetario Internacional, terminando de este modo con la grosera injerencia de los organismos multilaterales de crédito en los asuntos internos del país.[9] Menos de un mes antes, la tarea mancomunada de Néstor Kirchner y Hugo Chávez en la cumbre de Mar del Plata forzaba el fracaso definitivo de las iniciativas continentales de libre comercio fomentadas por los Estados Unidos.[10]

Y así, en apenas dos años, todas nuestras discusiones habían sido reformuladas; nuestras teorías, desafiadas; nuestras esperanzas, superadas. La Argentina se embarcaba en el lustro de mayor crecimiento de su historia, consolidaba y ampliaba los alcances de su ciudadanía, daba pasos decisivos en la consolidación de un rumbo que poco tiempo atrás hubiese parecido impensable. Néstor Kirchner había borrado la frontera de lo imposible, y ahora todo podía suceder.

Tras la rotunda victoria de su esposa, Cristina Fernández, en las elecciones de octubre de 2007,[11] Néstor Kirchner pasó a un no tan cómodo segundo plano, y pese al declive electoral de su fuerza política, producto del conflicto agropecuario y la enajenación de amplios sectores de las clases medias metropolitanas, las medidas trascendentes continuaron: la estatización de los fondos privados de pensión, el establecimiento de la asignación universal por hijo, la promulgación de la ley de servicios de comunicación audiovisual son sólo algunas de las marcas de un tiempo indeleble.

Le tocó irse hoy, 27 de octubre, el mismo día en que el país del Bicentenario dejaría, a través del Censo Nacional, una foto tan distinta de aquella de 2001, una foto tomada por Néstor Carlos Kirchner.

Si el hombre corriente es un animal político, él debe haber sido un león.

Notas:

[1] Véase “Kirchner superó un delicado accidente cerebro vascular”, La Nación, 8 de febrero de 2010 y, de la misma fuente, “Kirchner fue intervenido por la obstrucción de otra arteria”, 12 de septiembre de 2010.

[2] Véase “Menem no se presentó y quedó junto a Sobremonte”, Página 12, 15 de mayo de 2003.

[3] José Claudio Escribano: “Treinta y seis horas de un carnaval decadente”, en La Nación, 15 de mayo de 2003.

[4] “Kirchner criticó a Nazareno y le pidió al Congreso que apure la renovación de la Corte Suprema”, en Clarín, 5 de junio de 2003.

[5] “Habrá numerosos relevos en la conducción de las FFAA”, en La Nación, 24 de mayo de 2003.

[6] Véase “Cuando se vota un final de época”, en Página 12, 21 de agosto de 2003, y “Sacan los cuadros de Videla y Bignone”, en La Nación, 25 de marzo de 2004.

[7] Véase el informe oficial al respecto en http://www.mecon.gov.ar/finanzas/sfinan/documentos/comunicado_18_marzo_castellano.pdf

[8] “Kirchner tuvo la segunda vuelta”, en Página 12, 24 de octubre de 2005.

[9] “Todo en un pago y chau al Fondo”, en Página 12, 16 de diciembre de 2005.

[10] Hugo Chávez: “Está muerto el ALCA, aquí está la tumba”, en Página 12, 5 de noviembre de 2005

[11] “Kirchner, presidenta con “A” final”, en Página 12, 29 de octubre de 2007.